Bienaventuranzas

1 junio 2002

Dichosos los que confían en el futuro, porque llenan de vida el presente. Dichosos los que carecen de maldad, porque harán felices a los que les rodean. Dichosos los que son sencillos, porque nos harán preguntarnos muchas cosas. Dichosos los que sufren, porque el sufrimiento les iguala a Dios.
Dichosos los que se deprimen fácilmente, porque sentirán muchas manos sobre el hombro.
Dichosos los que acompañan a los demás en sus momentos de dolor, porque Dios no les dejará solos.
Dichosos los que se conforman con poco, porque nunca les faltará de nada. Dichosos los que conocen sus cualidades, porque nunca dejarán de quererse. Dichosos los que pidan poco, porque serán los que más reciban.
Dichosos los que están atentos, porque Dios les habla continuamente.
Dichosos los que luchan por un ideal, porque su vida nunca perderá el sentido. Dichosos los que buscan la verdad, porque la descubrirán a muchos.
Dichosos los que saben perdonar, porque llevan a Dios muy dentro. Dichosos los que olvidan, porque nada les echaremos en cara.
Dichosos los que se dejan querer, porque nos dan ocasión de hacerlo.
Dichosos los que no juzgan por las apariencias, porque verán la realidad.
Dichosos los que saben mirar, porque descubrirán un mundo nuevo.
Dichosos los que obran sin maldad, porque Dios convertirá en abrazos los golpes y desengaños que reciban.
Dichosos los que luchan por la paz, porque ya están viviendo el futuro.
Dichosos los solidarios, porque nuestra época les dará ocasión de serlo.
Dichosos los condenados a muerte, porque su grito sacudirá muchas conciencias. Dichosos los que partieron al Tercer Mundo y dejaron allí su vida, porque se encontraron de bruces con Dios.
Dichosos los encarcelados por anunciar la Buena Noticia, pues su voz atravesará las rejas.
Dichosos los que aguantaron hasta el final, porque ayudaron a construir.
Y dichosos los que se esfuerzan en vivir cada día y poner un poco de Dios en nuestros corazones. Se desanimarán y pensarán que no vale la pena tanto esfuerzo, pero ya están haciendo realidad el Reino. Y eso es lo que importa.
 
FRANCISCO PÉREZ POLO,   Textos para asomarse a la vida, Ed. CCS, 1997, 139s.
PARA HACER:

  1. Leer y meditar. ¿Con cuál estamos más de acuerdo? ¿Con cuál estamos en desacuerdo. ¿Por qué? 2. Elegir la que más nos llama la atención: aplicarla a cosas concretos de nuestra vida.
  2. Compararlas con las bienaventuranzas de Jesús (Mt 5,1-12).

 

                 Hay un ángel para ti…                

 
-Alguien esté muy orgulloso de ti.
-Alguien está pensando en ti y pendiente de ti.
-Alguien te extraña.
-Alguien quiere hablar contigo y estar contigo.
-Alguien espera que no tengas problemas.
-Alguien quiere sostener tu mano.
-Alguien espera que todo te salga bien.
-Alguien quiere que seas feliz.
-Alguien quiere que le encuentres.
-Alguien está celebrando tus éxitos.
-Alguien quiere darte un regalo.
-Alguien piensa que tú eres un regalo.
-Alguien quiere abrazarte.
-Alguien te quiere.
-Alguien admira tu fortaleza.
-Alguien está pensando en ti y sonriendo.
-Alguien quiere estar en tu hombro para llorar.
-Alguien quiere salir contigo y pasarlo bien .
-Alguien piensa muchísimo en ti.
-Alguien quiere protegerte.
-Alguien haría cualquier cosa por ti.
-Alguien quiere ser perdonado.
-Alguien está agradecido por tu perdón.
-Alguien quiere reírse contigo.
-Alguien te recuerda y desea que estuvieras allí.
 
PARA HACER

  1. «Piensa un momento: ¿Quién es ese ángel para ti?».
  2. ¿Para quién puedes ser tú un ángel?
  3. Convertir este texto en oración: releerlo despacio y dar gracias por las personas que pueden ser án­geles para nosotros o que lo han sido a lo largo de nuestra vida.

 
 
 
 
 
 
 
 
 

También te puede interesar…