COMUNIDAD EDUCATIVA: ESPACIO DE CARISMA Y MISIÓN COMPARTIDOS

1 mayo 2010

Juan Bosco Sancho Grau
Salesiano. Inspector de Valencia

SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Juan Bosco Sancho es provincial de los Salesianos de Valencia. Sus reflexiones parten de la realidad de que le toca animar y dirigir. Hay en él un convencimiento: la educación es hoy una tarea y una misión de una comunidad. Esta comunidad se define como educativa y pastoral. Su existencia es una demanda. En ella tienen sitio seglares y religiosos, educadores y familias, hombres y mujeres, jóvenes y adultos. Propone unos caminos de crecimiento para estas comunidades: implicación, corresponsabilidad, comunicación, formación.
 
Introducción
Dice un proverbio africano que “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Esta idea ha sido enunciada de múltiples formas a lo largo de las últimas décadas. La educación, en su sentido amplio, ha dejado de ser patrimonio de un solo agente educativo para convertirse en tarea y misión compartida por una comunidad.
La comunidad educativa ha cobrado también carta de identidad en los procesos educativos surgidos de las instituciones cristianas. En ellas se ha profundizado la vocación y misión de la comunidad educativa.
Este breve artículo pretender enumerar y reflexionar alguna de las principales intuiciones derivadas del creciente protagonismo de la comunidad educativa.
 

  1. La comunidad educativo pastoral

Una exigencia ampliamente demandada
El concepto de comunidad educativo-pastoral es una exigencia demandada desde diversas instancias.
Exigencia de una sociedad más democrática y participativa
Una de las características de las sociedades democráticas es el respeto por el ciudadano y la creación de cauces para que éste pueda participar en los asuntos que le conciernen. Quienes se ven implicados en el proceso educativo desean una creciente corresponsabilidad. De igual forma que la familia exige que sus convicciones éticas, sociales y religiosas sean respetadas y tenidas en cuenta.
Exigencia de una nueva idea de pueblo de Dios
El Concilio Vaticano II subrayó la idea del pueblo de Dios comprometido con las actividades de la ciudad terrena. Esta idea ha calado también en ámbito de la educación promovida por instituciones católicas. Muchos cristianos seglares han descubierto su vocación, misión y tarea en el mundo educativo, tanto en las enseñanzas formales como en el ámbito de la catequesis y el tiempo libre[1].
Exigencia de los avances pedagógicos
La pedagogía es una ciencia en constante desarrollo y evolución. La comunidad educativa se reivindica como elemento fundamental para dar mayor calidad a la acción pedagógica.
No obstante, la legislación emanada por las administraciones públicas, se reduce frecuentemente a normativas para la gestión burocrática de la comunidad educativa. En el mejor de los casos promueve una especie de “contrato social” para regular los derechos y deberes de los estamentos que la conforman.
Exigencia para recuperar las raíces originarias de las instituciones religiosas.
Muchas de las instituciones religiosas educativas no nacieron como un grupo formado por un alto número de miembros pertenecientes al clero o a la vida religiosa consagrada. En sus orígenes hubo movimientos de seglares conscientes de la necesidad de traducir su fe en obras; comprometidos con la tarea de educar ‘honrados ciudadanos y buenos cristianos’[2].
 
La comunidad educativa: policromía del arco-iris educativo
Los centros educativos cristianos han recorrido un interesante camino. Invitan a participar quienes tienen algo que aportar al mundo de la educación. Y no sólo a familias, profesores, alumnos, catequistas, animadores juveniles… sino que su radio de convocatoria se ha extendido a antiguos alumnos, grupos de tiempo libre, movimientos deportivos, educadores sociales, asociaciones culturales, comunidades cristianas… etc. Esta convocatoria amplia refleja un concepto de educación que trasciende lo académico para convertirse en un movimiento educativo y social de gran riqueza[3].
Esta convocatoria amplia presenta una interesante “policromía educativa”. Múltiples agentes educativos se han constituido actualmente en «familia educativa y educadora”. Es frecuente ver implicados, bajo el paraguas de un mismo proyecto educativo-pastoral, a religiosos y seglares; educadores y familias; mujeres y hombres; jóvenes y adultos; profesionales y voluntarios…
Seglares y religiosos.
La comunidad educativa, conformada de esta manera, ofrece un rostro más auténtico de pueblo de Dios. En ella se fusionan: seglares, ministros ordenados y personas consagradas. Cada uno ofrece su peculiar visión de la realidad, su estilo de vivir la fe y concretar el compromiso cristiano en el mundo.
Educadores y familias.
Las recientes encuentras sobre la juventud, publicadas por la Fundación Santa María[4] (4), arrojan un dato a tener en cuenta: la familia goza del más alto prestigio entre los jóvenes. En ella hallan el mayor grado de satisfacción, y es en su seno “donde se dicen las cosas importantes de la vida”. Aunque a veces se trata de un tipo de familia “light”, en la que algunos padres y madres hacen dejación de sus funciones educativas, es imprescindible que educadores y familias se unan en simbiosis, compartiendo preocupaciones, aunando esfuerzos y diseñando paisajes antropológicos comunes.
Hombres y mujeres.
La comunidad educativa facilita también la necesaria reciprocidad y complementariedad entre hombres y mujeres, que en el ámbito eclesial debe ser objeto de espacial atención “para dar a la mujer más cabida en el conjunto de la vida social y de la vida eclesial”[5].
Jóvenes y adultos.
Jóvenes y adultos comparten objetivos comunes en la comunidad educativa, aunque sus formas de sentir y expresar sean diferentes. La presencia de adultos comprometidos es importante para que los jóvenes vean encarnados los valores propuestos.
 
