Aquí no sobra nadie, solo faltan algunos…

1 marzo 2009

que están por venir

Álvaro Chordi es miembro de la coordinadora FPJ, Director del Dpto.Adsis de PJ y Director de la Obra Diocesana de Formación Profesional de Vitoria.
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Este artículo describe la experiencia del Fórum PJ desde la perspectiva de comunión eclesial y señala nuevos horizontes de comunión para la acción pastoral con los jóvenes, porque ha llegado el momento de renunciar a las propias parcelas, a nuestros limitados puntos de vista, y de colaborar en red y de sentirnos implicados en la misma misión común, conscientes de que no se trata de uniformar, sino de enriquecerse. Si lacommunio expresa la esencia de la Iglesia, ha de expresar también la esencia de la pastoral.
 
Estas líneas intentan responder a la petición de esta revista para describir la experiencia de comunión eclesial que aconteció en el Fórum de Pastoral con Jóvenes (FPJ) y apuntar posibles horizontes de comunión que nos permitan seguir “caminando por las alturas” (Hab 3,19).
Este encuentro −que tuvo lugar en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid del 7 al 9 de noviembre de 2008−, ha cumplido su encargo: reunir a casi todos, discutir los temas más importantes, escuchar a los jóvenes; presentar la rica realidad de la pastoral juvenil y esbozar caminos de futuro para quien quiera trabajar en esta línea. Jesucristo es buena noticia para los jóvenes hoy y vale la pena sumar esfuerzos y carismas para darlo a conocer.
El FPJ es una rica experiencia de comunión eclesial. Así lo confirman los datos de la evaluación de los participantes en el encuentro: el 88,66% de los participantes evaluados han calificado esta iniciativa como muy buena (48,74%) o buena (39,92%) vivencia de comunión eclesial. El 8,54% lo considera normal, el 1,68% deficiente y el 1,12% no sabe o no contesta.
Esta iniciativa surge de una certeza que viene expresada en la presentación del nuevo Proyecto Marco de Pastoral de Juventud de la Conferencia Episcopal Española: “La pastoral juvenil debe ser el fruto maduro de la espiritualidad de comunión. Se trata de un gran reto que tenemos en el nuevo milenio que comienza: hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión. Promover una espiritualidad de comunión y proponerla como principio educativo a los jóvenes”.
Y así vamos haciendo. Estamos invirtiendo grandes esfuerzos en proponer una nueva manera de trabajar con los jóvenes que reconozca y potencie la diversidad de los carismas dentro de la misma Iglesia, la riqueza que aporta cada uno de ellos al conjunto, el inconmensurable trabajo que desde cada una de las diócesis en sus diversas parroquias, órdenes, congregaciones religiosas y movimientos se hace en favor de la evangelización de los jóvenes; la capacidad de comunicación, convivencia, diálogo mutuo, enriquecimiento entre todos, etc.
Alrededor de ciento veinte personas pertenecientes a muchas delegaciones diocesanas, congregaciones religiosas y movimientos repartidos por toda la geografía española es el cuerpo humano que ha hecho posible el FPJ y que se va ampliando con aquellos que se van adhiriendo personal e institucionalmente al Manifiesto FPJ cada día. Todos ellos están derrochando toneladas de generosidad y van ido gestando ideas y sinergias que hacen posible que el FPJ siga adelante.
 

  1. ¡Exprésate!

