Cómo convivir con un adolescente y no morir en el intento

1 septiembre 2009

Antonio Ríos es médico psicoterapeuta, director del Centro FAYPA de Orientación y Terapia de la Familia y Pareja en Alicante
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El artículo describe los rasgos más característicos de la adolescencia, las crisis que la atraviesan, las dificultades de los adolescentes y, desde una perspectiva educativa, intenta ayudar a padres y educadores a situarse ante el conflictivo mundo de los adolescentes. De manera muy práctica y concreta señala pistas y orientaciones que pueden ayudar en la complicada tarea de acoger, acompañar, educar y preparar para la vida a cuantos se encuentran en dicha etapa.
 
La adolescencia es una de las etapas más complejas en el desarrollo evolutivo del ser humano y, por lo tanto, hay que prepararse para ello. Muy pocos padres o educadores se lo ven venir, y la mayoría apuestan porque “no será” para tanto, y creen que su hijito/a cariñoso, amable, comunicativo, cercano, obediente, generoso, disponible,… no se va a metamorfosear, a transformar, y que eso les pasa a los otros. Hasta que un buen día, pasado aproximadamente el decimotercero cumpleaños del susodicho/a, comienza a percibirse en la casa un clima sombrío, hostil, distante, de miradas acusadoras, de desplantes furibundos, de silencios amenazantes. Coincide con que el hijo/a comienza a experimentar ciertos cambios físicos que lo hacen sentir torpe y poco atractivo/a y que se traducen en un mal humor dirigido a otros. Al hijo/a se le ve cada vez menos feliz, más insolente, con cambios de humor repentinos e impredecibles. Por todo se queja, nada le gusta, no aciertas en ninguna propuesta, y su presencia malhumorada llega a ensombrecer, a veces, la vida de toda la familia.
Muchos padres y educadores no solemos estar preparados para abordar esta etapa con cierta serenidad y solvencia y creemos que con un poco de gracia y paciencia se irá pasando. Pero no deja de ser una etapa desconcertante, difícil, en la que el chico/a  sufre mucho y, en la mayoría de los casos, en silencio. En muchas ocasiones no se comunica por miedo a sus propios sentimientos, pensamientos y deseos. Le resulta tan extraño todo lo que fluye por su vida que llegan a creer que solamente les pasa a ellos y lo viven en silencio y soledad, llegando a momentos de auténtica angustia. En nuestra labor como padres y educadores es importante estar cerca de los jóvenes, intentar entenderles, comprenderles, animarles,… pero también hay que  ayudarles a crecer y madurar, a enseñarles a conducirse en la vida, a ir encontrando su “hueco” en este mundo lleno de baches, pozos, pendientes y escarpados que no son fáciles de sortear. Es una responsabilidad de los  padres y de los educadores el saber en qué ciclo evolutivo está cada uno de nuestros hijos o de los  destinatarios de nuestra labor educativa.
 
LA ADOLESCENCIA: UN CICLO EVOLUTIVO
 
 
NIÑEZ                                  ADOLESCENCIA                                                                  JUVENTUD
 
 
 
 
 
 
ANCIANIDAD                                ADULTEZ
 
Mirando este esquema simple, uno se llena de serenidad y esperanza al comprobar que la adolescencia es una etapa y que por lo tanto, tiene un principio y un final. Es decir, que se termina. Así es.
 

  1. ¿Qué es la adolescencia?

