Pedro Sáez
Pedro Sáez es profesor de Geografía e Historia y colaborador del «Centro de Investigación para la Paz”.
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El artículo define, a grandes rasgos y con ejemplificaciones concretas, la teoría y la práctica de la «educación intercultural». Para ello, tras dibujar el contexto histórico-existencial, presenta las actitudes que suscita la diversidad cultural, las propuestas pedagógicas más adecuadas para emprender un proceso de enseñanza y aprendizaje capaces de responder a las exigencias de ese nuevo contexto y, por último, traduce didácticamente todo lo anterior a través de diez propuestas metodológicas, además de sugerir diversas pistas bibliográficas.
EI término «interculturalidad» aparece con creciente frecuencia en el ámbito educativo, aludiendo a cuestiones diversas, a menudo confusas e incluso contradictorias entre sí: por una parte, se intenta describir un hecho, la presencia en las aulas de diversas interacciones, a menudo conflictivas, entre personas de diferentes identidades culturales -lo que propiamente se define mejor como multiculturalidad;por otra parte, con la expresión «educación intercultural» se pretende encontrar aquellos modelos pedagógicos que respondan con un enfoque más abierto y profundo a las graves dificultades que presiden la vida de aquellos centros educativos -cada vez más numerosos- donde las realidades pluriculturales son más evidentes y complejas. En este artículo pretendemos aportar una serie de reflexiones en torno a la teoría y la práctica de la educación intercultural, señalando aquellas cuestiones que, a nuestro juicio, deben abordarse cuando se trata de convertir la diversidad humana en un proceso de aprendizaje significativo acerca de la realidad.
Para responder a semejante propósito, hemos trazado un itinerario que abarca las siguientes etapas. En primer lugar, haremos un somero repaso a las tendencias históricas recientes que no sólo justifican sino que hacen poco menos que indispensable la práctica de la interculturalidad dentro y fuera de la escuela. Dicha práctica no es unitaria, ni en los objetivos que persigue, ni en los métodos que utiliza, ni en el concepto de cultura o de persona que refleja: por eso, es necesario sistematizar, aún a riesgo de abusar de las simplificaciones, las diversas actitudes o modelos educativos constituidos en torno al problema. Este segundo punto permitirá clarificar los fundamentos para la construcción de una pedagogía en torno al binomio igualdad-diferencia, tarea a la que dedicamos el tercer epígrafe, señalando algunas vías para la traducción de los principios enumerados anteriormente al espacio didáctico del proceso de enseñanza-aprendizaje, que constituye el ámbito de actuación cotidiano de educadores y educandos. Por último, ofrecemos algunos ejemplos concretos de contenidos y métodos de educación intercultural, aplicados precisamente a los argumentos desarrollados en el ensayo.
- Los escenarios de la multiculturalidad
Vamos a empezar por situar el «contexto histórico-existencial» en el que aparece la necesidad irreversible y urgente de educar en la interculturalidad. Dicho contexto es el resultado del entrecruzamiento de una serie de fenómenos demográficos, políticos, sociales y culturales, presentes de manera recurrente y tópica en los medios informativos, que enumeramos sin establecer ninguna jerarquía entre ellos, y atendiendo, eso sí, a los aspectos menos llamativos o espectaculares de los mismos, con el fin de valorar críticamente las imágenes configuradas a su alrededor.
Tras el final de la guerra fría, el continente europeo se ha visto sacudido por una serie de hechos de signo opuesto: desintegración de estados en el Este, integración de estados en el Oeste dentro del proceso de construcción de la Unión Europea. En ambos casos, y por razones diferentes, ha resurgido una creciente preocupación por preservar o definir las respectivas identidades culturales, lo que en algunos casos se ha traducido en una oleada de nacionalismos étnicos, cuya manifestaciones más violentas han ensangrentado los territorios de la antigua Yugoslavia.
Mientras tanto, los movimientos migratorios desde el Sur hasta el Norte han mantenido su intensidad, incorporando poblaciones cada vez más numerosas procedentes de espacios no europeos, aunque vinculados en su mayoría con la acción colonizadora de los europeos durante los últimos siglos. De todas formas, conviene precisar que el mayor trasvase migratorio se está produciendo entre los países del Sur, y en el interior de los mismos, desde el campo hasta la ciudad, en medio de un paisaje de hambrunas, guerras y epidemias bien distinto al de las sociedades multiculturales del Norte -si bien las ciudades de la periferia de París o los guetos de Nueva York presentan situaciones igualmente dramáticas-.