 
Es de justicia evaluar una iniciativa con las aportaciones de los presentes y no tanto de los ausentes. A lo largo de los meses han ido llegando sucesivas comunicaciones que se han ido colgando en la sección “Exprésate” de la web que una y otra vez resaltan la comunión como el valor más alto de este ágora de “colores diferentes” que dibujan el panorama de la pastoral con jóvenes en nuestro país. Destacamos algunos testimonios que narran la experiencia de comunión vivida en aquel fin de semana en Madrid:
 

  • “¡Hacía falta algo así! Un espacio y un lugar donde vivir la comunión. Para mí ha sido una experiencia inolvidable que me ha hecho ver de nuevo las grandezas y las miserias de nuestra amada Iglesia. Sin duda una buena oportunidad para tomarnos el pulso, para escuchar cosas que puede que nos duela, pero que llevan parte de verdad”. (Ana Belén)

 

  • “Teníamos que estar allí porque ha sido un ámbito de Iglesia soñado, preparado y buscado por muchos desde hace tiempo. Porque creemos en la pastoral, en los jóvenes y en la comunión. Porque somos parte de esa pastoral, esos jóvenes y esa comunión. Porque allí convivimos sensibilidades y perspectivas eclesiales no sólo distintas, sino a veces, opuestas. Porque se acabó el tiempo de ir cada uno a lo suyo, repensando el futuro, los proyectos y las actividades en pequeñas parcelas. Porque es tiempo de mayor unidad, al menos empezando por los más cercanos pero con deseo de cercanía con los demás. Porque compartimos, rezamos, pensamos, danzamos y cantamos… y todo con Dios y desde Dios…” (Hermanas Claretianas)

  • “La eucaristía final para mí fue el acontecimiento grande del Espíritu, respiraba la comunión en la diferencia, la vitalidad de lo nuevo que ya está naciendo, una gran riqueza en la Iglesia con un rostro joven. Y este es mi gran deseo, que sigamos compartiendo, en la diversidad y con la riqueza de los carismas que existen en la Iglesia, el mismo proyecto de Jesús, que es vida en abundancia para el mundo”. (María Cristina Hernández)

 

  • “Más allá de lo que haya podido suponer el Fórum desde el punto de vista informativo, formativo o vivencial −las intervenciones y actividades realizadas tuvieron diverso valor e incluso algunas de ellas no respondieron a lo que el espíritu del Fórum planteaba−, la experiencia que hemos vivido a nivel diocesano ha sido un verdadero regalo de Dios por el que damos gracias: en estos tres días hemos crecido en conocimiento mutuo, afecto y comunión fraterna, base para un inmediato trabajo común que puede ser muy provechoso en la pastoral juvenil en nuestra diócesis”. (Diócesis de Córdoba)

 

  • “Sin duda la palabra que resuena en el interior y por qué no, en el corazón de todos es la Comunión. Para nosotros desde ahora esta palabra se escribe con C de cooperación y de cambio; con O de océano vigoroso y repleto de ideas; con M de muchos y U de unidos; con N de nadie excluido e I de Ilusión compartida y finalmente con O de Oración y ofrenda gratuita y N de Nunca más… nunca más solos ni divididos, porque Jesús es el “centro” de una mesa de hermanos que es la Iglesia, donde “todos somos necesarios y nadie sobra”. (Archidiócesis de Zaragoza)

 

  • “Nada es perfecto. No sería humano. No sería del Dios de Jesucristo. Pero ha merecido la pena. La comunión no puede inventarse ni crearse en un fin de semana. Pero puede crecer el deseo de vivirla. ¡Recordémonoslo unos a otros!” (Rosa Ruiz)

 

