APUNTES PARA LA EDUCACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS

1 octubre 2010

Juanjo Ruiz Husillos, sdb.
Director Social de la Fundación “Juan Soñador”

SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El autor, desde su ya larga experiencia educativa, nos ofrece unos “apuntes para la educación de los derechos humanos”. De los derechos humanos se habla mucho, la realidad dice que tristemente se cumplen menos. Esta situación queda especialmente visible en niños y jóvenes vulnerables. La educación es el motor de los derechos humanos, ésta es la propuesta estratégica que presenta el autor. Acaba el artículo con algunas reflexiones sobre el aprendizaje cooperativo y la educación para la ciudadanía.
 
El título del artículo es muy sugerente y a la vez muy claro. Cuando me lo propusieron, acepté con cierto atrevimiento. Pensaba escribir desde la experiencia de años trabajando para que los derechos humanos sean una realidad en nuestra sociedad y en nuestras vidas. Ya que es, en definitiva, lo que venimos realizando al trabajar con colectivos en situación de riesgo, trabajar para su dignificación; trabajar con niños, niñas, jóvenes o adultos para que sean ellos mismos, teniendo como base la justicia, la solidaridad, la participación en la ciudadanía, o trabajar con minorías étnicas para que recuperen sus valores culturales y puedan vivir en condiciones dignas. Por tanto, hablaré desde la experiencia, mi experiencia con gitanos, menores y jóvenes en situación de riesgo social e inmigrantes.
Hay tres palabras claves: educar, derechos humanos y apuntes. Las dos primeras me van a servir de guión y la tercera, apuntes, va a marcar el estilo. Por tanto no va a ser una tesina sobre educación para los derechos humanos; van a ser unos apuntes, unas reflexiones para el debate, sabiendo que de todo esto se ha escrito mucho. Y resalto lo de reflexiones para el debate. Todo lo que escribo se puede debatir. Juntos podemos profundizar más.

  1. Un mundo apropiado para todos

La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue aprobada por la Asamblea de Naciones Unidas en 1948; es el principio que avala a todas las personas en el derecho a la vida, la libertad, la igualdad, la seguridad, y muchos aspectos concretos que de ellos se derivan. Son como el pivote sobre el que gira nuestra sociedad y las relaciones entre todas las personas. Los seres humanos nacemos con derechos y obligaciones. Las Naciones Unidas asumen el compromiso de apoyar, fomentar y proteger estos derechos humanos para que nuestro mundo sea apropiado para todas las personas. Este compromiso tiene su origen en la Carta de las Naciones Unidas. Estos Derechos Humanos abarcan a todas y a cada una de las personas, sean de África o Estados Unidos, Madrid o Cochabamba,… Sin embargo, la realidad mundial es otra, al igual que la de nuestro entorno.
No voy a comenzar con cifras y más cifras sobre realidades que conocemos y que, si las necesitamos, por Internet se pueden localizar. Os propongo un ejercicio de memoria muy sencillo. Recordar 5 situaciones de injusticia que se dan en nuestra ciudad y otras 5 en cualquier otra parte del mundo. A cada situación ponedle la necesidad real que tienen esas personas y el Derecho Humano que se está conculcando en ellas. Vosotros mismos os daréis cuenta, que los derechos humanos hoy día, cada vez se cumplen menos.
Con motivo del cambio del milenio, como las cosas no iban bien y los derechos humanos cada vez iban más torcidos, valga el juego de palabras, se proclamó la Declaración de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, teniendo en cuenta la situación y las necesidades de los pueblos de todo el mundo. Se habla en dichos objetivos de:
 

  • Erradicar la pobreza extrema y el hambre.
  • Lograr la enseñanza primaria universal.
  • Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.
  • Reducir la mortandad infantil.
  • Mejorar la salud materna.
  • Combatir el sida, paludismo y otras enfermedades.
  • Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
  • Fomentar una asociación mundial para el desarrollo


