Anhelos de salvación, vampiros adolescentes

1 abril 2011

Queridos Vanessa y Jonathan:
Se escucha con frecuencia que los adolescentes de hoy ya no soléis leer nada, que los libros y vosotros tenéis poco que ver.
Sin embargo, semanas atrás, tú, Vanessa, llevabas en la mochila unos libros bien gordos, que has devorado en pocos días. Incluso alguna vez en clase te han llamado la atención por leerlos y no prestar a atención a las explicaciones de las asignaturas.
Escritos entre 2005 y 2008, llevaban títulos curiosos: Crepúsculo, Luna Nueva, Eclipse, Amanecer. De los tres primeros hay películas. Me contasteis que salían vampiros, hombres-lobo y amores de adolescentes del típico instituto norteamericano. ¡Menuda mezcla!, pensé yo. Y hasta vi alguna de las películas para averiguar por qué esos libros os han enganchado tanto.
Luego resultaba que no eran de miedo, sino más bien románticas, y de amores imposibles entre una chica humana y un vampiro “objetor de conciencia”, ya que ni mordía ni mataba, aunque, eso sí, su esfuerzo le costaba. Por si fuera poco, hay otro enamorado de la chica, y éste, para variar, es hombre-lobo.
¿Por qué tanto interés vuestro en esta complicada historia? Puede ser que por lo romántico del amor imposible, por la extraña mezcla del bien y del mal, del amor y del miedo.
Creo que también hay cierta dosis de la fascinación por los vampiros, por el vivir para siempre aunque sea convertido en una especie de monstruo.
Hace unos años, a la gente de vuestra edad le impresionaba oír cantar a Freddy Mercury, del grupoQueen, una letra que decía Who wants to live for ever (“¿Quién quiere vivir para siempre?”), cuando todos sabían que le quedaban pocos meses de vida a causa del SIDA, entonces (era 1991) mucho más mortal.
Os fascina que Bella, la protagonista, esté dispuesta a convertirse en vampiresa con tal de permanecer con su vampiro-enamorado para siempre.
Al final, no es tan extraño que os lleguen estas cosas, porque son los temas eternos del ser humano: los límites entre el bien y el mal, el deseo de amar, sobre todo el amor romántico e imposible, la capacidad de sacrificio, el deseo de eternidad, el deseo de trascender esta vida, de acceder a lo maravilloso y fascinante, aunque sea lo fascinante-terrible. Está visto que esas teclas de siempre están también en vosotros.
A lo mejor la escritora de vampiros, la tal Stephenie Meyer, nos podía dar a educadores y agentes de pastoral unas pocas lecciones de lenguaje adolescente…

Jesús Rojano

 
 

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