 
La adolescencia es una época de profundos cambios físicos, inestabilidad emocional, inseguridad personal manifestada en una necesidad de constante afirmación por parte de los amigos/as. Etapa de rebeldía ante las normas, ante la autoridad, con alteraciones en las percepciones personales y del mundo exterior, surcada por una gran confusión de sentimientos, descubrimiento de la sexualidad, concreción de la identidad sexual, de búsqueda de autoafirmación: «Yo soy» y de búsqueda de identidad personal: ¿Quién soy? Toda su vida entra en “crisis”. Con todo lo que se les viene encima: ¿Cómo no van a comportarse como se comportan?
Están pendientes de los cambios físicos que están experimentando. Se miran constantemente al espejo, se prueban la ropa una y otra vez sucesivamente hasta que dan con alguna prenda que se ajusta a la estética que encaja con su criterio. Cambian de humor repentinamente, en algunas ocasiones sin causa justificada o por motivos triviales para los adultos que los padecen. Igual ríen que lloran, gritan que están serios, cantan y bailan que se tumban en la cama mirando al techo ensimismados en un mundo inalcanzable para los que les rodean. No se gustan, no se aceptan, no se aguantan a sí mismos, nada se ajusta a sus expectativas, todo va en su contra y todos le tienen manía. Se enamoran y se desenamoran, y lo viven todo con igual intensidad. Se sienten mayores y a la vez inseguros; aparentan seguridad pero tiemblan en su foro interno. Se manifiestan desafiantes pero dudan de su criterio. Necesitan afecto pero te hacen creer que no lo necesitan. Están esperando que les manifiestes tu cariño, pero no permiten que te acerques a ellos. Les gusta que estés pendientes de ellos, pero te ignoran cruelmente… ¡Esto es una locura!. ¡Cierto! Convivir con un adolescente conlleva ciertos momentos de “locura”.
 
1.1.                      Un proceso de búsqueda de “ser”
 
Hay una clave psico-evolutiva que aclara con gran precisión los procesos psicológicos que se dan durante estos años. Paso a exponerla: “La adolescencia es un proceso en búsqueda de “ser” y, como tal, tiene un principio y un final y durante este espacio-tiempo que dura el proceso acontece “algo”. Este algo son dos crisis: de identidad y de autoafirmación
Entiendo por “crisis de identidad” que se “rompe” o se “abandona” algo y “emerge algo” nuevo. Dejan de ser niños/as para ser “algo” todavía por definir, descubrir y confirmar. Esto les crea mucha inseguridad personal y por lo tanto mucha necesidad de aceptación y de confirmación de que se les sigue queriendo tal cual son, especialmente por parte de los amigos/as (de ahí la necesidad de estar con ellos constantemente) y, en un segundo lugar, por parte de los padres. En esta etapa aún no saben quiénes son y qué pueden llegar a ser, pero sí que tienen claro una cosa al respecto y es que no son niños/as, y, por lo tanto, no soportan que se les trate como tales. Todo lo que, en el trato que se les dé, les suene a ser tratados como antes, es decir, como niños/as, no lo pueden soportar. De ahí, muchas reacciones y desplantes ante las actuaciones de muchos padres que se empeñan en seguir tratándoles como los niños/as que habían sido hasta ahora.
Esta crisis se extiende a todo los ámbitos de la convivencia, y cuando digo todos, son todos. Hasta la comida que tanto le gustaba cuando eran niños, preparada con tanto cariño, llega un momento en que se ponen delante del plato y mirando fijamente al manjar alimenticio lanzan un “qué asco” contemplando lo que tantas veces comieron y degustaron con avidez afirmando que era la mejor comida que comían.
Todo lo que les “suene a niño/a” en el trato que se les confiera, no lo pueden soportar. Ellos no se sienten niños/as y por lo tanto esperan por parte de padres y educadores un trato apropiado y adecuado a su etapa evolutiva.
La “crisis de autoafirmación” es la crisis por la que el adolescente ejerce su necesidad evolutiva de manifestar su criterio, su opinión, sus gustos y ejecutar sus decisiones. Y esto, además, sin contar con las orientaciones de los padres y de los adultos en general, lo cual les lleva a frecuentes enfrentamientos con sus progenitores. Esta necesidad de afirmación les lleva a una búsqueda de autonomía, manifestada en querer decidir todo lo que afecta a su vida, y una búsqueda de independencia, que les lleva a intentar ejecutar sus decisiones sin contar con nadie y todavía menos si son sus padres. Quieren y desean decidir todo lo que afecte a su vida: sus horarios, sus planes, sus compras, su ritmo, sus amigos, su descanso, su ropa, sus salidas, ¡todo! Ante esto, la estrategia de los padres y educadores será la de negociar y negociar, aunque tendrán que soportar y aceptar que haya cosas innegociables.
Ni que decir tiene que esta búsqueda de autonomía y de independencia provocan un estilo de relación con los padres y con los que ejercen la autoridad sobre ellos, que les lleva a estar desafiantes, rebeldes, provocadores, irritables, distantes, reservados/as, chulescos, autosuficientes, narcisistas, egocéntricos, egoístas y escurridizos. Pero no por ello dejan de necesitar el cariño y el amor de los padres. Tal vez, por el grado de inseguridad personal y de incertidumbre ante el futuro que se les abre, es cuando más necesitan de la cercanía y del afecto de los padres. Pero esto no se les puede ofrecer como se hacía hasta ahora, sino de otro modo. Necesitan que se les quiera, pero de otro modo, con otras manifestaciones y trato que no les haga sentirse niños/as. Esto es una de las grandes tareas que han de aprender los padres en esta etapa: a tratar a sus hijos/as de otro modo.
 
