Al hilo del Informe “Juventud y Religión 2000”

1 septiembre 2004

José Luis Trivez
Responsable de Pastoral y Catequista. Colegio Marianista de Zaragoza
 
En este curso 2003-2004 la Fundación Santa María nos “regaló” un nuevo informe (más completo y profundo que nunca) acerca de los jóvenes y su relación con el hecho religioso. Cientos de palabras se han derramado a su estela y no todas demasiado rigurosas ni meditadas. Cuando un informe como éste pone el dedo en la llaga hace saltar a propios y a extraños que interpretan los resultados siempre en interés de sus propios intereses (y vale la redundancia porque sin duda esta es una reflexión que a muchos les debería parecer “interesante”).
 

  1. ¿Qué nos dice el Informe?

 
Desde el primer vistazo al informe uno siente que “acierta” en muchos sentidos, que retrata una juventud y adolescencia que todos los que nos movemos en las procelosas aguas de la educación conocemos. Pero no me detendré en los análisis, ni en los nuevos ítems incluidos en el estudio… Seguro que son interesantes. Pero lo realmente importante de ellos es la exégesis que los expertos comienzan a hacer por doquier partiendo de sus resultados. Lo más importante es la impresión que esa hermeneútica va dejando en todos los ámbitos que de cerca o lejos trabajamos en el mundo de los jóvenes.
 
Especialmente preocupante es la impresión, el resultado que informes de este tipo van dejando en el ámbito de la pastoral juvenil. Si no teníamos bastante con la “secularización”, la genética, la pérdida de los valores tradicionales y la falta de cultura religiosa cada vez más lacerante… ahora encima van los jóvenes y nos dicen que de practicantes nada y de creyentes lo justo.
 
Durante la visita a nuestro colegio del General de los Marianistas tuvimos la ocasión de escuchar mundializadas todas las quejas de los responsables de pastoral, sus desánimos, sus desesperanzas, sus desconfianzas. Ni una palabra de sus propios desastres, sus desidias, sus dejaciones… La familia ya no educa los valores y mucho menos la religiosidad, los jóvenes no tienen modelos y no pueden entrar en la vida “sacramental” puesto que sus padres tampoco lo hacen. No existe la cultura del esfuerzo, ni el afán de superación, ni la profundidad del espíritu, ni la capacidad de renuncia… ¡Vaya panorama! ¿Qué vamos a hacer unos “pobres pastores” en medio de todo esto?
 
Y uno, desde su humilde tarea pastoral se detiene y piensa. ¿No será que los que estamos cansados somos nosotros? ¿No será que a quienes nos resultan ajenos, fríos y ritualizados nuestros propios sacramentos es a nosotros? ¿No será que quienes tenemos una “vieja fe” a punto de caducar somos nosotros? Y el desencanto es comprensible. Si no hemos podido hacer cambiar ni un poquito este mundo desde el Concilio o después de las conclusiones de Puebla, si todo el entusiasmo “obrero” de la transición se ha ido desinflando igual que las propuestas políticas de muchos de los partidos que nacieron al abrigo de una iglesia que se empapaba de realidad… si nos hemos quedado en grupos, grupúsculos, solidaridad de todo a cien y misas… (u oraciones que siempre queda un poco más progre) ¡cómo vamos a contagiar entusiasmo!
 

  1. Algunos criterios pastorales al hilo del Informe

 
Pero me niego a aceptar algunas de las consideraciones que una y otra vez el informe sociológico nos impone en su tiranía de la estadística. Los jóvenes no están alejados del mundo espiritual. Trabajo con jóvenes más de 40 horas a la semana: clases, catequesis, charlas, oraciones, hasta misas… Y los jóvenes buscan, indagan, se inquietan, se preguntan… Sólo que a su manera. Sólo que sus preguntas y no las nuestras. Desde hace tiempo apostamos en nuestra pastoral colegial por algunos criterios que si pueden dar algo de luz a ese –seguro que interesantísimo- estudio sociológico aquí van por escrito:
 

  •  La atención a la persona

En primer lugar el trabajo pastoral, el que consiste en preparar el terreno para vivir la experiencia de la fe, no se puede reducir a estudios sociológicos: se trata de personas y, sin desmerecer a las ciencias sociales (psicología, sociología, etc…) el sentido del misterio, la dimensión de lo sagrado, el Espíritu que insufla la vida en el interior de cada uno… son aspectos indudablemente trabajables pero no sólo desde la programación “pseudopedagógica”. La honestidad, el ejemplo, el trato personalizado son fundamentales. Conozco a profesores, catequistas incluso que no conocen el nombre de sus chavales o que no serían capaces de acertar con un rasgo que los individualizara. El análisis de la masa pierde todo valor cuando no afrontamos el anuncio del Evangelio desde el punto de vista personal e individual
 

