Colonia: viaje de ida y vuelta

1 octubre 2005

Fco. Javier Valiente Moreno
 
Los rostros de más de ochocientos mil jóvenes miraban con expectación hacia el altar colocado en el prado de Marienfeld, a unos 20 kilómetros de la ciudad alemana de Colonia. Comenzaba a anochecer, era el 20 de agosto y se iniciaba uno de los momentos más esperados por los jóvenes que habían acudido a la XX Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
La Vigilia abría dos días intensos de encuentro, a cielo y corazón abiertos, entre el Papa y los jóvenes que concluiría con la eucaristía del domingo 21. Encuentro que había tenido algunas etapas previas: catequesis por grupos en los primeros días de esa semana, actividades culturales, celebraciones litúrgicas, fiesta de bienvenida de Benedicto XVI.
Durante los días que duró la JMJ, Benedicto XVI habló a los jóvenes congregados en Colonia de la libertad, del sentido de la vida, de dónde y cómo conseguir la felicidad, de implicarse en la transformación del mundo, de la revolución del amor que deben llevar a cabo los seguidores de Jesús, de cómo vivir siendo coherentes después de haber descubierto la Luz que es Cristo.
 
En este artículo vamos a recorrer los discursos pronunciados por el Papa el pasado mes de agosto durante la celebración de la XX JMJ, haciendo especial hincapié en el itinerario propuesto por Benedicto XVI a los jóvenes para madurar en la fe. Ir a Colonia ha supuesto un viaje. Más allá del camino recorrido, el Papa ha invitado a los jóvenes a realizar un viaje interior, un viaje por los caminos de la fe. Y les ha pedido que, lo vivido allí, lo lleven, como levadura, a sus lugares de origen. Un viaje, pues, de ida y vuelta.
 

La JMJ según Benedicto XVI


Nada más pisar tierra alemana, el Papa manifestó lo que para él significaban estas Jornadas. Se refirió a ellas como una “inspiración” de Juan Pablo II y las calificó como “no sólo una ocasión de excepcional significado religioso y eclesial, sino también humano”.
En algunos medios se había especulado, antes del inicio de la XX JMJ, sobre si Benedicto XVI se sentiría a gusto en este tipo de manifestaciones multitudinarias o si, por el contrario, prefería encuentros más reducidos. Ciertamente la forma de celebración de la JMJ puede cambiar según los organizadores en cada ocasión, pero el propio Papa manifestó sentirse a gusto en medio de los jóvenes, “signo de la vitalidad de la Iglesia” –los definió-, para “apoyar su fe y, si Dios quiere, de animar su esperanza”, objetivos que el Pontífice se marcó para los días de estancia en Colonia.
La JMJ, por otra parte, tiene también un marcado carácter vocacional. Durante la semana en la que se congregan los jóvenes, las mañanas están dedicadas a catequesis que ayudan a plantearse el sentido de la vida y a reflexionar sobre el propio proyecto vital. El mismo Papa, en el encuentro con los seminaristas en la iglesia de San Pantaleón, señaló “la dimensión vocacional que desempeña un papel cada vez mayor en las Jornadas mundiales de la juventud”.
En palabras de Benedicto XVI, la JMJ son días de “oración, de reflexión y de fiesta con los jóvenes”. Cabe recordar que, además de los dos encuentros multitudinarios en Marienfeld, durante la semana se realizaban catequesis en los distintos lugares donde los jóvenes estaban alojados y se celebraba la eucaristía. Por las tardes había una gran cantidad de iniciativas culturales, y no faltaron los conciertos y otras manifestaciones artísticas pensadas especialmente para el público juvenil.
Pero la JMJ es, además, un momento de diálogo entre el Papa y los jóvenes. Ellos, en diversos momentos, le dirigieron la palabra. El mismo Papa decía estar seguro “de recibir algo de los jóvenes: su entusiasmo, su sensibilidad y su disponibilidad me sostendrán y me infundirán valentía”, señaló en su primera alocución.
 
