«Convivencias Cristianas» con adolescentes y jóvenes Una experiencia que vale la pena

1 julio 1997

José Sorando dirige el “Casal Don Bosco” (Casa de Espiritualidad Juvenil) en Barcelona.
 

SÍNTESIS DEL ARTÍCULO

El artículo nos presenta la experiencia y el modo de realizar las “convivencias cristianas” con adolescentes y jóvenes tal como lo llevan  adelante en el “Casal Don Bosco”. Desde dicha realidad y tras definir los “centros de espiritualidad juvenil”, se analiza la identidad, temática, metodología, cuestiones prácticas concretas, etc., de las convivencias.
 
«Vengo para conocerme y conocer más a los compañeros» (Marcos, 16 años). «Es­toy hecha un lío, necesito aclarar ideas» (Nuria 17 años). «No conozco a Dios… Há­blame de Dios» (Alfredo, 15 años). «Esto no hay quien lo cambie… ¿Qué sentido tiene este mundo y esta vida?» (Pepe, 18 años). «Me da la impresión de estar pendiendo la fe. Antes creía más» (Ainoa, 17 años).
 

  1. Compartir una experiencia

Hemos colocado inicialmente algunas fra­ses que expresan la situación y las expectativas con las que muchos jóvenes acuden a las «Con vivencias Cristianas». La pretensión de este ar­tículo es compartir con los lectores, interesa­dos por este tema, nuestra experiencia de varios años en el campo de la animación de con­vivencias: ¿Qué entendemos por «Convivencias Cristianas?»; ¿con quiénes y con cuántos pue­de hacerse esta experiencia?; ¿con qué condi­ciones? ¿con qué lenguaje y metodología?; papel de los animadores; antes y después de las convivencias; duración, lugar, economía y demás cuestiones que están en la mente de cuantos se ocupan de este tipo de encuen­tros.
A lo largo de artículo, hablaré generalmente en plural no por modestia, sino porque este tra­bajo lo realizamos en equipo: lo, formamos dos ani­madores de convivencia, además de un acompa­ñante que viene con los jóvenes. Existe también una «oculta intención» en estas líneas, la de ilu­sionar a los educadores en /de la fe con esta ri­ca experiencia. Sin negar la validez de otras ofertas -y aún presuponiéndolas- creernos que las convivencias cristianasson una experiencia en la que se puede hacer una síntesis para vivir, en unas jornadas, todas las dimensiones de la vida cristiana: el compromiso en las relaciones con las personas del grupo, el sentido de iglesia en el esfuerzo por hacer grupo, la reflexión de la propia historia a la luz de la Palabra, la oración que ayude al encuentro personal con Jesucris­to y la celebración gozosa de todo lo que se va viviendo. Por último, la brevedad del artículo nos impide matizar suficientemente cada afirma­ción; esperamos que el conjunto de todas ellas haga más comprensibles ciertas frases que po­drían resultar discutibles.
 

  1. Los jóvenes buscan…

Se calcula en 250.000 los adeptos a sectas satánicas, de los cuales la mitad serían jóvenes”. «En la actualidad, con el advenimiento de la modernidad, el submundo del culto a Satán debería haber desaparecido. Sin embargo, no sólo no se ha extinguido, sino que se observan constantes incrementos en su expansión» («ABC», 18.V.97). «En España,
entre los jóvenes de quince a veintinueve años, el 75 por ciento creen en la astrología, el 50 por ciento en los ovnis, el 46 por ciento en los curanderos, el 31 por ciento en el espiritis­mo» (J.A. Marina, «ABC», 9.V.97).
Se pueden hacer muchas lecturas de noti­cias como las precedentes. Una de ellas, la necesidad de puntos de referencia, de guías espirituales, de espiritualidad, de… Dios. En cualquier caso, este tipo de noticias es un re­to para todo educador, en general, y para to­do educador cristiano, en particular.
Creemos que Dios es contemporáneo de todo hombre y mujer, que tiene necesidad y ganas de encontrarse con nuevos «Zaqueos», entrar en su casa y en sus cosas. Se trata de un Dios al encuentro de la «samaritana» que todos llevamos dentro, para calmar su «sed». También el Espíritu actúa en nuestro tiempo. En fin, “el amor de Dios se nos va regalando constantemente a todos desde lo más hondo de nuestro vivir” (J.A. Pagola).
 