Eliminar la pobreza
Somos la primera generación que podemos eliminar la pobreza en el mundo y lograr que los derechos humanos sean una realidad
Han pasado 10 años, ¿qué se está logrando? Quedan aún otros 5 años, ¿qué se ha programado para afrontarlo con mayor eficacia? Reuniones de gobernantes, acuerdos internacionales, foros de…; todo es cuantificable y válido. Pero, ¿son cuantificables y válidos los resultados logrados en estos objetivos? Bien es verdad, que en las agendas internacionales se ha introducido la lucha contra la pobreza, pero se requiere una inequívoca voluntad política de los gobernantes y de la ciudadanía para ir logrando objetivos a corto y medio plazo. Somos la generación que podemos eliminar la pobreza en el mundo y lograr que los derechos humanos sean una realidad.
Amnistía Internacional en junio de este año ha publicado un informe donde “pone de manifiesto la brecha existente entre las metas actuales de los Objetivos de desarrollo del milenio y las medidas que los estados deben tomar en virtud del derecho internacional de los derechos humanos”[1]. En este interesante y profundo informe se van marcando las líneas y fijando metas, que los gobiernos deben mejorar para alcanzar los objetivos. Y no solo se fijan en el 2015, van examinando elementos básicos para después del 2015.
 
1.1. La realidad de los niños y niñas en situación de marginación.
Pobreza extrema
Todos los días, en algún lugar del mundo, hay niños, niñas y adolescentes a quienes conculcan sus derechos humanos por motivos étnico-raciales, su religión o sus opiniones… y muchos que viven en pobreza extrema.
La vida, para muchos, es el valor supremo; para evitar una muerte de un niño hacemos lo imposible. Sin embargo a escala mundial, no es así. En el informe sobre el “Estado Mundial de la Infancia de 2008”, publicado por UNICEF, se dice que el número de muertes de niños y niñas menores de 5 años fue de 9,7 millones. Y las causas son las de siempre: pobreza y hambre, paludismo, agua contaminada, falta de medicamentos,… Se habla en los Objetivos del Milenio de “reducir a 4 millones las muertes para el 2015”. Como se ve, parece que solo son 4 millones de niños y niñas… ¡total!… No queremos darnos cuenta de que la mortalidad en la infancia es un importante indicador del desarrollo de los países, y una evidencia certera de sus prioridades y valores. Nos está indicando hasta qué punto son importantes los derechos más elementales de un ser humano.
Podemos ir lejos en el tiempo y espacio a lugares donde la pobreza es más llamativa. Los medios de comunicación constantemente nos bombardean con imágenes de niños y niñas en situaciones extremas de marginación, trabajo infantil, niños soldados, explotación sexual,… en países lejanos. Sin embargo, un reciente “Estudio del Instituto Nacional de Estadística (INE, 2004) presenta las tasas de pobreza por grupos de edad en España comparadas con las de otros países europeos; subraya que, en 2001, la tasa de pobreza de los menores de 16 años sigue siendo, excepto en Grecia, siempre superior a la del resto de la población. De nuevo, los países del sur, como España, junto a Italia, Portugal y Reino Unido, son los que siguen presentando tasas más altas de pobreza infantil”[2]. Esta situación nos parece, a lo mejor, irreal. Sin embargo tenemos que decir que la pobreza infantil en España es una realidad que alcanza grados intermedios con respecto a otros países europeos.
El mismo informe indica “que España es un país, como otros del sur de Europa, en el que el riesgo de pobreza para los niños es mayor que para el resto de la población”. De ahí la necesidad de dedicar mayores recursos económicos y sociales a la atención de estos menores. Incluso en el marco del bienestar social español, nuestras políticas de atención a la infancia deben ser cada vez más concretas y eficaces. La legislación sobre protección a la infancia es buena, incluida la famosa Ley del Menor, tan denostada ante ciertas situaciones. Es cuestión de aplicarla, llevarla a la práctica en toda su extensión, y superar, lo que en el 2009, el Defensor del Pueblo denunció públicamente sobre los malos tratos en algunos centros de menores, donde se utiliza un régimen disciplinario demasiado duro; y donde, incluso, se emplean celdas de aislamiento, que en nada favorece la protección ni los derechos de los menores.