 UNA CLAVE DE INTERPRETACIÓN: LA ADOLESCENCIA COMO PROCESO
 
* Proceso en búsqueda del “SER”
 
 
 
 
 
              CRISIS de IDENTIDAD
CRISIS de AUTOAFIRMACIÓN
 
* Proceso de AUTONOMÍA
* Proceso de INDEPENDENCIA
 
 
1.2.                       Una etapa de especiales dificultades
 
Realmente la adolescencia constituye una etapa de especiales dificultades en todas las esferas de la personalidad. Indicamos brevemente algunas.
 
– Esfera emotivo-afectiva: Desataca por una inestabilidad emotiva, ambivalencia afectiva, exacerbación de la crítica, disconformidad con todos y en todo. Por una falta de comportamiento lineal: incoherente con las consecuencias de sus actuaciones. Necesidad de aprobación, de estima y una búsqueda de afecto y reconocimiento de sí casi sin límites. Y todo ello adornado por un despertar sexual florido, elevado interés por el sexo y con toques de misterio. ¡Ahí queda eso!
 
– Esfera social y familiar: Se caracteriza por un deseo imperioso de ser aceptado/a por los grupos sociales: familia, colegio, amigos, pandilla … Con  una necesidad de expansión y comunicación y unos deseos de libertad sin límites, al mismo tiempo que una necesidad de ser escuchado, hablar sin cortapisas y desahogarse sin miedo a ser criticado.
 
– Esfera escolar: Suele caracterizarse por un descenso en el ritmo de estudios o en los resultados académicos. El adolescente, la mayoría de las veces, no fracasa por falta de aptitudes o capacidades, sino como consecuencia de las interferencias que ocasionan lo problemas de personalidad, de relaciones interpersonales  y afectivas, de tensiones en el contexto familiar, escolar y/o social.
 
– Esfera vocacional-profesional: Se da una búsqueda de respuesta a interrogantes tales como : ¿Qué quiero ? ¿De qué soy capaz?. Aunque no llegan a unas conclusiones muy claras y si llegan a alguna siempre tiene un toque de inseguridad y de falta de confianza en sí mismos. Cambian con cierta frecuencia de sus opciones profesionales y vocacionales, fluctuando entre  la infravaloración y la hipervaloración de sus cualidades.
 
– Esfera de los valores y de los aspectos religiosos: Es el momento de comenzar con la construcción de un código moral. Con la consolidación de un cuadro de ideales, entrando en una crisis de moralidad y crisis religiosa: critica la religiosidad del niño y construye su propia religión sobre motivaciones personales. Su religiosidad posee una connotación emotiva y afectiva.
 
Todo esto le hace comportarse de forma:
– Irritable y Distante: Porque creen no ser comprendidos por nadie, especialmente por lo padres.
– Reservada: Porque temen el ridículo o a que “les pase algo” que nos les pasa al resto de sus iguales.
– Jactanciosos y desafiantes: Como signo de alardeo ante los otros motivado por su inseguridad.
– Narcisistas y ensimismados: Porque estás pendiente de sí mismo/a y de sus constantes cambios.
– Deprimidos y desalentados: Porque parece que nada les salga bien.
– Rebeldes y provocadores: Porque quieren autoafirmarse y decidir por sí mismos.
– Escurridizos y no comprometidos: Porque la confrontación directa les resulta demasiado desagradable, dolorosa y comprometida.
– Hiperafectivos: Necesitado/a de constante afecto y cercanía por el miedo a que les puedan dejar de amar por ser como son y comportarse como se comportan.
 