  1. Centros de«Espiritualidad Juvenil»

“Una capilla del siglo XVII convertida en gimnasio y sala de musculación”. Esta era la noticia que podíamos leer, no hace mucho, en un periódico. Nosotros hemos hecho lo contra­rio: hemos convertido unas aulas y unos dor­mitorios en Casa de Espiritualidad Juvenil.
Proliferan cada vez más los lugares para el ejercicio físico. ¡Ojalá, sobre todo en nuestras ciudades, hubiera más espacios para la prác­tica del deporte! Los jóvenes agradecen tam­bién lugares «para el ejercicio espiritual», Gim­nasios del Espíritu para fortalecer toda la per­sona: cabeza, corazón, manos…Afortunada­mente, en los últimos años han aumentado los lugares para encuentros, convivencias, retiros juveniles: monasterios que ofrecen jornadas de reflexión, comunidades contemplativas que invitan a encuentros para educar en la oración o en la lectura de la Palabra de Dios o, por ci­tar un ejemplo más específico, Taizé que sigue convocando a miles y miles de jóvenes.
Nosotros hemos llamado a nuestro Centro: Casa de Espiritualidad Juvenil1.
– Casa
Casa abierta a cualquier joven que, personalmen­te o en grupo, desee encontrase con nosotros. Ca­sa, por el ambiente de familia que intentarnos crear en cualquier encuentro; por la fama de hacerlo to­do entre todos; por el protagonismo que cada uno tiene, aún diferenciando funciones, edades y res­ponsabilidades. Casa, que no albergue, porque pre­tendemos que todo se sienta como propio y que ca­da uno marche enriquecido por lo que ha dado y ha recibido. Casa, porque queremos que se hagan las cosas desde el amor y no desde la imposición.
 
– De Espiritualidad
Porque creemos en la acción y protagonismo del Espíritu; porque intentamos educar en la profundidad, en la interioridad, en el silencio y pera pen­sar y decidir libre y responsablemente; porque quere­mos que el joven se abra a Dios y a su acción; porque hay momentos explícitos en la oración, en la celebra­ción de los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía, para dejar que el Espíritu actúe; porque to­do lo que hacemos, desde el juego a la oración, des­de la Velada a la Eucaristía, desde la comunicación al silencio, desde las bromas al diálogo personal con los que lo desean…, todo lo queremos hacer «al aire de Jesús», según su forma de vivir, contando con Él.
 
– Juvenil
Porque es preferentemente para los jóvenes; por­que queremos hacerlo con un lenguaje y estilo juve­nil, entendible y significativo para el joven de hoy; porque creemos en los jóvenes y que ellos pueden contagiar lo vivido a sus compañeros y convertirse en «Evangelizadores de otros jóvenes»; porque, en fin, ellos son los protagonistas.
 
Una aclaración antes de proseguir. para ani­mar unas convivencias cristianas no se necesi­tan todas las cosas de las que hablaremos en este artículo. Será suficiente una persona pre­parada (mejor si se trabaja en equipo), que crea en esta oferta pastoral, unos jóvenes suficien­temente motivados y un lugar que ayude y fa­cilite las cosas.
 

  1. «Convivencia Cristiana»Lo que es y lo que no es una

Vaya por delante que hay muchas formas de entender las convivencias cristianas con jó­venes y que el término en cuanto tal se ha usa­do para todo. Nosotros hemos querido cambiar su nombre por el de «Jornadas de Experiencia Cristina» (JEC). En bastantes ambientes cole­giales, los adolescentes confunden convivencia (cristiana) Con salida del centro.
 
4.1. Una «Convivencia Cristiana»
No es una excursión, aunque a las convi­vencias cristianas vamos a pasarlo bien, hay momentos de patio y espacios para el juego, se organiza una velada nocturna…
No es una «convivencia de la tutoría», aun­que la convivencia cristiana favorezca el cono­cimiento, la integración y la amistad de todos los participantes…
No es una «hora formativa para el debate de temas que interesan a los jóvenes, aunque la convivencia cristiana pretende educar en valores y tener muy en cuenta la realidad, la vi­da y los intereses de cada joven…
No es una clase de religión, aunque la con­vivencia cristiana pretenda aclarar dudas de fe, dar a conocer a Jesucristo o aprender a re­zar y celebrar.
No es un «día de retiro» ni unos ejercicios Espi­rituales, aunque en la convivencia cristiana favo­rezcamos -según la edad y maduración del gru­po- los momentos de silencio, de contacto con la Palabra de Dios, de oración y de celebración.
Creemos que hay educadores y evangeliza­dores de jóvenes que conciben las conviven­cias cristianas de alguna de estas maneras. Nosotros valoramos todas esas ofertas edu­cativo-evangelizadoras, pero creemos que las convivencias cristianas, aún tomando elemen­tos de todas ellas, son otra cosa.
4.2 Una «convivencia» es parece…
Quizá antes de entrar a definir sea mejor establecer algunas comparaciones. Podría compararse una convivencia cristiana a…
 
