COMUNIDADES JUVENILES

1 abril 2011

Autores Varios
 
Hemos pedido a diversas comunidades que nos escriban su experiencia comunitaria y trayectoria. En el primer artículo de Misión Joven recogemos estas experiencias que nos van a servir como reflexión en los siguientes artículos de este número de Misión Joven.
 
Ciertamente, los caminos del señor son inescrutables
La comunidad de “Los Pelos”
Pedro José Gómez
 
Hace ahora unos 33 años un grupo de amigos y amigas melenudos del barrio de Aluche que frecuentábamos la parroquia de San Gerardo -animada por religiosos redentoristas- y participábamos en varios grupos de confirmación, iniciábamos un camino que algunos aún recorremos -con mucho menos pelo- en el barrio de Pan Bendito, vinculados a la parroquia de San Benito, en la que se encuentra una comunidad salesiana. Si resulta difícil explicar la Santísima Trinidad, no lo es menos contar nuestra historia de amor en 1.500 palabras.
 

  1. ¿Cuál ha sido el camino recorrido hasta ser comunidad?

Curiosamente, nuestro grupo llevó la contraria a todos los sabios consejos que yo mismo he dado cuando he escrito sobre pastoral de juventud: apenas hubo proceso catecumenal, pertenecíamos a grupos de fe distintos, nadie nos acompañó como catequista, no asistimos a “movidas” eclesiales fuertes (Taizé, Pascuas, Camino de Santiago…). En el origen, con 16 años, se dio una enorme amistad “laica” generada porque, el núcleo inicial, preparábamos quincenalmente un periódico mural –“El amorfo vespertino”- para nuestra clase del colegio Gamo-Diana y, con este motivo, nos veíamos mucho; nos ayudábamos con los estudios; celebrábamos cumpleaños; organizábamos “guateques”, ligábamos y realizábamos excursiones.
Por pura casualidad algunos asistimos a una reunión de jóvenes de la vicaría VII en la que José Ramón Urbieta-entonces delegado de Pastoral de Juventud de Madrid- desarrolló el tema titulado: “Del grupo de jóvenes a la comunidad cristiana” y en el que planteó que la vida cristiana adulta tenía que vivirse comunitariamente o que acabaría diluyéndose. La radicalidad de su planteamiento, tan alejado de lo que imaginábamos podría ser una vida adulta “convencional”, generó en nosotros un doble sentimiento: el “dominante”, de temor; el “recesivo” de atracción. Asustados, decidimos poner en marcha una iniciativa que, a la postre, resultó trascendental: crear, “simplemente”, un grupo de oración.
Aunque resulte difícil de creer, durante el curso de tercero de BUP nos juntamos a rezar al salir de clase (no confundir con otra “serie”) todos los lunes, miércoles y viernes de 17 a 18 horas a “palo seco”: sin lectura prevista, sin preparación, sin cánticos, sin animador… Abríamos el Nuevo Testamento al azar, leíamos una o dos páginas, hacíamos media hora de silencio (30 minutos) y pasábamos otros tres cuartos de hora “lanzándonos homilías unos a otros” tras lo cual rezábamos un Padrenuestro. Pues bien, algo ocurrió. La sistemática lectura del Evangelio realizada por un grupo de gente tan joven, compartiendo su vida a fondo, en el clima crítico y utópico de la transición hizo que el “miedo a la comunidad” se fuera convirtiendo en un “¿Por qué no nosotros?”.
Así, a finales de curso, tuvimos una convivencia “emocionalmente explosiva” en la que cada miembro del grupo practicó –por exigencias del guión- un “desnudo integral de su alma”, compartiendo los acontecimientos positivos y negativos más importantes de su vida, así como sus sueños de futuro. De ella, surgió la idea de plantearnos quién desearía formar parte de una comunidad cristiana. Con esos deberes nos fuimos de vacaciones: cada uno tenía que pensar cómo sería la comunidad en la que le gustaría participar o si no quería formar parte de ese proyecto. En el inicio de COU, una parte del grupo iniciamos la aventura. Desde ese momento y, hasta ahora, nos hemos sentido plenamente comunidad cristiana, sin transición alguna. Aunque, posteriormente, la incorporación de nuevos miembros al grupo se realizó de un modo progresivo, instaurando un pequeño “noviciado”.
2. Algunos rasgos característicos de nuestra comunidad
Nuestra comunidad se ha caracterizado siempre por intentar compartir a fondo una vida centrada en el seguimiento de Jesús, integrando, al mismo tiempo, una gran diversidad de situaciones vitales (solteros y casados; con hijos y sin ellos; con discapacidades distintas; con ritmos de fe y compromiso dispares; con dudas y certezas, con situaciones laborales muy diferentes, etc.). Entre nosotros el verbo compartir conjuga todas las facetas de la vida, en la medida de nuestras posibilidades: acontecimientos, sentimientos, decisiones, ideas, profesiones, familias, carencias, economía, acciones, etc. Aquí se encuentran dos de las mayores riquezas y dificultades de la vida comunitaria: la interdependencia y la comunicación profunda. Cuando tu vida depende en cierta medida de la de los demás y cuando te arriesgas a comunicar tu intimidad, puedes sentir lo mejor y lo peor. Lo mejor, cuando puedes contar con otros en tus dificultades o cuando experimentas la aceptación incondicional. Lo peor, cuando el conflicto de intereses bloquea los proyectos personales o cuando tus sentimientos profundos no son comprendidos o respetados. Con todo, hemos ido haciendo comunidad mezclando “amor” y “humor” en dosis parecidas. La ironía y la capacidad de reírnos un poco de nosotros mismos han sido herramientas clave para superar muchas crisis.
Desde el inicio de esta travesía y hasta la actualidad, mantenemos que la comunidad cristiana consiste en compartir cinco dimensiones: la oración, la fraternidad, la formación, el compromiso y la celebración. Por eso, rezamos juntos un día a la semana (miércoles); tenemos otra reunión de formación, revisión de vida y organización otro día (lunes) que incluye la cena; ponemos en común una parte importante de nuestros ingresos; cada persona de la comunidad se compromete social y/o eclesialmente de acuerdo a sus capacidades; participamos de las eucaristías de nuestra parroquia (San Benito) y, de vez en cuando, tenemos alguna de grupo pequeño o del perdón, celebramos trimestralmente los cumpleaños acumulados de los miembros de nuestras familias y realizamos dos o tres salidas de fin de semana al año (una de oración –muchas veces al monasterio de Buenafuente-, otra de formación –con las comunidades de ENCOMÚN- y otra de turismo).
Los modos concretos en los que se han plasmado estas cinco facetas comunitarias han cambiado con el tiempo, pero no la convicción de que, para que algo sea una verdadera comunidad, son necesarias todas, ni el presupuesto de que los miembros de la misma consideren el Evangelio como el criterio determinante en la configuración de sus proyectos de vida. Al mismo tiempo, la vinculación al barrio de Pan Bendito -decisión tomada cuando terminábamos nuestros estudios y antes de iniciar la vida adulta- ha marcado profundamente lo que hacemos y lo que somos. Hemos tenido la suerte de convivir con personas muy humildes pero llenas de valores y de conectar en directo con la pobreza, la injusticia, la violencia y el dolor, lo que nos ha proporcionado una forma de ver la vida muy alejada de la predominante en nuestra sociedad. También damos gracias a Dios por el espíritu de acogida, cariño, libertad, creatividad, participación y sentido del servicio que hemos encontrado en la parroquia del barrio. Así como por la pertenencia a la coordinadora de comunidades cristianas ENCOMÚN que, en su momento, contribuimos a crear. Han sido dos manantiales para nuestra fe.
 
