Inés Vázquez González es Responsable de Educación para el Desarrollo de la Fundación Jóvenes del Tercer Mundo
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
En nuestro mundo globalizado, la pobreza, en vez de disminuir, avanza aumentando la brecha entre ricos y pobres. Partiendo de la realidad actual, el artículo analiza la Declaración del Milenio, constatando la alarmante situación de incumplimiento de sus objetivos, al mismo tiempo que apunta paradójicamente las grandes posibilidades reales existentes en la Humanidad para acabar con las desigualdades e injusticias. Y subraya especialmente que el empeño por acabar con el hambre en el mundo es una cuestión de responsabilidad personal y que el compromiso personal es el motor del que parten todas las demás acciones.
Como ya expresó el famosos poeta inglés del siglo XVII John Donne, mientras haya un hombre pobre en el mundo, todos seremos pobres. Esta frase encierra en sí misma un principio de responsabilidad compartida y deinterdependecia entre seres humanos que vuelve a manifestarse en otra de sus célebres frases: Ningún hombre es una isla, algo completo en sí mismo; todo hombre es un fragmento del continente, una parte de un conjunto.
- Un mundo interconectado y algunas contradicciones
La idea de un mundo interconectado es cada vez más una idea extendida y aceptada por todos. El fenómeno de la globalización ha evidenciado esta realidad de forma muy patente en nuestra vida cotidiana. Cosas como comprar frutas tropicales en pleno invierno o ver canales de televisión de otros países son ya algo aceptado como “normal” en nuestra sociedad. A la aldea global de la que habló McLuhan le cuesta ya recordar cómo era el mundo hace unos años. Este sociólogo canadiense vislumbró ya en los años 60 el papel trascendental que jugarían los medios de comunicación en la cultura, en el arte, en la enseñanza y en las costumbres y modos de vida de los años noventa. Y no se equivocó.
Quizá sea la llegada de Internet a nuestras vidas la revolución más destacable en materia de comunicación, haciendo que los individuos que componemos la sociedad civil podamos ser a la vez receptores y emisores de información. Internet, además, ha revolucionado el concepto de cercanía-lejanía. Como citan en su libro Flores Vivar y Miguel Arruti[1]: En los albores de las nuevas comunicaciones digitales, la sociedad se convierte realmente en una pequeña aldea. El concepto de distancia, de lejanía, no tiene razón de ser en esta nueva sociedad. Internet nos permite acercarnos en cuestión de nano-segundos o micro- segundos a sitios y lugares virtuales y recabar información que antes sólo se lograba con gran esfuerzo. Internet crece cada vez más y el mundo analógico se hace cada vez más pequeño, convirtiéndose en una aldea digital, en una sociedad informatizada..
Este pequeña aldea, sociedad digital como la califican los autores del libro, es nuestro planeta Tierra, un planeta lleno de contradicciones. Ellas nos enfrentan al hecho de que, aun conociendo mejor que en ningún tiempo pasado lo que sucede en el otro extremo del mundo, aun disponiendo de avances tecnológicos y recursos nunca antes conocidos, permitimos que exista todavía una realidad dramática y anacrónica en relación al grado de desarrollo alcanzado por la sociedad occidental: la pobreza.
En las últimas décadas se han producido grandes cambios. Los procesos de globalización de la información y de los intercambios financieros han generado un crecimiento económico espectacular que, sin embargo, no ha contribuido a garantizar los derechos humanos ni a mejorar las condiciones de vida en todas las regiones del mundo. Más bien al contrario, ha aumentado la desigualdad y la injusticia hasta cotas escandalosas. El modelo de desarrollo vigente tan sólo beneficia la economía de los países ricos y demuestra cada día que depreda de forma insostenible el medio natural, generando la exclusión de millones de seres humanos.