– Una «mayonesa»
En ella no pueden faltar ciertos ingredientes, convenientemente dosificados y hermanados, no disociados ni yuxtapuestos (nos referirnos a los «elementos fundamentales del ser cristiano): a/ el compromiso (por eso valen más en la con­vivencia los hechos que las palabras      o la experiencia que la teoría); b/ el sentido de iglesia (por
eso es fundamental el hacer y trabajar en grupo); c/ la Palabra (por eso es imprescindible revisar la vida a la luz de los criterios de Jesús); d/ la cele­bración (por eso es vital celebrar la acción de Dios en nuestra vida, aunque sea iniciando en la pedagogía de la oración y de la celebración).
«Yo no sé rezar; ¿tengo que ir a la iglesia?­ Así interviene Oscar, un chicarrón de Forma­ción Profesional, cuando hablamos al grupo de la oración que vamos a hacer. “Tú, ven. Así po­drás aprender a rezar y sabrás qué es eso de la oración». Esta ha sido nuestra respuesta.
No es fácil hacer una buena mayonesa. Hay peligro de que se corte. Las manos del anima­dor, a atención a las personas (edad, nivel de fe, camino hecho, circunstancias, etc.), el rit­mo que imprime al grupo, la dosificación de los ingredientes y su perfecta conjunción, el dar tiempo y tener paciencia… serán factores humanos esenciales a tener en cuenta. (No podemos dudar de la acción del «factor divi­no»).
Y una observación muy concreta, ahora que se habla tanto de la «denominación de origen» con ingentes esfuerzos para no desvirtuarla en ningún producto: ¡No defraudemos a los jóvenes cuando les ofrecemos convivencias con «denominación cristiana»!
 
Me sucedió en un colegio de religiosas. Está­bamos hablando sobre lo que esperaban y en­tendían por convivencias cristianas. Yo iba apuntando cosas en la pizarra… De pronto, una joven, de las líderes del curso, me dice. «Si bo­rras lo de «cristianas» yo me apunto». Le res­pondí «No lo voy a borrar, sería engañaros… Aunque lamento que no vengas y veas.. »., pues estoy convencido de que tú entiendes por «cristianas» cosas que a lo mejor no lo son».
A pesar de los cambios juveniles de estos últimos años, creo que hay jóvenes para todo: hay jóvenes que buscan esta experiencia y otros que necesitan cosas diferentes y tienen derecho a ellas (excursiones, salidas tutoria­les, encuentros juveniles, debates). No obs­tante, es lógico que los ingredientes cristianos pueden dosificarse de muy distinta manera.
 
Una convivencia cristiana también se pare­ce a…
 
– Una «orquesta»
La comparación remite a algo agradable y sacrificado, libre y disciplinado, trabajo perso­nal y grupa¡, creatividad y partitura, una nota que unifica la diversidad de instrumentos, ga­nas de aprender y paciencia para hacerlo, co­sa de todos y de cada uno. También aparece claramente que la función del animador va a consistir en «sacar de cada instrumento» toda la riqueza que lleva dentro para ponerla al ser­vicio del grupo, de la comunidad.
 
Una convivencia cristiana, siguiendo la pa­rábola evangélica, requiere…
 
-Un terreno adecuado
Podemos y debemos sembrar la Palabra de Dios en todos los terrenos; para ello tenemos cantidad de oportunidades: palabras al oído, campañas, grupos de voluntariado, ambien­tes, clases, actividades lúdicas..:
«Había venido para librarme de ciases. Des­pués me he dado cuenta que valía la pena ha­cer esta experiencia». La frase es de Javi, un adolescente de 16 años, de los que marcan al grupo (Javier entró en la convivencia, pero po­día haberla roto).
Es muy difícil «valorar un terreno». Un dialogo previo y sincero entre el educador y el jo­ven permitirá aclarar las necesidades y con­cretar la disposición adecuada en conformi­dad con cuanto pueden ofrecer unas convi­vencias cristianas.
 