  1. Los jóvenes no son clientela

 
Uno de los mensajes claros que surgen del FPJ es que “sólo podemos abrirnos a los jóvenes partiendo de ellos mismos e iniciando una comunicación libre y en plano de igualdad. Un joven nos ha formulado un deseo en el Fórum: ‘No quiero que se haga nada sobre nosotros sin contar con nosotros”. Así lo expresa el segundo punto del Manifiesto FPJ.
El dato más alto de la evaluación del encuentro lo recibe precisamente la propuesta “Tomamos la palabra” en la que siete jóvenes fueron entrevistados previamente y con cuyas aportaciones se diseñó una coreografía y una entrevista que representase la voz de un tipo de joven de la sociedad. Un 79,97% la estimaron muy bien; un 12,61, bien; un 2,94%, normal; un 2,10, deficiente; y un 2,38, no sabe o no contesta.
Los jóvenes pueden y están llamados a evangelizar a otros jóvenes. Hemos de acompañarles sin suplirles, ofreciéndoles espacios de protagonismo e iniciativa que, por una u otra razón, son actualmente escasos en la sociedad y en la Iglesia.
Las Orientaciones sobre Pastoral de Juventud considera que “los jóvenes no deben considerarse simplemente como objeto de solicitud de la Iglesia: son de hecho –y deben ser incitados a serlo− sujetos activos, protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social”.
Admitir el protagonismo de los jóvenes en la Iglesia lleva consigo una serie de actitudes y compromisos para toda la comunidad, entre otras, adoptar una actitud de escucha y diálogo, de atención a la cultura, costumbres y psicología de los jóvenes; trabajar y decidir “desde” ellos y “con” ellos, y no sólo “para” ellos y aceptar los procesos originales de acogida, asimilación y expresión de la fe de cada joven, respetando sus procesos de formación y de compromiso.
Quienes estamos todos los días con jóvenes sabemos que el acompañante o animador es alguien que opta por los jóvenes y camina con ellos. La opción por los jóvenes significa una actitud de amor y confianza en ellos, de aceptarlos como son y de ayudarles a ser lo que Dios quiere que sean. A nosotros nos debe interesar más el futuro de los jóvenes que el futuro de nuestras instituciones, plataformas o iniciativas, por muy loables y santas que sean.
Quien contempla a los jóvenes con la mirada de Jesús experimenta reacciones sorprendentes. Los cristianos no hemos de tener miedo al diálogo, y hemos de buscar la cooperación con personas de ideas diferentes, con los buscadores y los descontentos. Mons. François Lapierre, obispo de SaintHyacinthe (Québec) nos dijo a los asistentes al FPJ que “si das la palabra a los jóvenes, ellos te dicen lo que piensan”. En nuestra mano está ponernos a tiro, disponernos a la escucha, narrar nuestra fe y buscar juntos la verdad.
Hemos de aprender la disposición al diálogo y el intercambio sobre la fe. Si queremos “ir al mundo entero y enseñar a los pueblos” hemos de entrar en diálogo con todos los jóvenes, a regalarles nuestra amistad y a buscar la colaboración con todos. De otro modo es imposible imaginarse cómo la Iglesia puede llevar al mundo sus tesoros y la Buena Nueva, si es que no se establecen ni se cultivan esas relaciones humanas. Un cristiano se caracteriza justamente por el hecho de que entra valientemente en contacto con gente de otras ideas y de otras creencias, con gente que pregunta y que busca. En esa apertura a los extraños –en su tiempo eran los paganos y los soldados romanos− nuestro maestro es Jesús… Esta línea era para Jesús un programa que después el apóstol Pablo llevó al mundo con audacia y compromiso… Al coraje que tuvieron los apóstoles en aquel entonces debemos el florecimiento y la difusión de la Iglesia. Ese mismo coraje necesitamos hoy: no retroceder ante las dificultades, sino avanzar y permanecer en diálogo con todos.
Aun cuando todo cambio radical exige sacrificios y no es posible evitar exageraciones, es fundamental mirar y trabajar a medio y largo plazo. El FPJ se expuso con valentía a los reclamos de los jóvenes, a pesar de que no se consiguieron las dinámicas de participación deseadas. Entró en diálogo con el mundo de los jóvenes tal como es, sin cerrarse por temor. Y la respuesta de los mismos jóvenes era una Iglesia más abierta a ellos que dirija su mirada hacia un horizonte más amplio y evangélico.
Tenemos una gran ocasión para impulsar el protagonismo de los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid 2011, siendo auténticos sujetos activos, protagonistas de la evangelización de todos los jóvenes y artífices de la comunión eclesial.
 

