Construir la casa de la resiliencia

1 junio 2008

Materiales para educadores

Paco López
 
Es frecuente al tratar sobre la resiliencia referirse a la imagen de la casa. Se habla precisamente de construir la “casa de la resiliencia”, construcción que tiene sus cimientos en las necesidades básicas de la persona y que implica en lo más hondo la aceptación fundamental. Recogemos en torno a esta imagen un conjunto de materiales utilizados por  Paco López en encuentros de estudio y reflexión sobre el tema con educadores.
 
La fabula del aguilucho
 
Érase una vez un granjero que, mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho malherido.  Se lo llevó a su casa, lo curó y lo puso en el corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a comportarse como éstos.
Un día un naturalista que pasaba por allí le preguntó al granjero: ¿Por qué este águila, el rey de todas las aves y pájaros, permanece encerrado en el corral con los pollos?
El granjero le contestó: Me lo encontré malherido en el bosque, y como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, no ha aprendido a volar.  Se comporta como los pollos y, por tanto, ya no es un águila.
El naturalista dijo: El tuyo me parece un bello gesto, haberle recogido y haberle curado y cuidado. Además, le has dado la posibilidad de sobrevivir y le has proporcionado la compañía y el calor de los pollos de corral.  Sin embargo, tiene corazón de águila y con toda seguridad, se le puede enseñar a volar. ¿Qué te parece si le ponemos en situación de hacerlo?
– No entiendo lo que me dices.  Si hubiera querido volar, lo hubiese hecho.  Yo no se lo he impedido.
Es verdad, tú no se lo has impedido, pero como tú bien decías antes, como le enseñaste a comportarse como los pollos, por eso no vuela. ¿Y si le enseñamos a volar como las águilas?
– ¿Por qué insistes tanto? Mira, se comporta como los pollos y ya no es un águila, ¿qué le vamos a hacer?  Hay cosas que no se pueden cambiar.
– Es verdad que en estos últimos meses se está comportando como los pollos.  Pero tengo la impresión de que te fijas demasiado en sus dificultades para volar. ¿Qué te parece si nos fijamos ahora en su corazón de águila y en sus posibilidades de volar?
– Tengo mis dudas, porque ¿qué es lo que cambia si en lugar de pensar en las dificultades, pesamos en las posibilidades?
– Me parece una buena pregunta la que me haces. Si pensamos en las dificultades, es más probable que nos conformemos con su comportamiento actual.  Pero ¿no crees que si pensamos en las posibilidades de volar esto nos invita a darle oportunidades y a probar si esas posibilidades se hacen efectivas?
– Es posible.
– ¿Qué te parece si probamos?.
– Probemos.
Animado, el naturalista al día siguiente sacó al aguilucho del corral, lo cogió suavemente en brazos y lo llevó hasta una loma cercana.  Le dijo:
– Tú perteneces al cielo, no a la tierra.  Abre tus alas y vuela.  Puedes hacerlo.
Estas palabras persuasivas no convencieron al aguilucho.  Estaba confuso y al ver desde la loma a los pollos comiendo, se fue dando saltos a reunirse con ellos.  Creyó que había perdido su capacidad de volar y tuvo miedo.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó al aguilucho al tejado de la granja y le animó diciendo:
– Eres un águila.  Abre las alas y vuela.  Puedes hacerlo.
El aguilucho tuvo miedo de nuevo de sí mismo y de todo lo que le rodeaba.  Nunca lo había contemplado desde aquella altura.  Temblando miró al naturalista y saltó una vez más hacia el corral.
Muy temprano al día siguiente el naturalista llevó al aguilucho a una elevada montaña.  Una vez allí le animó diciendo:
– Eres un águila, abre las alas y vuela.
El aguilucho miró fijamente los ojos del naturalista. Éste, impresionado por aquella mirada, le dijo en voz baja y suavemente:
– No me sorprende que tengas miedo.  Es normal que lo tengas.  Pero ya verás cómo vale la pena intentarlo. Podrás correr distancias enormes, jugar con el viento y conocer otros corazones de águila. Además, estos días pasados, cuando saltabas pudiste comprobar qué fuerza tienen tus alas.
El aguilucho miró alrededor, abajo hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Entonces, el naturalista lo levantó hacia el sol y lo acarició suavemente.  El aguilucho abrió las alas y, finalmente, con un grito triunfante, voló alejándose en el cielo.  Había recuperado, por fin, sus posibilidades.
 

