ARGUMENTO: Manu, Rai y Javi son tres adolescentes que viven en el extrarradio de una gran ciudad. Durante el mes de agosto, mientras media España disfruta de sus vacaciones, ellos se dedican a vagar por las calles de su barrio, imaginando maneras de obtener dinero para salir de allí y acceder a esos paraísos ficticios que el televisor o las agencias de viajes les promete. En ese divagar iremos conociendo sus sueños, sus carencias, el entorno familiar y, sobre todo, la camaradería que los sostiene en pie en medio de una realidad muy poco prometedora.
LOS PERSONAJES
Con motivo de su estreno, comparamos aquí mismo esta obra y El show de Truman, centrando mi reflexión en el concepto de barrio, elemento que el propio León de Aranoa consideraba el cuarto protagonista de su creación, y en cómo el deseo de estos muchachos de salir de ese entorno cotidiano hasta cierto punto opresivo conectaba con el propio afán de Truman de huir del plató donde se desarrollaba su vida. En ambos casos las posibilidades de escape, amén de difíciles se pintan muy poco prometedoras: al otro lado del barrio o del plató, se intuye un mundo gris, decepcionante y, desde luego, en nada parecido a los sueños que los protagonistas de estos dos relatos han construido en su mente.
En esta ocasión quiero transitar otras vías. Creo que Barrio nos propone uno de los retratos de la adolescencia actual más ajustados y honestos de los últimos tiempos. Con respeto, sin manipulaciones, el director de Los lunes al sol construye cuatro personajes (los mencionados y Susi, la hermana de Javi) entre 15 y 16 años que, por fin, “nos suenan” en sus palabras y gestos a verdaderos, sin dejar por ello de ser entes ficticios y fruto, por tanto, de la estilización y el férreo dominio de un creador. El efecto de realidad que transmite no procede del documentalismo, es decir, del intento de reproducir con fidelidad la existencia, sino de un proceso distinto. El director recurre a un guión muy trabado, con diálogos nada espontáneos aunque lo parezcan, así como al uso continuo de motivos y símbolos o al recurso de reconstruir ese barrio con localizaciones de más de quince zonas diferentes de la periferia madrileña. Todas estas estrategias hacen que se logre esa sensación de autenticidad como la mayoría de los grandes artistas, insuflando en sus personajes vida verdadera a través de los mecanismos de la invención. Ha falsificado las monedas con las que juega para, en última instancia, proporcionarnos ese tesoro mayor que es lo fingido verdadero.
¿En qué sentido estos cuatro adolescentes son ejemplares reflejos de los que conviven con nosotros en el día a día?
- No son seres excepcionales, ni héroes, ni antihéroes: transitan esa zona intermedia que nos define a la mayoría. Sus familias son familias de extracción proletaria, es cierto, pero a pesar de su condición humilde, no alcanzan el ámbito de lo marginal. Como el cincuenta por ciento de la población española, no pueden pasar las vacaciones fuera de su casa, lo cual no impide que dispongan de lo esencial para vivir. Estamos, pues, en el territorio de la cotidianidad, no en el marco de lo extraordinario. Son personajes fuera tanto del Olimpo como del infierno y esa posibilidad de ser contemplados, cara a cara, lejos de pedestales o de pozos sin fondo, los coloca al nivel siempre raso de la existencia.
- Sus aspiraciones e ideales están impregnados de practicidad, de un materialismo tan feroz como inevitable. Uno de los problemas fundamentales de su vida es la falta de dinero, y sus sueños, por pedestres que parezcan, se concretan en esa imagen, varias veces repetida, en la que del cielo llueven monedas. Vivimos malos tiempos para la lírica y los utopismos; aunque escueza, la rebeldía de los adolescentes en la mayoría de los casos es alicorta y se limita a imaginar cómo conseguir medios materiales para disfrutar de los distintos trópicos que les propone el sistema.
- La violencia latente o explícita condiciona sus relaciones con el mundo y su propia convivencia. Sienten una atracción malsana por las armas, por el mundo de la delincuencia, aunque sólo Rai, en sentido estricto, cometa delitos, el último de ellos de funestas consecuencias. Por otro lado, en sus conversaciones, las alusiones hirientes (a la madre muerta de Manu, por ejemplo), los insultos y las procacidades son moneda de cambio corriente y esa crispación verbal disfraza una emotividad todavía mal canalizada, amén de ser trasunto de una sociedad presidida por la crispación. Todo ello no es obstáculo para que entre los tres se tienda un puente de cariño y comprensión indestructible.
- Las chicas se presentan como otra forma más de concreción del paraíso y como una realidad más sobre la que proyectar la agresividad, en este caso bajo la forma de una sexualidad verbal descarnada. En su visión de ese mundo de lo femenino, todavía inaccesible o sólo visitable de modo imaginario, conviven el más tierno e infantil deseo platónico (los sentimientos de Manu por la muchacha latinoamericana o de Javi por la cajera del supermercado, incluso de Rai por Susi) con la ferocidad de la carnalidad (masturbación frente a las cámaras de seguridad del edificio en que trabaja el hermano de Javi; lecturas de la sección de contactos de los periódicos…), sin que ambos extremos se disuelvan.
- La muerte aparece como realidad alejada sobre la que fantasear, a la que provocar o de la que burlarse y, a la vez, como tentación, como abismo capaz de resolver los dilemas que una vida siempre demasiado compleja nos propone.
- La familia ocupa un lugar fundamental a la hora de construir el estado de ánimo y la visión del mundo de estos muchachos, aunque, sólo en apariencia, se estén distanciando de forma definitiva de su seno acogedor. Observar la relación de Manu con su padre o de Javi con sus progenitores, en trámite de separación.
- La fantasía, el sueño, la reconstrucción de la vida a una escala habitable, en unas dimensiones y con unos contornos que la vuelvan acogedora ocupa gran parte del tiempo de los cuatro personajes adolescentes. Sus conversaciones y proyectos insisten en modelar con los materiales de derribo de la existencia real cuatro paredes y un techo decente imaginario bajo el que sobrevivir. En algunos casos, ese techo se derrumba (la historia del hermano de Manu o sus fantasías con la muchacha hispana), pero la fuerza de la voluntad y el carácter puede evitar la catástrofe.
- La amistad, el grupo o la pandilla están por encima de todo: del bien, del mal, de las ofensas, de las actitudes peligrosas y los fracasos. En su funcionamiento el humor y la risa actúan como combustible fundamental, y la sinceridad y la confianza se manifiestan con una tosquedad no exenta de digna ternura.
- La infancia sigue siendo un territorio cercano, en el que todavía se apoya uno de sus dos pies y al que se regresa mediante la mitificación de la realidad o en el que se cae después del desengaño (llanto de Javi en la tienda de trofeos; Manu abandona el empleo cuando ve a la chica que ama en silencio con un hombre y se refugia en los columpios de un parque destartalado…).
Jesús Villegas