La presencia de emigrantes extraeuropeos coincide con la difusión de ideologías y actitudes racistas y xenófobas, que se refugian en una pretendida identidad exclusiva y excluyente, constituida a base de seudomitos históricos, prejuicios sociales y discursos retóricos. Esta respuesta-refugio frente a los conflictos provocados por las realidades multiculturales presenta diversas manifestaciones: desde las acciones violentas de grupos organizados con ese fin hasta la consolidación de fuerzas políticas que basan su éxito en la socialización populista de dichas bases ideológicas, pasando por un abanico de actitudes individuales menos fáciles de cuantificar. Dentro de éstas entraría lo que se ha denominado «racismo light”, que actúa por omisión, reaccionando con pasividad e indiferencia -lo que habitualmente quiere decir oculta simpatía- ante los actos de violencia dirigidos hacia la población extranjera o distinta de la normalidad; o el racismo cultural, que enmascara las viejas argumentaciones biologicistas con otros razonamientos -incluso formulados científicamente-, acerca de la superioridad blanca-occidental, mediante razones ambientales y educativas.
Por si fuera poco, el auge de los fundamentalismos religiosos, no sólo dentro del Islam, no parece que haya alcanzado todavía su techo, con toda su carga de intolerancia y fanatismo. Frente a los que califican estos movimientos como herencias feudales contrarias a la modernidad, otros prefieren situarlos en el contexto del vacío social, político y cultural que se ha ido proclamando como la única alternativa al triunfo del mercado. La ideología economicista -casi es mejor hablar de teología economicista, y, en este sentido, nos encontraríamos con otro rostro más del fundamentalismo-, con su patente de corso para unificar el planeta, recibe la contestación de las identidades culturales, que pretenden salvaguardar lo que de específico tiene cada grupo humano frente al peligro de la disolución de su «lugar en el mundo».
Para concluir este panorama no demasiado alentador, tenemos que mencionar a los medios de comunicación social, la otra gran instancia con pretensiones de dominio planetario, y a su discutible papel en el contexto de la difusión de los conflictos culturales mencionados. Se ha dicho que los medios de masas son los responsables directos de la supresión de las diferencias, no mediante una síntesis, sino a través de la imposición de un modelo -el varón blanco occidental, mejor si es anglosajón-, considerado como la referencia óptima a imitar por los demás. Por otro lado, la difusión de los mensajes audiovisuales supone una garantía para favorecer el encuentro con el otro -por ejemplo, a través de Internet-. En todo caso, se trata de poderosísimas factorías de construcción de imágenes y estereotipos difíciles de cuestionar. Por ejemplo, la mayoría de la población española calcula la presencia extranjera en España con cifras que están espectacularmente por encima de la realidad, de la misma forma que ignora que el número de emigrantes españoles en el extranjero es aún muy superior al de emigrantes foráneos en España -alrededor de 1.500.000 frente a unos 400.000-. ¿No será que la frecuencia con que aparecen noticias que asocian la llegada o la presencia de extranjeros con diversas amenazas -paro, droga, delincuencia-, influye en el error de apreciación, contribuyendo, por tanto, a consolidar una opinión pública profundamente desinformada, en la medida en que vive saturada de información?
«Eppur si muove»: a pesar de todo, estos «signos de los tiempos» generan unas respuestas comprometidas con su tratamiento desde la justicia, la cooperación y la solidaridad, de la que son buena muestra la eclosión movimientos sociales de nuevo cuño, cómo las organizaciones no gubernamentales, los grupos Y plataformas ecologistas, feministas y pacifistas, o la aparición de ciertas tendencias sociológicas que contrastan con las apuntadas más atrás -así, por ejemplo, la relativa a la inutilidad del servicio militar obligatorio o a la necesidad de proteger el medio ambiente-. Incluso la vigente reforma educativa recoge estas cuestiones y les da un tratamiento transversal, es decir, vertebrador de todo el currículo académico, desde la clase diaria hasta el proyecto educativo del centro. Este es el contexto inmediato de donde parten las propuestas más recientes sobre educación intercultural, hermanada con otras educaciones igualmente relevantes -para la paz, para el consumo, para el desarrollo-.
- Actitudes frente a la diversidad cultural
Todos los conflictos mencionados se reflejan de alguna forma en las aulas, constituyendo un haz de problemas que estallan de forma esporádica o se enquistan de manera más o menos velada en el ritmo diario de los procesos de enseñanza y aprendizaje. La existencia de alumnos de diversa procedencia cultural que no sólo conviven entre sí, sino que participan juntos en un determinado modelo educativo que a largo plazo resulta decisivo para su crecimiento como personas, obliga a plantearse una serie de acciones, que reflejan otras tantas actitudes vitales a la hora de construir una pedagogía que sea capaz de responder al reto de la multiculturalidad.