  • Comentario de la fábula: ¿qué sugiere?, ¿qué enseña? ¿cuál es la aplicación educativa?
  • Analizar las actitudes del granjero y del naturalista ante el aguilucho.
  • Analizar y valorar la argumentación del naturalista para motivar el vuelo del aguilucho.

 
La historia de Susi
 
Salgo de una Junta de evaluación y a medida que camino hacia el autobús aún resuena en mi cabeza alguna frase… “este no aprobará en su vida…” “este es muy cortito”… “el pobre lo intenta, pero nunca podrá”… Y, con las frases, llega el recuerdo de Susi. Te lo cuento, porque su recuerdo tiene un efecto balsámico, que borra de un plumazo este mal rollo que me coge cuando oigo algunas cosas (cosas que entiendo como fruto del cansancio y de la legítima necesidad de catarsis colectiva de los profesores, pero que me cuesta asumir como ejercicio sensato de evaluación educativa).
A lo que iba: Susi. Alguien debió de pensar algo así de ella cuando en los primeros cursos de la antigua EGB recomendaron a su familia llevarla a un centro de educación especial. Quizás no atendía en clase, quizás se equivocaba demasiado, quizás no parecía aprender al ritmo de los otros… Llegó sin demasiados informes previos al Aula Taller en el que trabajábamos, una propuesta educativa para chicos y chicas de 14 a 16 años en aquellos últimos años en que ni la escolaridad obligatoria ni la edad para trabajar alcanzaban esa franja de edad.
Parecía una buena chica, no muy habladora, “rellenita”, colaboradora con los educadores… una más de los 12 o 15 chavales con historias marcadas por el fracaso y la dificultad que habían ido a parar a aquella especie de planta de reciclaje de residuos sociales y educativos que, para algunos, era el Aula Taller.
De hecho, todos eran “uno más”, chicos y chicas con carencias, que recuperaban allí unos mínimos de su formación básica en lengua y mates, que recibían unos rudimentos de formación sociolaboral y que mejoraban sus escasos hábitos personales en sencillos talleres de madera, electricidad, cocina o serigrafía.
Ella iba haciendo, como todos… Un día, pasados ya varios meses de curso y suficientes experiencias como para que ya ninguno fuera “uno más” para los educadores, Susi trajo un regalo para uno de nosotros, un educador que cumplía años. Era su tutor y abrió con curiosidad el pequeño envoltorio. Era un libro: “Diario de un jubilado”, de Miguel Delibes. El educador imaginó que la elección del regalo se debía al título y, con humor, agradeció el regalo y preguntó a Susi:¿Es una indirecta para llamarme viejo o algo así?. Susi rió y contestó: No, es que lo he leído, me gustó y pensé que también te gustaría.
La mirada de los educadores y educadoras presentes cambió. (¿Qué? ¿Una alumna del Aula Taller leyendo libros?)
Seguimos preguntado. Descubrimos que Susi leía más libros habitualmente que muchos de los que allí estábamos. Su hermana trabajaba en una editorial y se los traía, en castellano y en catalán…
La vida siguió en el Aula Taller. Y las dificultades de Susi con las matemáticas y otras cosas también. Una situación inesperada hizo que el taller de serigrafía se quedara sin el educador voluntario que lo llevaba. Había que suplirlo, pero los que allí trabajábamos no sabíamos nada de serigrafía. Uno de nosotros (justamente el del libro) era aficionado a la fotografía y propuso hacer un taller de fotografía. Era un poco atípico, porque la intención de los talleres era, además  de trabajar hábitos, abrir posibles intereses profesionales futuros y, la verdad, nos costaba imaginar a aquellos chavales convertidos en fotógrafos profesionales. De todas maneras, no había opción. Hicimos el taller.
Tuvimos la “mala suerte” de que Susi se enamoró de la fotografía. ¿Qué hacemos? ¿Qué le decimos?…. Mira, Susi, el mundo de la fotografía nos parece complicado. No parece una profesión de fácil acceso, tendrías que sacarte el Graduado Escolar, luego hacer alguna FP o algún curso especializado en una escuela privada…
– ¿Pero tú crees que yo puedo intentarlo?, le preguntó a su tutor.
Mirábamos a aquellos chavales como carne de andamio, de cocina, de taller… la escuela no parecía estar hecha para ellos y nos costaba mucho verlos sentados en un aula de ningún tipo. Quizás lo racional hubiera sido responderle que no, que mejor buscar un curso ocupacional y después algún trabajo que le permitiera irse ganando la vida y la autoestima… Pero al tutor le pudieron los principios educativos o quizás los ojillos lectores de Susi y la lucidez de algunas conversaciones con ella que nunca habría iniciado si no hubiera descubierto sus ansias de aprender leyendo por su cuenta.
– Sí, creo que puedes intentarlo. No tomes la decisión definitiva ahora. Primero prueba lo del Graduado en una Escuela de Adultos y, cuando lo tengas, plantéate por donde seguir.
Te ahorro los matices. Susi se sacó el Graduado (quizás necesitó un par de intentos), trabajó durante un tiempo en el almacén de una farmacia… y hace unas fotografías magníficas. Ignoro si le costó mucho superar una a una todas las materias de aquellos cursos de la escuela de fotografía, pero ví con frecuencia el entusiasmo en sus ojos cuando vino a visitarnos al centro y a compartir con nosotros sus progresos.
El otro día me la encontré en la calle. Susi debe tener unos 24 años. Venía de pasar una temporada en Menorca, en un trabajo temporal que se planteó como experiencia y del que parecía haber disfrutado.  Paseaba a su sobrina. Su manera de vestir, de andar, sus gestos… son, sin más, los de una chica de 24 años que vive con intensidad la vida, que tiene proyectos, que confía en sus posibilidades, que sigue creciendo…
Ignoro si su paso por el Aula Taller le cambió la perspectiva sobre sí misma y sobre la vida. Sólo sé que a nosotros sí nos cambió la mirada. Algunos de los que allí estábamos somos ahora profesores en alguna escuela, otros siguen en proyectos sociales. A todos, eso sí, se nos ilumina el gesto cuando, en las reuniones de equipo, un compañero cuenta sorprendido que ha descubierto que tal o cual chico/a tiene posibilidades.
 