  •  La confianza

La confianza en la acción de la gracia, en la participación directa de Dios en nuestra labor pastoral-educativa no es una actitud pía de confianza ciega o infantil en el poder de Dios: es una opción irrenunciable en el trabajo pastoral. Confiar en que “hasta de debajo de las piedras sacaré los Hijos de Abrahám”. Confiar en que “un solo golpe de bastón sobre la roca bastará para sacar agua”. Y no insistir como Moisés en redundancias que en realidad no buscan generar hábitos sino obtener resultados (en número de cristianos “hábiles” ¡qué lamentable!) o imponer actitudes externas vacías de significado. La confianza en la gracia nos ha de llevar también a la confianza en la capacidad de trascendencia de los jóvenes. No se trata de hacer oídos sordos a estudios como el de Elzo sino de ir más allá en el análisis y no quedarnos sólo en los datos. Judíos y griegos, santos y pecadores … todos están llamados al Reino y esto no puede quedarse en “palabrería catequética”, ha de aplicarse a la realidad: haciendo propuestas pastorales a chavales que no responden al “perfil adecuado” (¿hay un perfil adecuado?)
 

  •  La acogida sin condiciones

Uno de los rasgos que debe caracterizar nuestra pastoral es la de ser un espacio en el que las “condiciones” no existan. Los planteamientos morales de nuestra fe no son “condicionales”. La doctrina de Cristo no está basada en si… cumples los mandamientos te salvó… Sino en el amor. Se parece más al amor maternal de una mujer que acoge a su hijo drogadicto una y otra vez ha pesar de las mil y una, que, a veces lo echa de casa claro, pero sólo porque de verdad piensa que es lo mejor para su hijo y no para ella. Montones de alumnos acuden a mi despacho para hablar de cómo se sienten ante el divorcio de sus padres o cómo pasan media vida fumados porque nada tiene sentido para ellos. Muchos de ellos han acudido después con nosotros a actividades pastorales en principio reservadas para “nuestros muchachos” Sus vidas no han cambiado para qué nos vamos a engañar pero aseguro sin equivocarme que hemos abierto el hueco suficiente para que el Espíritu sople.
 

  •  La escucha

Es el primer paso. Cuando me nombraron responsable de pastoral, lo primero que pedí fue un despacho. No fue por prurito personal (aunque mis amigos saben que tengo un ego difícil de soportar). La primera actividad que lancé fue: el rincón del diálogo. Los alumnos rellenaron una simple ficha en la que les preguntaba de todo: sus gustos, lo que más les importa, lo que piensan de Dios… y podían pedir cita cuando quisieran para hablar. Pensé que sería una cosa minoritaria pero el primer año hice más de 120 entrevistas. No es nada nuevo lo reconozco. Ya se hacía tiempos ha cuando todavía existía la figura del director espiritual. Lo único que hemos pretendido, tal vez, es actualizar esa figura. En ellas se habla de todo. De Dios, de sus problemas, de drogas, de sexo, de chicas/os, de amistad, de la Iglesia… Pero sobre todo se escucha. Los chavales saben que hay un lugar donde pueden acudir sólo para “desahogarse” o tal vez para algo más, para encontrar preguntas o respuestas. ¿No es eso pedagogía de la oración?
 

  •  La vida cristiana y la celebración.

Son dos cosas diferentes e iguales. Sé que en el colegio de los Marianistas de Vitoria el responsable de pastoral llama a su despacho a cada uno de los alumnos el día de su cumpleaños. Les regala una piruleta o un detalle y charla dos minutos con ellos. Celebrar la vida es esencial en nuestra experiencia cristiana. Celebrar los momentos importantes y los cotidianos. Vivir la práctica cristiana desde la más absoluta normalidad. Celebraciones penitenciales, eucaristías, oraciones por la paz… cualquier excusa es buena para convocarlos en la capilla y cantar, rezar, meditar, o charlar. Sin miedo a las formas y sin olvidarnos de las formas que son explícitamente nuestras. Si creemos de verdad en el valor de los sacramentos y los ritos tendremos que confiar en que para los jóvenes también tengan valor. De hecho en cualquier otra disciplina funciona. Cuando un profesor lee y comenta con sus alumnos lo leído, va al cine y comenta sus gustos y disgustos sus alumnos leen y van al cine con criterio. No hay estudio sobre esto pero estoy seguro de ello. Ir a la capilla no debe ser un acto secreto, discreto u oculto. El espacio de lo sagrado debe recuperar su lugar a la vista y al acceso de todos. ¿cuántas capillas de nuestros centros están cerradas o tan oscuras y “místicas” que invitan a todo menos a entrar? Con la excusa de mantener lo sagrado… así… sagrado. hemos hecho de los lugares de celebración y encuentro mausoleos. Si el problema es de escrúpulo tiene fácil solución. Dejemos vacíos los sagrarios o celebremos oraciones en el pasillo.
 