La globalización, tal y como está planteada actualmente, es tremendamente útil al liberalismo económico más ortodoxo ya que, mientras recibe los beneficios económicos succionando recursos con la facilidad que le proporciona la libre circulación del capital financiero y de las multinacionales, evita tener que hacerse cargo de la pobreza que genera gracias a las restricciones en la circulación de las personas. Esta gran contradicción está en la base misma de la pobreza.
Como describe muy bien Xavier Ezeibarrena[2], la globalización no está exenta de límites y problemas estructurales que todas las sociedades debemos abordar con determinación y solidaridad colectiva. Si los mecanismos del mercado logran dirigir los destinos de los seres humanos, la economía acabará (si no lo hace ya) dictando sus normas a la sociedad y no al revés. Llegará un momento en que la democracia será irreconocible y los valores que inspiraron las democracias modernas y los derechos fundamentales desaparecerán de nuestros mapas. Serán, quizás, algo superfluo que el mercado devorará sin mayor contemplación.
Este reduccionismo que traduce todo en términos económicos queda muy bien expresado en la siguiente frase de Pere Casaldàliga, obispo emérito de Brasil: No aceptamos esa sociedad oficial que reduce la vida humana a mercado o, en el mejor de los casos, se propone el objetivo, siempre aplazado, de reducir el hambre a la mitad.
- La cifras de la vergüenza
Inconcebiblemente la pobreza, lejos de disminuir, avanza[3]. Pese a los esfuerzos realizados durante décadas, la brecha entre ricos y pobres sigue aumentando. Hoy, más de 3.000 millones de personas carecen de una vida digna a causa de la pobreza. En muchas regiones de África y Asia, se constata una disminución de los ingresos reales. Esto significa una reducción del acceso a la educación, de las prestaciones sanitarias y de las expectativas de vida. Son países enteros que se ven paulatinamente excluidos del nuevo orden global.
También en los países industrializados, donde los ricos son cada vez más ricos, los pobres aumentan y se detecta un empeoramiento de la situación de la clase media. El declive del Estado de bienestar está acentuando cada vez una polarización social. Pero sigue siendo en los países del Sur donde las cifras de la injusticia muestran su rostro más duro. Cada año mueren 10 millones de niños y niñas menores de cinco años por causas evitables; 97 millones de menores (de ellos 57 millones son niñas) no pueden ir a la escuela; en los países empobrecidos tener un hijo supone un riesgo real de muerte para una de cada diez mujeres; más de 1.000 millones de personas carecen de acceso a agua potable y más de 2.200 millones carecen de redes de saneamiento.
Sólo en África subsahariana, 247 millones de personas se ven obligadas a vivir con menos de un dólar diario. El 10% más rico del planeta disfruta del 70% de las riquezas La expectativa de vida de un recién nacido en los países más pobres es de 38 años. Una quinta parte de la población mundial es responsable del 60% del consumo global, poniendo en peligro los recursos disponibles del planeta Tierra. Las cien mayores compañías suman unos ingresos anuales superiores al producto interior de la mitad de los países del mundo. Unos 2.200 millones de personas (51 veces la población española) no disponen de atención sanitaria….
Estas son sólo algunas cifras que ponen de manifiesto el grado de injusticia que hemos alcanzado en las últimas décadas. Una injusticia y una sin razón que van en aumento y que agudizan las crisis en muchas regiones del mundo. En una sociedad llena de desigualdades no es posible que florezca la paz. Sin embargo, lejos de revertir esta tendencia mundial a situar la economía por encima de los seres humanos, ésta se afianza y desemboca en paradojas tales como que el gasto bélico supere al gasto en desarrollo. Algunos datos más que ilustran la situación:
– La ayuda al desarrollo ha descendido en más de un 20% entre 1992 y 1999.
– Según Naciones Unidas, los países ricos deberían invertir al menos 195.000 millones de dólares (el doble de lo actual) para alcanzar los Objetivos del Milenio, lo que representa la quinta parte del presupuesto militar anual (900.000 millones de dólares).