  • ¿Qué aspectos llaman más la atención en la historia de Susi?
  • Reflexionar sobre la propia mirada educativa respecto a los educandos

 
El mensaje de Pedro
Pedro es dueño de un restaurante en el centro de la ciudad. Está separado de su mujer, con la cual tiene un hijo, Oscar, un chaval de 17 años del que, en general, no se siente nada orgulloso. Al contrario, últimamente, es fuente de constantes quebraderos de cabeza para él.
Pedro estrena correo electrónico en el restaurante y aprovecha para desahogarse con Julio, un amigo de su adolescencia …
¿Qué tal, Julito?
Estoy probando el correo electrónico… y te ha tocado. Además hoy tengo un día tonto y vas a tener que aguantarme (ya sabes, un día por ti, otro por mí).
Es mi hijo, Oscar. La cosa se complica. Ya hasta me dan igual los estudios… si al menos yo viera que tiene sangre en las venas… Parece un mueble conectado todo el día a sus aparatos. Cuando no es el chat, es el móvil o  el MP3 ese. Ya hasta casi no ve la tele, que era lo poco que hacíamos juntos  (salvo cuando no nos poníamos de acuerdo y se iba a ver la de su cuarto, claro).
No lo entiendo. Le he dado todo. Me he desvivido por él. He renunciado a todas mis aficiones. He dejado de salir con mis amigos del barrio. Hace siglos que no voy en verano al pueblo (para veros a vosotros y a la familia)…. Sólo trabajo y trabajo para que él tuviera las oportunidades que yo no he tenido.
Su madre y yo hemos sido siempre conscientes de que el ocio es la madre de todos los males y hemos hecho lo posible por tenerlo siempre ocupado. Le apuntamos desde pequeño al club excursionista de la parroquia. Y, de hecho, al principio fue con frecuencia, hasta que empezó a suspender y le borramos porque le quitaba tiempo de estudio.
Le hemos pagado academias de inglés con la esperanza de que se apuntara a algún intercambio. Nada, él sólo quería estar con esa panda del barrio hasta que le prohibimos ir con ellos porque aprendía de todo menos algo bueno.
Le hemos comprado todo lo que ha pedido, con la esperanza de fomentar sus aficiones: que si juguetes, que si la guitarra, que si el ordenador, que si la moto. Hasta le hice un cuarto en el restaurante para que se entretuviera con sus cosas mientras yo trabajaba. Ahora lo tengo cerrado porque le pillé el otro día con una de su clase (eso dice, pero vete tú a saber de dónde ha salido la muchacha)… y sólo me faltaba que convirtiera el cuarto en un picadero…  Además, no tiene edad para liarse en esas historias, que lo único que le van a traer las mujeres son problemas.
El caso que es ahora le ha dado por salir solamente de noche. Queda con unos cuantos – que ni conozco – a las 12 de la noche y vuelven a las tantas.  Y cuando está en casa parece que no sabe qué hacer, todo el día aburrido, tirado con sus cacharros o hablando por el móvil con sus amigos (que acaba de ver hace cinco minutos). Cuando le digo algo, me dice que tiene problemas. Yo le contesto que ya me gustaría a mí tener los problemas que tiene él. Entonces se calla y se va.
 Lo he probado todo. Le digo que con los amigos puede contar para las juergas, pero, a la hora de la verdad, uno se tiene que enfrentar sólo a la vida y tirar para adelante sin lamentaciones. Pero no hay manera. Le veo mal, pero tengo la sensación de no poder ayudarle.
¿Qué he hecho mal, Julio?. Te juro que le quiero con toda mi alma y haría lo que fuese con tal de verle más activo, más autónomo, más maduro. Si existiese una máquina del tiempo, volvería atrás e intentaría hacerlo mejor, aunque quizás no sabría cómo…
 
