Claves pastorales

1 julio 2005

Los prójimos de todas las edades

deberían comprender que en la salvación de la juventud

reside el secreto de su propia salvación.

Mario Benedetti

 
Los estudios sociológicos sobre la juventud se suceden de manera vertiginosa. Casi no hemos podido asimilar ni apenas conocer los datos de un Informe, cuando se anuncia ya la publicación del siguiente. Pero entre tantos Informes, ha tenido una resonancia especial en los ámbitos eclesiales el preparado y publicado el pasado año por la Fundación Santa María: “Jóvenes 2000 y Religión”. No podía ser de otro modo, debido especialmente a su carácter monográfico sobre la situación y vida religiosa de los jóvenes.
 
El Informe ponía de relieve, con datos muy concretos y precisos, algo que los agentes de pastoral estamos constatando penosamente desde hace algún tiempo: el alejamiento de los jóvenes de las enseñanzas de la Iglesia Católica en un grado superior al que cabría prever. Ante esta realidad, quizás la primera tarea tendría que ser una reflexión sosegada y en profundidad que llegara a determinar sus causas.
 
Misión Joven inició la reflexión ya en el año 2004 (ver especialmente los números 327 y 332). Pero pensamos en el Equipo de Redacción la conveniencia de dedicar expresamente un número a una reflexión más detenida. Es lo que ofrecemos ahora, agradeciendo la colaboración de Javier Elzo, Carmen Pellicer, Javier Martínez Cortés y José Luis Moral.
 
El objetivo de nuestra aportación no es dar a conocer los datos del Informe, sintetizarlos, analizarlos o explicarlos. La intención precisa es, teniendo en cuenta y partiendo de dichos datos, ofrecer algunas claves para la acción pastoral entre los jóvenes. Creemos que lo verdaderamente importante es afrontar los desafíos que nos llegan de la realidad, plantearlos honestamente y buscar las respuestas adecuadas a la situación concreta que viven los jóvenes.
 
Son muchas las preguntas que a nosotros mismos, evangelizadores y educadores de la fe de los jóvenes, hemos de hacernos, antes de empezar a repartir culpas y responsabilidades. Por ejemplo: ¿Cómo nos situamos y reaccionamos ante la precaria situación religiosa actual de los jóvenes y, en general, de la sociedad?. ¿La aceptamos pasivamente?. ¿Respondemos con actitudes defensivas, temerosas, resignadas?. ¿La analizamos y reflexionamos cuidadosamente?. En estos momentos, para nosotros concretamente ¿los jóvenes son un problema o un desafío?. ¿Se alejan o/y nos alejamos?. ¿Nos hemos parado a pensar en los puntos flacos de nuestro servicio pastoral? ¿Somos capaces de ofrecer un verdadero itinerario de educación en la fe? ¿Seguimos y acompañamos los procesos personales?
 
Muchos interrogantes que pueden suscitar nuevas actitudes, nuevos lenguajes, nuevas acciones; que nos orientan a una mayor atención a la persona, a la capacidad de escucha, acogida y confianza, al testimonio y proyección evangélica, a una propuesta más decidida y audaz del reino de Dios. Pero estimulan, sobre todo, a repensar y reformular la acción pastoral entre los jóvenes, en el contexto social y cultural en que viven, de manera que lleguen a suscitar la fe, a vivir desde la fe y a la inserción en la vida de la comunidad cristiana.
 
Todo comunidad eclesial, como mediación y anticipación del proyecto salvífico de la realización del Reino, actúa sacramentalmente la salvación en el tiempo en que vive. Este es el verdadero quehacer pastoral de la Iglesia. Por ello, tiene que interrogarse constantemente en su acción pastoral si “es más o menos apta para anunciar el evangelio y para insertarlo en el corazón del hombre con convicción, libertad de espíritu y eficacia” (EN 4). Enraizar la fe en la cultura, anunciar el evangelio a los jóvenes en medio de una sociedad fragmentada y plural, este es el reto. Cada situación, cada contexto social, cada cultura abren múltiples posibilidades para el anuncio y la evangelización. En todas ellas puede penetrar la Buena Nueva. Todas ofrecen oportunidades a la audacia de los evangelizadores.
 

EUGENIO ALBURQUERQUE

directormj@misionjoven.org