  1. Regálate (¿Dios te regala?)

unos días de «convivencias»
¿Cómo decir a los jóvenes, que acuden por vez primera a unas convivencias, aquello que pueden encontrar en ellas? Antes de na­da, es imprescindible que conozcan el menú básico para no sentirse engañados
Una manera visual de presentar (¡gráfica­mente!) al grupo los ingredientes de la convi­vencia cristiana puede hacerse a través de un pote de mayonesa, hablando de sus compo­nentes esenciales y de su perfecta integración, para pasar luego de la «parábola de mayonesa» a la realidad de los días de convivencia. Presentamos a continuación algunas pistas concretas.
La convivencia cristiana tiene estos ingre­dientes que hemos de esforzarnos por inte­grar, por vivir unitariamente: patio, aula/taller, iglesia, casa. A lo largo de los días de convi­vencia se viven momentos de:
 
– Patio
(Deporte, juego, velada, diversión, canto…). En una convivencia cristiana no puede faltar el sabor a: ale­gría, libertad, gratuidad, «pasarlo bien» con otros y, sencillamente, el disfrute, la fiesta y la celebración.
 
– Aula/taller
(Trabajo, conocimiento más profundo de la propia vida, reflexión; silencio, momentos para buscar, compartir y comunicar en grupo…). En la convivencia cristiana tampoco puede faltar el sabor a: responsa­bilidad, búsqueda sincera, sentido de equipo, creati­vidad, confianza en el otro, solidaridad, igualdad.
 
– Iglesia
(Oración, celebración juvenil de la Eucaristía y de la Reconciliación…). En una convivencia cristiana, igualmente, no faltará el sabor a: interioridad, gratui­dad, humildad, confianza radical…
Los ratos de patio con sus juegos nos harán sen­tirnos niños (y «de los que se hacen como niños es el Reino de los Cielos); los del aula/tallernos ayu­darán a ir al fondo (porque Dios está en lo profundo y se lace «presente donde hay dos o tres reunidos en su nombre»); los momentos y espacios de Iglesia, a su vez, nos darán » ojos y corazón de contem­plativos” para saber descubrir a Dios en lo profundo de todo y de todos.
 
– La casa
Nos ,referimos con ello al ambiente de acogida, respeto, interés, escucha, compresión, igualdad, perdón, compañerismo, amistad, familia, amor… que debernos crear entre todos, contando con la ayuda del Dios-Padre-Amor.
Estos son los ingredientes que componen nues­tra mayonesa. Queremos saborearlos todos y cada uno, hacerlos «carne de la propia carne», uniéndo­los para formar una sola realidad que pasa a formar parte de cada persona. Si a los adultos nos cuesta integrar fe y vida, acción y oración, lucha y contem­plación; periódico y evangelio; los jóvenes tienden, sin más, a yuxtaponer: su vida y la vida de Cristo, los propios intereses y los proyectos de Dios, los lu­gares donde está Dios y los lugares donde nos mo­vemos nosotros, los días de convivencias y la vida ordinaria, la iglesia para Dios y el patio para los jó­venes. ¡Y que no venga Dios… que nos puede aguar la fiesta! Por lo tanto, urge anunciar al Dios de Jesús, no un «Dios a la carta».
 

  1. Las «convivencias cristianas» dentro deunProyecto Educativo-Pastoral

De poco servirán las convivencias cristia­nas si no hay un antes y un después; si no for­man parte de un proceso de educación en la fe y situadas en el marco de un Proyecto Educa­tivo-Pastoral. Por otra parte, entendemos que, detrás de cualquier plataforma pastoral (parro­quia, escuela, centro Juvenil…), tiene que exis­tir una comunidad cristiana que elabora su pro­yecto con gran cantidad de ofertas, entre las que se encuentran las convivencias cristianas. ¿Adónde nos llevaría, por ejemplo, un «colegio cristiano» que invitara a las mismas, pero sus criterios para entrar en él fueran discriminato­rios; su disciplina, de cuartel; las calificaciones o notas, la máxima preocupación y valor; si la imagen, guardar las apariencias o hasta el prin­cipio que rigiera en el deporte fuete el éxito?
Las convivencias se sitúan dentro de un pro­yecto y un ambiente que incluye otra muchas cosas: campañas educativas, «buenos días», labor de tutores y tutorías (hora de tutoría, diá­logo personal), calidad educativa y profesional, grupos de voluntariado, celebraciones libres, grupos de fe, en fin, un proyecto educativo ­pastoral unificado, plural y coherente.

