Hola, ¿cómo estas? Sólo te envío esta carta
para decirte lo mucho que te amo y pienso en ti.
Ayer te vi mientras hablabas con tus amigos
y esperé todo el día deseoso de que también lo hicieras conmigo.
Al llegar el atardecer, te ofrecí una puesta de sol para cerrar tu día
y una brisa suave para que descansaras.
Y esperé… pero nunca llegaste.
Sí, me dolió, pero todavía te amo.
Te vi dormir… Deseaba tocar tus sienes
y derramé la luz de la luna sobre tu almohada,
también sobre tu rostro. Nuevamente esperé
deseando llegar rápidamente para poder hablarte…
¡Tengo tantos regalos para ti…!
Despertaste tarde y te fuiste rápido al trabajo.
Mis lágrimas estaban en la lluvia que caía.
Hoy te ves muy triste… ¡Si tan solo escucharas cuánto te amo…!
Te amo y trato de decírtelo en el cielo azul
y en la tranquilidad de la hierba verde.
Lo susurro en las hojas de los árboles y en los arroyos de las montañas
y lo expreso en los cantos de los pájaros.
Te cobijo en el tibio sol y perfumo el aire con olorosas fragancias naturales.
Mi amor es más profundo que los mares
y más grande que los deseos que en tu mente anidan.
¡Si tú supieras cuanto anhelo caminar y hablar contigo…!
Podemos vivir juntos siempre aquí en la tierra
y en todo el universo si así lo quieres tú.
Yo sé que te han dicho que la vida es muy difícil
pero, si sabes ser mi amigo, jamás tendrás dificultades
y además mi Padre, que es el tuyo también, te ama definitivamente
y me ha pedido que te proteja.
Yo, te amo como Él y sólo espero que me pidas
que te acompañe, te guíe y te aconseje…
Llámame, búscame, cuenta conmigo…
Tengo miles de maravillas que ofrecerte.
Deseo que veas la vida como es, un juego permanente y lleno de aventuras.
¿Podrías hablarme hoy?
Tu amigo,
Jesús
¡En el bufet del Señor!
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