1.2 Jóvenes y adultos en situación de vulnerabilidad
Después de dar unas pinceladas sobre la situación infantil, vamos a fijarnos en los jóvenes y adultos en España. Debemos partir de que la realidad es muy plural; pero en una radiografía generalizada de nuestra sociedad, se ve como un gran mosaico de pequeñas piezas marcadas por la realidad social, política y económica del país, que deja a muchos jóvenes apartados de la sociedad, porque el paro les acucia y merma su poder económico y, por tanto, su presencia vital en la sociedad. Lo mismo podemos afirmar sobre los más adultos; la crisis ha entrado de lleno en miles de familias, traducida en desempleo, salarios mínimos, personas con mayor vulnerabilidad,…
La existencia de la exclusión social es una realidad constante en nuestra sociedad. Y es más, el aumento, con el paso del tiempo, en personas y tipos de exclusión, nos hace pensar que no va a tener un final. Cada una de estas realidades sociales tiene a personas concretas como sujeto real de exclusión; no son objetos, son personas que viven realidades que no han creado, que escriben su propia historia y la ejecutan con sentido o sin él. El mundo, cada vez más, se entiende como un gran espacio donde unos pocos están en el centro y desde allí gobiernan, y una periferia numerosa pero insignificante, muchas veces, invisible. A estas dos realidades se les pueden añadir muchas características: el poder, el dinero, el trabajo, el bienestar…; y, en contraposición, el paro, sin economía, sin seguridad, sin autonomía, sin bienestar; en definitiva, una vida marginal, al margen de la sociedad.
El conocido sociólogo Víctor Renes, en una conferencia en junio de 2010, afirma: “España viene presentando sistemáticamente durante las últimas décadas niveles de desigualdades sociales especialmente elevados en el contexto europeo”[3]. “Los procesos de exclusión social afectan al 17,2% de los hogares y la exclusión social más severa al 5,3%”[4]. A todo esto añadir otros fenómenos sociales que generan desigualdad, pobreza y exclusión social. Sin olvidarnos de algunos colectivos cuya situación social deja mucho que desear, como el colectivo gitano, los inmigrantes, personas sin hogar, etc., muchos de ellos sufren graves dificultades para tener una vida digna.
Si nos fijamos en los inmigrantes, como uno de los colectivos que en estos momentos más están sufriendo la violación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que afirma el derecho que toda persona tiene de circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado, vemos que son recibidos como personas con dudoso derecho a estar entre nosotros; es más, ¿quién reconoce y garantiza los derechos a los inmigrantes? La cambiante ley de extranjería de nuestro país supone un estatus legal de inferioridad de derechos.
 