  1. «Convivencias»…apartir de la realidad del grupo y de cada joven

“Este año no hemos dejado a nuestra hija ir de Convivencias, como castigo por su falta de responsabilidad en el estudio y en otras cosas». Unos padres me razonaban así la ausencia de su hija, delante de la propia «castigada».»Lástima, les respondí. Creo que hemos perdido una oportunidad de intervenir educativamente. Ten­dríamos que haberlo comentado antes».
No queremos que las convivencias cristianas sean un «mundo aparte» de la «vida real». Sole­mos pedir al centro que nos informe sobre la si­tuación humana, religiosa y cristiana del grupo. Por otro lado, las primeras «dinámicas grupales» con las que iniciamos los encuentros pretenden crear un ambiente de naturalidad y libertad en el que el grupo se exprese tal como es. Son esos primeros minutos en los cuales -perdón por la comparación– el torero (el animador) observa con suma atención al toro (grupo-persona): mo­vimientos, «dejes», posibilidades, fuerzas, «que­rencias», efectos, «terrenos», etc.
La ficha que pasamos a todos los jóvenes (cf. los anexos al final del artículo) en estas dos primera horas pretende situamos delante de la realidad del grupo. Se les pide, tras indicar que es para uso exclusivo del archivo y no va­mos a leer en voz alta o comunicar ninguno de los datos, que sean libres sinceros a la hora de responder a la ficha siguiente.
 

  1. Temática de las «convivencias cristianas»

Lo que importa en las convivencias, cierta­mente, es la persona, cada persona y el grupo. Por lo tanto, a la hora de organizar los encuentros concretos en el «Casal Don Bosco», pre­tendemos que todo esté al servicio de las per­sonas y del grupo. En más de una ocasión, y por fidelidad al grupo, hemos tenido que «cam­biar de planes sobre la marcha». Es la ventaja de un lugar con todos los recursos e instrumentos preparados. De ahí también que los contenidos o los temas a desarrollar son «para que la per­sona se diga» y el grupo vaya rememorando y haciendo su propia historia. Es más importante lo que va ocurriendo, que las mismas palabras. Todo es significativo: hechos, gestos, poses, mi­radas, grupitos, distancias, actitudes, silencios, retrasos, ausencias, vestido/desvestido, marcas, maquillaje, etc. El grupo y cada persona «se están diciendo» con todo y en todas. Aunque no resulta siempre fácil «leer ese otro lenguaje» de algunas personas o del grupo.
Refiero seguidamente un caso sintomático. En una convivencia observo que Toni no entra. Se le ve cada vez más nervioso e intentando arrastrar a otros. Procuro guardar las formas y no perder la calma. Al acabar la mañana le llamo: «Toni, ¿cómo van las convivencias?» «Muy mal», me responde. Disimulo mi malestar y replico: «Tran­quilo. Termina de comer con los compañeros y después yo mismo te llevo, a casa…» Aún no he acabado la frase y Toni me espeta: «No es eso, Pepe. Necesito la convivencia, pero es que… lle­vo medio año en la droga por culpa de un grupo de compañeros… que me hacen hacer lo que no quiero».
Toni era quien más necesitaba la convi­vencia Me acordé de Jesús que, dejando las 99, va en busca de la «oveja perdida»… No aca­baba de leer y entender el lenguaje de Toni. Él me 1o descifró. Al día siguiente, marchó cambiado y agradecido. ¡Valió la pena ha convivencia!
 
En concreto, estos son algunos de los te­mas que nosotros hemos organizado, con las secuencias temporales correspondientes, pensando en adolescentes y jóvenes de 13-­14 y de 18-19 años:
– La vida como camino (Abraham, el caminante…).
– Personas en construcción… según el estilo de Jesús de Nazaret (Yo).
– ¿Puente o muro? Jesús, la persona «con y para» los demás (Los demás).
– Los otros, los diferentes… Jesús, el amigo de los «pobres y marginados» (Los «otros»).
– En busca del «agua viva»: Jesús se ofrece como «agua viva» a la samaritana (El «Qtro»).
– Confirmación (¡Al tren!: Seguidores de Jesús, con la ayuda del Espíritu).
– Cristo: el «paquete-regalo» que Dios nos ha hecho (Cristo).
– Hay cuerdas y cuerdas, hay vidas…: La vida como vocación.
Los temas pretenden conectar con la reali­dad, psicología, situación, edad, sensibilidad, procesos y hechos… de la vida de los adoles­centes y jóvenes. Al mismo tiempo y puesto que hemos participado en la elaboración del Iti­nerario de Educación en la fe que actualmente está terminando de sacar a la luz el Centro Na­cional Salesiano de Pastoral Juvenil, hemos si­tuado todos los temas dentro del conjunto de dicho itinerario2.
 