3. ¿Cómo experimentamos los valores de una comunidad cristiana?
No resulta fácil describir en dos palabras una vivencia tan profunda, pero podemos intentarlo. Para nosotros, los demás miembros de la comunidad son, literalmente, “de la familia”, “pueden contar conmigo y yo con ellos en cualquier situación”, “me han abierto la puerta de su vida y yo a ellos”, “tenemos una palabra que decir en la vida de cada uno”, “nos ayudamos mutuamente a crecer y a orientar mejor nuestras opciones desde los valores de Jesús”, “nos hemos dado el derecho a corregirnos unos a otros con amor”, “hacemos proyectos comunes de justicia o evangelización”, “ejercemos la solidaridad económica entre nosotros y hacia fuera”, “soñamos juntos el mundo que Dios quiere”, “interpretamos el mundo desde la fe”, “comunicamos nuestros problemas y nos echamos una mano para afrontarlos”, “experimentamos que hay más felicidad en compartir que en competir o en triunfar”, “tratamos de encarnar algunos valores contraculturales: perdón, sencillez, servicio, cooperación, iniciativas económicas alternativas”, “intentamos aceptarnos y querernos aún siendo muy distintos”…
Pero, también, ser comunidad es experimentar los límites: “defraudar a veces las expectativas de los demás o ellos las mías”; “dejarnos colgados en más de una ocasión”; “sufrir por las diferencias de planteamientos o ritmos de los demás hermanos”; “constatar que no nos aceptamos del todo o que nos tenemos manía por tener criterios o caracteres distintos”; “guardar la ropa en el compartir” o “no poner toda la carne en el asador”; “lanzar la piedra y esconder la mano, juzgándonos mutuamente”, “comprobar, tantas veces, que nuestros comportamientos no nacen del Evangelio sino de nuestras heridas: complejos, egoísmo, deseo de mandar o destacar, rigidez moral o mental, envidias, celos, comparaciones, etc.”. Donde hay mucho amor, también hay dolor: el de que te hagan daño donde más te duele porque te conocen muy bien y viceversa; el derivado de los abandonos o rupturas que se viven como verdaderas “amputaciones” o “divorcios”; las pérdidas derivadas de que el principio de la realidad se impone a algunas de nuestras ilusiones. En ocasiones, sentimos que la fe flojea, haciendo tambalearse nuestra pequeña barca, o asumimos e imponemos un ideal de comunidad que se convierte en opresor para nosotros mismos. Pero tener, aceptar y compartir estas debilidades no es ser menos, sino más comunidad cristiana.
Por ello, desde hace muchos años nuestro sentimiento dominante es de gratitud. “Con la que está cayendo”, tener unos hermanos con los que hacer el camino de la vida es un regalo extraordinario. Hacer comunidad cada día es un verdadero milagro en su doble sentido: sociológico y teológico. Dios hace posible que sigamos creyendo y disfrutando de este género de vida que apunta al anhelo de fraternidad que habita en todo ser humano. Y es una alegría inmensa ver como nuestros hijos están deseando que nos juntemos, que se tratan entre sí como hermanos, que nos preguntan por el miembro que falta a la reunión, que sufren si tenemos problemas y que piensan que “lo normal” es vivir así y hacer las cosas que hacemos. Desde nuestra pequeñez, también hemos experimentado la necesidad de abrirnos: en muchas de las actividades animadas por la comunidad –oraciones, temas formativos, celebraciones, acciones sociales- participan muchos familiares, amigos y amigas que nos enriquecen mucho. Su cariño y apoyo son hoy cruciales para nosotros.
Quiero terminar señalando que estos años nos han ido convenciendo de que la comunidad no se construye sobre grandes proyectos o ideales sino de desde la aceptación mutua y la apertura a la Palabra de Jesús. Por eso, nuestro compromiso comunitario termina así: “Y sobre todo queremos, que nuestra comunidad sea, lo que Dios quiera”.
 
Comunidades de Vida Cristiana (CVX)
María Noel y Tucho
 
Somos María Noel y Tucho, uruguayos-españoles, casados desde febrero de 2001, padres de Mª Belén (8 años) y Felipe (6 años);  miembros de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX).  Actualmente vivimos en España, en la ciudad de La Coruña.
Queremos compartir con vosotros nuestra experiencia comunitaria, qué significa para nosotros el ser jóvenes católicos, comprometidos con la Misión de Cristo.
Tenemos la Gracia y la suerte de haber nacido en familias que nos han enseñado el valor del AMOR, del sacrificio, de la FE en DIOS y la Esperanza y certeza de que “DIOS ESTÁ CON NOSOTROS, TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FINAL DE LOS TIEMPOS”…
 
Nuestra historia unida a la pastoral juvenil
Fuimos alumnos de Colegio Jesuita (María Noel) y de las Teresianas (Tucho).  Hemos vivido y experimentando la Espiritualidad de San Ignacio de Loyola y de Santa Teresa de Jesús desde pequeños.  Siempre nos han acompañado el “TOMAD SEÑOR Y RECIBID” y el “NADA TE TURBE…” y lo hemos hecho Oración en nuestra vida diaria.
Hemos participado en actividades de Pastoral Juvenil del Uruguay, a nivel colegial, diocesano y nacional.  Tuchoparticipó durante varios años en el Equipo Nacional de Pastoral Juvenil del Uruguay;  mientras María se dedicaba a la Pastoral en su Colegio.
Así descubrimos y desembarcamos en CVX, luego de participar en celebraciones y acompañar a María en su proceso de Pre-Comunidad, Tucho es invitado a participar en una Comunidad (desde el año 1999 hasta el 2001 que nos vinimos a vivir a España).
Al llegar a La Coruña, lo primero que buscamos fue integrarnos en una Comunidad.  Desde hacía unos años había un grupo que estaba en proceso de discernimiento para incorporarse a CVX.  Y nos integramos a ese grupo.
 
En la Espiritualidad ignaciana
En el 2004, en la Asamblea de Murguía, la CVX-España nos aceptó como Comunidad.  A partir de ahí comenzó una etapa de profundización en la Espiritualidad Ignaciana, los Ejercicios  Espirituales de San Ignaciano, el discernimiento y la Vocación  CVX.  Hemos intentado aprovechar todas las oportunidades de encuentro, de compartir y de formación para sentirnos cada vez más Iglesia y Comunidad.
La Comunidad de Vida Cristiana (CVX) está formada por personas –hombres y mujeres, adultos y jóvenes de todas las condiciones sociales– que desean seguir más de cerca a Jesucristo y trabajar con Él en la construcción del Reino, reconociendo en la CVX su particular vocación personal en la Iglesia. Sus miembros integran pequeños grupos que forman parte de comunidades más amplias a nivel regional y nacional, constituyendo una comunidad mundial y están presentes en los cinco continentes y en más de 60 países.
La CVX, conforme al Código de Derecho Canónico, es una asociación internacional pública de fieles lo cual testimonia su estrecha vinculación con la Misión evangelizadora de la Iglesia Católica. La unión con Cristo nos lleva a la unión con la Iglesia, en la que Cristo continúa aquí y ahora su misión salvadora. Este sentido de Iglesia incluye una disponibilidad para partir a servir allí donde las necesidades de la Iglesia pidan su presencia.
La aceptación de la vocación a la CVX implica una voluntad decidida de vivir de acuerdo con un estilo de vida marcado por el seguimiento de Jesús según el espíritu de los Ejercicios de San Ignacio, que conlleva un serio compromiso con la Misión de la Iglesia. Aunque su campo de misión no tiene límites, CVX se siente particularmente impulsada a trabajar por la justicia, con una opción preferencial por los pobres, y a vivir un estilo de vida sencillo y austero que exprese la libertad y solidaridad con ellos.
Dado que los Ejercicios Espirituales son la fuente específica e instrumento característico de la Espiritualidad de la Comunidad, y la escuela básica de discernimiento espiritual para la misión apostólica, todos los miembros de la Comunidad hacen los Ejercicios completos de San Ignacio durante su proceso de discernimiento vocacional, y actualizan esa experiencia periódicamente, a lo largo de toda su vida.
 