La comunidad educativa es un sujeto plural. Todos sus estamentos deben aportar su diversidad a un proyecto común que debe estar sustentado en:
– Una identidad compartida, tanto en lo humano como en lo religioso.
– Un espíritu de familia que es afecto, respeto y propuesta de comunidad cristiana.
– Una información fluida para mejor conocer y apreciar a los otros miembros.
– Una formación conjunta y continuada que no sólo informa, sino que transforma.
 

  1. Tarea y misión de la comunidad educativa pastoral

El concepto de “comunidad educativa pastoral” es inherente a aquellas instituciones educativas sustentadas por un ideario cristiano. Desarrolla su acción en centros de educación reglada, en instituciones que hacen del tiempo libre plataforma educativa, en estructuras cercanas a la parroquia que ponen el acento en los itinerarios de educación y maduración de la fe, en centros de acogida para menores en situación de riego o exclusión social…
El concepto “comunidad educativa pastoral” está formado por tres palabras que, nacidas de una visión cristiana de la vida, engloban tareas y compromisos. Una definición la hallamos en el Capítulo XXIV de los salesianos[6]:
– Es comunidad porque está formada por un grupo de personas comprometidas, en clima de familia, a ser signo visible de la “comunidad de los cristianos”
– Es educativa porque su misión primordial consiste en ayudar a los jóvenes a madurar y crecer en todos los aspectos de su existencia: culturales, profesionales, personales, sociales…
– Es pastoral porque acompaña a niños y jóvenes hacia el desarrollo de la dimensión religiosa de su persona, facilitándoles en encuentro con Cristo y el compromiso en la construcción del Reino y de la Iglesia.
 
Un primer desarrollo del concepto nos lleva a considerarla como: un grupo de personas que, desde una visión cristiana de la vida, se compromete a ser testigo de la sabiduría, desde la cercanía personal, construyendo convivencia y practicando la misericordia, la justicia y el derecho.
 
Ser testigos de la sabiduría
La tarea de una comunidad educativa no se agota con la mera transmisión de saberes. Apunta a cotas más altas. En una cultura en la que prima la adquisición utilitarista de conocimientos, es tarea primordial ahondar en el saber para facilitar un crecimiento armónico e integral. Para ello:
– Ayudar a niños, jóvenes y adultos a entender la historia, superando una visión epidérmica de los acontecimientos y desarrollando itinerarios para vivir la vida en profundidad.
– Facilitar el descubrimiento de los valores emergentes que facilitan el crecimiento con una visión optimista de la vida y de las posibilidades de la persona.
– Proporcionar una visión crítica de la realidad. Frente al vacío que genera una sociedad centrada en la producción y el consumo, la comunidad educativa propone un estilo de vida alternativo, fundamentado en los valores evangélicos, dotado de densidad y abierto a la trascendencia.
 
Desde la cercanía personal
Una comunidad educativa que hunde sus raíces en el modelo de vida de Jesús, potencia la cercanía personal: atender a cada cual según sus necesidades, personalizar la acogida, individuar la sanación y la salvación…
– Personalizar el anonimato, acompañar y escuchar.
– Ofrecer modelos de vida coherentes. Las propuestas educativas precisan tornarse cercanas y comprensibles; encarnarse en personas que los proclamen con su vida.
 
Construyendo convivencia y fraternidad
Los primeros cristianos abandonaron prontamente los rituales del Templo de Jerusalén y se constituyeron en Iglesia o Asamblea. La comunidad es inherente al hecho cristiano. Para hacer realidad esta propuesta en el mundo de la educación:
– Tejer una red de encuentros que vayan desde la información fluida hasta la acogida incondicional de todos los miembros.
– Gestionar adecuadamente la fiesta y el gozo de vivir en los momentos de encuentro.
– Integrar la diversidad. Jesús no sólo sanó las dolencias de los enfermos que le presentaban, sino que los integró en la sociedad proporcionándoles una nueva dignidad. La comunidad educativa que sigue los pasos del Maestro, no sólo atiende la diversidad, sino que la integra.
 
Practicar la misericordia, la justicia y el derecho
Jesús de Nazareth hizo suya alguna de las intuiciones de los profetas: el culto auténtico consiste en practicar la misericordia, la justicia y el derecho. Para ello:
– Acoger a quienes más sufren con una atención no sólo “asistencial” sino que facilite la inclusión.
– Educar los sentimientos. Desarrollar actitudes de misericordia, justicia y derecho en una sociedad donde impera la competitividad y el elitismo, requiere itinerarios progresivos para despertar la sensibilidad y favorecer la toma de decisiones en favor de quienes sufren la exclusión.
 