El tema de las relaciones entre escuela y diversidad cultural es tan antiguo como la escuela misma, pero, para el caso concreto que nos ocupa, estas cuestiones comenzaron a debatirse tras el final de la Segunda Guerra Mundial, en el contexto de la descolonización, cuyos procesos provocaron un importante trasvase de población indígena a sus antiguas metrópolis, así como una serie de movimientos dentro de los nuevos estados independientes, debido a las continuas redefiniciones de fronteras políticas. Según el modelo clásico impuesto en la colonia, se trata, en primer lugar, de incorporar a los grupos étnicos minoritarios, tradicionales o procedentes de migraciones recientes, a la sociedad receptora, mediante la asimilación, es decir, el abandono forzado y completo de su propia cultura, que queda sometida y subordinada a la cultura dominante, manteniendo solamente aquellas características que resulten inofensivas, marginales y periféricas al sistema impuesto -por ejemplo, las manifestaciones folklóricas gitanas durante el franquismo-.
Posteriormente, en los años setenta y ochenta, las nuevas circunstancias históricas -mayo de 1968; crisis económica, conflictos armados en el Tercer Mundo, distensión Este Oeste, hasta la Segunda Guerra Fría-, modifican los objetivos: ahora se trata de favorecer y reforzar la convivencia entre las distintas culturas, como medio para garantizar la cohesión social y la estabilidad política, a través de, a/ la atención a la diversidad étnica y el respeto distanciado por los aprendizajes característicos de cada cultura, lo que propiamente constituiría la «pedagogía multicultural», afín al relativismo cultural; y b/ laintegración de los diferentes grupos culturales en espacios de reconocimiento e intercambio recíproco, lo que ya podemos definir como «pedagogía intercultural».
Cada uno de estos modelos se reproduce hoy, tanto dentro como fuera de las aulas, aunque ninguna de estas actitudes -asimilación, separación, encuentro, incluso marginación o persecución genocida-, se presenta de forma pura y perfectamente definida. Así, por ejemplo, la asimilación a la cultura dominante y sus modelos de excelencia, se presenta para algunos como un valor positivo, e incluso necesario en algún momento, para evitar situaciones de exclusión que el mismo grupo minoritario no desea. Al contrario, el reconocimiento de la multiculturalidad no siempre trae consigo una propuesta de verdadero diálogo activo. A menudo se escuchan o se leen -en estudios seudocientíficos, en artículos periodísticos, en programas electorales-, afirmaciones del estilo de ésta: «Todas las culturas son respetables, aunque no asimilables entre sí; pueden cohabitar en un espacio común, pero con la condición de no mezclarse e ignorarse mutuamente». Dejando aparte la imposibilidad material de que las culturas que coexisten en escenarios físicos próximos puedan vivir recíprocamente de espaldas, tales tesis abonan la legitimación del racismo cultural al que aludíamos antes, ya que, al insistir en su irreconciabilidad, favorecen su colisión.
- Propuestas pedagógicas para la interculturalidad
Estas y otras matizaciones obligan a clarificar los componentes básicos que, a nuestro juicio, deberían integrarse en cualquier pedagogía que se otorgue a sí misma el calificativo de intercultural. Dichos componentes son el punto de partida imprescindible de todo proceso educativo, en el sentido de que plantean un serie de interrogantes significativos acerca del proceso de enseñanza y aprendizaje del otro.
3.1. Relaciones entre educación y cultura
El planteamiento de una pedagogía intercultural obliga, en primer lugar, a realizar una reflexión general sobre las relaciones entre educación y cultura -entendida aquí no como cultura escolar o académica-. Por encima de sus múltiples definiciones, que incorporan o no criterios étnicos, la cultura puede entenderse como un sistema de valores y creencias, una forma de mirar el mundo, compartida entre grupos de individuos más o menos numerosos y plasmada en múltiples manifestaciones. Desde este punto de vista, la escuela ha sostenido y difundido los criterios dominantes, tratando de homogeneizar las trayectorias individuales dentro de pautas establecidas: la obediencia en la escuela era el paso previo y necesario para el sometimiento político y la sumisión social. Otros, sin embargo, vieron en la escuela la posibilidad de liberar las conciencias, generando personas críticas, decididas a transformar la realidad que les rodea. La posibilidad de romper con la educación escolar, como fábrica de súbditos, y recrear un espacio plural formador de ciudadanos, nos lleva a reconsiderar el papel de las aulas como vehículos transmisores de cultura.