  •  Ser algo más que educadores

Me he encontrado en estos dos años de trabajo como responsable de pastoral con dolores y problemas de algunos alumnos que me sobrepasaban. Expresiones adolescentes del sinsentido de la vida a las que no he sido capaz de dar respuesta. ¿Qué se hace cuando un alumno es marginado por todos sus compañeros, repudiado, ignorado y él o ella que no es tonto se da cuenta? ¿Decirle que Dios sí le quiere? Pues a lo mejor sí pero antes hay que saber ofrecerle una sincera AMISTAD. Tengo un compañero de trabajo que dice que no se debe ser amigo de los alumnos. Pues yo a según que alumnos o qué jóvenes no sé ofrecerles más que mi amistad. Creo que hay que recuperar la figura de Jesús como hermano mayor, como amigo mayor. Y asumir nosotros ese papel si es menester como instrumentos suyos que somos. Compartir diez días de camino de Santiago o cinco fines de semana sin apenas dormir de campos de trabajo o ejercicios nos acerca más a la “verdadera realidad” de los jóvenes que todos los test del mundo. Tal vez no sea realista pero creo que ese el camino.
 

  •  La honestidad sobre la coherencia

No sé lo que dice Elzo al respecto pero sé que llevo oyendo demasiado tiempo aquello de que hay que predicar con el ejemplo, que la mejor educación es la que parte de la coherencia y que la única manera de inculcar valores es vivirlos uno mismo. No estoy de acuerdo. Ni en educación ni en la pastoral. No me baso en estudios pero creo que los jóvenes son cada vez menos estúpidos y que están cada vez más defraudados –razones les hemos dado entre todos-. No se tragan los modelos heroicos de nadie. Tampoco los cristianos. No se enseña a rezar rezando mucho y muy bien. Entre otras cosas porque no tengo ni idea de lo que es rezar bien. Ni se enseña a amar amando bien. La misma razón. Pero la honestidad abre puertas que estaban cerradas y que algunos se empeñan en dejar así. La coherencia lleva al heroísmo. La honestidad a la comunidad y al camino juntos. Haciendo el camino de Santiago prefería reconocer que estaba cansado y detenerme a forzarme a ser coherente siempre para demostrar a mis “jóvenes” que se puede continuar. Prefiero mil veces llegar tarde algún día al trabajo que no hacerlo nunca y tiranizar al resto con mi propia tiranía. El orden, los límites, las normas son importantes… nadie lo discute pero no se hacen cumplir sólo a base de cumplirlas, ni se dejan de observar porque quienes las dicta no lo haga. Haced lo que dicen pero no lo que hacen. Cuando un pastoralista se presenta ante los joven honestamente consigue más cercanía que cuando lo hace como un héroe al que imitar. Hace tiempo cuando convocábamos una mesa redonda con vocaciones espectaculares (misioneros, obispos que renuncian a su cargo y se van a América latina, monjas de clausura…) los jóvenes decíamos (yo era joven entonces) yo quiero hacer algo, quiero ser como ellos. Ahora los jóvenes dicen (tal vez con mejor criterio) Ah bueno si él o ella es feliz así… pues vale. No vamos a impresionar a nadie seamos serios pero si ni Jesús impresionaba a casi nadie con sus milagros (Ven y no creen…)
 

  •  Recuperar la catequesis

No los programas, ni los objetivos (que sé que son importantes) sino el espíritu de la catequesis. Hacer vida del Evangelio y las escrituras. En los últimos ejercicios espirituales con bachillerato que he dirigido usamos más de 10 textos evangélicos para narrar la historia de la salvación y para ilustrar la propia vida de los chavales. No es un esfuerzo para pedagogos. Es el estilo de Jesús. El reino de Dios es como un campo… O el Reino de Dios es como la película de Ricardo Franco La buena estrella un carnicero se encuentra con una puta, la acoge, la limpia, la ama y la hace persona… O el Reino de Dios es como un adolescente que va de ejercicios, escucha, reflexiona y luego va y se fuma un porro… ¡qué se yo! pero tengo claro que es el camino. Hacer vida la palabra. No sólo en nuestra vida. Eso es un esfuerzo egoísta. También en la suya.