Discernir, enviar, acompañar, evaluar
El modo particular que tiene CVX de estar en Misión se explica con cuatro dimensiones: Discernir, Enviar, Acompañar y Evaluar, el DEAE, dando así un nuevo sentido a la comunidad, el sentido de cuerpo para la misión donde adquieren un papel central los destinatarios de la misma. El miembro de CVX comparte en comunidad su colaboración con la misión de Cristo, busca en ella la ayuda para Discernirla, acepta su mediación para ser Enviado, se siente Acompañado y apoyado por ella y con ella la Evalúa. El DEAE es el modo de proceder en CVX para compartir la responsabilidad en la Misión y para que ésta sea siempre una Misión discernida.
La CVX es consciente de que su origen está sólo en Dios, que fue quien tomó la iniciativa, y la Comunidad, como respuesta agradecida a tanto bien recibido, quiere ofrecer su carisma laical, ignaciano y apostólico al servicio de la Iglesia y del mundo, acogiendo a María, la madre de Jesús, como modelo de su colaboración en la misión de Cristo.
La Vocación CVX para nosotros es una forma de ser y estar frente a la vida, siendo testimonios del Amor de Dios en nuestro día a día, nutriéndonos en nuestra comunidad (en las reuniones quincenales de nuestro grupo) para lanzarnos con ilusión a colaborar en la Misión de construir el Reino.
 
La vida comunitaria es importante
La Comunidad nos aporta seguridad, nos contrasta, nos anima, nos acompaña, nos ayuda a autoevaluarnos, nos proporciona un tiempo y un espacio para nuestra Oración.   Para nosotros la Comunidad de La Coruña es nuestra familia, nuestros amigos, nuestro lugar de referencia.  En ella nos apoyamos y nos sentimos en casa desde que llegamos a España.
Nuestra acción se basa en el Proyecto Apostólico Comunitario (PAC) que tiene estas líneas de actuación prioritarias:
La familia: consideramos esta dimensión como la principal y prioritaria y la desglosamos en dos aspectos: nuestras familias (acompañar a nuestros padres en su camino…; acompañar a nuestra pareja, para ser luz y dar fruto juntos; educar a nuestros hijos en la solidaridad, en el respeto, en la fe,…; compartir nuestra vida familiar en la Comunidad);  las familias de la sociedad: acompañarles en sus caminos y procesos, pues son la base de la sociedad y de la educación; nos comprometemos a colaborar en el trabajo que en este campo desempeña la Diócesis, con su Plan de Pastoral Familiar.
El trabajo: en este campo también queremos ser testigos, cada uno desde su lugar concreto y en situaciones muy diversas; intentando que nuestras decisiones, actuaciones y relaciones dejen ver nuestro estilo de vida marcado por la pobreza y el seguimiento de Cristo.
La Pastoral Infantil – Juvenil: La entendemos como transmisión de nuestra experiencia y vivencia de Dios. Es importante acompañar a los niños y a los jóvenes en su proceso personal y transmitirles una imagen actual de la Iglesia, ayudándoles a encontrar su lugar en el mundo y, a la vez, a encontrarse con el Señor.
La opción preferencial por los más pobres: entendemos esta opción como el eje que vertebra nuestra vida diaria, no como una dimensión aislada de nuestro Proyecto Apostólico Comunitario. Tras el diálogo comunitario, creemos que los pobres no son sólo aquellos que carecen de medios materiales sino también los que han perdido la salud, la fe, la esperanza y el amor. Y, por supuesto, muchos de nuestros trabajos implican el trabajo por o con los pobres.
Es por todo esto que intentamos ser en nuestra vida diaria un hombre y una mujer para los demás, en nuestra vida de pareja, como padres, con nuestras familias, con nuestros amigos y en el trabajo.
 
Comunidades juveniles “Salesianos-Estrecho”
José Luis Jiménez y Pablo Vidueira
 
Somos la comunidad Genesareth, la más joven de las integradas en la parroquia San Francisco de Sales, en el barrio de Estrecho de Madrid. La media de edad ronda los 25 años y a continuación os contamos un poco lo que somos.
 

  1. ¿Cuál ha sido el camino recorrido hasta ser comunidad?

El itinerario formativo del Centro Juvenil de Estrecho ofrece –tras el periodo de preparación para la confirmación– unos grupos de “catecumenado”. A ellos pueden acudir tanto personas confirmadas como no confirmadas aún, y así profundizar en la fe y en la vida de grupo. Tras los grupos de catecumenado, cuyo itinerario es de 3 o 4 años (dependiendo de la dinámica de cada grupo) se ofrece la posibilidad de integrarse en la parroquia a través de los diversos grupos existentes, principalmente a través de las comunidades juveniles. Este paso ha sido tradicionalmente no muy fácil.
La semilla de esta comunidad surge de dos de los grupos de Catecumenado del Centro Juvenil. Tras un periodo de 3 años en un caso y 4 años en otro, ambos grupos habían llegado al final de su proceso, con 3 y 8 miembros respectivamente. Era el momento de plantearse cómo integrarse en la vida de la parroquia. Lo normal hasta ese momento era que cada persona se incorporara (de manera individual) al grupo de la parroquia que más le interesara, aunque ya había tres grupos de catecumenado mayores que nosotros que habían conseguido formar dos nuevas comunidades. Animados por el Centro Juvenil, por la experiencia de las comunidades “mayores” y por nuestras ganas de crecer en la fe, ambos grupos nos unimos con el objetivo de crear una comunidad juvenil dentro de la parroquia. El mismo Centro Juvenil ayudó ofreciendo el apoyo de un acompañante durante el primer año, para que el paso de un grupo a una comunidad fuese un poco más sencillo.
 
2. Algunos rasgos característicos de nuestra comunidad
Suponemos que la formación recibida durante los años de pertenencia al Centro Juvenil y el ejemplo que nos van dejando las comunidades “mayores” van marcando nuestro camino, pero es la necesidad de encontrarnos con un Dios cercano en los demás, de profundizar en nuestra fe y de compartirlo con un grupo lo que más nos define. Otro de los aspectos que más nos define y más nos enriquece es que la comunidad no ha dejado de crecer en los 4 años de vida que tenemos. Varias personas que buscaban precisamente eso, un lugar de encuentro con Dios, se han ido uniendo, procedentes de distintos ámbitos (salesiano o no). Y precisamente esto nos ha enriquecido mucho al permitirnos contemplar distintas perspectivas desde una misma fe y al hacer que nos sintamos más unidos a la Iglesia.
Nuestra comunidad tiene un fuerte núcleo de amistad, aunque a veces esto  no es algo demasiado positivo. Si miramos con perspectiva, y con el paso del tiempo y de las personas, nos hemos dado cuenta de que somos acogedores y cercanos, la gente se siente a gusto desde el principio, pero el acceso a esa “amistad” y que las personas no se sientan desplazadas por ella, es algo más complicado, y que requiere bastante esfuerzo tanto por nuestra parte como por la de quien llega a la comunidad. Esto ha hecho que, en alguna ocasión, haya habido personas que acabaran dejando la comunidad, especialmente cuando la motivación última no es el encuentro con Dios, si no la búsqueda de amistad.
Quizás el hecho de dar importancia a la vida de la comunidad fuera de las reuniones (por ejemplo organizando alguna cena cuando podemos o tomándonos algo en un bar al terminar la reuniones) nos da un plus importante, ya que no sólo compartimos aquello que se dice en la sala donde tenemos las reuniones, sino que también compartimos las “trivialidades” que nacen de una conversación más distendida.
Otro aspecto muy destacado de nuestra comunidad es la cantidad de apoyos con los que contamos y que nos hacen posible seguir creciendo cada día. El Centro Juvenil nos descubrió la importancia de vivir la fe en comunidad y se preocupó de que nuestra inserción en la parroquia fuera de la mejor forma posible. Por su parte, la parroquia nos acogió desde el primer momento, y nos sentimos muy acompañados por los salesianos y salesianas, tanto de la obra que nos acoge como de otras. Por último las comunidades “mayores” son para nosotros un ejemplo alentador de que es posible vivir la fe en comunidad toda la vida. Compartimos con ellos momentos importantes como oraciones, convivencias y ejercicios espirituales, que nos hacen sentir muy acompañados en el camino del seguimiento de Cristo.
 