  1. Para caminar hacia la comunidad educativo pastoral

El Capítulo General XXIV de los salesianos trató en profundidad la misión compartida entre salesianos y seglares. Tras analizar la situación y proponer nuevos caminos, dedicó algunos puntos a promover líneas de futuro. A continuación se enumera someramente alguna de las ideas propuestas para construir la comunidad educativo-pastoral[7].
 
Extender la implicación
La implicación de los seglares en las comunidades educativas de las instituciones religiosas se ha extendido ampliamente. Pero a veces este compromiso es simplemente ocasional. Urge dar calidad a la implicación de los seglares:
– Pasar de la simple aceptación de los seglares a una valoración positiva de sus aportaciones educativas y pastorales.
– Compartir con todos los miembros de la comunidad educativa los proyectos desde su inicio, poniendo especial atención a las familias.
– Los jóvenes, además de destinatarios, son agentes y protagonistas de su propia educación. Deben ser considerados como miembros activos de la comunidad educativa y favorecer su protagonismo.

Promover la corresponsabilidad
Para consolidad la comunidad educativa no es suficiente con actuar. Hay que crear un clima de corresponsabilidad fundamentado en el trabajo en equipo, el diálogo que ayuda a compartir, la organización de estructuras que faciliten la corresponsabilidad…
– Uno de los elementos idóneos para promover la corresponsabilidad es la elaboración el Proyecto Educativo Pastoral. La comunidad educativa hace experiencia de comunión detectando necesidades, formulando objetivos, ejecutando y revisando dicho proyecto.
– La comunidad educativa es un sujeto plural que debe articularse. Para su adecuado funcionamiento es imprescindible la delimitación y asignación clara de funciones.
 
Valorar la comunicación
La consolidación de la comunidad educativa, y el desarrollo de la corresponsabilidad, requiere capacidad de comunicación: comunicación interpersonal y de grupo, comunicaciones profundas que impliquen la vida de las personas y faciliten la convivencia, producción y comunicación de mensajes, uso crítico y educativo de los “mass media” y de los “personal media”.
– Es esencial el cuidado de la comunicación personal y en grupos, promoviendo actitudes de escucha y diálogo, de apertura a los demás y empatía para estar entre los jóvenes como educadores y comunicadores de la fe cristiana.
– Evangelizar y educar es comunicar. La educación supone capacidad de escucha, diálogo y respeto a todo joven. Evangelizar requiere escucha y respuesta a la Palabra con la mediación de los lenguajes humanos.
– La presencia en medio de los jóvenes es un medio excelente para una comunicación educativa y evangelizadora.
 
Dar calidad a la formación
Una comunidad educativa se cimienta sobre la cultura de la participación. Esta cultura requiere de un estilo formativo que profundiza en aspectos tales como: madurar personal y comunitariamente, vivir con gozo y alegría desdramatizando situaciones, cumplir la tarea educativa con competencia profesional, ahondar “una pedagogía sostenida sobre los hombros del Buen Pastor”… Para ello:
– Comprender con profundidad el sentido de la vocación personal, del propio estado de de vida y de la misión como educador.
– Poner al día la competencia profesional ante los nuevos retos culturales y pedagógicos.
– Profundizar los elementos esenciales del carácter propio y carisma que sustenta la acción educativa y pastoral de la institución a la que se pertenece.
– Crecer en la cultura del trabajo en equipo y la corresponsabilidad
 

  1. Conclusión

La comunidad educativo pastoral
– Es una necesidad demandada desde múltiple instancias. Su presencia es esencial para el desarrollo de los procesos educativos.
– A través de ella se canaliza la identidad y el proyecto antropológico de la entidad que promueve la educación. Debe estar sólidamente anclada a la identidad.
– Es un sujeto plural y articulado en el que confluyen personas diversas con funciones varias. Tarea primordial será dotarla de una red de comunicación personal y grupal para facilitar su misión.
– Se halla en constante proceso de construcción y desarrollo. Para ello se deberá establecer un plan formativo propio.
– Es concreción de la “comunidad cristiana” en el mundo educativo. En ella se consideran, promueven y actualizan los valores evangélicos.

Juan Bosco Sancho Grau

 
 
[1] Christifideles laici, n. 18.
[2] P. Braido, Una formula dell’umanesimo educativo di Don Bosco: Buon cristiano e honesto citadino, RSS 24, 1994.
[3] Jóvenes españoles 2005, Ediciones SM, Madrid 2006, págs. 36-40.
[4] FERE-CECA, Calidad, equidad y libertas en la educación, págs. 46-51.
[5] Juan Pablo II, Carta a las mujeres, n.10.
[6] Capítulo General XXIV de los Salesianos, n. 156.
[7] Capítulo General XXIV de los salesianos, n. 107-148.