¿Qué hacer frente a las personas que no siguen los modelos generales, sobre los que está construido el currículo escolar’? No nos referimos solamente a aquellos alumnos que por decisión consciente no siguen las convenciones habituales -y sufren, por lo tanto, diferentes marginaciones y rechazos por parte de la mayoría-, sino también a los que viven una disidencia existencial por sus circunstancias personales, familiares o sociales: si en la cultura escolar establecida predomina lo urbano sobre lo rural, lo estable sobre lo itinerante, lo heterosexual sobre lo homosexual, lo escrito sobre lo oral, o lo conceptual sobre lo afectivo, se producirán numerosas exclusiones que afectarán no sólo al extranjero lejano, sino al resto de la personas diferentes. El proceso para la construcción de una verdadera pedagogía de la interculturalidad pasa por atender y potenciar esta diversidad cultural, más centrada en lo individual que en lo colectivo.
3.2. Educación y tolerancia
El aprendizaje de la tolerancia como herramienta para el diálogo con la diferencia, lo diferente y el (o la) diferente, no puede circunscribirse, por tanto, a una mera identificación de lo que es distinto, aunque dicha identificación venga acompañada de la aceptación de su existencia, e incluso de la simpatía por lo que tenga de llamativo, sorprendente o pintoresco. Si nos instalamos en este escenario como objetivo final del proceso, no pasaremos del umbral de la tolerancia pasiva, que se limita a señalar con indiferencia -o desde la autoconsideración de su superioridad- la existencia del otro, como algo inevitable más que deseable. Por el contrario, es necesario construir una propuesta pedagógica centrada en la idea de tolerancia activa, es decir, en el reconocimiento de la múltiple variedad y validez de formas culturales, mediante la empatía -entendida como capacidad para ponerse en el lugar del otro a fin de entender sus razones-, y la relativización de la propia posición cultural, mediante la apertura de un diálogo con las demás.
Por lo tanto, cualquier pedagogía intercultural supone la aparición del conflicto: en primer lugar, porque su punto de partida son los conflictos culturales; en segundo lugar, porque sus propuestas tienden no a solucionar definitivamente esos conflictos -tarea imposible, puesto que los conflictos culturales se generan en espacios sociales extraescolares, a los que la escuela no tiene acceso, ni posibilidad de influencia-, sino a tratarlos de manera diferente a la dominante, es decir, apostando por el encuentro frente a la mutua ignorancia, el mestizaje frente a la exclusión, la diversidad frente a la uniformidad, lo cual provoca nuevos escenarios conflictivos donde ventilar las nuevas situaciones surgidas para afrontar el problema de la convivencia entre los seres humanos, en la medida en que son distintos. La posibilidad de que existan seres humanos iguales entre sí -ahora que la clonación de organismos complejos ha abandonado las páginas de los libros de ciencia-ficción y se ha convertido en una realidad destacada en primera página por los periódicos de todo el mundo-, anula la dialéctica de lo diferente, y, por lo tanto, la capacidad para reconocer como persona al otro y ser reconocido a su vez como persona por el otro. El conflicto entre identidades se hace, pues, necesario, para que éstas se consideren como tales.
La conflictividad como algo inherente al encuentro cultural no presenta solamente una dimensión antropológica o pedagógica -la interculturalidad forma parte de un conjunto de propuestas o lugares para la acción social, como la paz, la solidaridad Norte-Sur, el ecologismo o el diálogo entre sexos, que tienen por núcleo vertebrador de sus construcciones didácticas el conflicto-, sino que también se refleja en larealidad asimétrica del propio encuentro: la cultura dominante mayoritaria es la que, en definitiva, fija las reglas del juego, incluyendo la misma idea de tolerancia; mientras que la cultura minoritaria busca laadaptación, para evitar quedar marginada, o reacciona mediante la resistencia, lo que tarde o temprano la conduce al gueto. En cualquier caso, la referencia viene dada por la cultura que controla el poder político, económico y social dentro de cualquier colectividad. Esto conduce a la necesidad de plantear diferentes modelos educativos, según la cultura a la que vayan dirigidos: a/ para la mayoritaria será importante centrarse en la modificación del discurso eurocéntrico basado en estereotipos negativos, o la sensibilización acerca de las causas reales de los procesos migratorios hacia el Norte; b/ para la minoritaria resultará indispensable hacer comprender el código cultural dominante, en especial las nociones de espacio y tiempo, con el fin de lograr cierto grado de autonomía personal en la vida cotidiana y en el entorno cercano (asociaciones, lugares de ocio, etc.). Estos objetivos diversos y complementarios contribuirán a compensar las condiciones desiguales en que se produce el diálogo cultural.