  1. Para ir situándose y no morir en el intento

 
2.1.                      Los giros mentales de los adolescentes
 
Se trata de giros que hacen en su mente y en su mundo emocional y que confunden a todos los que les escuchan. Ellos afirman un cosa verbalmente pero ocultan lo que emocionalmente están sintiendo, lo cual lleva a confundir a quienes están intentando llegar a entender algo de lo que le pasa a su adolescente querido. A modo de ejemplo enumero algunos de los giros más frecuentes que yo escucho. (En negrita se destaca lo que verbalizan y sin negrita es el mundo emocional que subyace a la verbalización y que expresa su necesidad):
– No me agobies, pero… no me olvides
– No me preguntes, pero… interésate por mí
– No vayas a verme, pero… estate allí
– Ignórame, pero… estate en casa conmigo
– No me toques, pero… quiéreme
– No resaltes mis cualidades, pero… siéntete orgulloso/a de mí
– No me controles, pero… ocúpate de mí
– No me corrijas, pero…oriéntame
– Déjame hacer lo que yo quiera, pero… márcame el camino
No hay que volverse locos, esto es así. Intentemos situarnos sin decaer en el camino. ¡Ánimo!
 
2.2.                      El mundo afectivo del adolescente
 
Está polarizado en sus amigos. “Por tener amigos son capaces de hacer lo que sea necesario”. Sus amigos son fuente de autoestima y seguridad  personal, fuente de sentirse queridos, aceptados, valorados…Favorecen el sentido de pertenencia a algo. El grupo de amigos es lugar de refugio, de apoyo y ayuda, son la fuente principal de afecto. La pandilla es el lugar de socialización, de aprendizaje de normas, de respeto por la estructura. La pandilla se convierte en el lugar de  encuentro donde compartir opiniones, recibir influencias… y no siempre buenas. Lo importante no es tener muchos amigos, pero sí poseer, al menos, 1 ó 2 buenos amigos.
En el grupo, el adolescente siente que se le toma en serio, se siente comprendido y no necesita discutir sus gustos o  planteamientos vitales. En los grupos de amigos, los adolescentes creen que se comportan como adultos, viven en su           propia «sociedad» con  sus reglas establecidas. Es el trampolín para una vida futura: sociedad, pareja, familia. No obstante, delante del grupo de iguales el adolescente se comporta presionado por la aceptación de los iguales, lo cual les lleva en muchos momentos a modificar su conducta habitual. No es extraño que un día le llamen del colegio o instituto de su hijo/a para notificarle una conducta disfuncional que no es habitual en su hijo/a. Antes de tomar decisiones precipitadas, piense en la presión de grupo que su hijo/a haya podido sufrir.
 
2.3.                      Las normas y los límites
 
En la adolescencia normas y límites son necesarios. La educación es algo más que amor, ternura, apoyo, comprensión, estímulo y paciencia. La educación implica también establecer unos límites claros y enseñar a ser independiente. Amor + límites es una pauta educativa esencial en la vida de un hijo/a. Mucho amor, pero también capacidad de poner límites y decir sí en unas circunstancias y no en otras.
Conforme el chico/a van creciendo e independizándose, se encuentran con un mundo más grande y extraño ante sus ojos. Es por ello que necesita la ayuda de los adultos para disponer de unas marcas orientativas que le acompañen en su proceso de búsqueda de información y de encuentro con el entorno con el que van interaccionando.
Necesita la ayuda de adultos que le muestren el camino cuando ya no sepa seguir, le den ánimos cuando vacile, lo elogien cuando alcanza  sus metas, y lo cojan al vuelo cuando comience a ir  por mal camino. Independientemente de la edad, desea disponer de un modelo de conducta que le permita orientarse. Pero este modelo no lo acepta si es demasiado rígido, sin libertad de movimiento y de espacio, sin opción a poder opinar, exponer, ser escuchado/a y negociar. Las pautas de comportamiento sirven para regular la vida en sociedad, pero también pueden ser cuestionadas. Esto se manifiesta de una forma especial en la edad del “no” y la pubertad-adolescencia. En esencia los límites y las normas son medios de ayuda, pilares importantes para limitar el terreno de la vida y que podamos transitar por él sin mucho riesgo a lesionarnos.
La capacidad de poner límites y normas a los hijos ha de ir siempre de la mano con el amor, la ternura, el cariño, el refuerzo positivo, la aprobación, el estímulo, etc…. Y esto se ha de mantener también durante la adolescencia, por muy difícil que resulte. El/la  adolescente sigue necesitando del amor y el reconocimiento de los adultos que le rodean, y también de las pautas necesarias para que la interacción con el entorno le sea saludable. ¡Todo un arte!
 
