“Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro
tan gran nube de testigos, corramos con fortaleza
la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús,
el que inicia y consuma la fe”
(Hb 12,1)
“El Señor abrió el corazón a Lidia
para que aceptara lo que Pablo decía (Hch 16,14):
San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer
no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona,
no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad
y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios”
(BENEDICTO XVI, Porta fidei, 10)
El pasado mes de octubre de 2012 hemos celebrado los 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II. Con motivo de este aniversario, la Iglesia está celebrando el Año de la Fe. El Papa Benedicto XVI nos ha invitado a acercarnos a “la puerta de la fe (cf. Hch 14,27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia”, una puerta que “está siempre abierta para nosotros” (PF 1). Sin embargo, esa puerta abierta es hoy menos visitada de lo que nos gustaría a los que amamos el Evangelio de Jesús. Es el propio Papa el que reconoce, en el mismo párrafo que acabamos de citar, que “una profunda crisis de fe afecta a muchas personas”.
Las personas que trabajan en los diversos ámbitos de la Pastoral Juvenil saben que esa crisis afecta especialmente a los jóvenes. Aunque nos alegramos de que muchos jóvenes frecuenten encuentros como las JMJ o el reciente Congreso de Pastoral Juvenil de Valencia (noviembre 2012), reconocemos, como ha hecho el Cardenal Kasper no hace mucho en un artículo titulado “La nueva evangelización: un desafío pastoral, teológico y espiritual”, que estos son una minoría. Si se nos permite una exageración, casi se ha dado la vuelta a la parábola: estos jóvenes cristianos constituyen la oveja (muy valiosa, por cierto) que se ha quedado, frente a las otras 99 alejadas.
La preocupación por la delicada situación de la fe en la mayoría de los jóvenes no es un capricho o moda, pues, como recoge la Propuesta 51 del Sínodo de los Obispos celebrado en octubre, “los jóvenes no solo son el futuro sino también el presente (y regalo) en la Iglesia. No son solo destinatarios sino también agentes de evangelización, especialmente con sus coetáneos. Los jóvenes están en el proceso de búsqueda de la verdad y del sentido de la vida que Jesús, que es la Verdad, y su amigo, puede proporcionar”. Según esta última frase, lo que se juega en la transmisión de la fe a los jóvenes es la propia esencia evangelizadora de la Iglesia, y por tanto, su propia identidad, pues “evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (Evangelii Nuntiandi 14). Pero la evangelización no es fecunda si no llega especialmente a los que “están en el proceso de búsqueda de la verdad y del sentido de la vida”. En este número de MJ hemos querido estudiar esta problemática desde diversos enfoques.
Los estudios de este número
– El teólogo de la Universidad de Comillas Pedro Rodríguez Panizo nos presenta las razones y propuestas concretas de la carta apostólica PortaFidei, haciendo dialogar al documento con textos del Concilio Vaticano II y de la mejor tradición cristiana.
– El biblista salesiano Juan José Bartolomé nos recuerda un ejemplo paradigmático de proceso de conversión a la fe en Cristo Jesús, el de Pablo Apóstol.
– Jesús Rojano describe las dificultades para creer de los jóvenes, dando especial importancia a lo que cuentan ellos mismos.
– El teólogo de la Facultad de Burgos Roberto Calvo Pérez nos muestra cómo no todas las prácticas pastorales llevan automáticamente a la fe. Su repaso de las diversas “desviaciones pastorales” servirá de guía para revisar y mejorar la práctica pastoral.
– Por fin, el salesiano Eugenio Alburquerque defiende que revitalizar la fe de los pastores es condición indispensable para fortalecer la fe de la comunidad, y da pistas para alimentar las actitudes básicas del buen evangelizador.
Vivir de la fe en Jesús
No podemos dejar de recordar que, en tiempos de grandes crisis, los que abrieron caminos de futuro a la fe cristiana (pienso en Francisco de Asís, Tomás de Aquino, Ignacio de Loyola…) fueron personas muy centradas en el núcleo de la fe, que no es otro que la Persona de Jesús, y así, “fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe” (Hb 12,1), supieron dar continuidad histórica a la Buena Noticia de Jesucristo.
Los criterios de actuación de Jesús deben ser hoy, actualizados, los nuestros, para poder llegar al corazón de los jóvenes, al igual que las palabras de Pablo tocaron el corazón de Lidia, según el bello ejemplo aducido por el Papa (cf. PF 10). Con ese fin, la propuesta 51 del Sínodo, arriba mencionada, nos pide acertadamente lo siguiente: “Donde quiera que estén, en casa, en la escuela o en la comunidad cristiana, es necesario que los evangelizadores encuentren a los jóvenes y pasen tiempo con ellos, que les propongan y los acompañen en el seguimiento de Jesús, les guíen a descubrir su vocación en la vida y en la Iglesia. Mientras que los medios de comunicación influyen mucho en la salud física, emocional, mental y espiritual de los jóvenes, la Iglesia, a través de la catequesis y de la pastoral juvenil, se esfuerza en capacitarles y equiparles para discernir entre el bien y el mal, para elegir los valores del Evangelio en lugar de los valores del mundo y a formar sólidas convicciones de fe”. Una tarea apasionante para este año 2013 recién estrenado, que deseamos feliz y fecundo a nuestros lectores.
JESÚS ROJANO MARTÍNEZ