  1. Los derechos humanos una necesidad

Los derechos se vuelven como el común denominador de la dignidad humana. Todos debemos ir creciendo y disfrutando de los derechos porque nuestras necesidades vitales estén cumplidas.
Los derechos humanos los tenemos todos por el hecho de haber nacido; nadie puede ni debe arrebatárnoslos; y nosotros, no podemos renunciar a ellos. Los derechos cubren nuestras necesidades más vitales; no son sólo declaraciones institucionales ni declaraciones universales de las Naciones Unidas. Tienen que dejar de serlo para convertirse en textos personales y sentimientos vitales para llevarlos a la práctica en nuestras vidas. Ya han pasado muchos años desde la declaración de los Derechos Humanos de 1948; ya es hora de hacerlos vida en nuestra manera de vivir y actuar.
Las personas, desde que nacemos, necesitamos el apoyo externo del entorno, de la madre, familia, etc. Necesitamos comer, calor, techo; y nos dan comida, el calor de una madre, el cobijo de un hospital los primeros días o de la casa después…; pero no nos leen el primer artículo de los Derechos Humanos. Las personas tenemos necesidades a las que debemos dar una respuesta eficaz. Y éstas son las que nos hacen trabajar por la dignidad de la vida de toda persona. Los derechos se vuelven como el común denominador de la dignidad humana. Todos debemos ir creciendo y disfrutando de los derechos porque nuestras necesidades vitales estén cumplidas. Enrique Martínez Reguera insiste en que “los niños no tienen derechos, tienen necesidades que es mucho más, muchísimo más que tener derechos”. Debemos disfrutar de los derechos humanos porque socialmente da lo mismo que seamos hombres o mujeres, niños o viejos, musulmanes o cristianos, blancos o negros, africanos o europeos o americanos,… Todos somos iguales. Debemos exigir y defender la dignidad de las personas para que todos podamos vivir con las necesidades cubiertas.
Démonos cuenta que, si los Derechos Humanos declarados hace más de 60 años, hubiesen sido aplicados y respetados en todo el mundo, las grandes injusticias sociales no existirían. La pobreza, desigualdad e inmigración serían palabras en desuso y realidades superadas; sin embargo, como hemos visto, son realidades que cada vez van en aumento.
 

  1. La educación, motor de los derechos humanos

La educación se puede desarrollar en distintas etapas de la vida, y en ámbitos muy dispares. Educar en derechos humanos se puede y se debe hacer desde la niñez, en la familia, en la escuela, en las ONG y entidades sociales, en el barrio. Esto nos da pié para incidir en la importancia que tiene la educación para formar una ciudadanía con valores universales, una ciudadanía consciente y crítica, una ciudadanía educada en libertad, que aspire a la justicia y la paz, una ciudadanía que respete y conviva con las diversas culturas y religiones. Es mucho lo que la sociedad espera de la educación.
Concibo la educación para los derechos humanos como un proceso educativo continuo y permanente, ligado al trabajo sobre el desarrollo, la paz y la democracia, que tiene como finalidad la defensa de la dignidad humana. Toda educación lleva consigo un determinado código de valores; la educación para los derechos humanos igualmente también los lleva, como la justicia, la cooperación, la solidaridad, la paz, el compromiso, el respeto; y que a la vez, supone la negación de planteamientos de discriminación, intolerancia, agresividad, etc.
Si nos centramos en la escuela como motor educativo, tenemos que afirmar, que tal y como está organizado el sistema educativo hoy en día en España, es muy difícil educar en derechos humanos. Aunque parezca una barbaridad tal afirmación, tengo que repetir que desde nuestras aulas no se trabaja para que haya una renovación social desde la paz, la convivencia, la solidaridad, la interculturalidad… Sí hay formación, pero no en derechos humanos; hay proyectos educativos que forman a personas para ser líderes, otros para seguir con lo que tenemos, etc. No se desarrolla un proyecto educativo basado en principios y valores fundamentales, aunque estén presentes en los idearios. Igualmente afirmo que hay profesionales de la educación vocacionados que trabajan, más allá de la normativa, sobre la construcción de una ciudadanía basado en valores universales.
Tenemos que entender la educación en sentido amplio, que abarque toda nuestra vida y que nos ayude a recuperarnos del pragmatismo y pesimismo, que acepta como imposible el sueño de acabar con las guerras, las injusticias, el hambre,…Un grupo de profesores de centros Educativos de Madrid Asociados a la UNESCO afirman “La política puede haber perdido la vergüenza; la economía nos ha perdido el respeto; los agentes sociales nos han perdido de vista… pero la educación no puede perder las formas”[5]. Un mundo distinto es posible a través de la educación.
 