Para el trabajo en grupos:
·         Imaginad que fuera posible volver atrás en el tiempo e intentad poneros de acuerdo en las siguientes cuestiones:
– ¿Qué aspectos (actitudes o comportamientos) de la actuación de Pedro con su hijo mantendríais?
– ¿Qué aspectos cambiaríais?

  • Aprovechando el caso para pensar en la actuación de educadores y educadoras:

– Grupos “pro”: 3 actuaciones educativas constructoras de apoyo social
– Grupos “pre”: 3 actuaciones bienintencionadas no constructoras de apoyo social
 
Las dos abuelas
 
Querido Paco:
 
Esta semana le he dado muchas vueltas a la cabeza pensando lo injusta que es la vida, que hace que unos lo tengamos fácil y a otros se les haga tan cuesta arriba todo. O que, incluso para estos, los que lo tienen difícil, no sé qué pasa, pero unos salen adelante y otros se van quedando…
          Yo, ya sabes, soy de los que lo he tenido más o menos fácil. No te hablo de mí. Te digo esto porque estos días he visitado a las dos abuelas de un matrimonio amigo mío. Ambas tienen ya una edad avanzada y sus maridos han muerto. Ambas han tenido una vida dura… trabajando desde muy pequeñas en el campo, pocas posibilidades de educación, emigrar a la ciudad para ganarse la vida, hambre en algún momento, la guerra de por medio….  Pero, mientras una (la que en estos momentos está peor de salud y tiene menos recursos económicos) te transmite ganas de vivir y sale adelante con una fuerza increíble, la otra se muestra siempre amargada, apenas sale de casa y  da sensación de que sólo espera a irse apagando poco a poco.
Me pregunto qué hace diferentes a estas dos mujeres. No lo tengo claro. Estuve comiendo el sábado en casa de la primera, la Sra. Justina. Todos los sábados hace ella misma  la comida para sus ocho nietos y, aunque le cuesta moverse porque la artrosis le produce unos dolores a veces insoportables, se la ve feliz entre su familia, con la que tiene un contacto constante.  Algunos de sus nietos están muy implicados en la vida del barrio, a través de la parroquia, y ella aprovecha estos encuentros para exponer sus puntos de vista sobre el tema.
 «Os pasáis ahí todo el día de juerga y de ir a misa nada» -les comenta medio en broma, medio en serio- Y es que ella va a misa  de nueve todos los días, incluso cuando hace mucho frío… Es una de las cosas que da sentido a su vida, más cuando ha tenido que vivir, en los últimos años, la muerte de un hermano, de su marido, de su hija menor a causa del cáncer y, muy recientemente, y cuando todos parecían irlo superando, del marido de su hija fallecida y la hija de ambos -su nieta- en accidente de coche.
Está convencida de que, aunque la vida que le ha tocado vivir no ha sido fácil, tiene la responsabilidad de salir adelante. Por eso nunca parece rendirse. Le han dado tres veces la extrema unción… y, a pesar de sus problemas de salud, no para un momento. Hace jerseys para sus nietos y enseña a las vecinas los secretos de la costura, lee todas las noches antes de dormir (desde la vida de Teresa de Calcuta hasta el Boletín Salesiano, pasando por alguna novela interesante), cuida sus plantas y su perro, cocina, limpia, conoce al dedillo los entresijos del mundo del ciclismo (su deporte favorito)….y, sobre todo, si te dejas, te enfrasca en una lúcida conversación sobre la vida , los políticos, la sociedad o la educación.