– El presupuesto de EEUU para 2005 es de 500.000 millones de dólares, un 41% más que en el año 2001. La FAO(Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) no ha conseguido recaudar los 24.000 millones de dólares adicionales que deberían lograrse al año para conseguir el objetivo de la Cumbre Mundial de la Alimentación: reducir el número de personas malnutridas a la mitad para 2015.
– 156 países en desarrollo gastan como media el 39% de lo que producen en satisfacer su deuda externa.
– Más de la mitad de los países africanos gasta más en el pago de la deuda que en la atención sanitaria a sus ciudadanos. África subsahariana tendrá en 2010 más de 18 millones de huérfanos a causa del sida.
– Por cada euro de ayuda, los países ricos empleamos 6 euros en subvencionar nuestra agricultura.
– Las barreras arancelarias cuestan a los países en desarrollo 100.000 millones de dólares anuales, el doble de lo que reciben en concepto de ayuda.
– Si África, el sudeste asiático y América Latina vieran incrementada en un 1% respectivamente su participación en las exportaciones mundiales, el aumento resultante de sus ingresos podría liberar de la pobreza a 128 millones de personas.
- Los Objetivos del Milenio : una apuesta de mínimos
A lo largo de la década de los noventa, Naciones Unidas ha venido celebrado numerosas Cumbres y Conferencias Mundiales en las que ha tratado de dar soluciones a los crecientes problemas de paz, derechos humanos, democracia, gobernabilidad, sostenibilidad ambiental, erradicación de la pobreza, dignidad humana, igualdad y equidad. De las Cumbres y Conferencias celebradas, cabe destacar:
– Conferencia Mundial sobre la Educación para Todos (Jomtien, Tailandia; 1990).
– Cumbre Mundial en favor de la Infancia, (Nueva York; 1990).
– Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Río de Janeiro, Brasil; 1992).
– Conferencia Mundial de derechos Humanos (Viena; 1993).
– Conferencia Mundial sobre la Población y el Desarrollo (El Cairo; 1994).
– Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Social (Copenhague; 1995).
– Cuarta conferencia Mundial sobre la Mujer: Acción para la Igualdad, el Desarrollo y la Paz (Beijing, 1995).
– Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos (Hábitat II) (Estambul, 1996).
– Cumbre Mundial sobre la alimentación (Roma, 1996).
En este contexto los Objetivos del Desarrollo del Milenio sintetizan los objetivos de desarrollo tratados y debatidos en las Cumbres y Conferencias del decenio de 1990. En septiembre de 2000, 147 jefes de Estado y de Gobierno y 189 naciones en total, entre ellos España, reunidos en la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas se comprometieron en la construcción de un mundo más justo y solidario. Decidieron tomar nuevas medidas y aunar esfuerzos en la lucha contra la pobreza, el analfabetismo, el hambre, la falta de educación, la desigualdad entre los géneros, la mortalidad infantil y materna, la enfermedad y la degradación del medio ambiente. El documento resultante fue la Declaración del Milenio que contiene 8 objetivos, 18 metas especificas y 48 indicadores. Fue aprobado por unanimidad y las naciones se comprometieron a cumplirlos entre 1990 y 2015. Estos Objetivos, conocidos desde entonces como los Objetivos de Desarrollo del Milenio son:
Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre.
Objetivo 2: Lograr la enseñanza primaria universal.
Objetivo 3: Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.
Objetivo 4: Reducir la mortalidad infantil.
Objetivo 5: Mejorar la salud materna.
Objetivo 6: Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades.
Objetivo 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
Objetivo 8: Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
Aun tratándose de unos Objetivos que se han convertido en un referente a la hora de hablar de lucha contra la pobreza, la opinión común de muchas organizaciones sociales y de desarrollo es que los Objetivos del Milenio son unos objetivos de mínimos, limitados en sus aspiraciones y que tan sólo representan algunos avances respecto a sus reivindicaciones históricas. Aun así, es igualmente cierto que si en el año 2015 se lograra el cumplimiento de los ODM, tal y como están formulados, sería el mejor indicador de que se han producido transformaciones profundas en la estructura mundial y que se ha logrado revertir el agravamiento de la situación.