3.3. interculturalidad y globalidad
La noción de globalidad es otro componente que va implícito en la pedagogía de la interculturalidad que estamos esbozando. Como otras propuestas afines -y casi diríamos que sinónimas-, como la educación para la paz o la educación para el desarrollo, la capacidad para comprender (y aprender) los problemas específicos que abordan estas educaciones -la violencia, el sexismo, la guerra, la ayuda al desarrollo, la xenofobia-, está en relación directamente proporcional a su inserción en una visión interrelacionada de todos sus componentes, en sus causas, manifestaciones y consecuencias. No podemos explicar la presencia de emigrantes africanos, latinoamericanos o eslavos en nuestras ciudades como si fuera un fenómeno llovido del cielo, fruto de las decisiones individuales tomadas libre y responsablemente -o irresponsablemente, para algunos xenófobos de nueva ola-. Existen factores económicos estructurales -como la miseria endémica de amplios sectores sociales causada por un desigual acceso a la riqueza; la marginación de regiones enteras dentro del nuevo orden económico internacional o las consecuencias de la deuda externa-, así como razones políticas -la corrupción de numerosos gobiernos, la sistemática violación de los derechos humanos, las crisis bélicas o la discriminación de las minorías étnicas-, que deben entenderse dentro del conjunto de realidades que impulsan estos procesos migratorios desde el Sur. Al mismo tiempo, en el Norte, tampoco es posible entender el éxito de determinadas políticas de exclusión, el auge de los nacionalismos étnicos o la difusión de actitudes antirracistas como fenómenos aislados entre sí y con respecto a los que provienen de los países empobrecidos. Esta globalización de los conflictos culturales hace necesaria la construcción de una didáctica integradora,que rompa con la compartimentación clásica y cerrada por materias o áreas, ya que pone en conexión a todos los componentes de la realidad entre sí.
3.4. Pedagogía intercultural «desafiante»
Para concluir este apartado, es preciso afirmar que una pedagogía intercultural que se apoye en los ejes mencionados resulta sumamente desafiante y exigente. Varias razones justifican semejante afirmación.
- Abandonar «seguridades»
La renuncia consciente y explícita a la propia seguridad cultural, como única forma posible de ver y comprender el mundo. Este desarme cultural de la propia identidad es el único camino posible para recrearla y enriquecerla.
- Redefinir la propia cultura
El diálogo con otras culturas obliga, por lo mismo, a redefinir, y, en muchas ocasiones, redescubrir y recuperar los componentes esenciales de la propia. Lejos de buscar la uniformidad o de exacerbar las diferencias, la pedagogía intercultural elogia la diversidad, en la medida en que ésta es la herramienta para llegar a las raíces comunes y universales de todos los seres humanos.
- Universalismo e interculturalidad
Este marco universalista de la interculturalidad se opone rotundamente a cualquier proyecto político o social basado en criterios étnicos excluyentes, como única puerta de acceso a la ciudadanía o a la pertenencia al grupo. La mística -mejor dicho, la mixtificación- ultranacionalista contradice, por tanto, los presupuestos fundamentales del interculturalismo, puesto que el reconocimiento de las diferencias sólo puede activarse desde la igualdad en las condiciones de acceso al escenario que hace posible dicho reconocimiento. A pesar de todos sus fallos, lo cierto es que, por el momento, no poseemos otro marco global para garantizar la mencionada igualdad de condiciones que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuya mundialización, por desgracia, es defendida con bastante menos convicción que la del mercado capitalista o la de los negocios transnacionales.
- Interculturalidad y métodos
Junto con los Derechos Humanos, existen otros presupuestos mínimos a partir de los cuales crear los espacios para el diálogo entre culturas. Uno de los primeros se referirá al «trabajo educativo» en las aulas, que pasará por la participación y la no directividad. Por otro lado, ningún modelo de pedagogía intercultural puede ser autoritario, militarista, desarrollista, armonioso o sexista. Esto supone más enfrentamientos de los que aparentemente se tenían previstos, ya que algunas tradiciones culturales incorporan sin cuestionarlos cualquiera de los presupuestos mencionados.
- Algunas concreciones didácticas
Todo lo anterior perdería parte de su sentido si no fuéramos capaces de darle una traducción didáctica, es decir, de concretar en el espacio y en el tiempo educativos contenidos, enfoques, estrategias y recursos que muestren cómo llevar a cabo un proceso de aprendizaje significativo en tomo a la diferencia cultural. Aquí no podemos más que ejemplificar esta cuestión, enunciando algunas tareas que faciliten la plasmación en el aula, o en los grupos de actividad de otros ambientes, la idea de la interculturalidad. Para ello, podemos seguir dos vías o fases, de acuerdo con el objetivo final que nos propongamos o los niveles de profundidad e implicación transversal en que nos situemos.