  1. El papel de las «celebraciones»

En nuestro libro «Celebrar y orar en las Convivencias» hemos hablado ampliamente de este tema; allí publicamos también un abundante material que venimos usando con los jóvenes. Inicialmente -si las cosas proceden normalmente-, programamos dos celebracio­nes: una penitencial (antes de la cena del primer día) y la celebración de la Eucaristía (an­tes de iniciar las tares del segundo día)3.
Algunos jóvenes -pocos- están acostumbra­dos a las celebraciones, pero incluso una bue­na mayoría de cuantos provienen de ambien­tes colegiales no están acostumbrados al len­guaje celebrativo. Con ciertos grupos hemos tenido que abreviar las celebraciones previs­tas; hasta eliminarlas en alguna que otra con­tada ocasión. Con todo, en la evaluación final de las convivencias nos solemos encontrar con afirmaciones de este tipo respecto a las celebraciones: «He entendido lo que hacíamos y qué significaba casa cosa»; «Lo que más me ha «llegado» ha sido el diálogo personal con un sacerdote»; «No se me han hecho pesadas»; «He podido dar gracias a Dios… «
 
¿Que existe el peligro de que gusten estas «celebraciones especiales» y no vayan después a las normales? Sí, somos conscientes del he­cho. Por eso pretendemos educar a la oración y a la celebración y les animamos a que sigan ce­lebrando su fe. Aprovechamos también estas lí­neas para, desde ellas, hacer una llamada a cuantos presidan celebraciones para que inten­ten hacerlas más «juveniles», esto es: más cate­quéticas, significativas y con el protagonismo de adolescentes y jóvenes, más mistagógicas.
 
10. La metodología
Los cristianos tenemos cosas importantes «que» decir, pero no cuidamos suficientemente el «cómo» las decimos. Una vez más se hace verdad aquello de que «el cómo forma par­te del qué». Por eso cuando nos preocupamos de verdad de ello, nos encontramos con ex­presiones como las que entresaco a continua­ción de distintas convivencias realizadas en el «Casal Don Bosco»: «Yo pensaba que las con­vivencias serían otra cosa más aburrida, más seria… leyendo todo el rato la Biblia o rezando». «Os felicito por saber trenzar tan bien: la broma y lo serio, el juego con la reflexión… «, «Las ho­ras se han pasado sin darme cuenta. Sabéis combinarlas distintas experiencias… «; «Admiro «la de vida» que puede salir de un juego, de un montaje, de un símbolo…»; «Esto no es un «ro­llo», todos hemos podido dar nuestra opinión».
La metodología empleada tal vez sea la co­sa que más valoran las jóvenes y que les resul­ta más novedosa. Algunas características de una metodología adecuada y capaz de «sinto­nizar» con los adolescentes y jóvenes:
 
– Experiencial
Esto es: que tiene muy en cuenta la vida. Son más importantes los hechos, las acciones que las palabras. Metodología, por tanto, que es más inductiva que deductiva, tratando de leer en profundidad la vida, desvelando lo que está velado o revelando cuanto hay de Dios en la historia. Se trata de un trabajo de comadronas, como diría Torres Queiruga, de ayudar a dar a luz al Dios que ya está dentro de cada uno.
 

– Grupal

El grupo es el medio pedagógico y metodo­lógico. Se hace todo entre todos. «Si la convi­vencia es un éxito, les solemos decir, es un éxito de todos». Se confía en las personas: «Todo joven -aún el peor- tiene un punto posi­tivo. El deber de todo educador es descubrir­lo» (Don Bosco). Hemos de creer en serio que hay semillas de Dios en todo joven.
 
 
– Activa
Se cuenta con la participación y el protago­nismo de los mismos jóvenes: Lo que ellos puedan hacer y decir, no lo debemos hacer y decir los animadores. Ahora bien, no hay que confundir actividad con activismo: el silencio y la reflexión también son una actividad que los jóvenes valoran y agradecen.
 