LA NORMA
(en la adolescencia)
 
AFECTO                +                            LÍMITE

 
 
 
 
 
RESPETO                                    NEGOCIACIÓN
ESCUCHA
ATENCIÓN
NO DESCALIFICATIVOS
NO HUMILLACIONES
NO DESPRECIOS
VALORACIÓN DE “SUS GUSTOS” y “COSAS”
APROBACIÓN DE “ALGUNAS ACTUACIONES”
 
 
A la hora de respetar las normas, me parece importante:
– No discutir una y otra vez con los hijos lo que se ha acordado. Es preferible limitarse a repetir lo que se había decidido previamente.
– Ser claro y predecible. Los hijos tienen que saber lo que piensan sus padres y lo que va ocurrir si no cumple lo decidido.
– Evitar en lo posible el castigo.
– No amenazar ni hacer reproches; insistir en la norma acordada de forma calmada y paciente.
– Cuando el hijo/a no cumpla la norma, aplicar las consecuencias anunciadas. No es un castigo sino la aplicación de las consecuencias previstas.
– No olvidarse de los elogios y reconocimientos.
Por otra parte, a veces, será necesario también negociar: ¿Cómo? ¿En qué?
Ciertamente hay cosas innegociables: tomarse una medicación necesaria para la salud y prescrita por el médico; utilizar armas y violencia; maltrato continuado hacia un hermano/a; cualquier valor o comportamiento que crean que no se deba discutir en sus casa.
Pero hay otras cosas que pueden ser negociables: por acuerdos (todo o nada; 100% frente al 0%; 30%- 70%; por permuta de responsabilidades (cambiar una responsabilidad por otra); por modificación de responsabilidades (dejar una responsabilidad para potenciar otra).
      “No podemos proteger a nuestros hijos de la vida, por lo tanto es esencial que los preparemos para ella.”
 
 
ACTITUDES BÁSICAS ANTE EL/LA ADOLESCENTE

 
PROPONER

 
EXPONER

 
NO IMPONER
 
Y …

 
NEGOCIAR
 
 
2.4.                      Es necesaria la comunicación
 
El que sea necesaria no quiere decir que sea fácil. De hecho, no lo es. En la comunicación con un adolescente hay que asumir dos situaciones:
– Que de los temas que ellos quieran hablar con los adultos de referencia en su vida lo harán cuando ellos quieran, donde ellos quieran,  a la hora que ellos quieran y en el momento más intempestivo para el adulto. Pero este momento es mágico, si se deja  para después o no se aprovecha en ese momento, ya no se puede recuperar. Por lo que no hay que perdérselo.
– Se pueden hablar de varios temas con los adolescentes cuando nosotros (los adultos) queramos. Son temas triviales para nosotros, pero no para ellos, ya que son tema de su interés. Los principales temas que podemos hablar con ellos sin que se cierren en banda y nos ignoren son: deportes, su música, sus hobbies, ropa y cotilleo de la vida social de los “otros”. Todo padre o educador que se pasa 5 años hablando con su hijo/a de estos temas y mantenga una vía de comunicación abierta con sus hijos en base a estos 5 temas, al pasar la adolescencia comprueba cómo comienza a generarse y a compartir un estilo y  una profundidad en la comunicación con sus hijos que siempre deseó.
Una de las grandes herramientas para una buena comunicación con sus hijos es la escucha activa. Las principales características de la escucha activa y comprensiva son:
– Dar señales verbales y no verbales de escucha
– Asegurar la atención del interlocutor, comunicándole interés por lo que está diciendo.
– Recibir y no emitir. No interrumpir el discurso del interlocutor.
.-Evitar “adivinar” lo que el otro va a decirle.
– Identificar las expresiones y sentimientos del que está emitiendo. Establecer empatía y comprender sentimientos.
– Centrarse en el tema y salvar la persona. Evitar juicios o soluciones prematuras.
– Evitar contra argumentar.
– Negar la existencia de problemas: compadecer, consolar, tranquilizar, proteger constantemente.
– Interrogar constantemente
– Evitar respuestas del tipo: “ Ahora no es el momento de hablar de esto”
¿Cómo comunicarse con un adolescente?: Sin prestar una atención “descarada”. Escuchando como quien “no escucha”. Sin dejar de hacer lo que estamos haciendo. Sin ánimo de aconsejar aunque te mueras de ganas de decirle lo que tiene  que hacer. Dejándoles elegir. Dejándoles equivocarse. Hablando de la cosa más sublime como si   se tratase de lo más trivial. Y…Cuando ellos quieran (sin forzar).
 