3.1 Los derechos humanos no son una lección
Durante mucho tiempo hemos practicado que educar es meter en cada persona una serie de valores, conocimientos, ideas, principios; o, como Paulo Freire nos decía, introducir en la mente y en el corazón de las personas unos conocimientos, conceptos, como si fuéramos un recipiente vacío al que hay que llenar. Así veíamos cómo las personas iban practicando aquello que los mayores insinuábamos o introducíamos, a veces con sangre; se decía “la letra con sangre entra”. Quiero dejar claro desde el inicio que el aprendizaje no es cuestión de una actividad cerebral, sino que entra todo el ser humano, el cerebro, el corazón, los sentimientos, las extremidades, etc.,todo nuestro ser.
“Educar es convertir a alguien en persona. Y ser persona es sacar lo mejor de uno mismo”[6]. Esta definición de Rojas nos marca el camino de la educación: trabajar para crear personas. Nos movemos dentro del binomio información-formación. La información nos proporciona los conocimientos necesarios, unas habilidades sociales para manejarnos en la sociedad, adquirir facultades humanas y conseguir una capacitación profesional que nos permita el desarrollo personal. A ello hay que añadir la formación con pautas de conducta que armonicen nuestra formación teórica y nuestro modo de actuar. En definitiva, es alcanzar un equilibrio entre lo intelectual, lo físico y las relaciones sociales; crear personas más humanas y espirituales.
En la educación es importante la figura del formador (padre, madre, tutor o persona de referencia), pero no para inculcar esa información-formación y metérsela en sus vidas, sino para sacar de sus vidas lo mejor de cada uno y confrontarla con la realidad. Educar es el arte de aflorar en cada persona lo más hermoso, lo más digno, las posibilidades que cada uno tiene. El educando necesita un modelo de identidad, unas personas a las que admirar y que sirvan de referencia; en ellas confrontará su vida y así se irá formando, construyendo, educando. El protagonismo no es del educador, sino del educando que se va haciendo y desarrollando con esfuerzo y confrontación, consiguiendo ser lo que él quiere ser.
Refiriéndonos a los derechos humanos, no deben estar en ninguna lección de ningún curso. Ningún profesor debe enseñarlos en el aula, como una lección más. Los derechos humanos se confrontan con los alumnos, con los muchachos de un grupo, en la catequesis de una parroquia; ante una situación de injusticia o de conculcación de los derechos, ante el protagonismo de alguien que los defiende. No hagamos de los derechos humanos lecciones, hagámoslos vida de nuestras vidas. Ante situaciones flagrantes de injusticia, inculquemos los derechos; ante situaciones vitales que suceden en nuestro entorno, luchemos por la dignidad de la vida; ante testimonios de personas que trabajan y luchan por la dignidad de las personas, resaltemos sus vidas y sus intervenciones a favor de los más necesitados.
Los derechos humanos están presentes día a día en la vida de las personas, y ésta nos llega a través de los medios de comunicación. En nuestra educación es importante el tratamiento didáctico de estos temas y contenidos, que afectan el desarrollo de los valores fundamentales de la persona, e incluso, la supervivencia de gran parte de la especie humana. La prensa, la televisión, Internet y todos los medios modernos de comunicación nos ofrecen imágenes, noticias, fotografías, reportajes, películas, documentales, que nos impactan jornada a jornada, poniendo ante nuestros ojos la violación en todo el mundo de los derechos fundamentales del ser humano. Todo ello nos da pistas para la reflexión y confrontación; en definitiva, para la educación.

