Comprar para ser

1 mayo 2008

Hace 100 años o más los europeos iban a Nueva York simplemente porque no podían más. Huían de una Europa desigual donde la miseria, la arbitrariedad y la explotación no les dejaban otra salida que la alternativa entre la semiesclavitud y la tentación revolucionaria. Algunos se fueron al llamado Nuevo Mundo no tanto por mundo cuanto por nuevo. Llegaban a Nueva York tras un viaje de penuria y eran confinados en la isla de Ellis para darles permiso de entrada. La leyenda cuenta que las inmigrantes embarazadas solían pedir permiso para ir al servicio, que se encontraba ya en territorio estadounidense. Y allí, en plena letrina, parían a sus hijos para que fueran americanos y pudiera entrar toda su familia al país de todas las oportunidades.
La Semana Santa pasada han sido bastantes los europeos que han elegido Nueva York como destino ocasional. No han ido ni a parir ni a quedarse, sino a algo tan trivial como comprar barato. Con el euro a más de un dolar y medio, las tiendas no se visitaban sino que se saqueaban y un escaparate dejaba de ser el altar del consumo imposible para convertirse en la tentación asequible. La crisis, sin duda, existe y existirá. Pero para los hijos de las clases medias el ahorro ya no es una virtud y ahora lo que cuenta es la posesión –que no necesariamente el goce– de las cosas.
Desde la antigüedad, las grandes migraciones, aunque fueran breves como una Semana Santa, servían para abastecerse de lo más indispensable. En la tribu vecina había ganado y en nuestra tribu el ganado había caído enfermo. Se montaba una expedición guerrera y se iba a por las vacas y los carneros.
Mucho tiempo después los españoles descubrimos la existencia de Andorra y nuestros padres y abuelos llenaron
 
sus aparadores con un exceso de vasos de duralex. Hoy las bondades de la tribu vecina se encuentran en la Quinta Avenida. Y ya no compramos carne sino pantalones Levi’s o lo último en tecnología. La abundancia es que sobre de todo. Y el euro nos permite comprar por comprar.
Me pregunto si en ese acto de la compra no habrá una metáfora de nuestro comportamiento político. En ese tipo de compras compulsivas el mejor argumento es el hecho de comprar barato. Y para eso no hace falta un vendedor que nos convenza de la bondad de la compra que vamos a hacer. Basta con la mercadotecnia universal para llegar al primer chiringuito de Nueva York y comprar los iPhones a pares.
El sociólogo Richard Sennet, en su libro La cultura del nuevo capitalismo se pregunta también si en el fondo no estamos comprando una política barata. Nos disgustan los candidatos que nos hacen preguntas y que intentan el diálogo con el votante de la misma manera que el vendedor busca persuadir al comprador.
El nuevo capitalismo del consumo sabe lo que queremos: comprar barato aunque no nos haga ni puñetera falta. Comprar objetos, modas, tendencias que han sido programadas no tanto para su uso durable sino para su obsolescencia inmediata. Solo así regresaremos a Nueva York a sentirnos reyes del mundo por el hecho de comprar lo más nuevo aunque cada día nos sintamos más viejos.

JOAN BARRIL

El Períodico 24.3.08

Para hacer
Compramos lo que no necesitamos, con tal de que sea barato. ¿Es así?
¿Qué más ideas se dicen en el artículo que nos reflejan a nosotros?
Relacionar todo esto con lo dicho en la página anterior (¿Compraste tu cuerpo? ¿Lo hiciste tú o lo heredaste? Entonces, ¿cómo dices que es tuyo?).
Relacionarlo tambièn con el contenido de la página siguiente.

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