3. ¿Cómo experimentamos los valores de una comunidad cristiana?
Es difícil plantearse la pregunta de si experimentamos los valores de una comunidad cristiana, especialmente porque hemos visto pocas. Siempre nos podemos acoger a los textos de los Hechos de los Apóstoles (cfr. Hch 2, 44-47) aunque sentimos que son un ideal hacia el que avanzar pero difícil de alcanzar en la realidad temporal en la que vivimos. Afortunadamente nosotros tenemos la referencia de las comunidades “mayores” de la parroquia, aunque a veces no seamos capaces de captar esos valores de una manera clara.
Rezamos juntos, nos formamos juntos, tenemos momentos de compartir nuestro proyecto de vida (o parte de él) dónde hay espacio para la corrección fraterna y compartimos lo que es nuestro, aunque nos está costando proponer una buena política de solidaridad económica. Esto no significa que no apoyemos las necesidades puntuales que aparecen en la comunidad. Quizás nuestro mayor problema es compartir la Eucaristía. Cada uno, debido a sus voluntariados y circunstancias vitales, tenemos horarios distintos de Eucaristía, además no todos vivimos cerca de la parroquia que nos acoge, lo que hace que los intentos por compartir la Eucaristía como comunidad en la parroquia al menos una vez al mes no suelan contar con la mayoría de nosotros.
 
4. ¿Qué os aporta la comunidad? ¿Qué aportáis?
En cuanto a lo qué nos aporta la comunidad, quizás lo más significativo es el sentimiento de regalo de Dios, sentirse acompañado y abrazado por Dios-el otro y gozar de un lugar de encuentro con Él que nos anima a ser cristianos y dar testimonio en la vida diaria. La comunidad también nos aporta una formación cristiana que preparamos entre nosotros y para nosotros y que nos ayuda a comprender y dar razón de nuestra fe. Desde que empezaron a entrar personas con espiritualidades distintas a la salesiana, la comunidad también nos enriquece (como hemos dicho antes) con nuevas maneras de ver desde una misma fe y con un sentimiento más fuerte y vivo de Iglesia. La comunidad también es un lugar en el que compartir la vida de fe con los hermanos, los problemas que surgen, las dudas y también las alegrías. Por último (pero no menos importante) además de reservar tiempo para reuniones formativas y para compartir vida, también reservamos tiempo para la oración, procuramos que la comunidad ofrezca un espacio de oración profunda y compartida con los hermanos y hermanas.
Sobre lo que aporta cada uno a nivel individual a la comunidad debemos decir que principalmente tiempo. Tiempo para participar, para preparar oraciones y formaciones, y también para tareas administrativas como la coordinación de la comunidad, los asuntos económicos, etc. Pero también aportamos nuestra vida y nuestra fe, compartimos como pensamos, como vivimos, nuestras ganas de crecer en la fe en cada reunión y también las cosas que nos cuestan.
 
5. ¿Qué relaciones tenéis con la parroquia, la comunidad educativa donde habéis nacido, el instituto religioso…?
Las dos redes principales con las que nos relacionamos son la parroquia que nos acoge: San Francisco de Sales, y el centro juvenil La Balsa, del que muchos provenimos y en el que muchos realizamos algún voluntariado o trabajamos. Ambos –parroquia y Centro Juvenil– pertenecen a la obra salesiana de Estrecho. También hacemos voluntariados con jóvenes en otros lugares (como los centros de La Mode o Atocha), formamos parte del consejo parroquial, uno de nosotros participa en la federación de Centros Juveniles, participamos en los momentos comunes de las comunidades parroquiales y en el día de puertas abiertas de la parroquia. Queremos tener un proyecto pastoral o de solidaridad que responda a la realidad que vivimos como comunidad (al margen de los voluntariados personales de cada uno) pero de momento la vida no nos da para más.
 
6. ¿De qué manera os ayuda la comunidad en el crecimiento personal y a la vida de la fe?
Cuando decidimos ponernos como nombre Genesareth pensábamos en la comunidad como un lugar dónde sentirnos llamados por Dios, con nombre y apellido para acompañarle en el camino. También pensábamos en la sencillez del trabajo en el lago que pudieron tener los primeros discípulos. El nombre nació tras dos años de funcionamiento como comunidad y creemos que comunica buena parte de nuestro crecimiento, de nuestra vida de fe, sencilla, comprometida y acogedora. Y estos son los principales puntos de apoyo en nuestro crecimiento.
 
Comunidad laica Corazonistas (CLC)
Víctor Ballesteros
 

  1. Describe el camino, el “recorrido” hasta ser comunidad

Todo comenzó hace 18 años, en el verano de 1992. Un grupo de antiguos alumnos del colegio Sagrado Corazón de Madrid realizó un campo de trabajo social en tres pueblos de la “siberia extremeña”: Valdecaballeros,Castilblanco y Helechosa de los Montes.  Allí comenzaron los llamados grupos “Valdeka», que tenían su inspiración en cuatro pilares: el compromiso social, la austeridad, el grupo y la apertura a Dios. Cada año que pasaba se fueron realizando nuevas experiencias y se fueron añadiendo nuevos antiguos alumnos. En 1995 empezaron su camino alumnos del colegio corazonista de Vitoria y también asistieron alumnos de San Sebastián y de Rentería. El camino de los grupos estaba totalmente ligado al trabajo pastoral en los colegios, al voluntariado en obras sociales, a la denuncia en las calles con campañas como el 0,7% o la cancelación de la deuda externa, a la formación humana, social y cristiana,… Pero, sobre todo, el proyecto pretendía que cada persona siguiera un camino personal de fe para llegar a ser un cristiano adulto. En el año 2002, los mayores de todo este proceso decidimos dar el paso a comunidad, constituyendo la llamada Comunidad Laica Corazonista (CLC) que hoy día seguimos haciendo crecer.
 
2. Describe algunos rasgos característicos y definitorios de tu comunidad
Nuestra comunidad vive la fe desde el mundo educativo. No ponemos nuestra prioridad en los sacramentos ni en los ritos. Sin embargo anhelamos llevar una vida espiritual más rica. Nuestro acento ha estado siempre en mantener un estilo de vida coherente y exigente. Intentamos llevar una vida cada vez más comprometida. Tomando como ejemplo a san Pablo, trabajamos de día en nuestra vida laboral y familiar, y nos comprometemos de noche en el trabajo comunitario. Pretendemos no instalarnos en lo que nos propone esta sociedad, y hacer que nuestras vidas sean cada vez más misioneras. Somos corazonistas,  ligados al Instituto de los Hermanos del Sagrado Corazón, compartimos su carisma originario y participamos en su misión de educar a los jóvenes en el encuentro con Jesucristo. Nos reconocemos pequeños y sabemos que no tenemos muchos recursos humanos y económicos. No podemos aspirar a grandes obras, pero sí a entregarnos cada vez más. Nuestra principal fortaleza está en lo que somos juntos y en el testimonio de nuestras vidas.
 
3. ¿Cómo experimentáis los valores de una comunidad cristiana?
Nuestro principal reto es ir dando pasos para abandonar el modelo de vida individualista que nos impone la sociedad. Plantear la vida de una forma comunitaria hace que podamos llevar adelante proyectos misioneros que no serían posibles de otra forma. La necesidad de compartir cada vez más bienes personales, tanto materiales (dinero, casas, recursos…), como de tiempo diario y de vacaciones, hace que perdamos seguridades. Éste es uno de nuestros criterios de vida: la austeridad. Pero lo principal que compartimos son nuestros sueños para el futuro, el hecho de imaginar nuestra vida comprometida con la comunidad. Necesitamos a la comunidad para fortalecer nuestra opción, para luchar contra el desgaste diario que sufrimos en este mundo materialista. Pero, sobre todo, anhelamos cuidar nuestra interioridad, enriquecer nuestra vida espiritual. La lejanía que sentimos en los últimos años debido a la implicación de personas de la comunidad en diversos lugares, hace que valoremos mucho los encuentros comunitarios, las oraciones, las celebraciones colegiales, los fines de semana de retiro, etc… Los necesitamos para fortalecernos y sentirnos parte de un proyecto común.
 