  1. Evangelizadores “por cuenta ajena”

 
La situación social, cultural y política de hace unos años permitía con cierta facilidad, aunque no exenta de dificultades, actuar y vivir desde la individualidad y desde la profundización de la propia riqueza carismática. Sin embargo, el cambio de paradigma al que estamos asistiendo implica plantearnos colectivamente nuestro modo de estar, nuestro modo de hacer y nuestro modo de ser.
Quizás ha llegado ya el momento, y sería el kairós, el momento de Dios de ser capaces de mirar el mundo colectivamente, no desde nuestra propia individualidad, sino formando parte todos de una misma realidad de vivir y transformar ese mensaje-deseo de Jesús. Quizás ha llegado ya el momento de ser capaces de tender puentes y colaborar conjuntamente en esa misión.
Quizás ha llegado el momento de ser capaces de renunciar a nuestras parcelas, de renunciar a nuestros limitados puntos de vista y perspectivas…, y sumarnos a una mirada común, global, que incluye las peculiaridades de los demás; quizás ha llegado ya el momento de ser capaces de colaborar en red y de sentirnos implicados también en esa red, en esos vínculos compartidos.
Los participantes recogieron el testigo lanzado por la organización a favor de generar sinergias entre la vida diocesana, religiosa y laica, y ahora queda que cada cual en su lugar, bajo el paraguas de la delegación, secretariado o comisión diocesana de pastoral con jóvenes, puedan favorecer alianzas pastorales que muestren “que somos uno” y que ponemos en común nuestras fortalezas y debilidades en medio de las oportunidades y amenazas pastorales que nos rodean. Estas redes se pueden tejer entre parroquias, colegios y movimientos de un arciprestazgo, o entre todas las plataformas pastorales de jóvenes de un pueblo o una ciudad, o entre varios colegios o entre varias parroquias o todos mezclados… De lo que no hay duda es que quienes se benefician son los jóvenes, los acompañantes, las comunidades cristianas que sustentan esta apuesta, la sociedad en general.
El FPJ se ha ido gestando en esta onda expansiva de la comunión eclesial en el que las delegaciones, secretariados o comisiones diocesanas de pastoral con jóvenes han de asumir el papel dinamizador que les corresponde. Esta decisión ha supuesto mucho debate, pero creemos que es uno de los mejores aciertos y –según algunos– riesgos de esta iniciativa. ¿Quién si no el Obispo o su delegación diocesana para promover la comunión eclesial entre los jóvenes y quienes trabajamos con ellos?
La organización del FPJ nunca ha buscado ser un espacio alternativo a otros, sino que nace con la vocación de diluirse en medio de aquellos que han de favorecer la comunión eclesial ayudando a que “fomenten la coordinación de las diversas iniciativas de las parroquias, asociaciones, colegios, órdenes religiosas y movimientos, sin suplantar ni suprimir la acción pastoral de los mismos”, fortaleciendo la pastoral juvenil en su conjunto, asumiendo una cierta tensión y “teniendo conciencia que no puede darse una verdadera eclesialidad en un grupo cristiano si no vive en comunión con la Iglesia particular y con el obispo que la rige y la preside”.
Estos planteamientos que nacen de la eclesiología del concilio Vaticano II son claros y a pesar de las tensiones y conflictos que se generan motivados por sensibilidades y por personalidades concretas, sin embargo, hemos de sostenerlos “a costa de lo que sea”. Otra cuestión es que una delegación, secretariado o comisión diocesana no perciba los signos de comunión que el Espíritu suscita en su pluralidad, ignorándolos más o menos conscientemente, promoviendo otros que dejan excluidos y marginadas a otros grupos e instituciones; en tal caso, nuestra tarea consiste en movilizar todas nuestras fuerzas para que cada cual realice su función, pero en ningún caso “replegarse a los cuarteles de invierno” y esperar mejores épocas, porque ésta es la hora en que hemos de avanzar en la comunión y la coordinación en la pastoral con jóvenes. Más tarde, quizá sea demasiado tarde.
El Proyecto Marco sostiene que “la comunión eclesial es un don, reflejo en el tiempo de la eterna e inefable comunión de amor de Dios Uno y Trino. La conciencia de este don debe ir acompañada de un fuerte sentido de responsabilidad. Ser responsables del don de la comunión significa, antes que nada, estar decididos a vencer toda tentación de división y de contraposición que insidie la vida y el empeño apostólico de los cristianos. La vida de comunión eclesial será así un signo para el mundo y una fuerza atractiva que conduzca a creer en Cristo: “… que ellos también sean uno en nosotros” (Jn 17,21). De esta manera la comunión se abre a la misión, haciéndose ella misma misión”.
“Queremos vivir desde un deseo de comunión y coordinación entre todos, ya que dándose cada uno desde su vocación, desde su experiencia personal de Cristo, en sus parroquias, colegios, comunidades, movimientos… construimos y alentamos, desde la humildad, el respeto y desinterés personal, el apasionante proyecto de la Iglesia local y universal” expresamos los cuatro delegados diocesanos que redactamos el segundo material preparatorio del FPJ.
Así pues es tiempo de pasar de ser evangelizadores “autónomos” (personas o colectivos) a evangelizadores “por cuenta ajena”. Cuando primemos lo de todos, lo cristiano, lo eclesial, frente a lo mío, lo particular, el proyecto concreto… entonces podremos diseñar escenarios pastorales realmente alternativos en una sociedad que cada día va creciendo en alianzas que faciliten espacios de evangelización con futuro. En caso contrario, estamos abocados a escenarios pastorales muy insignificantes e incluso a la muerte evangelizadora por inanición.
El FPJ no deja de ser una respuesta viva a esa invitación que Juan Pablo II lanzó en su Discurso a los jóvenes españoles el 9 de abril de 1990: “Las diócesis, las parroquias, las comunidades y grupos eclesiales unan sus esfuerzos para realizar una pastoral de conjunto que dé a la juventud católica un nuevo dinamismo apostólico para edificar la civilización del amor”.
 