3.2 Aprendizaje cooperativo
Es necesario cambiar los objetivos y las estrategias de la educación que no respondan eficazmente a dignificar al ser humano. La educación en derechos humanos no se limita a impartir conocimientos. Fundamentalmente trata de cambiar actitudes y comportamientos y desarrollar en las personas nuevas actitudes que les permitan pasar a la acción.
Queremos, por tanto, educar en y para los derechos humanos porque nuestro mundo no está todo lo bien que debería; lo hemos visto someramente y lo podemos constatar diariamente en los medios de comunicación; y sobre todo, porque queremos y debemos construir un mundo distinto, más justo y humano, que es posible.
Aprender significa conocer, tomar conciencia de algo o alguien, intercambiar, y transformar nuestro mundo, comenzando por nuestro entorno. El aprendizaje es fundamental en la vida de todo ser humano, y a la vez, crea vida. Según Vernor Muñoz, relator especial de la ONU sobre el Derecho a la Educación, “el objeto de la educación es la construcción de conocimientos útiles para dignificar la vida de todas las personas”. Por tanto, es necesario cambiar los objetivos y las estrategias de la educación que no respondan eficazmente a dignificar al ser humano. La educación en derechos humanos no se limita a impartir conocimientos. Fundamentalmente trata de cambiar actitudes y comportamientos y desarrollar en las personas nuevas actitudes que les permitan pasar a la acción. Para Amnistía Internacional, la educación en derechos humanos intenta comprometer a las personas y animarlas a ser ciudadanos activos.
Debemos buscar nuevas experiencias que se dan en el aprendizaje, donde el niño, joven o adulto es considerado como persona con una dimensión mayor que la del que estudia. A la hora de analizar y transmitir reflexiones sobre situaciones sociales, el aprendizaje cooperativo es fundamental. En este campo la participación es imprescindible; el trabajo en grupo, las reflexiones en común, la visualización de situaciones, la comunicación de experiencias,… nos pueden llevar a alcanzar el objetivo de conocer los derechos humanos de modo vivencial. De esta manera se va a trabajar no sólo la competencia lingüística, sino, sobre todo, la competencia social y ciudadana, tan básica para orientarse en los valores humanos y poder obtener un comportamiento social. En definitiva, educamos para dignificar a las personas.
El trabajo de profesor o del educador que sensibilice en estos aspectos no consiste en enseñar, sino en dar líneas y supervisar activamente el proceso de transformación del conocimiento y en el desarrollo de las habilidades sociales de los que participan. Las situaciones o problemas colectivos no pueden resolverse individualmente, es necesaria la implicación de la mayoría; pero es necesario el ejercicio diario de las habilidades sociales hacia la tolerancia, la justicia, la solidaridad, para tomar conciencia y responder a las situaciones locales y globales de nuestro mundo.
Con este planteamiento se pretende que la educación en general o la sensibilización sobre los derechos humanos no se quede en una mera descripción de las situaciones de violación de los derechos, ni tan siquiera en un conocimiento; la educación tiene que llevarnos a intervenir, cada uno en su medida, para prevenir esas violaciones y comprometernos en su defensa de modo práctico. Y todo ello con planteamientos personales y acciones colectivas. Ya no nos valen las palabras, ni las reuniones para reflexionar, debemos pasar a la acción.
Carola Carazzone[7] en el Congreso Internacional Salesiano celebrado en enero de 2009 en Roma, recordando el Aguinaldo de 2008 del Rector Mayor, afirma “La educación en y para los derechos humanos tiene que comprender al menos tres dimensiones:

  • Una dimensión cognitiva: conocer para pensar críticamente, conceptuar, juzgar (Don Bosco diría razón).
  • Una dimensión afectiva: probar, hacer experiencia, empatía (Don Bosco diría cariño).
  • Una dimensión volitiva conductual: activar prácticas, elecciones y acciones, poner en accióncomportamientos orientados (Don Bosco diría religión)”.