4. ¿Qué os aporta la comunidad? ¿Qué aportáis?
La comunidad es un auténtico microclima donde vivir la fe con intensidad. Ha sido absolutamente necesaria para no perder tensión cuando nos hemos ido introduciendo en el mundo de los adultos. Las vidas entregadas de las personas de la comunidad, cada una en su lugar, con sus circunstancias y tareas, nos animan a llevar una vida más austera y comprometida. Nos exigen no encerrarnos en nuestro bienestar y no dejar de estar abiertos a la realidad de sufrimiento del mundo. Nos hacen estar más disponibles, ser más arriesgados, más sacrificados y ser más generosos en nuestro ofrecimiento. La comunidad es consciente de sus limitaciones pero sueña que juntos, se pueden hacer cosas que merecen la pena en nuestra sociedad.
 
5. ¿Qué relaciones tenéis con la parroquia, la comunidad educativa donde habéis nacido, el instituto religioso…?
Nuestra comunidad está plenamente integrada en el colegio intentando dinamizar a la comunidad educativa. La mayoría somos antiguos alumnos, algunos profesores, otros somos padres de alumnos, pero todos intentamos colaborar en que se cumpla su principal objetivo: que los alumnos se encuentren con los valores del evangelio y comprometan sus vidas.
Nuestra vocación como comunidad es participar en el desarrollo de la misión de la Institución Corazonista. Nacimos de una experiencia social que nos propuso la propia Institución. Hemos crecido siendo protagonistas de nuestro camino, animados por los hermanos corazonistas, y adquiriendo poco a poco su estilo. Hemos decidido que nuestro futuro esté ligado a ellos… Trabajamos desarrollando la Fundación Corazonistas, que pertenece a la Institución. Colaboramos en proyectos junto a los hermanos tanto en España, como en otros países del mundo con grandes necesidades. Pero lo más importante es que además de la misión, compartimos junto a ellos el carisma corazonista.
Además, a lo largo de estos años, tanto desde la formación como desde la denuncia social, nos hemos ido encontrando a diversos grupos y movimientos con los que hemos tenido una intensa relación: Movimiento Cultural Cristiano, Comunidades Encomún, la Parroquia de Guadalupe, la Diócesis de Vitoria, Adsis, Acción Cultural Cristiana… Todos ellos nos han enriquecido y nos han hecho abrirnos a otras realidades de la Iglesia que no suelen ser las que salen en los medios de comunicación.
 
6. ¿De qué manera os ayuda la comunidad en el crecimiento personal y a la vida de la fe?
La comunidad nos anima. Nos propone no tener proyectos particulares, sino estar preocupados “todos por todo”. Tenemos personas en Lagunas (selva peruana), en Puente la Reina (Navarra), en Griñón (Madrid), en Tumaco(Colombia), en Vitoria y en Madrid… Unos trabajando en un colegio y un internado en medio de la selva lejos de sus familias y amigos; otros lidiando día a día con adolescentes con problemas y formando comunidad de vida con los hermanos; otras familias viviendo en comunidad preparándose para la acogida temporal de niños desamparados; otro siendo misionero en un asentamiento de cabañas de afroamericanos trabajando con niños y jóvenes, otros acogiendo en un piso a jóvenes inmigrantes sin papeles, otros trabajando en el colegio, en catequesis, acompañando el camino de fe de los alumnos y antiguos alumnos, otros preparando campañas de sensibilización, otros buscando subvenciones para realizar proyectos de ayuda en países de América, África u Oceanía, otros administrando los bienes, otros dándonos a conocer, otros cuidando de sus familiares enfermos, otros preocupados por las personas de la comunidad, por su crecimiento….
Cada uno en su día a día en la las circunstancias que le toca vivir… Pero todos pensando que lo que merece la pena de verdad es el proyecto común. Con la ilusión de que es una pequeña parte del proyecto de Dios. Esto nos hace crecer y nos hace confiar en que merece la pena entregar la vida en algo así.
Si queréis conocer algo más sobre nuestro compromiso, podéis consultar la web de la Fundación Corazonistas.www.fundacioncorazonistas.org
 
Grupos ADSIS JOVEN
Gara González
 
Mi nombre es Gara González, soy de Pamplona, participo de los Grupos Adsis-joven.  Quisiera responder brevemente a la petición que nos habéis hecho.
 

  1. Describe el camino, el “recorrido” hasta ser comunidad

En nuestro grupo Adsis Joven ha habido diversas iniciaciones: desde grupo de fe en las parroquias, grupos de voluntariado o campos de trabajo… Hemos compartido distintas actividades y poco a poco nos hemos ido vinculando a Adsis. Acogiendo los valores Adsis, pero sobretodo, trasladándolos a experiencias y vivencias de jóvenes, de hoy en día.
Poco a poco, con un proceso largo nos hemos ido reconociendo grupo en lo personal. Todos nos juntamos por los mismos sueños, pero sobre todo  tenemos un sueño común: Otro mundo es posible. Todos partimos de los mismos valores, inquietudes, ilusiones, expectativas, interrogantes, dudas…
 
2. Describe algunos rasgos característicos y definitorios de tu comunidad
Los estructuro de esta manera:
–          Compartir; compartir nuestras vidas, nuestras maneras de ver y vivir la vida…
–          Actuar; ayudando a otros y por otros.
–          Crecimiento; tanto en auto-conocimiento y en relación (de amistad).
–          Diversión; porque también es un espacio donde disfrutar.
–          Profundizar; en la fe, en lo que creemos e intentar descubrir la fe en cada momento.
–          Ilusión por hacer cosas; es un espacio donde compartimos esa ilusión por hacer lo que nos gusta ayudando a otros.
–          Esperanza; de saber que no estamos solos que compartimos la esperanza de que otro mundo es posible.
 
3. ¿Cómo experimentáis los valores de una comunidad cristiana?
Los valores de comunidad cristiana los experimentamos en grupo, ganando conciencia en lo que somos y lo que creemos. Experimentamos estos valores profundizándolos, intentando conocer poco a poco  a los cristianos. También con rebeldía, no queriendo aceptar todo sin analizarlo y reflexionando antes, esto es. con  capacidad crítica. Al principio del proceso igual sin mucho sentido creyente, pero poco a poco creciendo en ello. Los valores cristianos nos ayudan a ver todo lo vivido (antes y ahora) de modo creyente. Estos procesos han estado siempre acompañados de personas que han sido creyentes (familia, entorno…) y para nosotros modelos.  Hemos encontrado  espacios donde encontrar las respuesta y compartir nuestras dudas e inquietudes.
 
4. ¿Qué os aporta la comunidad? ¿Qué aportáis? 
El grupo nos aporta confianza, escucha, libertad, crecimiento, amor, vínculo, amistad, búsqueda compartida, acción, compromiso, perseverancia, impulso.
Por otro lado cada uno de nosotras le aporta al grupo toda su implicación, todas sus ganas, fuerza, confianza, ilusión, esperanza, compromiso. Para nosotros el grupo es algo muy importante y necesario. Al grupo también le aportamos nuestra vida, los que somos, lo que queremos y lo que soñamos,  lo que deseamos y en lo que creemos como personas.
 
5. ¿Qué relaciones tenéis con la parroquia, la comunidad educativa donde habéis nacido, el instituto religioso…?
Somos un grupo vinculado con Adsis, una comunidad cristiana. Es una relación que va creciendo, con una mayor implicación de los jóvenes en la comunidad, encontrando más espacios de participación y confianza en lo que hacemos. Sobre todo mantenemos una vinculación manteniendo la base de ser Adsis, el estar presentas entre los más jóvenes y los pobres.
 
6. ¿De qué manera os ayuda la comunidad en el crecimiento personal y a la vida de la fe?
Nos ayuda a reconocernos acompañados, a descubrir y saber que no estamos solos.  Por otro lado como hemos dicho nos ayuda a seguir creciendo y buscando en nuestra vida.
 