  1. Dios es y desea comunión


El Manifiesto FPJ es el punto de encuentro de una nueva forma de vivir y proponer la fe a los jóvenes de hoy. En este texto programático es donde mejor se recoge el espíritu del Fórum de Pastoral con Jóvenes y se concreta en ocho apuestas de futuro para una presencia eclesial en el mundo de los jóvenes. En el corazón de esta hoja de ruta inclusiva se encuentra la levadura que puede hacer fermentar la masa de la pastoral con jóvenes de nuestro país. Lo decimos con estas palabras que han sido bien acogidas por todos en el cuarto punto:
 
“Estamos convencidos de que todos somos necesarios. En la Iglesia cabemos todas las personas. Nadie sobra. Nos necesitamos. Estamos urgidos a la comunión en la Iglesia local, presidida por el Obispo. Para eso, hemos de mantener y recrear nuestras identidades, relativizar modos y estilos, poner en juego los dones y carismas y trabajar en red. La fuente viva de la comunión es la Eucaristía: participando del mismo pan, todos nosotros formamos un solo cuerpo que queda expresado en múltiples miembros que enriquecen a la Iglesia y al mundo. La comunión es la entraña de la misión. Juntos nos ponemos en misión con los jóvenes, lo que nos exige respuestas audaces y renovadoras en el seno de la Iglesia”.
 