– Integral
Una metodología que quiere afectar a toda la persona: cabeza, corazón y manos. Por tan­to, con los lenguajes más integrales y audiovi­suales (símbolos, «parábolas en acción», narra­ciones, gestos, juegos, testimonios, ejem­plos…), para entrar por los cinco sentidos (¡ojo con las hojas!). Todo debe resultar significativo.
 
Consiguientemente, se trata de actuar con un nuevo estilo, el de la animación, que requiere ani­madores siempre «nuevos». Hasta se ha llegado a cuantificar los porcentajes correspondientes al estilo de un buen animador y comunicador: 55%, gesto-rostro-mirada; 38%, tono-entusias­mo; 7%, palabra-voz. Además, no hay que olvi­dar que cada convivencia debería contar con un «símbolo conductor» (el camino, la marioneta, el puente o las preposiciones, el maniquí, el agua, el tren, el paquete-regalo, la cuerda…).
Hay, por otra parte, una especie de lengua­je envolvente e invisible, que penetra y cala sin darnos cuenta: es el del ambiente. San Juan Bosco lo identificaba como «ambiente de ca­sa», de familia. P. Babin lo denomina «lengua­je de modulación»; algo así como un útero que va engendrando vida gratuitamente, con cari­ño, desde el amor y el respeto a lo pequeño, desde la igualdad y la valoración del diferente, desde la libertad y la comunión con el otro, desde la escucha silenciosa y la comunica­ción profunda4.
 
A los jóvenes les cuesta hablar de experien­cias así y escriben frases como éstas: «Me voy contento» «Me han gustado estas conviven­cias»; «Me lo he pasado bien»;»Ha sido una experiencia muy gratificante y satisfactoria»; «Es un sueño convertido en realidad»; «Debéis seguir así». Suenan un poco como aquello de S. Pedro: «¡Qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas…» ¿Que esto es irreal? Es un pe­queño Tabor, una pequeña experiencia que es posible que se recuerde en el «Monte de los Olivos o en el Getsemaní», por los que sin du­da también pasa o pasará la vida de esos adolescentes y jóvenes.
 

  1. Consideraciones sobre algunos interrogantes

No queremos terminar sin considerar al­gunas preguntas concretas y elementales so­bre las convivencias.
– ¿Con qué edades se puede hacer la experiencia?
Cabe hacer iniciar la experiencia de las convi­vencias cristianas con preadolescentes5. Noso­tros, actualmente, las estamos realizando desde final de preadolescencia (13-14 años) hasta los 18/19 años. Es desde esta experiencia, con adolescentes y jóvenes, desde la que venimos exponiendo cuanto hasta aquí hemos presenta­do en el artículo.
 
– ¿Qué «tipo» de jóvenes puede hacer la experiencia?
Desde nuestra experiencia nos inclinamos a pensar en una amplia gama de jóvenes: des­de practicantes a colgaos, desde buscadores a indiferentes respetuosos, desde conocedo­res a ignorantes con ganas de conocer, desde gente que está en grupos de fe a gente que no lo está, de escuelas públicas o privadas, que pisan la parroquia o no saben lo que es eso… La lista podría ampliarse. Las convivencias cristianas no son para ángeles. Los ángeles no las necesitan. Basta que sean jóvenes busca­dores, respetuosos y con ganas de meterse en toda la experiencia (patio-aula/taller-igle­sia). Lo que importa es que vayan libremente, motivados, sabiendo a qué van. Se pueden dar milagros, los hemos visto, pero no son fre­cuentes. Esto significa que hay jóvenes a los que viene grande esta experiencia, que pue­den condicionar negativamente la marcha del grupo (donde más se suelen dar es en los «ambientes colegiales: gente que va sólo por la niña o el niño, por los amigos, por librarse de clase, porque le obligan los padres…). Al­guna encuesta, la información del tutor y de los profesores y, sobre todo, el diálogo perso­nal con el joven desmotivado puede ahorrar­nos más de un disgusto y más de un fracaso.
 
– ¿Con cuántos?
Habría que distinguir grupos y grupos. Si el grupo es bueno y hay un solo animador de la ex­periencia, el número ideal andaría los 20 ó 30 jó­venes. «Es que en la clase son 40… y quieren ir casi todos»: entonces es preferible dividir en dos grupos de 20, aunque se deba dedicar la mitad del tiempo a cada uno. Si el grupo es flojo hu­mana y cristianamente, no conviene que pase de unos 15. ¡Con más motivo los pobres tienen de­recho a una oferta de calidad! Si el grupo no es­tá para hacer una convivencia cristiana y necesi­ta otra cosa (excursión, encuentro, convivencia de tutoría, etc.) hay que darle esa otra cosa.
 