Comunidades juveniles-Agustinos
Ángel Camino
 
Hemos preferido contestar vuestras preguntas de manera coral, uniendo nuestras aportaciones.
 

  1. Describe el camino, el “recorrido” hasta ser comunidad…

L1: El camino es seguir las enseñanzas de Jesús desde niña, empezando en catequesis, siendo constante en mi formación y participación con la ayuda de mi familia y, ahora en la juventud, manteniendo la ilusión… Mi Comunidad es un grupo de personas unidas en la fe, comprometidos, participando activamente dentro de la Iglesia…
L2: Desde siempre fui un niño como los demás, eso sí, algo tímido… no muy buen estudiante, aunque siempre me esforcé en sacar mis estudios… y muy imaginativo. Pero lo que me diferenciaba de algunos otros niños fue el ambiente de entrega y amor que se vivía en mi familia…. La familia primero, unos catequistas después… que demostraron otra forma de amar… y cuando maduré escuché a Jesús y descubrí que mas gente le escuchaba…
L3: Pienso que soy comunidad desde que nací. Y es que nací en una familia con profundos valores cristianos; esta es mi primera comunidad. Crecí teniendo a Jesús como uno más de la familia, de forma natural. Mis padres me dieron alimento, vestido, educación y a Dios, principalmente. Ellos me incorporaron a la Iglesia, a través de la parroquia y, la catequesis, la eucaristía dominical, me acercaron a otros con las mismas creencias.
La comunidad me ha ayudado a madurar, a redescubrir el valor de la fe recibido, viviendo conforme al mensaje de Jesús, comprometiéndome en  el  servicio, según el ejemplo de sacerdotes y personas de la comunidad a quienes siempre he podido ver en “acción”  y comprometidas con la comunidad.
L4: Más bien mi experiencia podría considerarse al revés, desde la comunidad al camino. Pase por fases: una primera, en la que veía a la comunidad digamos desde fuera, no era partícipe activa de ella pero había algo en ella que me atraía, que la hacía diferente al resto de grupos que conocía, sobre todo ese brillo en sus miradas que les hacía felices con lo que hacían, se respiraba amor en sus actos…eso me hizo pasar a la segunda fase cuando me integré más activamente en la comunidad (eso y que me invitaron, en el momento oportuno, a unirme a ella) y una vez dentro terminé de comprender que había un denominador común para todos nosotros que explicaba el por qué actuaban de una manera u otra y quise conocerlo yo también, vivirlo, recorrerlo…en comunidad aprendí a recorrer mi camino de fe.
L5: Para llegar a ser comunidad, hay que llegar a sentirse parte de ella. Si pienso en qué camino hay que recorrer para llegar a ser comunidad: Primero hay que saber que existe, saber que hay tal comunidad, luego hay que conocerla de alguna manera para saber qué es, lo siguiente sería el acercamiento a esa comunidad, y el posible interés por conocerla, luego vendría el verdadero conocimiento de ella ya perteneciendo a esa comunidad, y el último paso sería cuando ya dentro de la comunidad uno se siente verdaderamente miembro de ella.
En el caso de la comunidad cristiana, creo que es la familia la que te da a conocer la iglesia-parroquia-comunidad, y la que te acerca a ella, a través del Bautismo y la catequesis, y luego la Primera Comunión. Pero es Dios el que actúa por dentro, a través de tus padres y amigos y de gente especial que vas conociendo dentro de la comunidad. Ya desde pequeño te llama a no vivir la Fe en solitario, sino con otros, a compartir el tesoro que llevas dentro con los demás, a hacer oración en grupo… a partir de la adolescencia y en los años previos a la Confirmación, sientes además que el mundo es injusto, que hay mucha gente que lo está pasando muy mal y que hay mucho que hacer. Sientes además que la unión hace la fuerza. En esta edad Dios nunca te falla, pero si a veces se puede sentir que te falla la comunidad, si no te sientes arropado por ella, si no te sientes uno más. Sin embargo, si  la experiencia adolescente-joven es positiva, en esta edad ya empieza a ser más fuete el sentido de comunidad.
 
2. Describe algunos rasgos característicos y definitorios de tu comunidad
L1: Es una comunidad abierta, evangelizadora, una familia que comparte… todos somos muy diferentes pero unidos por el mismo amor y el valor de la amistad. Una comunidad  que vive y celebra la fe con alegría, dando testimonio…
L2: Yo describiría la comunidad, como mi segunda familia…parece un tópico, pero es cierto. Cuando ríes, ríencontigo … y cuando sufres, sufren contigo…. ¡vamos, una familia!
L3: La característica principal que veo en mi comunidad es que realmente está asentada
(Arraigada y edificada) en Jesús; es Él quien nos llama y nos mueve, quien nos une; como decía S. Agustín, somos amigos en Dios. Esta es nuestra fe.
El fruto es la unidad dentro de la diversidad de edades, compartiendo y celebrando este gran regalo, que en ocasiones no es entendido por personas no vinculadas a la Iglesia. Una verdadera familia cuya vocación es vivir a la manera de Jesús y reuniéndonos en su nombre.
L4. Para mi es mi segunda familia, a la que quiero y con la que se me siento profundamente comprometida. Es una comunidad MUY DIFERENTE, yo siempre digo que si les hubiese conocido fuera de la parroquia nunca sería amiga de más de la mitad de las personas que conozco en ella, pero gracias a lo que compartimos, nuestra fe, he tenido la suerte de descubrirlas.
Tiene dos grandes grupos: una más maduro, comprometido, formado, con gran inquietud por seguir madurando su fe; y otro más joven y por tanto con los rasgos anteriores menos desarrollados…los que llevamos más tiempo debemos trabajar por aprender a acoger a éstos últimos, como me acogieron a mi.
L5: Está formada por personas muy diferentes, tanto en edad, como en estilo de vida, como en la forma de vivir y sentir la Fe, aunque sin embargo, compartimos la misma Fe y el mismo Dios. La mayoría es gente mayor, pero también hay bastantes jóvenes y muchos niños. Está formada por varios grupos que tienen su reunión semanal y que están representados por un miembro del grupo en el Consejo Pastoral, donde todos son escuchados y donde se deciden entre todos los miembros todos los asuntos importantes de la parroquia. Otros miembros de la comunidad participan de ella, no en un grupo, sino en el grueso de la gente que asiste a misa o a recibir algún sacramento. En nuestra comunidad, por lo general,  se vive en un clima agradable y toda la gente se respeta bastante. Se realizan muchas actividades, algunas de ellas para toda la parroquia. Creo que es bastante abierta y acogedora, siempre dispuesta a aceptar a algún miembro nuevo que se une. También es una comunidad solidaria, que ayuda cuando se le pide.
 
3. ¿Cómo experimentáis los valores de una comunidad cristiana?
L1: En comunión y con ayuda de los Sacerdotes Agustinos que nos acompañan en la vivencia del Evangelio, “cada uno vive según aquello que ama” sabemos que el amor es el motor de nuestra vida.
L2: Los valores de nuestra comunidad cristiana, los experimento cada día, en los grupos parroquiales, en las actividades que realizamos, en las convivencias, en los momentos de oración… en cada cosa que haces en comunión. A veces da la sensación que cada uno vamos por libre… pero es eso, una sensación… porque a la hora de la verdad, cuando la ocasión realmente lo necesita… allí estamos todos, cada uno aportando lo que puedes y todos,…TODOS.., poniendo su corazón al servicio de los demás.
L3: Pienso que valores como el servicio, la alegría, la unión, el compartir, la disponibilidad…todas las facetas del Amor se ponen en el día a día, como ingredientes en cada una de las actividades que nos reúnen.
Celebración, oración y acción son variables constantes en la comunidad.
L4: Hay algo claro que nos une: vamos todos a una, eso es un rasgo característico muy palpable, luego cada uno vive su fe en función de los talentos que Dios le ha dado, unos con la catequesis, otros la música, otros la pastoral…pero cuando uno necesita ayuda en su área ahí que estamos todos.
Y lo experimento no sólo con estas tareas que hacemos si no en la manera de hacerlo, al margen de ese “todos a una”: se trabaja desde la humildad, la coherencia, ofrecer lo que uno tiene, el tiempo que tiene, lo que sabe hacer, al servicio de los demás.
L5: Yo lo experimento desde hace muchos años, a través de la relación con la gente, tanto en el día a día, como en los momentos muy buenos o en los momentos no tan buenos. Me parece muy importante el valor de compartir, del perdón, de celebrar………que no se pueden vivir nunca en solitario, y en comunidad estos valores nos enriquecen.
 