Como bien constató Mons. José Ignacio Munilla, en su homilía de la eucaristía final, la palabra más repetida del encuentro fue “Comunión” y ofreció cinco pistas para ayudarnos a ser un solo corazón con Jesucristo, que aconsejamos su meditación.
La palabra “communio” expresa la esencia de la Iglesia, aunque se ha convertido también en una fórmula de moda y banal, que puede llegar a adulterarse. No podemos entender la comunión en términos puramente sociológicos, de una manera horizontal. El concepto de comunión está anclado en el sacramento de la eucaristía. Así lo expresamos en el cuarto punto del Manifiesto FPJ en el que reconocemos que la fuente viva de la comunión es la Eucaristía: “participando del mismo pan, todos nosotros formamos un solo cuerpo que queda expresado en múltiples miembros que enriquecen a la Iglesia y al mundo”. Las palabras sobre el pan insisten en la comunión corporal con Cristo.
También lo manifestamos en el octavo punto en el que recordamos cuando el apóstol Juan habla del encuentro que le ha sido concedido con la Palabra hecha carne y dirá que transmite lo que ha visto, oído y tocado en ese encuentro con la Palabra de la vida, que estuvo junto a Dios: “Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros” (1 Jn1,3). Ese encuentro le ha dado a él koinonía-comunión con el Padre y con el Hijo Jesucristo. Esa comunión le lleva a la luz y a la verdad de Dios, que se expresan en el único mandamiento del amor: “cuando nos movemos en la luz, imitándole a él, que está en la luz, estamos en comunión unos con otros” (1 Jn 1,7).
En palabras del teólogo Joseph Ratzinger “la encarnación del Hijo de Dios crea la comunión entre Dios y los hombres y, de este modo, establece también la posibilidad de una nueva comunión entre los hombres. La comunión entre Dios y los hombres, realizada en la persona de Jesús, se hace comunicable en el misterio pascual, es decir, en la muerte y resurrección del Señor. La Eucaristía es nuestra participación en el misterio pascual y, de esta suerte, constituye la Iglesia, el cuerpo de Cristo”.
En la eucaristía de la Iglesia nos unimos al Señor, de modo que en el único y por el único Cristo los muchos somos un solo cuerpo resultante de la comunión eucarística (1 Co 10, 16-17). La eucaristía es el centro de la Iglesia, siendo al mismo tiempo el lugar desde el que brota su misión, como así experimentamos en las celebraciones eucarísticas del FPJ.
Cuando diseñamos el encuentro la organización tenía muy claro que el hilo conductor debía ser la liturgia y por ello la cuidamos con mucho esmero, para posibilitar aquello que Mons. Munilla comunicó en su homilía: “hay un lugar en el que se ‘hace’ Comunión –no sólo se ‘invoca’–, que es la eucaristía”.
Los cristianos experimentamos que la Iglesia es cuerpo de Cristo para la salvación del mundo. En la salvación de cada joven actúa Cristo. Así la Iglesia es servicio representativo de Cristo, es realizado a favor de todos, por todos. La Iglesia existe para los otros y es una realidad abierta a los otros. La Iglesia es esencialmente un espacio abierto a todos en el que generar “alianza, confianza y esperanza” en los jóvenes, como apunta el salesiano polifacético Jean-MariePetitclerc. ¡Ojalá nos aliemos con los jóvenes, sin miedo, confiando en ellos, esperando juntos lo que ha de venir, gratuitamente!
 