Sin embargo, la última Cumbre celebrada en Nueva York en septiembre de 2005, en la que se preveía la revisión y reiteración del compromiso de los Estados firmantes de la Declaración del Milenio cinco años atrás, ha supuesto una decepción y un retroceso desde el punto de vista de un amplio sector social que vienen batallando sin descanso por la consecución de estos mínimos. La plataforma Mujeres en Red, en su página web[4] se expresaba de la siguiente forma días después de la celebración de la cumbre:
“Un texto de mínimos y la decepción de no haber aprovechado esta Cumbre de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para concretar políticas específicas contra la pobreza, es la sensación que tanto el secretario general Kofi Annan como numerosas organizaciones sociales se llevan de este encuentro. Los líderes mundiales han aprobado un documento que olvida los Objetivos del Milenio y que deja claro la división de opiniones entre los países que apuestan por políticas de desarrollo para hacer un mundo más equilibrado y los que consideran que la solución pasa por incrementar la lucha contra el terrorismo.
Las organizaciones no gubernamentales lamentan la escasa referencia que este documento hace a las Metas del Milenio y han afirmado que los acuerdos alcanzados «no cumplen con las expectativas», las cuales están encaminadas a erradicar la pobreza, buscar la igualdad entre los géneros, mejorar la salud materna y lograr la educación primaria universal, que favorecen a las mujeres. Esperábamos una evaluación sobre los progresos o los no progresos respecto a los objetivos, pero el documento finalmente no ha incluido medidas concretas que garanticen que se avanza hacia su consecución. Se ha dado un paso atrás en cuestiones como la ayuda al desarrollo y el comercio internacional. También se advierte que algunos países se han empobrecido aún más en los últimos años, en un «retroceso sin precedentes».
A día de hoy, la comparación de la realidad actual de los países en vías de desarrollo con su situación en 1990 refleja los siguientes resultados [5]:
– 54 países son hoy más pobres que en 1990.
– En 21 países se ha incrementado el porcentaje de personas que pasan hambre.
– En 14 países mueren más niños menores de 5 años.
– En 12 países disminuyen las matriculaciones en la escuela primaria.
– En 34 países disminuyó la esperanza la vida.
– En 21 países se ha producido un descenso del índice del desarrollo humano (IDH, medida elaborada por el PNUD que resume las tres dimensiones del desarrollo humano: disfrutar de una vida saludable, recibir educación y tener un nivel de vida digno)
- ¿Se pueden lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio?
Mientras el nuevo milenio nacía, todos los países del mundo se comprometieron a reducir la pobreza, mejorar la salud, salvar el ambiente, proteger los derechos humanos y conquistar la paz. ¿Qué paso con ese compromiso? (…) El mundo se esta hartando de que sus dueños le tomen el pelo. Es una tarea urgente la exigencia de respeto por la palabra empeñada. Por que la distancia que separa las promesas de las realidades da también la medida del desafío que tenemos planteado, hoy por hoy, en términos cada vez más imperiosos, todos los que todavía creemos que es posible elegir entre la esperanza y la desesperación (Eduardo Galeano).
Los datos mencionados anteriormente indican que, de continuar la tendencia de la década de los noventa, para el año 2015 el cumplimiento de los Objetivos del Milenio estará bastante lejos de convertirse en realidad:
- A nivel mundial, sólo se cumplirán para 2015 dos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio: la reducción a la mitad de la pobreza de ingresos y el porcentaje de personas sin acceso a agua potable. Y ello debido más a los avances que se están produciendo en algunas regiones de China e India (cuyas enormes cifras de población descompensan la comparación) que a la evolución favorable en el conjunto de los países afectados.
