Contra la exclusión

1 diciembre 2003

Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños

a mí me los hicisteis.

(Mt 25,40)

 
Quizás lo más grave de la exclusión social es la realidad de un sistema socio-económico que, de manera constante y permanente, expulsa a un número cada vez mayor de ciudadanos. Mientras se afirma y construye el bienestar de unos pocos agraciados, crece la marginación de numerosos individuos y colectivos sociales. La exclusión es un proceso que amplía continuamente sus límites. Es más, el bienestar de las minorías se construye con la pobreza, el desgarro y la exclusión de esa masa ingente se seres humanos que malviven y malmueren. Los caminos que desembocan en ella son de sobra conocidos: injusta distribución de los bienes, paro, desprotección social. Nos encontramos ante una gravísima estructura de pecado que no puede menos de sacudir a las comunidades cristianas y a la acción pastoral ante los jóvenes. Es urgente el compromiso contra la pobreza, la marginación, la exclusión.
 
Actitudes cristianas
 
El compromiso cristiano impele a la Iglesia a mantener muy viva la opción preferencial por los pobres, excluidos y marginados, si quiere ser fiel a las palabras de Jesús: “cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicisteis”. Está llamada a ser la gran samaritana que no pasa nunca de largo, que siempre está dispuesta a aproximarse, para curar y cuidar la vulnerabilidad de cuantos yacen en las márgenes del camino de la vida.
 
Esta actitud samaritana comienza, ciertamente, por la capacidad de aproximación. Sólo así es posible conocer la realidad y denunciarla. No pueden ser actitudes cristianas ni cerrar los ojos para no ver, ni candar la boca para no denunciar, ni ver y pasar de largo. La aproximación conduce a descabalgar, a acercarse, curar las heridas, subir al propio caballo; conduce a la com-pasión, a la responsabilidad y solidaridad. Y ha de implicar también el acompañamiento de quien, siendo pobre y excluido, comienza a ponerse de pie, a caminar, a reconstruir su vida. Todo esto es la caridad política, como nos hace ver José Luis Segovia, desde la Doctrina Social de la Iglesia. Quizás el gran reto de nuestras comunidades cristianas está precisamente en vivir y testimoniar la letra y el espíritu de esos grandes documentos que hoy componen la Doctrina Social. Como recuerda Juan Pablo II: “la opción preferencial por los pobres es una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana” (SRS 42).
 
Acompañamiento educativo
 
Si hay un acompañamiento especialmente urgente, éste es el acompañamiento educativo de los jóvenes (Julio Yague). Para los educadores, las dificultades para intervenir y acompañar son múltiples y complejas; pero no hacen la tarea imposible. Y el espacio abierto a la intervención educativa es, sobre todo, el espacio de la vulnerabilidad. Quizás la vulnerabilidad constituye uno de los signos y características más relevantes de la sociedad que estamos construyendo. La emergencia de una sociedad de riesgo abre la tarea educativa a nuevos desafíos y exigencias. Porque son, sin duda, los jóvenes, los juncos más débiles y frágiles ante el riesgo. Sobre su existencia cotidiana se ciernen los peligros del desempleo, la droga, la violencia, el sida, la inadaptación social… La amplitud y gravedad de tantos posibles riesgos golpea fuertemente a la puerta del quehacer educativo. La educación es un arma decisiva ante la vulnerabilidad y contra la exclusión. Pero ha de ser capaz de ayudar a responder a las preguntas decisivas por el sentido de la vida; ha de promover una vida digna para todos; y ha de impulsar una responsabilidad solidaria.
 
Cultura de la solidaridad
 
Junto a la urgente tarea educativa, e. Voluntariado sigue constituyendo un camino abierto también en la lucha contra la exclusión. Quizás sea importante, especialmente, robustecer el voluntariado social, sirviendo, de manera concreta, a las víctimas de la sociedad. Movimientos, asociaciones, foros sociales, ONG, pueden llegar a constituir una tupida red que afronta la realidad desde el ejercicio de la solidaridad (Luis Aranguren). Desde la perspectiva evangélica, un servicio social que se empeña por la integración en el barrio, por la promoción cultural, por unos presupuestos participativos, por la lucha contra el hambre, está promoviendo también, al mismo tiempo y de esta manera, la implantación del Reino de Dios.
 
¡Feliz Navidad, amigos!
 
Es necesario sentir la urgencia del Reino, de manera particular, en estas fechas de Navidad. Si cada día crecen las bolsas de pobreza, también cada día hay más gente con ganas de compartir, de comprometerse, de que se haga realidad la fraternidad que Jesús de Nazaret quiso implantar en la tierra. Navidad es utopía y compromiso; es la esperanza de un amor y una solidaridad globalizados. Por eso, nos felicitamos. ¡Feliz navidad a todos los amigos y amigas de Mision Joven, en aquel que viene y se nos entrega.
 

EUGENIO ALBURQUERQUE

misionjoven@pjs.es