Cuando la puerta de la sauna se deja continuamente abierta, se escapa a través de ella el calor interior.
(Diadoco deFótice)
Aquellos viejos trenes de mi niñez llevaban escrito en sus ventanales: “prohibido asomarse al exterior”. Hoy, en cambio, parece que todos los trenesincitan e impelen a volcarse y precipitarse hacia fuera. Ahora es el interior, el campo acotado y prohibido. Pero no son necesarios grandes letreros que recuerden la prohibición. Vivimos, en expresión de Zygmunt Bauman, una vida líquida en una sociedad líquida, en la que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden. Lo que importa es la velocidad, el vértigo, correr con todas las fuerzas sin detenerse, estar en continuo movimiento. No importa pararse para mirar hacia atrás, ni hacia delante, ni mucho menos hacia dentro.
Realmente, todo en nuestra cultura y en nuestra sociedad, parece proyectado hacia el exterior. Y, sin embargo, es cierto también que, en medio de esta vida trepidante, germina una búsqueda de interioridad, y que son muchos los educadores y agentes de pastoral que sienten su necesidad. A todos ellos nos sumamos desde estas páginas de Mision Joven, en la convicción de que los esfuerzos educativos y pastorales han de situarse en esta clave, si realmente se quiere ayudar a los jóvenes a asumir el reto de la vida, a sentir y vivir la propia identidad, a emprender el camino de una realización que tenga en cuenta las aspiraciones y expectativas más profundas del propio ser, a centrarse en los valores y opciones fundamentales, a aceptar y vivir con gozo la fe en Cristo el Señor. Porque lo que significa e implica toda búsqueda de interioridad es siempre el anhelo de una manera más profunda de vivir; de lo que se trata es de ser cada vez más transparente al Ser que nos da el ser (Javier Melloni).
Frente a la dispersión y fragmentación, la superficialidad y banalidad, el vacío y sin sentido, la interioridad supone emprender el camino del ser, la unificación personal, la búsqueda de identidad, basada en la fe en lo que uno es, en la necesidad de relacionarse, amar, solidarizarse con el mundo que nos rodea. Frente a una cultura de “valores volátiles” (Jacques Attali), dominada por un sentimiento de vacío y hastío, de liviandad e incapacidad para sentir las cosas y los seres, la búsqueda de interioridad conduce al Fondo y al Misterio, a despertar en el alma humana la conciencia de la dimensión espiritual inherente a todo ser humano. Y, sobre todo, la búsqueda y educación en la interioridad, pueden permitir en la acción pastoral “desarrollar el oído para poder escuchar, labrar la tierra del corazón para hacer permeable la Palabra” (Ana María Schlüter).
Educativa y pastoralmente es indispensable dedicar mucho cuidado y atención a la “verdad del ser”, a la “tierra del alma”, a “abrir el oído”, a “asomarse al interior”. Es el camino educativo de la interiorización. Es, quizás, un camino lento, que implica pacientes aprendizajes: aprender a escuchar el propio cuerpo, a integrar la propia sexualidad, a manejar los propios sentimientos, a discernir, elegir y decidir, a escuchar y expresarse, a mirar y actuar desde la solidaridad, a descubrir al que habita en el propio corazón (José María Alvear). Necesita silencio y comunicación, soledad y solidaridad.
Por ser humanos necesitamos emprender el viaje hacia el interior, aprendiendo a conversar “con el hombre que va siempre conmigo” (A. Machado), sin miedo al propio yo, a que no nos guste lo que vemos; y sin miedo a la soledad, al abandono, a no tener respuestas a las grandes preguntas de la existencia. El camino de la interiorización es el camino del acompañamiento. Interioridad no es replegamiento. El viaje interior es siempre personal, pero, al mismo tiempo, necesita absolutamente “presencias que, sin violentar su soledad, la llenen y sin distraerle de sí mismo le ofrezcan la ocasión de escuchar la llamada de su ser” (M. Legaut). El acompañamiento resulta hoy un servicio pastoral imprescindible. Lo es, especialmente, en la tarea de orientar y educar el proceso de interiorización y maduración de la fe cristiana.
EUGENIO ALBURQUERQUE
directormj@misionjoven.org