4. ¿Qué os aporta la comunidad? ¿Qué aportáis?
L1: La comunidad nos da experiencia de fe, fuerza, alienta nuestro compromiso, es nuestra referencia. Aportamos alegría, ilusión, nuestro dinamismo y trabajo, también… nuestras ganas de aprender.
L2: La comunidad, mi segunda familia, me aporta el recordarme que hay una forma de vivir diferente… siguiendo los pasos de Jesús. Que se puede amar y no morir en el intento…como dicen, que la fe compartida es como la gota de agua…una sola gota sirve de poco, pero con el océano, puedes hacer muchas cosas y disfrutar de lo lindo.
Yo aporto mi gota de agua. Mis ganas de ser agua, mi ilusión por un mar de amor, mi trabajo porque este mar sea casa de todos.
L3: La comunidad hace que mi fe se comparta, se reparta y se alimente, con lo cual se ve fortalecida, más profunda, activa y viva.
Cuando la pongo al servicio de los demás, cuando veo en los otros cómo le mueve la fe, su ejemplo. Todos nos alimentamos de todos, aportando nuestro testimonio cristiano.
L4: La comunidad me da ejemplo de vida y compromiso, me da amor y me da apoyo, he aprendido y aprendo mucho cada día: sobre Dios, sobre las personas, sobre cómo dar catequesis, sobre mí misma. Yo trato de aportar lo que soy, lo que se hacer, mi tiempo disponible a ella para devolver todo esto que recibo.
L5: Aporta: La identidad de ser un miembro más de la comunidad, la fuerza de que somos muchos y uno no está sólo, la complicidad en su sentido positivo. La riqueza de compartir lo que se cree, lo que se siente, la Fe, las preocupaciones, las dudas, la Vida. El poder celebrar acontecimientos importantes juntos. El ser escuchado. El entender mejor la Palabra de Dios, debatirla, opinar. El poder evangelizar y dejarse evangelizar.
Intento aportar primero mi presencia, y luego la apertura para ayudar en todo lo que haga falta a los demás.
 
5. ¿Qué relaciones tenéis con la parroquia, la comunidad educativa donde habéis nacido, el instituto religioso…?
L1: La Parroquia es un hogar para nosotros donde celebramos y vivimos nuestra fe, dando testimonio dentro e intentamos que llegue también al exterior, que nuestra vida sea ejemplo. Es nuestro lugar de encuentro. Participamos en los distintos grupos, catequesis y actividades pastorales, liturgia, coro, grupos de reflexión, caritas…
L2: La relación que mantengo con la parroquia y con la comunidad es de lo más natural. Esta relación forma parte de mi vida. Soy catequista en ella, además de colaborar en otras tareas…es como una gran casa… en la que siempre hay cosas que hacer o cosas que mejorar…o cosas que preparar para las visitas o acogidas. Tengo una relación viva, activa, y sobre todo de confianza.
L3: Mi relación actual con la parroquia es de confianza, es mi segunda casa. Tengo claro que el nexo de unión sigue siendo la fe, es Jesús quien nos reúne, quien nos hace estar juntos celebrando y trabajando, poniendo cada uno lo que es, con humildad, al servicio de los demás. Realmente, considero que es un gran regalo el que todos los que estamos sentimos que somos Uno (Dios) para todos y todos para Dios.
L4: Mi relación actual con la parroquia es de confianza, es mi segunda casa. Tengo claro que el nexo de unión sigue siendo la Fé, es Jesús quien nos reúne, quien nos hace estar juntos celebrando y trabajando, poniendo cada uno lo que es, con humildad, al servicio de los demás. Realmente, considero que es un gran regalo el que todos los que estamos sentimos que somos Uno (Dios) para todos y todos para Dios.
Todas las que mi saber hacer o ser me permite: catequesis, coro, pastoral, convivencias, campamentos, una integrante más de la comunidad… Unos años más cosas, otros menos, depende del momento de mi vida en el que me encuentre (más-menos trabajo, más-menos estudios…) pero si que reconozco que trabajar en la parroquia para mi es “mi momento de la semana” cuando más a gusto estoy, por lo que no me cuesta nada estar (aunque no siempre se puede).
 
L5: Con la parroquia he tenido siempre relación, pero sobre todo desde que me confirmé, a través del grupo de jóvenes y de sus actividades, de la catequesis de niños y jóvenes, y como voluntario de Cáritas.
 
6. ¿De qué manera os ayuda la comunidad en el crecimiento personal y a la vida de la fe?
L1: La comunidad es el “sembrador” y la semilla la recogemos nosotros. La comunidad es muy importante para nuestro crecimiento personal y la fe de cada uno de nosotros no es individual… participamos de la fe de la Iglesia, ilumina nuestro camino…
L2: Es como el aire… nunca piensas en lo que te aporta… hasta que lo pierdes y entonces te das cuenta de que dependes de él para poder vivir.
L3: Cada vez estoy más segura de que la comunidad es fundamental para mantener viva la llama de la fe. La fe no se puede vivir sólo, se moriría, o estaría coja. Necesitamos de la fuerza de la Unión. Jesús se rodeo de 12 amigos para iniciar sus planes del anuncio de la Buena Noticia. Y al igual que ellos, nosotros seguimos compartiendo, celebrando, orando y trabajando, evangelizando para que este mundo llegue a ser el Reino de Amor que Dios quiere, en unión con la Iglesia, que es en la COMUNIDAD de comunidades.
Ser comunidad es hablar el mismo idioma, el del AMOR, el idioma de Jesús Y cada vez que entro en cualquier otra iglesia que no es la “mía”, me siento bien, me siento Comunidad, porque sé que el Espíritu es el  mismo, siempre en comunión con toda la Iglesia. Tal vez este sentimiento es lo que ha calado hondo y me siento contenta por ello, y agradecida a mi comunidad parroquial.
Por eso pienso en una utopía, y es que este mundo sea algún día COMUNIDAD.
L4: Todas las que mi saber hacer o ser me permite: catequesis, coro, pastoral, convivencias, campamentos, una integrante más de la comunidad… Unos años más cosas, otros menos, depende del momento de mi vida en el que me encuentre (más-menos trabajo, más-menos estudios…) pero si que reconozco que trabajar en la parroquia para mi es “mi momento de la semana” cuando más a gusto estoy, por lo que no me cuesta nada estar (aunque no siempre se puede).
L5: Para mí es como mi segunda casa, donde además de realizar una labor por y para los demás, en ella me siento Familia y gracias a ella puedo vivir mejor mi fe. Me siento muy unido al grupo de catequistas, y me siento muy bien con el resto de parroquianos. Mi Fe es más fuerte al compartirla, y en todos estos años ha tenido mucha importancia para mí la comunidad; sin ella yo no sería ahora el que soy.
 