A En negativo, desmontar críticamente las imágenes, estereotipos y convenciones acerca de la cultura, utilizadas por la enseñanza clásica, aprovechando los materiales más inmediatos a la realidad del aula y del grupo, tanto en el ámbito formal como en el no formal.
B En positivo, construir un proceso alternativo, que establezca nuevos procedimientos de acceso a los contenidos de una conciencia personal y social basada en el encuentro activo y solidario con el otro, mediante la introducción de los valores y actitudes promovidos por la interculturalidad al análisis y comprensión de las realidades lingüísticas, numéricas, físicas, espaciales o temporales -teniendo en cuenta la distinta clave que sostiene los contenidos de las respectivas áreas curriculares-.
Este doble propósito se puede concretar en un conjunto de tareas, cuya traducción didáctica vamos a describir someramente. Aunque los ejemplos propuestos son aplicables a numerosos campos de trabajo, queremos hacer notar su origen inmediato, la enseñanza secundaria formal, y su argumento básico, el relativo a las Ciencias Sociales (Geografía e Historia). Conocidas estas premisas, cada persona interesada en utilizar estas sugerencias estará en mejores condiciones para adaptarlas, traduciéndolas a su propia realidad. Aunque se puede deducir con cierta facilidad, las cinco primeras propuestas siguen el itinerario en negativo, y las cinco siguientes plantean la construcción escolar de la interculturalidad en positivo. No obstante, todas las actividades son intercambiables entre sí, y cualquiera puede servir de punto de partida para las demás. El recorrido que se propone es orientativo, y permite cubrir los diferentes aspectos de la educación intercultural en un orden que responda a las consideraciones establecidas en los apartados anteriores. Según dicho proceso, las tareas que cualquier pedagogía intercultural debe afrontar podrían concentrarse en las citadas a continuación.
– Emprender un proceso de alfabetización espacial, temporal y visual frente a textos y documentos oficiales y a medios de comunicación social. comparar las referencias a la mujer en los libros de texto de historia, filosofía, religión y ciencias naturales; analizar las alusiones a la historia y a la geografía (personajes, acontecimientos, paisajes, tópicos, etc.) en los anuncios publicitarios.
– Situar el análisis crítico de la realidad pasada y presente en el contexto más cercano al aula, identificando sus conflictos más significativos: traducir a las dimensiones del aula los datos estadísticos sobre la evaluación del crecimiento y de los desplazamientos de la población mundial; idear formas de representar las diferentes maneras de hacer la guerra -causas, estrategias, resultados), a lo largo de la historia, utilizando los elementos materiales del aula.
– Poner en marcha una serie de experiencias inductivas, a partir de los sucesivos descubrimientos vividos por el grupo en el aula: elegir objetos significativos en la biografía de los miembros del grupo y buscar las referencias a los mismos en los libros de texto de historia y geografía, o en otras obras de consulta; comparar el grado de poder de determinados estados -por ejemplo, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU-, su papel en los conflictos étnicos fuera de sus fronteras desde 1945 hasta la actualidad, y la situación de sus habitantes en relación con la posible diversidad cultural interna que posean.
– Favorecer el adiestramiento del grupo en la manipulación activa, no directiva y participativa de los materiales de la realidad en su perspectiva temporal y espacial: buscar la biografía geográfica, histórica y cultural de diferentes palabras de uso cotidiano; confeccionar una exposición con dibujos y objetos significativos de cada cultura histórica, para establecer comparaciones sobre los valores representativos de cada selección realizada.
– Cuestionar de manera sistemática los olvidos y silencios que dificultan la capacidad para recrear una memoria histórica personal y colectiva abierta al encuentro con otras realidades: rememorar determinadas épocas próximas a los alumnos y alumnas, utilizando canciones, películas y revistas, junto con testimonios orales de los propios profesores y profesoras, madres y padres, etc.; investigar cuándo aparece y con qué criterios aparece la historia de África en los libros de texto -por lo general, sólo cuando los arqueólogos blancos deciden investigar el pasado del ser humano; cuando los europeos conquistan y explotan su territorio; o cuando los africanos crean sus propias naciones y estados, a imagen y semejanza de los imperios coloniales que ocuparon esos territorios-, intentando escribir una historia del mundo como si el grupo fuera natural de África -la misma estrategia se puede emplear para otros mundos extraeuropeos, o para etnias y pueblos diferentes dentro de la historia occidental, como gitanos o judíos.
