¿No nos ocurre en los encuentros de la vida cotidiana que vibramos en profundidad y sentimos que suben a nuestros labios las palabras «Eres feliz de vivir así, feliz de actuar como actúas?
Este canto intenso de las bienaventuranzas no deja de hacer oír su murmullo en los más íntimo de nuestros corazones. Un mismo soplo habita en los humanos. ¿No está Dios en el fondo de todo ser? Las bienaventuranzas se ofrecen a la humanidad como un camino de vida siempre abierto.
Felices los pobres. No porque son pobres,
sino porque Dios los ama. Dios está de su lado.
Los escucha y no los abandona jamás.
Felices los bondadosos.
Ellos toman el camino de la noviolencia
para resolver los conflictos inevitables
de la vida.
Felices los que lloran.
Su corazón está lleno de compasión
por aquellos a quienes el mundo abandona.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia,
porque saben tomar riesgos.
Su combate por la justicia expresa
la pasión por el ser humano.
Felices los misericordiosos.
Con ellos el amor no se pierde jamás
porque no responden al mal con el mal.
Felices los de corazón puro.
Nada de engaños, nada de comportamientos mentirosos.
Es la transparencia de la fuente.
Felices los constructores de la paz.
Ellos la construyen incansablemente
a través de las oposiciones y las divisiones.
Felices los perseguidos por causa de la justicia.
Ellos defienden la dignidad
de los hombres y mujeres en toda ocasión,
arriesgando ser incomprendidos, traicionados, encarcelados.
«De ellos es el reino de los cielos», dice Jesús. Es una buena noticia para hoy.
Los hombres y mujeres que hacen la experiencia de las bienaventuranzas nos dan ganas de ser felices y nos ayudan a descubrir el secreto de la felicidad
PARA HACER
- Este texto es una carta enviada a través de Internet por Jacques Gaillot. Corresponde a la fiesta de Todos los Santos de 1996, pero puede leerse todos los años por la misma fecha y en toda ocasión. Leerla y comentarla.
- Comparar con los textos originales. ¿Qué nos concreta esta versión?
- Meditar los textos originales. Escribir después una carta-testimonio a los jóvenes en la que se sigan las bienaventuranzas pero aplicadas a cada uno: «Yo soy feliz cuando… porque…»