- A nivel regional, África subsahariana no alcanzaría los objetivos referidos a la pobreza de ingresos hasta el año 2147, y en lo que respecta al SIDA y el hambre, la tendencia no es de reducción sino de empeoramiento.
En el marco de la Campaña POBREZA CERO, uno de los informes elaborados por la Coordinadora estatal deONGDs bajo el título “De las palabras a los hechos: seis años de incumplimiento”[6], plantea una situación realmente alarmante en relación a la situación de los Objetivos del Milenio en el momento actual.
Hacemos un pequeño repaso de cada uno de ellos , aunque recomendamos la lectura de dicho informe, mucho más amplio y detallado. Con relación a cada uno de los Objetivos, tomando como referencia las promesas hechas en el año 2000 y revisando la situación cinco años después, el balance no es muy halagüeño y queda como sigue:
Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre
Según el Secretario General de la FAO, este objetivo, si las cosas continúan igual, no se conseguirá en el 2015, sino en el 2150. Se está logrando en Asia oriental y el Pacífico pero no en África Subsahariana, América Latina y Caribe y algunas zonas de Europa y Asia Central.
Objetivo 2: Lograr la enseñanza primaria universal
Hacen falta 3.700 millones de dólares más al año para alcanzar este objetivo. En el año 2015, 47 millones de niños y niñas seguirán sin ir a la escuela y África no alcanzará este objetivo hasta el año 2150.
Objetivo 3: Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer
En más de 90 países la desigualdad de género todavía existe en todos los niveles educativos. El 60% de los menores sin escolarizar en el mundo son niñas. Las mujeres representan dos tercios de los 880 millones de analfabetos que hay en el mundo.
Objetivo 4: Reducir la mortalidad infantil
Según el ritmo actual, el Objetivo 4 no se cumpliría hasta el año 2045. Este retraso supone un coste de 41 millones de muertes infantiles hasta entonces.
Objetivo 5: Mejorar la salud materna
Más de medio millón de mujeres muere cada año a causa de complicaciones en el embarazo o en el parto. Este hecho acontece en una de cada 16 mujeres en el África Subsahariana y en una de cada 3.800 en los países ricos.
Objetivo 6: Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades
De los fondos prometidos para luchar contra el SIDA, África sólo ha recibido el 60%. Si no se invierte la tendencia, en el año 2025 la enfermedad podría propagarse a 90 millones de personas en el continente. Además, en África muere de media un niño cada 30 segundos por causa de la malaria y la tuberculosis sigue aumentando.
Objetivo 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente
De continuar a este ritmo, en el año 2015, alrededor de 650 millones de personas no tendrán acceso a fuentes de agua en buen estado. Un dato sorprendente es que actualmente, el consumo de agua en mal estado provoca más muertes que la guerra o el terrorismo. Según Naciones Unidas, la degradación ambiental es ya la segunda causa de fallecimientos de personas en el mundo.
Objetivo 8: Fomentar una asociación mundial para el desarrollo
La Ayuda Oficial al Desarrollo de los países ricos ha disminuido un 25% en los últimos 15 años. Sólo cinco países destinan el 0,7% de su renta a ayuda al Desarrollo – Dinamarca, Luxemburgo, Holanda, Noruega y Suecia-. Para que puedan cumplirse los Objetivos del Milenio habría que cancelar el total de la deuda externa de los 62 países más pobres del mundo. El G-8 se comprometió a cancelar la deuda de 18 países pobres, pero eso tampoco se ha cumplido.
- Cambiar nosotros para cambiar el mundo
Las cifras que manejamos pueden tener ciertamente un efecto desesperanzador. Constatar estadísticamente que la pobreza va en aumento es un hecho terrible pero real que debería sacudir los cimientos de la sociedad. Una parte del debate en torno a la erradicación de la pobreza gira siempre alrededor de la dificultad de lograrlo. Sin embargo, paradójicamente nunca antes tantas posibilidades reales tuvo la Humanidad para acabar con la injusticia y la desigualdad.