– Formular propuestas de valores que puedan ser asumidos histórica y geográficamente desde la persona, el grupo y el entorno: incluir en la presentación de cada momento histórico la pregunta por los pobres y marginados, es decir, por aquellos que padecen de modo directo las consecuencias de la desigualdad y la injusticia; destacar los intercambios y entrecruzamientos históricos, generadores de mestizajes culturales en el tiempo, incluyendo los encuentros desiguales o disimétricos, que se traducen en diferentes formas de genocidio humano y cultural -por ejemplo, comparar los conflictos interculturales de la edad media con los que se produjeron con ocasión de la conquista y ocupación del continente americano por parte de los europeos-.
– Dotar de sentido argumenta) y proyectivo a las secuencias didácticas de carácter histórico o geográfico: señalar los hitos que en cada civilización -o en cada coyuntura histórica- han marcado un punto de inflexión en sentido positivo en el camino hacia el reconocimiento de la igualdad en la diferencia: por ejemplo, la lucha por la emancipación de los seres humanos esclavizados, la difusión social de las ideas pacifistas, la consolidación de la tolerancia y el diálogo ecuménico entre las diversas confesiones cristianas y religiones no cristianas; construir un sistema de referencias alternativas, a partir del cual podamos leer y contrastar los acontecimientos del pasado y del presente: por ejemplo, la revolución industrial o el problema del acceso a los bienes de consumo desde la óptica del ecologismo; o los rasgos de los diferentes imperialismos antiguos, desde las conquistas asirias a la expansión musulmana, desde el contexto contemporáneo del conflicto Norte-Sur.
– Poner el acento en las conexiones e interdependencias entre los diferentes componentes de momento histórico o del espacio geográfico sobre el que se sitúa el proceso de aprendizaje: relacionar los acontecimientos aislados de la vida cotidiana de un determinada época con las coordenadas políticas, económicas y culturales de la misma, observando las posibles colisiones y conflictos que ponen en cuestión dichas coordenadas y hacen ver la posibilidad de organizar la sociedad de otra manera: por ejemplo, el debate o polémica sobre la defensa de los indios, en el contexto de la sociedad preindustrial europea; utilizar manifestaciones literarias y artísticas significativas para analizar en qué medida reflejan las características sociales, económicas, políticas e ideológicas de un período o de un lugar determinados: por ejemplo, imágenes sobre faenas agrícolas, desde frescos románicos sobre los ciclos agrarios estacionales hasta fotografías de cultivos de plantaciones en América Central.
– Acentuar la capacidad para la globalización del grupo, desde su entorno más próximo hasta los grandes ciclos históricos mundiales o los espacios regionales del planeta: utilizar un ejemplo de reconstrucción arqueológica de las formas de vida en la época prehistórica o protohistórica, para aplicarlo al análisis de materiales que definen nuestra época; rastrear algunos de los problemas históricos o geográficos abordados en el aula en los programas de televisión, en los periódicos o en el barrio que rodea al centro educativo donde tiene lugar el proceso.
– Promover compromisos activos, individuales y colectivos, sobre las realidades analizadas en el pasado y en el presente: realizar un guión dramático, en forma de relato, juicio simbólico, etc., sobre el significado de una época histórica o de un paisaje humano desde la perspectiva de la paz y la solidaridad; incorporar al desarrollo de la clase diversas acciones solidarias que tengan que ver con los resultados del trabajo en el aula: por ejemplo, un recorrido por los monumentos de la ciudad, poniendo en evidencia la realidad que se oculta detrás de cada escultura dedicada a algún héroe militar o político, para después realizar una campaña que presente una alternativa a la geografía del poder recogida en los enclaves urbanos más relevantes del municipio correspondiente.
- Pistas bibliográficas
Presentamos una antología de trabajos donde los lectores interesados en profundizar en estos temas pueden encontrar las fuentes que han inspirado las páginas que anteceden, así como un mayor desarrollo de las ideas expuestas en las mismas. Los criterios de elección de la presente lista se basan en la accesibilidad de los materiales, todos ellos publicados en fechas recientes, y en el grado de utilidad que poseen para aquellas personas que desempeñen labores educativas.
– ABAD, L.-CUCÓ, A.-IZQUIERDO, A., Inmigración, Pluralismo y Tolerancia, Ed. Popular/Jóvenes contra la Intolerancia, Madrid 1993.