3.4 Educación para la ciudadanía
“Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos” es una asignatura de la educación primaria y secundaria en España, de acuerdo con la ley Orgánica de Educación. La asignatura cumple con una recomendación delConsejo de Europa, donde se afirma que la educación para la ciudadanía democrática es esencial para la misión principal del Consejo, como es promover una sociedad libre, tolerante y justa, además de contribuir a la defensa de los valores y los principios de libertad, pluralismo, derechos humanos y Estado de Derecho, que constituyen los fundamentos de la democracia. Para ello, recomienda a los Gobiernos de los Estados miembros que hagan de la educación para la ciudadanía democrática un objetivo prioritario de las políticas y reformas educativas.
Es edificante que se trabaje en estos aspectos en la educación, como hemos visto anteriormente; pero convertirlo en asignatura, devalúa el objetivo fundamental. Querer ser personas libres y fomentar la dignidad personal, formar a ciudadanos participativos y solidarios, asumir sus deberes y trabajar por un mundo más justo,… todo ello, a través de una asignatura, me parece más una justificación que una formación auténtica.
Si realmente queremos favorecer el desarrollo de personas libres, democráticas y solidarias, protagonistas de la construcción de un mundo más vivible para todos, vamos a crear una amplia propuesta educativa dirigida al conjunto de personas, niños, jóvenes, adultos, educadores, familias, para que entre todos formemos esa sociedad. Y lo vamos a hacer desde todos los ámbitos, y de modo especial desde los sistemas políticos, económicos y culturales; ese cambio de valores tendrá un poder transformador personal y social para caminar hacia la construcción de un mundo mejor.
Considero el papel de la ciudadanía fundamental para llevar a cabo cualquier proyecto por un mundo más justo y solidario; la ciudadanía tiene en sus manos la posibilidad, que a la vez es responsabilidad, de hacer realidad este mundo. Es de capital importancia la sensibilización en estos aspectos; el promover o participar en charlas, conferencias, jornadas culturales, semanas solidarias, etc., hará que la ciudadanía tome conciencia de las violaciones de derechos humanos y de la importancia de actuar. El siguiente paso es la denuncia, que es un instrumento vital para intervenir y ser protagonistas de su defensa. No basta con solo hacer algo, incluso unas horas de voluntariado, que puede ser necesario. Necesitamos formación con perspectivas amplias, ya que estamos hablando de vidas humanas. Es momento de activar y fortalecer estrategias comunes entre organizaciones sociales y la ciudadanía para unirnos a otras redes sociales internacionales en defensa del ser humano.
He comentado anteriormente los Objetivos de Desarrollo del Milenio; si en el año 2015 se lograran las metas propuestas en el 2000 y que firmaron 189 jefes de Estado y de Gobierno, la realidad social de nuestro mundo sería cualitativamente distinto, más justo y mucho mejor. Por tanto, un camino trazado y por el que la ciudadanía debe caminar es colaborar en alcanzar dichas metas, sabiendo de antemano que los Objetivos de Desarrollo del Milenio son limitados y que la situación de pobreza en el mundo seguiría siendo un grave problema.
La mesa en la que podemos participar todos los seres humanos es la del desarrollo sostenible, la democracia y la equidad entre todos los países. Foros sociales, campañas de carácter mundial, acciones en función de consensos básicos mundiales, testimonios de compromisos de liberación de pobreza, denuncias globales y locales, son algunas de las realidades que se están promoviendo y deben seguir promoviéndose. Este mundo nuestro con sus realidades negativas y positivas es de todos y todas, y por ello debemos participar en su progreso.
 

Juan Ruiz Husillos

 
 
[1] AMNISTÍA INTERNACIONAL, De las promesas a los hechos, dar prioridad a los derechos humanos
en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, junio 2010.
[2] FERNANDO VIDAL, Exclusión social y estado de bienestar en España, V informe Fuhem de políticas sociales, Icaria Editorial, Madrid, 2006.
[3] Un índice de Gini de 31 puntos, 4 puntos más que Francia por ejemplo, en términos de ingresos.
[4] El VI Informe Foessa 2008, establece por primera vez una estimación de la exclusión social desde indicadores multidimensionales, económicos, de ciudadanía y de relaciones sociales.
[5] Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz, Derechos Humanos y Desarrollo, Madrid, 2005
[6] E. ROJAS, ¿Quién eres? De la personalidad a la autoestima, Ediciones Temas de Hoy. Madrid, 2001.
[7] Abogada italiana especializada en derechos humanos, es portavoz del Comité italiano para los derechos
humanos de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidad, el Consejo de Europa y la Unión Europea.