  1. Mensajes que los adolescentes desean oír

 
– Primer mensaje: “Estoy orgulloso a ti”. Sintiéndonos orgullosos del/la adolescente, aunque sea en algunos aspectos solamente, ayudamos a construir la autoestima de nuestro hijo/a. Sin compararle con otros le hacemos un ser único en el mundo.
– Segundo mensaje: “Puedes acudir a mí para lo que te haga falta; siempre estaré aquí para escucharte”. Un adolescente da mucha importancia a poder acudir a sus padres cuando existen problemas; aunque exista rebeldía, en los momentos difíciles necesita tener una seguridad: “mis padres están ahí”.
– Tercer mensaje: “Quiero comprenderte”. Muchas veces, cuando nuestro hijo nos acusa de que no le comprendemos es tan sólo una manera de defenderse. Confunde” no comprender” con  no estar de acuerdo. Si tenemos la sospecha de que lo único que ocurre es que simplemente no estemos de acuerdo con él, podemos repetir lo que nos dice, sus argumentos, sus ideas, hasta que se dé por satisfecho y ….Entonces decirle: “ Ves que comprendo lo que quieres decir y no por qué; si no es así, quiero llegar a comprenderlo. Pero me parece que nuestro problema no es de falta de comprensión sino de falta de acuerdo”.
– Cuarto mensaje: “Confío en ti”. Confianza gradual según conocimientos y experiencias. Pero ir dándole la confianza que se le pueda dar.
– Quinto mensaje: “Te quiero”. Es el mensaje más importante que chicos y chicas quieren oír de sus padres. El amor es el ingrediente esencial de una familia sana. Un “te quiero”, dicho en voz alta y a menudo, nos ayuda a saber quiénes somos y por qué hemos nacido. Cuando un/a adolescente no está seguro del amor de sus padres, los otros cuatro mensajes anteriores no significan nada. Necesitan que le digan que les quieres y que se lo demuestren. ¿Cómo pueden estar seguros de que les quieren si nunca se lo han dicho? ¿Cómo pueden estar seguros si sus padres nunca pasan el tiempo con él/ella?
La manera de demostrar el amor a un hijo se deletrea con estas letras: T – I – E – M – P – O. Darle regalos, proveerle de comida y ropa, mostrarle cariño de otras maneras está bien, pero también hay que estar dispuesto a perder tiempo con nuestro hijo adolescente: ir de pesca, ir de tiendas juntos, jugar, reírnos juntos.
No podemos olvidar que el /la adolescente sufre una crisis global de su persona que repercute en el tema de los estudios negativamente en dos aspectos fundamentales: La motivación y el rendimiento académico. Ambos disminuyen poderosamente durante esta etapa de la vida tan compleja y, al mismo tiempo, tan interesante.
Los factores de influencia que llevan a un adolescente a desmotivarse y a bajar su rendimiento académico podemos enumerarlos en los siguientes, aunque siempre se podrán añadir algunos más asociados a las características de cada adolescente:
El drama interior en el que viven hace que pasen los estudios a un segundo plano.
Edad en que se siente decepcionado/a por: Su aspecto físico. Desconcertado/a por la aparición de la sexualidad. Confundido/a con su estado emocional y con su propia identidad. Angustiado/a por su falta de confianza en sí mismo/a. Incomprendido por no sentirse entendido y apreciado/a.
– Pereza habitual del adolescente, relacionada con sus transformaciones orgánicas. Siempre “está cansado/a”.
– Hiperestimulación del mundo exterior: Salidas del fin de semana, fiestas, amigos, sexualidad.
– Carácter propio del adolescente opuesto al “trabajo bien hecho”: Impaciente, cómodos, anárquicos, frágiles, desafiantes….
– Ante los estudios el/la adolescente: Suele estudiar con mucha prisa. Su meta principal no es aprender mucho o hacer la tarea lo mejor posible, sino acabar cuanto antes. El libro le quema en las manos (por eso mira constantemente el reloj). El estudio se reduce a hojear y ojear.
¿Cómo situarse entonces ante un/a adolescente estudiante?
– Afirmarle su autonomía e independencia por negociación y consecuencias anunciadas.
– Negociación – Responsabilidad. Supervisión de su rendimiento académico con el tutor/a correspondiente.
– Afecto y respeto
– Potenciar su autoestima y su autoconfianza. Utilizar el refuerzo positivo ante los logros conseguidos
– Esperar y no desesperar
– Potenciar sus cualidades intelectuales y no intelectuales
– Intentando “ querer” lo que ellos “quieren”
– Disfrutar de ellos y con ellos de vez en cuando. Que no sea el tema estudios el único tema que les una.
 