La felicidad, un derecho de los jóvenes
 
Benedicto XVI fue recibido por cientos de miles de jóvenes que le esperaban en las orillas del Rhin. Desde primeras horas de la mañana del jueves 18 de agosto, los jóvenes fueron llenando ambas márgenes del gran río pues, por la tarde, el Papa llegaría en un catamarán para desembarcar detrás de la catedral. El Pontífice recorrió parte del río saludando a los jóvenes que, a pesar del intenso calor y de las horas de espera, le recibían alborozados, saludándole y aclamándolo en los breves instantes que pasaba delante de ellos.
“Es una dicha encontrarme con vosotros aquí”, dijo el Papa en el discurso que pronunció durante la fiesta de bienvenida de los jóvenes, en el recorrido por el Rhin. En sus primeras palabras dirigidas a los jóvenes, Benedicto XVI les animó a abrir “vuestro corazón a Dios, dejad sorprenderos por Cristo”. Apelando a la libertad, aspiración muy propia de la vida del joven, les invitó a “abrid las puertas de vuestra libertad a su amor misericordioso”.
El Papa lanzó, ya en ese primer encuentro, las preguntas fundamentales que se hacen los jóvenes: ¿Dónde encontrar criterios para vivir la vida? ¿En quién se puede confiar? ¿Quién puede responder a los anhelos profundos del corazón? Como los Magos que siguieron la estrella hasta llegar al Mesías, la respuesta a esos anhelos está en Jesús, “el Eterno que ha entrado en el tiempo”, en palabras de Benedicto XVI. Y respuestas que, también, se encuentran en la Iglesia pues, “en la Iglesia y mediante la Iglesia”, les dijo el Papa a los miles de jóvenes apostados en las orillas del Rhin, “llegaréis a Cristo que os espera”.
Y a Jesús se le descubre “en la participación en cada Eucaristía”, en el encuentro con la Palabra de Dios”. Encuentro que, para el Papa, es la fuente de la felicidad que los jóvenes buscan: “La felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho a saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazareth, oculto en la Eucaristía. Sólo Él da plenitud de vida a la humanidad”.
En un momento en el que ser creyente se presenta, en algunos ambientes, como algo que limita las posibilidades de la persona, o su realización, Benedicto XVI subrayó con insistencia ante los jóvenes que “Cristo no quita nada de lo que hay de hermoso y grande en vosotros”. Antes bien, “quien deja entrar a Cristo en la propia vida no pierde nada, nada, absolutamente nada, de lo que hace la vida libre, bella y grande”.
 
Colonia, punto de partida y tareas para la fe
 
La idea de camino, real y espiritual, ha sido un eje transversal durante toda la XX JMJ. El icono bíblico elegido para representar este camino ha sido la experiencia vital de los Reyes Magos cuyas reliquias, según la tradición, se custodian en la catedral de Colonia. Igual que los Magos siguieron una estrella que les condujo hacia Cristo y, una vez encontrado, iniciaron “una peregrinación interior que cambia toda su vida”, también el Papa invitó a los jóvenes, “caminando por las sendas del mundo y los derroteros de vuestra vida”, a “afrontar el camino de la vida buscando la verdad, la justicia y el amor”.
A los jóvenes que han participado en la JMJ se les ha propuesto realizar un camino de ida y vuelta a Colonia. Un camino que comenzó en sus grupos de origen, en sus parroquias o en los movimientos eclesiales a los que pertenecen. Un camino que ya han ido realizando, acompañados por otros jóvenes, por catequistas, animadores, religiosos o sacerdotes. Un camino de maduración y de crecimiento en la fe.
Muchos de ellos, además, hasta llegar a Colonia han realizado un verdadero itinerario de preparación espiritual, dando espacio a la reflexión, la oración y las celebraciones litúrgicas, como nos contaban, por ejemplo, los jóvenes de la Diócesis de Madrid. Han recorrido decenas, cientos, miles de kilómetros (algunos los escribían hasta en sus camisetas) para “venir a adorarlo”, como proclamaba el lema de la JMJ.
Este camino de ida, de encuentro con Jesús, con el Papa y con los demás jóvenes, experimentando “lo hermoso que es pertenecer a una familia tan grande como el mundo”, se convierte en un punto de partida, un camino de vuelta con una tarea para madurar la vida cristiana.
Benedicto XVI emplazó a los jóvenes a “vivir la dimensión universal de la Iglesia” y a dejarse llenar “por el fuego del Espíritu”. La experiencia de Colonia debe suponer, para los que han participado, un compromiso misionero para convertirse en testigos, entre sus compañeros, con el fin de que otros jóvenes “lleguen a reconocer en Cristo la verdadera respuesta a sus esperanzas y se abran a acoger al Verbo de Dios encarnado”.
Otra de las tareas que el Papa propuso a los jóvenes es, nada más y nada menos, que la de cambiar el mundo testimoniando “la luz, la belleza y el vigor del Evangelio”. Desde el corazón de Europa, una tierra en la que en el siglo pasado han nacido revoluciones que prometían transformar el mundo y que dieron origen a guerras y enfrentamientos, el Papa ha propuesto a los jóvenes enrolarse en la verdadera revolución que transforma, de verdad, al mundo. Y lo ha hecho presentando una de las grandes riquezas de la Iglesia, los santos, que han sido “los verdaderos reformadores”.
Con firmeza, durante la vigilia en Marienfeld, Benedicto XVI señaló que el cambio decisivo del mundo sólo proviene de Dios pues, “la revolución verdadera consiste únicamente en mirar a Dios”, ya que “no son las ideologías las que salvan el mundo –afirmó-, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente”.
 