Da la sensación de tener las riendas de su vida y  vivir a gusto dentro de su piel.. «si yo hubiera podido estudiar – comenta- hubiera sido médica o  algo así»… Sus nietos le comentan en tono de broma que lo que más les gusta de ella es lo «humilde» que es… y ella ríe con la misma intensidad con la que llora al recordar a su nieta… Pero  se levanta y recoge los platos a pesar de las protestas de la familia.
La abuela Juana, en cambio, apenar tiene contacto con nadie. Le gusta estar sola o, al menos, eso dice. Su familia, por este motivo, tampoco la visita mucho (además de que, según comenta, es bastante «cascarrabias»). No parece encontrar sentido a nada. Ni siquiera fue a la boda de su nieta porque pillaba un poco lejos (a pesar de que, para su edad, está perfectamente de salud). Cuando hablas con ella suele lamentarse de ser vieja e insistir en que ya no vale para nada. Da la sensación de que se resigna y se justifica por las dificultades que le ha tocado vivir…  Se pasa gran parte del día mirando por la ventana de su casa o limpiando. Me resultaba difícil, a pesar de intentarlo, lograr que se riera.
Qué hace que estas dos mujeres actúen de manera tan diferente? ¿Por qué la sensación de fragilidad de Juana frente a la capacidad de salir adelante de la abuela Justina?
Ahora te dejo. Seguiré escribiendo en otro momento.
 

  • ¿Conoces historias de personas semejantes a estas dos abuelas?
  • Responder a la cuestión que plantea la narración: ¿qué hace que estas dos mujeres actúen de manera tan diferente?
  • ¿Por qué la sensación de fragilidad de una, frente a la capacidad de salir delante de la otra?

 
Comportamientos saludables que mejoran la salud a corto o largo plazo
 
A continuación señalamos los 12 comportamientos saludables propuestos por los expertos en salud.  Bajo cada comportamiento indicamos algunas concreciones del mismo. Valora de 0 a 10 en qué medida incorporas a tu estilo de vida cada uno de estos comportamientos. Luego haz la media de cada uno de los 12 grupos y la media global de esas doce puntuaciones.
 

1. La actividad física regular    
Práctica semanal de algún tipo de deporte o de ejercicio físico intencionado.    
Disminución de actividades sedentarias (estar sentado, tumbado, etc.).   Media:
Fomento de los desplazamientos a pie o en bicicleta.  

 

2. Prácticas nutricionales adecuadas    
Ritmo estable de comidas (horarios de comidas, tiempo suficiente, etc.).    
Consumo abundante de verduras, frutas y cereales.    
Reducción del consumo de grasas de origen animal (embutidos, carne…).    
Consumo abundante de agua (2 litros diarios).   Media:
Regulación de las comidas en función de la salud, no sólo de la imagen o el apetito.  

 

3. Comportamientos de seguridad    
Uso del cinturón de seguridad en el coche.    
Respeto a las normas de circulación, como conductor o como peatón (límites de velocidad, semáforos etc.).    
Medidas de protección y posturas adecuadas para trabajar o estudiar (sillas adecuadas, protectores de pantalla en ordenadores, etc.).   Media:
Medidas de prevención de enfermedades de transmisión sexual.  