  1. ¿Qué hacer para convivir con un adolescente?

 
A modo de resumen y sin ánimo de colapsar la mente con pautas que provoquen un sentimiento de culpabilidad o de incompetencia, resumo algunas de las ideas expuestas anteriormente y que nos pueden servir para convivir con un adolescente.
– Cargarse de paciencia y de ánimo, sabiendo que esto se termina.
– Aprender a tratar a su hijo/a de otro modo. No se trata de no prestarle atención, sino de hacerlo de otra manera. Contando más con su opinión, respetando sus gustos, sus opiniones, por muy peregrinas que le parezcan.
– Estar ahí ¡siempre!  No abdicar en la función de padre/madre. Él/ella le necesitan, no deje de estar en sus vidas.
– Apreciar y valorar alguna de las cosas que a ellos les gusta, aunque no sea de su agrado.
– Negociar en la mayoría de las situaciones. Aunque habrá cosas innegociables.
– No dejar de decirles lo que usted considera oportuno, pero no imponga su criterio en todas las ocasiones. Exponga, proponga, negocie y en algunas ocasiones tendrá que decir que esto es así y así se ha de mantener.
– Manifieste el cariño que le tiene a su hijo/a adolescente, pero hágalo de un modo que no le haga sentirse niño/a.
– Si están ambos miembros de la pareja en casa, mantenerse unidos a la hora de poner criterios educativos.
– Favorecer su autonomía, dejándole que él/ella estructure su vida personal, permitiendo que elija, decida y que en algunas ocasiones se equivoque, ayudándole a que asuma las consecuencias.
– Favorecer su independencia, garantizándole su propio espacio físico y emocional, respetando su capacidad de aislamiento, favoreciendo su intimidad y negociando sus propuestas.
– No proferir humillaciones verbales, no verbales  o gestuales y por supuesto físicas. Respetar la dignidad.
– Potenciar que participen en actividades que desarrollen la autoestima y el sentirse a gusto consigo mismos: deportes y actividades de la naturaleza; teatro, baile, danza; música; actividades artísticas (cerámica, pintura, escultura, etc.); actividades grupales en asociaciones, entidades juveniles, deportivas, culturales.
– No proteger en demasía a los hijos. No evitarles los problemas y conflictos
– No solucionarles los problemas y conflictos
– Enseñarles a afrontar las dificultades de la   vida
– Fomentar la elección  de alternativas ante las diversas situaciones que se les presenten en la vida.
– No castigar frecuentemente. Es mejor la aplicación de consecuencias anunciadas.
– Reconocer méritos
– Mostrar interés por los temas que a ellos les interesan. Busque una vía de comunicación con ellos por muy superficial que le parezca.
– Reconocer la unicidad. No comparaciones. Su adolescente es único/a.
No hay que desanimarse ni tirar la toalla. Aunque sea una etapa difícil, el adolescente ha de pasar por ella para hacerse adulto y adulto competente, por lo que es necesario facilitársela, y es por ello por lo que hemos de estar ahí, escuchándolos, atendiéndolos, reforzándolos, pero también orientándolos. ¡Ánimo! y no morir en el intento.
 

ANTONIO RÍOS SARRIÓ

antoniorios@salesianos.edu

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA
 
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