Eucaristía y vida

También en la homilía de la misa del domingo 21, Benedicto XVI, hablando de la importancia de la Eucaristía, expuso a los jóvenes algunos aspectos para considerar dentro de su vida cristiana. Y fue bastante concreto. Les habló, por ejemplo, de cuidar el domingo, y “programar en el domingo también la Misa”, ya que “el tiempo libre permanece vacío si en él no está Dios”. Para ello es necesario “comprenderla cada vez más profundamente”.
Les advirtió, asimismo, de un riesgo en la vivencia de la fe; construirse una religión a la carta. En una sociedad donde se da la paradoja del alejamiento de Dios y del “boom de lo religioso”, Benedicto XVI alertó de la posibilidad de convertir la religión “en un producto de consumo”, eligiendo “aquello que place”. Construir una religión así, “a la postre no nos ayuda”, apuntó el Papa, “es cómoda, pero en el momento de crisis nos abandona a nuestra suerte”.
Por eso es importante conocer más a Jesús “para poder guiar también, de modo convincente, a los demás hacia Él”. Para conocer a Jesús, señaló el Papa ante el millón de jóvenes asistentes, hay que volver a la Escritura, conocer la fe de la Iglesia y vivir en comunidad esa fe construyendo “comunidades basadas en la fe”. Comunidades que deben “conservar la comunión con el Papa y con los Obispos”.
La fe que se alimenta de la Eucaristía y de la Escritura, y que se comparte en comunidad, “debe manifestarse en la vida”. El Pontífice propuso a los jóvenes comprometerse con las necesidades del prójimo, “en la disponibilidad para compartir” –dijo-, buscando formas de voluntariado para trabajar por un mundo mejor. Y retó a los jóvenes creyentes a demostrar que están comprometidos en la construcción de ese mundo nuevo viviendo la vida “como verdaderos adoradores de Dios”.
 
La Cruz de la JMJ
 
Desde 1984 una cruz de madera, sobria, de 3,8 m de altura, acompaña los encuentros del Papa con los jóvenes. Es la Cruz de la JMJ, que ha recorrido miles de kilómetros y se ha convertido en uno de los símbolos más significativos de estas jornadas. En la Vigilia del sábado 20, en Marienfeld, fue trasladada en procesión hasta la cima de la colina artificial en la que estaba situado el altar. Allí la recibió también el Papa.
Junto a la Cruz, se colocó un icono de María, regalo de Juan Pablo II para esta edición de la JMJ y que, desde esta Jornada, acompañará a la Cruz en los próximos encuentros, por expreso deseo de Juan Pablo II. El icono, en palabras del fallecido Papa, “será signo de la presencia materna de María junto a los jóvenes, llamados, como el apóstol san Juan, a acogerla en su vida”.

Bocatas y confesiones
 
Ochocientos mil jóvenes acamparon en de Marienfeld. A lo largo de la mañana la extensa explanada, rodeada de bosques, se fue cubriendo de esterillas, mochilas, sacos de dormir, etc. Aunque la organización no fue todo lo eficaz que cabría esperar, los jóvenes superaron los contratiempos. Llamaba la atención la disponibilidad y generosidad de esta alegre multitud dispuesta a compartir un bocata o un rato de oración. En la explanada se habían colocado unas tiendas para las confesiones y para la adoración de la Eucaristía. Más de 800 sacerdotes, en 40 lenguas, atendieron a los miles de jóvenes que, hasta bien entrada la noche, quisieron acercarse al sacramento de la Reconciliación. Y sorprendía, también, verlos en largas filas esperando poder entrar en la tienda donde estaba expuesto el Santísimo.
 