Muchas personas están convencidas de que somos la primera generación dotada de recursos económicos y tecnológicos y de los conocimientos necesarios para erradicar la pobreza extrema y acabar con la miseria en el mundo. Ante la pregunta de si es posible acabar con la pobreza y, aun de forma más concreta, si es posible alcanzar los Objetivos del Milenio, la respuesta es: por supuesto.
Por supuesto que los Objetivos del Desarrollo del Milenio son financieramente costeables y técnicamente viables. Es posible conseguirlos; es cuestión de voluntad, es cuestión de justicia y respeto por la palabra empeñada. Pero no es sólo un problema que compete a los Estados y a los organismos internacionales.
Evidentemente, el hecho de que los Estados asuman su parte de responsabilidad es una pieza importantísima del juego. El cumplimiento de los acuerdos firmados, destinar el 0,7 % del PIB como Ayuda Oficial al Desarrollo, condonar la deuda de los países más pobres y endeudados, garantizar un comercio justo para que sus productos tengan acceso al mercado global, eliminar las desigualdades de género, facilitar el acceso de medicamentos genéricos a los países más pobres,…. etc, todo ello son acciones que, si bien son ejecutadas en última instancia por los gobiernos, bien pueden y deben tener su origen, su punto de partida y su base en la sociedad civil.
«Para nosotros, el empeño por acabar con el hambre es una cuestión de responsabilidad personal. Queremos formar parte de la generación que haya logrado ese objetivo. Por ello, te pedimos que te unas a nosotros en la Alianza Internacional contra el Hambre». Son palabras de los Embajadores de la FAO en el 23º aniversario del Día Mundial de la Alimentación, celebrado el 16 de octubre de 2003.
No son pocos los cambios logrados a lo largo de la historia por la acción y la demanda insistente de grupos organizados de personas comunes. Ejemplos conocidos por todos como el logro del voto para las mujeres en diferentes momentos del siglo XX (en el año 1931 en España) , la jornada laboral de ocho horas, los movimientos por los derechos civiles en EEUU, y otros muchos acontecimientos que han traído mejoras y bienestar a nuestras vidas, fueron alcanzados gracias al esfuerzo de personas comunes que creyeron que un cambio era posible.
Estas personas , poseedoras de una convicción inamovible en lo que defendían, no esperaron sentadas a que sus respectivos Estados y Gobiernos asumieran por propia iniciativa los cambios que ellos querían ver. Se pusieron a la cabeza, en primera línea, en un ejercicio de ciudadanía que velaba por el bienestar de la comunidad y no por un interés particular e individualista.
En este sentido, resulta ilustradora la definición que del concepto de ciudadanía cosmopolita hace Adela Cortina[7]: Una ciudadanía cosmopolita capaz de convertir al conjunto de la humanidad en una comunidad basada en la solidaridad de la que nadie quede excluido.
El compromiso personal es el núcleo, el motor desde el cual parten todas las demás acciones. Sin esta base, ninguna acción puede ser sostenida con la intensidad y la persistencia suficiente como para vencer todos los obstáculos y salir vencedora. Sin este compromiso personal es muy difícil que puedan surgir valores como la solidaridad y la justicia y que podamos sentir realmente que la interconexión entre seres humanos de la que hablábamos al principio de este artículo es una realidad. Pero ¿de dónde nace este compromiso personal? ¿Es simplemente una cuestión mental, un cambio de mentalidad como se señala a menudo?. Más allá de un cambio en un nivel intelectual, se hace necesario un cambio a un nivel más profundo, un cambio que, por entendernos, podríamos denominar un cambio del corazón.