– ALEGRET, J. L. (COORD.), Cómo se enseña y cómo se aprende a ver al otro. Las bases cognitivas del racismo, la xenofobia y el etnocentrismo en los libros de texto de EGB, BUP y FP, Institut de Ciéncies de I’Educació de la Universítat Autónoma de Barcelona/Ajuntament de Barcelona-Consell de Bienestar Social, Barcelona 1991.
– ALVAREZ DORRONSORO, I., Diversidad cultural y conflicto nacional, Talasa, Madrid 1993.
– ALVITE, J.P. (COORD.), Racismo, antirracismo e inmigración, Hirugarren Prentsa/Tercera Prensa, San Sebastián 1995.
– ANTÓN, J.A. ET AL., Educar desde el interculturalismo, Entrepueblos /Amarú Ed., Salamanca 1995.
– AA.Vv., Hacer futuro en las aulas. Educación, solidaridad y desarrollo, Intermón, Barcelona 1995.
– AA.Vv, «Interculturalidad», Documentación Social. Revista de estudios sociales y de sociología aplicada, n° 97, octubre-diciembre de 1994.
– COLECTIVO AMANI, Educación Intercultural. Análisis y resolución de conflictos, Popular, Madrid 1992.
– CALVO BUEZAS, T., Crece el racismo, también la solidaridad. Los valores de los jóvenes en los umbrales del siglo XXI, Tecnos/Junta de Extremadura, Madrid 1995. Este prolijo estudio es la continuación de anteriores investigaciones del autor: Los racistas son los otros. Gitanos, minorías y derechos humanos en los textos escolares (Popular, Madrid1989); El racismo que viene. Otros pueblos y culturas vistos por profesores y alumnos (Tecnos, Madrid 1990); ¿España racista? Voces payas sobre los gitanos (Anthropos, Barcelon 1990), basadas en estudios y encuestas sobre los fenómenos indicados entre los distintos sectores de población a que aluden los títulos de los trabajos.
– CALVO BUEZAS, T-FERNANDEZ, R.-ROSÓN, A.-G., Educar para la Tolerancia, Popular/Jóvenes contra la Intolerancia, Madrid 1993.
– CARRITHERS, M., ¿Por qué los humanos tenemos culturas?, Alianza, Madrid 1995.
– CONTRERAS, J. (Comp.), Los retos de la inmigración. Racismo y Pluriculturalidad, Talasa, Madrid 1994.
– DÍAZ-SALAZAR, R., «La cultura de la solidaridad internacional en España», Cuad. Cristianisme i Justícia, n° 66, junio de 1995.
– El ETXEBERRIA, X., «Antirracismo», Cuadernos Bakeaz, n° 2, enero de 1994; «Sobre la intolerancia y lo intolerable», Cuadernos Bakeaz, n° 4, febrero de 1994.
– FISAS, V, Las migraciones: El olvido de nuestra historia, Seminario de Investigación para la Paz, Zaragoza 1994.
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– MCCARTHY, C., Racismo y curriculum. La desigualdad social y las teorías y políticas de las diferencias en la investigación contemporánea sobre enseñanza, Morata/Fundación Paídeia, Madrid 1994.
– MORSY, ZAGHLOUL (ED.), La tolerancia. Antología de textos, Popular/Unesco/Jóvenes contra la Intolerancia, Madrid 1994.
– RODRÍGUEZ ROJO, M., La educación para la paz y el interculturalismo como tema transversal, Oikos-Tau, Barcelona 1995. .
– SEMINARIO PERMANENTE DE EDUCACIÓN PARA LA PAZ, Sobre a Tolerancia, Santiago 1995.
– SILVA GOMES, Á.Ma DA, «Educación antirracista e interculturalidad», Cuadernos Bakeaz, n° 10, agosto de 1995.
– SOS RACISMO/SOS ARRAZAKERIA, Guía de recursos contra el racismo, Hirugarren Prentsa/Tercera Prensa, San Sebastián 1994.
– TEMPRANO, E., La selva de los tópicos, Mondadori, Madrid 1988; La caverna racial europea, Cátedra, Madrid 1990. En el primer libro, el autor pasa revista a las imágenes estereotipadas sobre los diversos pueblos de España que se han extendido de forma más reiterativa, buscando las raíces históricas y culturales de semejantes deformaciones. Los ejemplos se centran en Galicia, Andalucía, Cataluña y el País Vasco, dada la abundancia de material y la difusión alcanzada por los tópicos que afectan a sus habitantes. El segundo libro cumple el mismo propósito que el anterior, ampliando el marco de su análisis a distintos pueblos de Europa, y profundizando en las diferentes manifestaciones del racismo español.
– Wieviorka, M., El espacio del racismo, Paidós, Barcelona/Buenos Aires 1994.