  1. Habitados en la esperanza

 
Desde hace años me he preguntado si no es posible que las diversas sensibilidades teológico-pastorales pudiéramos confluir en un mismo aforo para orar y celebrar juntos, escucharnos, dialogar, compartir lo que somos y hacemos, soñar juntos… Este deseo se ha realizado en gran parte en este encuentro. El ambiente general fue excelente como así lo evaluaron el 94,96% de los asistentes. Sin embargo, algunas personas y colectivos (0,98%) no estimaron lo mismo. Aunque fueran una minoría, son más de uno. Quizás no estamos entrenados para ello. Quizás estemos acostumbrados a escuchar lo que queremos oír allí donde vamos, y nos cuesta escuchar a los jóvenes y también a otros que piensan de forma diferente que uno mismo o que su grupo o institución. Quizás uno de los aciertos del Fórum sea éste: empezar a vernos juntos en el mismo lugar, a hablar, a escucharnos, a reconocer al otro… Hasta que no descubrimos que el “otro” forma parte de “mi” vida y que “los dos” somos “uno en Cristo”, no podemos decir que hemos entrado en el universo cristiano del servicio a la comunión.
Reconocemos que Jesucristo es el que abre el camino, siendo Él, Palabra encarnada, la comunión entre Dios y los hombres. Así lo experimentamos en los pasillos, en las oraciones de inicio y cierre de la jornada, y sobre todo en las eucaristías presididas por los obispos presentes en el encuentro.
Todos sabemos que el pluralismo enriquece a la comunión. El pluralismo no es una alternativa a la unidad sino la diversidad en la comunión. El pluralismo solamente encuentra su plena realización cuando participa de la comunión en la unidad. Muchas luchas entre tendencias no responden a una vivencia evangélica de la comunión eclesial en la diversidad, sino a un resentimiento, desde la perspectiva psicológica, y a la lucha de poder, desde una perspectiva sociológica y política. Cuando superamos el resentimiento y la lucha de poder, el pluralismo siempre es positivo para todos, incluso cuando comporta conflictos. Lo cierto es que los conflictos pueden ser una fuente extraordinaria de purificación, profundización y lucidez. La clave está en que todos aceptamos la interpelación del evangelio y la misión.
A menudo hemos de hacer pactos de comunión y cooperación, hechos desde la diversidad, para alcanzar un bien común para todos. Estos acuerdos suponen diálogo en la sinceridad y veracidad, escuchar la Palabra de Dios que nos interpela a todos; implican la orientación del Espíritu y el alimento de la Eucaristía; precisan del ministerio pastoral. Estos pactos son una mediación para la comunión, que es el objetivo final, y la cooperación, que es el camino real que conduce por sí mismo a la comunión. No tenemos otro camino que éste, tanto para vivir la voluntad de Cristo en su interior (Jn 17,21), como para poder ser testigos de Jesucristo en el mundo (Jn 13,35). No vale la voluntad acrítica para avanzar en la línea de la cooperación. Cuando hay voluntad decidida y un conocimiento de los caminos de la cooperación, empezamos por avanzar a ritmo lento, continuamos por mejorar la calidad y la cantidad de la cooperación, y acabamos por consolidar un estilo de vida y de práctica pastoral en el que ya no se consigue otro talante que el de la comunión y la cooperación.
No olvidemos que estamos habitados en la esperanza, que apostamos por la esperanza, creyendo que Dios dirige nuestras vidas, y que nuestras vidas tiene sentido y proyección desde Él. Es tiempo de vivir profundamente desarraigado de uno mismo y enraizado en Dios. Sacar lo mejor de cada uno y ponerlo al servicio de la Iglesia.
El mejor momento es el que vivimos. Ningún momento es mejor que el que estamos viviendo, porque es ahí donde Dios se encarna. Toca dar a luz abriendo ventanas al sol, encendiendo lámparas en medio de la noche, gestando propuestas que encienda el corazón de las personas, provocando encuentrosconvocantes y samaritanos, aliándonos unos con otros y asumiendo las consecuencias por ser místicos y profetas en nuestra tierra.

ÁLVARO CHORDI MIRANDA

 
 
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Jóvenes en la Iglesia, 120
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FÓRUM DE PASTORAL CON JÓVENES, 10 palabras clave sobre pastoral con jóvenes, Estella 2008, 319. La voz “Red” está escrita por Maite Valls, Koldo Gutiérrez y Ignacio Dinnbier.
Jóvenes en la Iglesia, 64
Ibíd., 65
Ibíd., 22
ROMÁN, T., TINAJERO, R., FERNÁNDEZ, J., CHORDI,A., La comunión es la entraña de la misión. Comunión y coordinación en pastoral con jóvenes, Revista de Pastoral Juvenil (RPJ), 445-446, 34.
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