El anuncio tiene la prioridad permanente en la misión: la Iglesia no puede sustraerse al mandato explícito de Cristo. La evangelización debe contener siempre como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo, una clara proclamación de que en Jesucristo se ofrece la salvación a todos los hombres (Juan Pablo II).
Jesús confía a sus discípulos la tarea por la que vivió y murió: anunciar el evangelio. Desde entonces la evangelización define a la Iglesia: “evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda; ella existe para evangelizar” (EN 14). Nace de la misión evangelizadora de Jesús y es enviada a esa misma misión.
Dentro del dinamismo evangelizador de la Iglesia hemos de situar el anuncio explícito. La evangelización es ciertamente un proceso complejo. Tiene que integrar un conjunto de elementos diversos, todos ellos fundamentales en la vida de la propia Iglesia. Pablo VI se refirió a ellos con mucha claridad, afirmando que “ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización, si no es con riesgo de empobrecerla e incluso mutilarla” (EN 17). Después de referirse a algunos de ellos (transformación y renovación de la humanidad, evangelización de las culturas, importancia del testimonio), afirma que todo esto sigue siendo insuficiente y que es necesario llegar a un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús: “La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser, pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios” (EN 22).
Hoy hablamos de la importancia y necesidad de una pastoral misionera; es decir, una pastoral que tenga en cuenta especialmente el vacío de fe y de opción personal por Jesucristo. Una pastoral misionera es necesariamente una pastoral evangelizadora, una pastoral muy consciente de que el anuncio evangélico no es una tarea o función más entre otras, dentro de la misión de la Iglesia, sino su misión esencial. Ciertamente en la pastoral actual es muy viva la conciencia de una seria urgencia por recuperar y actuar la “primera evangelización y el “primer anuncio”. Y es que en el contexto de la situación religiosa actual no es posible ya suponer la opción de fe en los destinatarios de la acción pastoral.
Pero si es viva la conciencia de que la acción pastoral se orienta y apunta al anuncio explícito de Jesucristo y de su mensaje, que es éste y no otras cosas el punto de llegada del proceso evangelizador, el dinamismo pastoral tiene que ser capaz ante todo de crear las condiciones oportunas para que pueda realizarse. Por ello, los esfuerzos evangelizadores tienen que moverse dentro de una dinámica de factores complementarios, teniendo en cuenta y respetando las nuevas coordenadas culturales. Este es el sentido de la reflexión que ofreceEmilio Alberich.
En la perspectiva de estas nuevas coordenadas culturales y religiosas,José María Olaizaola reflexiona en torno a las “pertenencias flexibles”. La propuesta tiene en cuenta los grandes objetivos de la acción pastoral con los jóvenes: descubrimiento del Dios de Jesús, sentido de Iglesia, construcción de la identidad cristiana, apertura y compromiso social. Pero, al mismo tiempo, el desajuste y la crisis de los modelos pastorales estables y procesuales. Ante las dificultades reales, la pregunta que tenemos delante es: ¿dónde establecer los tiempos, espacios, encuentros, para la evangelización de los jóvenes? ¿No nos llama quizás nuestro tiempo a retomar lo plural, lo difuso, lo distinto, para poder ayudar a los jóvenes a llegar al encuentro con Cristo, a dejarse llenar por Dios?
Y en medio de esta búsqueda de nuevos espacios y de nuevos métodos, no podemos soslayar una cuestión básica y fundamental: en la acción evangelizadora, además de fijarse en el mensaje y en los destinatarios, ¿no será necesario también fijar la atención en los evangelizadores? Son muchos los que nos dicen que es aquí donde hoy se encuentra precisamente la cuestión crucial: en los evangelizadores. Pablo VI, después de la reflexión sobre los contenidos, los medios, los destinatarios de la evangelización, se dirige también a los evangelizadores y al espíritu que debe impregnar la evangelización; y lanza algunas preguntas: “¿creéis verdaderamente en lo que anunciáis?, ¿vivís lo que creéis?, ¿predicáis verdaderamente lo que vivís?” (EN 76). En esta perspectiva se sitúa la reflexión de Juan José Bartolomé, que propone a Pablo como evangelizador y evangelio vivido. Si la comunidad cristiana ha presentado a Pablo como su mejor evangelizador, modelo y medida de apóstoles, la contemplación y reflexión de la misión paulina puede ayudarnos también a quienes emprendemos esta tarea, a reavivar nuestro compromiso con el evangelio de Jesús, a sentir, quizás, también nosotros, la necesidad de ser evangelizados para poder llegar a ser auténticos evangelizadores.
El anuncio de Jesús es siempre fuente de gozo y alegría. Como cada año en estas fechas, nos llega a todos el más alegre de los anuncios; la encarnación del Hijo de Dios. Para todos los amigos y lectores de Misión Joven, el deseo de paz y felicidad de parte de cuantos la hacemos.
EUGENIO ALBURQUERQUE
directormj@misionjoven.org