Para ahondar en esta idea me gustaría citar algunos pasajes del libro La Revolución Humana[8] del filósofo, escritor y activista por la paz japonés Daisaku Ikeda:
“Existen muchos tipos de revoluciones, políticas, económicas, industriales, científicas, artísticas, y más. Pero, sin importar cuánto cambien los factores externos, el mundo nunca mejorará mientras la gente permanezca egoísta y apática. Como dijo John F. Kennedy, en 1963: «Nuestros problemas fueron creados por el hombre, por lo tanto, pueden ser resueltos por el hombre. Y el hombre puede ser tan grande como él quiera.
Un cambio interno positivo en tan solo una persona es la esencial vuelta de tuerca en el proceso de hacer a la raza humana más fuerte y sabia. Esta «Revolución Humana» es, según creo, la más fundamental y vital de todas las revoluciones. Esta revolución (un proceso interno de auto reforma) es completamente pacífica y libre de derramamientos de sangre. En ella todos ganan y no hay víctimas.
La vida es una lucha con nosotros mismos; es un intenso combate entre avanzar y retroceder, entre la felicidad y la desdicha. Estamos cambiando constantemente, pero el problema real es si estamos cambiando para bien o para mal, si tenemos éxito en engrandecer nuestra estrecha visión centrada en nosotros mismos y asumir una visión más amplia. (…)
Al realizar acciones por los demás y comprometernos positivamente con ellos, nos volvemos personas más disciplinadas y mejores. (…) La felicidad que creamos como individuos, y los fuertes lazos que creamos unos con otros, generan la felicidad de toda la humanidad.
Transformar nuestras vidas en el nivel más fundamental es la clave para cambiar la sociedad. Un cambio profundo en la perspectiva con que vemos las cosas, o sea en la realidad interior de nuestras vidas, produce cambios en las funciones externas de nuestra vida, en otras personas y en nuestra comunidad.
Creo firmemente que una gran Revolución Humana en tan solo un individuo puede ayudar a lograr un cambio en el destino de una nación y permitir un cambio en toda la humanidad. (…)”
Finalmente, la responsabilidad última del mundo que construimos recae en cada uno de nosotros. Por mucho que giremos la cabeza mirando hacia gobiernos, multinacionales y otros organismos, (sin negar, claro está, la parte que les toca) y sigamos ignorando la necesidad de transformar nuestra propia actitud, nada cambiará. Como escribió Tolstoi “Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”.
No existen recetas mágicas para casi nada en la vida, pero a modo de conclusión me gustaría citar tres “virtudes” que todos podemos esforzarnos en desarrollar y asumir así nuestra parte de protagonismo y responsabilidad a la hora de construir el mundo que queremos:
– “Sabiduría, para reconocer la trama de vínculos indisolubles que mantienen unida la vida, en todas sus formas.
– Coraje, para no temer las diferencias ni negarlas; pero también coraje para respetar y tratar de comprender a las personas de diferentes culturas, y crecer a partir del contacto con ellas.
– Misericordia, para cultivar una empatía despierta, que vaya más allá del ambiente inmediato y abarque a los que sufren en lugares remotos.”[9]
Es mirando en esta dirección donde podemos vislumbrar una luz de esperanza y creer que realmente otro mundo es posible.
INÉS VÁZQUEZ
[1] J. FLORES VIVAR y A. MIGUEL ARRUTI, Ciberperiodismo. Ediciones 2010. Madrid 2001, 27.
[2] X. EZEIBARRENA, “Los límites de la Globalización”, El Correo digital, 13/09/06
[3] Datos y cifras extraídos del argumentario de la Campaña POBREZA CERO de la CONGDE
[4] http://www.mujeresenred.net/article.php3?id_article=355
[5] Informe del PNUD
[6] http://www.pobrezacero.org/documentos.php
[7] A. CORTINA, Ciudadanos del mundo: hacía una teoría de la ciudadanía, Alianza Editorial, Madrid 1997.
[8] D. IKEDA, La Revolución Humana. Emecé Editores. Buenos Aires, 1985.
[9] D. IKEDA, Educación para un Desarrollo Sostenible, Japan Times, 22 noviembre 2004.