Congregación Mariana de la Inmaculada

1 diciembre 1999

[vc_row][vc_column][vc_column_text]1 Amigos de verdad
 
Cuando era pequeña, me gustaba mucho salir con mis amigos. Me gustaba tanto, que apenas aparecía por casa; mis padres me conocían por las fotos… Era muy divertido, pero yo no era feliz.
A los once años, empecé en un grupo de Montañeras de Santa María, perteneciente a una Congregación Mariana. Seguía saliendo con mis amigos, pero además iba de excursión, conocía chicas estupendas, visitaba sitios nuevos de España y del extranjero, íbamos de peregrinación con otros grupos de Montañeros.
Cada vez esta actividad empezó a ocuparme más tiempo. Fui cambiando de amigos, cada vez que pasaba de curso o iba a otro instituto o, simplemente, cuando me dejaban de interesar. Sin embargo, después encontré a mis amigos de verdad, los que nunca fallan, los que me ayudan cuando tengo problemas, con los que me divierto, y también con los que trabajo para hacer algo importante que nos hace felices.
Al principio, lo que me atraía del grupo era lo que ya te he contado en el párrafo anterior. Pero, poco a poco, fui descubriendo otras cosas que me gustaría compartir contigo.
 

2 Metas altas

 
Primero, te diré en dos palabras lo que es una Congregación Mariana. Es un movimiento de la Iglesia que nació gracias a los Jesuitas —hace ya varios siglos— y que tiene un fin muy sencillo, que puede sonarte un poco extraño, si no te paras a pensarlo: queremos ser santos.  A lo mejor piensas que cómo una chica de hoy, normal y corriente, va a querer que vendan estampas con su fotografía y que hagan una capilla en su honor en la iglesia de algún pueblo. No se trata de eso.
Después de estudiar para sacar un 10 en un examen, ¿nunca te has quedado en un 7? Yo sí. Y, por experiencia, te puedo decir que, si te propones sacar sólo un 5 ó un 6, es muy fácil que suspendas. Por la misma razón, queremos ser santos. A Dios no le puedo decir sólo que intentaré ser buena y no matar a nadie; pero si le digo todos los días que quiero ser santa, a lo mejor así, algún día, consigo ser menos mala.
 

3 Equipos y secciones

 
Bueno, y después de esta introducción, voy a la práctica, o sea, a cómo aprendemos a ser santos. Mi Congregación está dividida en equipos —más o menos según la edad, nivel de exigencia, formación—, y cada equipo tiene una instructora. Nos reunimos cada quince días para estudiar algún tema que nos interese —social, moral, religioso, etc.—, para rezar juntas, y para ayudarnos unas a otras: contamos cómo va nuestro trabajo, estudios, vida de familia, oración, y nos damos mutuamente consejos, intentando superar juntas las dificultades.
También nos organizamos en secciones, por preferencias individuales. Podemos elegir qué queremos hacer para ayudar a los demás; lo importante es ayudar y pensar en los demás, en vez de cerrarnos egoístamente en nosotras mismas. A veces, pensamos que somos el ombligo del mundo y dejamos de ser felices, porque sentimos envidia; pensamos en lo peor de los demás, porque nos consideramos mejores que ellos.
 
Sección de enfermos
Un sábado al mes hacemos una visita a los niños que están ingresados en el Hospital de La Paz. Vamos a jugar con ellos un rato, les enseñamos canciones y les sacamos de su rutina diaria. Durante todo el mes, nos dedicamos a recoger juguetes, revisarlos y limpiarlos para llevárselos el día de la visita. En el Hospital hay una sala donde los niños pueden jugar, y nosotras procuramos llevar juguetes a los niños que, desgraciadamente, tienen que pasar allí tanto tiempo.
 