Los santos, modelos de vida para los jóvenes
 
Benedicto XVI ha propuesto diversos modelos de santos como patronos de la pasada edición de la JMJ. Ellos, “que han mantenido en alto la antorcha de la santidad”, son otras tantas estrellas que muestran, a lo largo de la historia, cómo vivir en situaciones adversas la fidelidad a Cristo.
 
Santa Úrsula (s. IV)
De origen inglés, perteneciente a la nobleza, Úrsula fue martirizada en Colonia, junto a otras doncellas, por negarse a acceder a los deseos de Atila.
 
San Bonifacio (672-754)
Es conocido como el apóstol de Alemania, a la que vino a evangelizar desde Inglaterra, su país natal. El Papa Gregorio III nombró legado pontificio para Germania a este monje benedictino que predicó incansablemente el evangelio, fundando numerosos monasterios y organizando la iglesia en la zona. Murió mártir, asesinado por los Frisios.
 
San Alberto Magno (1200-1280)
Religioso dominico, profesor en París, funda el centro de formación de los dominicos en Colonia el año 1248. En este centro estudiaría, entre otros, Santo Tomás de Aquino. San Alberto es conocido como el doctor universales por su extensa obra filosófica, teológica y de ciencias naturales. Consagrado obispo de Ratisbona, volvería a Colonia al final de su vida.
 
Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) (1891-1942)
Nació en Breslavia (Alemania) en 1891, en una familia judía. Estudió filosofía y estuvo bajo la tutela del filósofo Edmund Husserl, el fundador de la fenomenología. Edith Stein fue elegida por este profesor para ser su asistente de cátedra en la Universidad de Freiburgo. Su experiencia durante la I Guerra Mundial, y su búsqueda de la verdad, la llevaron de su ateísmo radical a acercarse a la Iglesia. La lectura de la vida de Santa Teresa de Jesús la llevó, definitivamente, a convertirse al catolicismo. Fue bautizada en 1922. Se dedica a la enseñanza y a dar conferencias. Por su origen judío debe abandonar la universidad y, en 1933, decide entrar en el convento de las carmelitas de Colonia. Tenía 42 años. Durante la II Guerra Mundial, y debido a la situación de los judíos en Alemania, la religiosa se traslada a la comunidad carmelitana de Echt (Holanda), donde sería detenida y deportada al campo de concentración de Auschwitz en 1942. Allí moriría el 9 de agosto de ese mismo año. Fue beatificada por Juan Pablo II en 1987 y canonizada el 11 de octubre de 1998.
 
Beato Adolph Kolping (1813-1865)
Nacido cerca de Colonia, en una familia humilde, trabajó como aprendiz de zapatero. A los 23 años comienza a estudiar en el seminario. Ya sacerdote, se dedica al trabajo por la mejora de la situación de los obreros y los aprendices y funda, en 1849, la Asociación Católica de Jóvenes Artesanos, el inicio de la actual FamiliaKolping. Beatificado en 1991, es considerado un precursor de la doctrina social de la Iglesia.
 
Discurso en el aeropuerto de Colonia, 18-08-05.
Discurso en el aeropuerto de Colonia, 18-08-05.
Discurso en el aeropuerto de Colonia, 18-08-05.
Discurso en el Rhin, 18-08-05.
Discurso en el Rhin, 18-08-05.
Discurso en el Rhin, 18-08-05.
Vigilia con los jóvenes, 20-08-05.
Discurso en el Rhin, 18-08-05.
Discurso en el aeropuerto de Colonia, 18-08-05.
Vigilia con los jóvenes, 20-08-05.
Discurso en la Catedral de Colonia, 18-08-05.
Discurso en la Catedral de Colonia, 18-08-05.
Discurso en la Catedral de Colonia, 18-08-05.
Discurso de despedida, 21-08-05.
Vigilia con los jóvenes, 20-08-05.
Discurso en el aeropuerto de Colonia, 18-08-05.