Fraternidad Marianista “La Sal”
Víctor de Felipe
 

  1. Nuestro camino hasta ser comunidad

Nuestra fraternidad nació de la convergencia de dos fraternidades anteriores, denominadas Genesaret y Monte do Gozo.
Genesaret se creó a partir de un grupo de catequistas del colegio Marianista de Santa Ana y San Rafael de Madrid.
Monte do Gozo provenía de los grupos de confirmación del colegio Nuestra Señora del Pilar de Madrid.
Durante varios años, ambas comunidades crecieron en la fe y fueron madurando poco a poco, en un proceso inicial acompañados por la gran comunidad, “Fraternidades Marianistas de Madrid”.
Por circunstancias de la vida, el número de miembros en ambas comunidades comenzaba a disminuir, por lo que fue necesario unirse para formar un nuevo grupo más relevante y con mayor peso.  El nexo de unión, que en principio fue la amistad, tuvo que modificarse, ya que hacía falta algo más para seguir este camino, esta opción de vida en común. El grado de compromiso era cada vez mayor, y hacían falta personas más implicadas con la Fraternidad y con ganas de participar y formar parte activa de la misma.
La unión de ambas fraternidades en “La Sal” no ha podido terminar mejor, siendo ahora mucho más rica en personas, experiencias y acciones, y compartiendo un mismo espíritu. Con el paso del tiempo, se han ido incorporando nuevos fichajes a la nueva fraternidad, de otros ámbitos en relación con la Familia Marianista, qua han ayudado a ampliar el espectro de personas que la formamos y a enriquecer con sus experiencias y conocimientos personales al resto del grupo.
En la actualidad, formamos un grupo de 11 miembros, donde uno de ellos actúa como asesor (es un religioso marianista) y hay un puesto de responsable que rota entre el resto.
El camino ha sido duro en ciertos momentos: al inicio, cuando los integrantes éramos muchos, de distintos orígenes y con distintos objetivos, lo que hizo que el grupo se redujera antes de formar comunidad; en el momento de unión, cuando entraba gente nueva, distinta, con otra trayectoria, con los que había que diluirse, perdiendo algo de identidad grupal por el bien del nuevo grupo; hay momentos personales duros que hacen tambalearse al grupo. Pero siempre buscamos los puntos en común, reforzábamos los objetivos o los revisamos.
Todo esto ha supuesto que hoy seamos un grupo fuerte, cohesionado, flexible y abierto, y con unos objetivos y un plan de vida en constante revisión para asegurarlo. Creemos que la comunidad está bien cimentada, y es capaz de seguir creciendo en la fe y en la experiencia de Dios en nuestro quehacer diario. El periodo de formación de grupo ha terminado, y esperamos un momento de desarrollo potencial que ya está llegando.
 
2. Describe algunos rasgos característicos y definitorios de tu comunidad
Nuestra comunidad se puede definir con varios adjetivos. El primero y más evidente es nuestra apertura al mundo y al resto de personas. Somos gente abierta a recibir nuevos miembros de todas las sensibilidades de dentro de la Iglesia. Nos preocupan otros colectivos, en especial aquellos más desfavorecidos. Colaboramos con otras organizaciones para apoyar su labor de desarrollo en distintos ámbitos de la persona y la comunidad. De esta forma, nos convertimos también en un grupo solidario.
La espiritualidad mariana también baña nuestra comunidad, como rasgo distintivo de toda la Familia Marianista. El carisma de María, su confianza en Dios y en su Misión, y su gran aportación al Reino son características que buscamos conseguir, siempre con el apoyo y el ejemplo de María.
El grupo otorga una gran importancia a la oración en todos sus ámbitos y variantes. Apostamos por una oración incluida en nuestra vida diaria, como forma de experiencia de Dios. No nos basamos en una forma de oración tradicional, sino una adaptada a nuestros sentimientos, sensaciones y vivencias, así como a nuestra condición de comunidad joven.
La formación para ampliar el conocimiento teológico y del hecho religioso también nos caracteriza, al incluir diversos libros y estudiar distintos puntos de vista de la experiencia de la presencia de Dios en el mundo. Queremos que el grupo sea un referente donde plantear y solucionar las dudas religiosas y espirituales que vayan surgiendo.
 
3. ¿Cómo experimentáis los valores de una comunidad cristiana?
Las vivencias dentro de la comunidad nos ayudan a discernir sobre nuestra condición de cristianos, y nos obligan a desarrollar opciones de vida preferencial por los más pobres y necesitados, y a aplicar los valores del evangelio y del Reino en nuestra vida corriente.
En concreto, la preocupación por el prójimo, la ayuda a su desarrollo personal y comunitario, la muestra del amor infinito de Dios y la vivencia profunda de la realidad actual de presencia en el Reino, son los valores que más fomenta la comunidad, y donde intentamos hacernos cada vez más partícipes.
 
4. ¿Qué os aporta la comunidad? ¿Qué aportáis?
Dada la situación actual en la que cada uno nos desarrollamos, trabajamos, estudiamos y vivimos, creemos necesario un espacio concreto donde desarrollar la faceta religiosa y espiritual de forma más profunda, permitiendo su vinculación con la vida diaria. La comunidad aporta un espacio para la oración, donde compartir experiencias de Dios, aprender y formarse en conjunto y crecer de forma personal y grupal.
En comunidad somos capaces de vivir y promocionar el Reino, de actuar y evaluarnos ante el resto desde un punto de vista cristiano, siguiendo las enseñanzas y el modelo de vida de Jesús.
Aportamos nuestras experiencias de vida, nuestras situaciones personales y las soluciones que tomamos ante problemas. Esto sirve de ejemplo al resto del grupo y como forma de corrección fraterna si así fuera necesario.
Los distintos temas tratados por el grupo son preparados previamente, siendo un fraterno concreto el encargado de guiar la reunión correspondiente y es él quien aporta la mayor parte de los contenidos. Así cada uno crece en la fe y en el conocimiento del hecho religioso, y es capaz de comprender y transmitir dicho conocimiento al grupo, quien se enriquece de la aportación personal del fraterno.
 
5. ¿Qué relaciones tenéis con la parroquia, la comunidad educativa donde habéis nacido, el instituto religioso…?
Nuestra comunidad, una fraternidad, forma parte de un grupo superior, las Fraternidades Marianistas, en concreto, Fraternidades de la Región de Madrid. Dentro de este gran grupo, nuestra relación se basa en compartir nuestras experiencias con otros grupos, apoyar a la organización del mismo. Compartimos jornadas de ejercicios espirituales, celebraciones eucarísticas y momentos para compartir la fe y la vida.
Además, fomentamos las relaciones con nuestras parroquias de origen, colaborando en la organización de celebraciones. Muchos de nosotros llevamos a cabo labores de evangelización en nuestros colegios de origen, como catequistas tanto de niños cómo de jóvenes alumnos, siendo uno de los hitos de las catequesis la preparación para la Eucaristía o la Confirmación. Aparte, colaboramos con Organizaciones de Ayuda para el Desarrollo, de acuerdo con nuestro compromiso de acción social, en nuestro entorno o desplazados.
En este aspecto, experimentamos una falta de relación más profunda con una comunidad en la que se celebren sacramentos. Quizás una relación directa con una parroquia, mediante la participación del grupo de forma integral en las celebraciones, podría ayudarnos a mejorar nuestra religiosidad y nuestra vida dentro de la Iglesia.
 
6. ¿De qué manera os ayuda la comunidad en el crecimiento personal y a la vida de la fe?
En la fraternidad encontramos un lugar para compartir nuestras vivencias personales y religiosas, para contrastar nuestra fe y para solucionar aquellas dudas y problemas que nos puedan surgir en el vivir diario. Al compartirlo, conseguimos una respuesta plural, reflexionada y tintada de espíritu cristiano.
La propuesta anual de trabajar sobre un tema o libro concreto nos ayuda en el crecimiento del conocimiento de la fe, de la historia de Jesús, su mensaje e interpretación. Nos indica cómo vivir esa espiritualidad dentro del mundo actual, sin tener que rechazarlo y con ánimo de combatir aquellas injusticias que aún se cometen, para, poco a poco, poder mostrar el Reino que trajo Jesucristo a todas las personas sin excepción.
La comunidad nos ayuda a madurar como personas, y nos permite evaluar ese crecimiento personal, mediante la elaboración de un Plan Personal de Vida, que compartimos y ponemos en común, fomentando la participación del grupo en la elaboración del plan personal de cada fraterno. Ese plan de vida es evaluado personalmente y colectivamente de forma semestral. Así logramos fijar unos objetivos comunes y otros personales, y poder conocer los medios necesarios que hay que poner para lograr los citados objetivos.