Sección de ancianos
Un domingo al mes visitamos a los ancianos de la Residencia Nuestra Señora del Carmen, junto a la Universidad Autónoma de Madrid. Pasamos la mañana hablando con ellos o, más bien, escuchándoles. ¿Verdad que no parece un trabajo duro? Es que no lo es. A ti y a mí, hablar un rato con una persona no nos supone ningún enorme gasto de energía; sin embargo, para algunos ancianos, llegas a ser su nieta que le quiere y le va a visitar. Es muy duro ver a algunas personas ancianas tan solas, sin nadie que las  visite; ellas sienten que su vida va a acabar allí, sin sus esposas o maridos, sin sus hijos… Bueno, en realidad no todo es así; también encontramos ancianos a los que van a visitar sus familiares muy a menudo. Pero les hace la misma ilusión que vayamos nosotras; disfrutan contándonos cómo han crecido sus nietos, y tantas otras cosas.
Como vamos los domingos, algunas personas nos piden que les ayudemos a ir a la capilla para celebrar la Misa; así las acercamos a la capilla y después las llevamos a sus habitaciones. Durante el resto del mes, lo que hacemos es recoger revistas —de cotilleo— para regalárselas cuando vamos. Además, tenemos una breve reunión, antes o después de la visita, en la que nos formamos un poco para saber qué hemos de hacer: cómo hay que tratar a los ancianos, qué hemos de responder a algunas de sus preguntas, qué cosas nunca les debemos decir para no desanimarlos, etc.
 
Sección de Misiones
Un sábado el mes, además de ayudar a los que tenemos cerca, intentamos echar una mano a los que están lejos: nuestros misioneros. Cada equipo se escribe con un misionero diferente e intenta ayudarle en lo que pide. Por ejemplo, recogemos ropa usada de nuestros familiares y conocidos, y la clasificamos para hacer paquetes: ropa de verano, de invierno, de hombre, de mujer, de niño o niña, para enviarla adonde más falta haga. A veces, enviamos la ropa directamente; para eso, hace falta sacar dinero de algún sitio: ventas, festivales, etc.; otras veces, entregamos la ropa seleccionada a otras organizaciones de confianza para que la envíen ellos.
 
Montañeras de Santa María
Cada mes tenemos una reunión y una excursión. Puedes imaginar lo que se hace en esta sección: aprender técnicas montañeras —mapas, morse, socorrismo—, ir a la montaña, etc. Preguntarás a quién ayuda esta sección. La respuesta es muy fácil: a todos sus miembros. Se trata de un deporte, pero también de un estilo de vida. Aprendemos a convivir –no sólo soportándonos, sino sirviéndonos–, a ver lo grande que es Dios en su creación y a buscar su presencia en todo lo que nos rodea. Es difícil de explicar, pero cuando te esfuerzas todo el día en servir a las demás y te sientes más feliz, en el momento de llegar a casa sientes ganas de ayudar a poner la mesa  o de echar una mano a tu hermano pequeño con los deberes. ¿Nunca te ha pasado eso a ti? A mí, muchas veces. Y también me ha sucedido lo contrario; cuando me he tirado a la bartola todo el día, me apetece seguir haciéndolo, aunque me aburra.
 
Sección de Espiritualidad
Es el grupo que se encarga de preparar las Eucaristías, de enseñarnos cantos, de preparar las fiestas de nuestros patronos: La Inmaculada, Santa Teresa, San Luis Gonzaga, etc. Se reúnen para todo esto —y para mucho más— un sábado al mes.
 
Primera etapa y Grupo de la Alegría
Son los dos grupos de Montañeras más jovencitas: de 9 a 11 años y de 5 a 9, respectivamente. Sus instructoras son montañeras mayores y les enseñan todo lo que os podéis imaginar: socorrismo, orientación, juegos, teatro, música, manualidades.
 
Ahora que ha salido el tema de las edades, os comentaré algunos detalles. Ya os habréis dado cuenta de que mi Congregación no es mixta, aunque otras como la mía sí lo son. Con respecto a la edad, no hay muchos límites. A partir de los 5 años se puede ser montañerita y, a partir de los 12, hasta los …taitantos, se empieza a pertenecer a un equipo de la Congregación y a la sección que se prefiera. En mi equipo, como en otros de la Congregación, somos ya todos universitarios o profesionales.
Como ya conocéis mi vida, creo que ha llegado el momento de presentarme. Me llamo Pilar, tengo 23 años, estudié Magisterio en la Escuela Universitaria «Don Bosco», trabajo en una Escuela Infantil con niños de 4–5 años y, para completar mi currículum, os diré que ahora sólo busco la felicidad que nos da Dios, y sus cosas.
Y estoy muy agradecida a la Congregación Mariana del Instituto María Teresa de Alcobendas, y a las religiosas que han hecho posible que mi vida sea diferente. n[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]