 

4. Reducción del consumo de drogas (tabaco, alcohol, otras ilegales)    
Reducción o supresión del consumo de sustancias tóxicas legales (especialmente alcohol y tabaco) o ilegales (hachís, pastillas, cocaína, etc.).    
Reducción del consumo de medicamentos (y nunca de manera automedicada).   Media:
Reducción del consumo de bebidas estimulantes, especialmente cafés y colas.  

 

5. Prácticas adecuadas de higiene    
Higiene corporal diaria.    
Uso de ropa limpia y lavado adecuado de la misma.   Media:
Limpieza y orden en el hogar (la propia habitación, utensilios de cocina, lavabo).  

 

6. Desarrollo de comportamientos de auto-observación    
Mirarse al espejo periódicamente, con objeto de comprobar el estado de la piel.    
Autopalpación de mamas en las mujeres (para la detección temprana de bultos).    
Aprender a reconocer los propios estados de tensión muscular o psíquica.   Media:
Pararse a pensar sobre las propias relaciones sociales.  

 

7. Desarrollo de un estilo de vida “minimizador” del estrés    
Ritmo adecuado de sueño (8 horas diarias).    
Tiempo semanal suficiente de descanso de la actividad laboral/académica (un día o día y medio seguido).    
Control de los propios horarios de trabajo/estudio.    
Fomento de aficiones o hobbies desvinculados de la tarea profesional/académica.   Media:
Desarrollo de actividades relajantes: paseos, contacto con la naturaleza, masajes, etc.  

 

8. Desarrollo de competencias para establecer relaciones sociales y resolver problemas interpersonales    
Desarrollo de la capacidad de escuchar y entender a los otros.    
Habilidades conversacionales (entablar una conversación, presentarse, etc.).    
Aprender a hacer y recibir críticas de manera asertiva (defendiendo los propios derechos sin menoscabar los de los demás).    
Aprender a hacer peticiones y a negarse a las mismas, respetando el derecho de los otros a hacerlo también.   Media:
Aprender a expresar adecuadamente las emociones positivas y negativas.  

 

9.- Desarrollo de comportamientos adecuados para el manejo de situaciones    
Aprender a afrontar los fracasos académicos (suspensos, dificultades, etc.).    
Desarrollo de la capacidad de convivir con el dolor, la enfermedad y la muerte.    
Aprender a afrontar las rupturas sentimentales.   Media:
Desarrollo de la capacidad de afrontar sin amargarse los pequeños contratiempos de la vida (planes fallidos, pérdidas de objetos, inclemencias del tiempo.).  

 

10. Cumplimiento y seguimiento de las prescripciones de salud    
Prestar atención a las campañas publicitarias realizadas por los profesionales de la salud.    
Revisiones médicas periódicas (dentista, oculista, ginecología, medicina general.).    
Cumplimiento de las prescripciones y recomendaciones de los profesionales de la salud.   Media:
Control de las vacunaciones (en caso de viajes, problemas gripales frecuentes, etc.).  

 

11. Donaciones de sangre y órganos    
Donaciones periódicas de sangre (o disposición para ello cuando la edad lo permita).    
Inscripción como donante de órganos en las entidades sanitarias (o disposición…).   Media:
Manifestación a los familiares cercanos de la voluntad de donar órganos en caso de muerte.  

 

12. Respeto y cuidado del medioambiente    
Reciclado y reutilización del papel.    
Uso controlado del agua para la higiene personal y del hogar.    
Renuncia a la compra o utilización de productos nocivos para el medioambiente.    
Vertido selectivo de residuos (uso de los contenedores de papel, vidrio, metal, etc.).   Media:
Contacto respetuoso con animales y plantas en entornos naturales o urbanos.  

 
 
Y uno aprende
Después de un tiempo,
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma,
y uno aprende
que el amor no significa acostarse
y una compañía no significa seguridad
y uno empieza a aprender…

Que los besos no son contratos
y los regalos no son promesas
y uno empieza a aceptar sus derrotas
con la cabeza alta y los ojos abiertos
y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno del mañana
es demasiado inseguro para planes…
y los futuros tienen una forma de
caerse en la mitad.



Y después de un tiempo
uno aprende que si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.
Así que uno planta su propio jardín
y decora su propia alma,
en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale,
y uno aprende y aprende…
y con cada día uno aprende.

Jorge Luis Borges