– ¿Cuántos días?
Usando el principio de que «es preferible dejar con ganas que no dejar hartos», consi­deramos que dos días seguidos es el tiempo mínimo y, a la par, suficiente. También hemos usado la fórmula de un día en el primer tri­mestre y otro en el segundo. Si van a ser unas horas y el grupito es muy reducido sería pre­ferible hablar de «encuentro» más que de con­vivencia, para no quemar los nombres y el sig­nificado que queremos darles.
 
– ¿Tiempo para el diálogo personal?
Algunos jóvenes piden, en la ficha inicial, un rato de diálogo personal. Si al menos asisten dos animadores se facilita este tema. En cual­quier caso, toda convivencia ha de prever y dis­poner de tiempo para el diálogo personal o re­solverlo con contactos posteriores programa­dos. No nos referimos aquí a la confesión sa­cramental. Está claro que estos diálogos sirven para que afloren las más diversas cuestiones: familia, afectividad, sexualidad, estudios, com­pañeros, Dios-fe, crisis, vida-sentido-droga ­suicidio, personalidad, mundo-injusticia-am­biente, iglesia institución, futuro, vocación…
– ¿Y la noche?
A los jóvenes se les conoce en los tiempos más libres, gratuitos e informales (patio y co­
medor, por ejemplo). Nuestra experiencia de quedarse por la noche (sé que otros opinan lo contrario) ha sido globalmente muy positiva. Es un tiempo que aman los jóvenes. («Querer lo que ellos aman, para que ellos amen lo que vo­sotros queréis», aconsejaba Juan Bosco). Es el tiempo más gratuito que les dedicamos (noso­tros estamos cansados y ellos están dispues­tos a todo): verdadero tiempo de ellos, para es­tar con ellos. Solemos dedicarlo a juegos orga­nizados, tanto al aire libre de la noche como dentro de casa. Un tiempo de fiesta, en fin, pa­ra «celebrar de otra manera» lo que estamos vi­viendo. En cualquier caso, deben estar claras y aceptadas las normas del horario nocturno. Tampoco hay que descuidar la conclusión del día con una breve oración, la evaluación, etc.
– ¿Con todo tan estudiado, caben los fracasos?
Sí, por supuesto. Desde nuestra experien­cia, particularmente la más personal, estas son algunas razones de los mismos:
 
– «llevar la lección demasiado aprendida» y no pensar que cada grupo es cada grupo. Esto hace que no se escuche lo suficiente al grupo.
– La impaciencia que conduce a acelerar el proceso, a no seguir el ritmo del grupo.
– Muchas veces, lo inadecuado de los conte­nidos.
– Llevar un ritmo pesado, machacón, reiterati­vo y sin «aire libre».
– Una selección de jóvenes mal hecha.
– ¿La continuidad y el seguimiento?
Las inquietudes sembradas en las conviven­cias son semillas que darán sus frutos «cuando Dios quiera», pero no pueden entenderse sin el empeño de continuar y acompañar la expe­riencia realizada. Una buena manera para que dure el efecto: formar parte o incorporarse a grupos de fe y asumir algún compromiso gra­dual y realista de servicio, según la edad, pro­ceso hecho y posibilidades. Por otro lado, el ofrecimiento para un acompañamiento perso­nal de aquellos que lo deseen, sobre todo si están en situación de búsqueda vocacional, es otra herramienta muy provechosa para perfilar el propio «proyecto de vida».

12. El final es de una joven

 
La reflexión se está alargando más de cuanto quisiera. Desearía terminar con algu­nas conclusiones, pero mejor que las saque el lector que ha tenido la paciencia de llegar has­ta aquí. Prefiero que el final lo escriba una jo­ven. Ésta fue su felicitación navideña: “¡Bon Nadal! La luz de Dios hacer retroceder toda tiniebla que haya delante nuestro y la Verdad nos hace libres. Feliz Navidad para ti y tu co­munidad. (Nos habíamos conocido ¡hace quince años!, por eso añade a continuación – es cuanto me interesa subrayar particular­mente, junto a su nombre y el centro donde nos conocimos): Con 15 años me hiciste des­cubrir que el «ruah» sopla incesantemente y que nos hace libres. Ahora tengo 30 y todavía lo creo con más fuerza. Gracias, Pepe”6.

ANEXOS

 
 
 
 
 
 
1 El «Casal Don Bosco», al que nos aquí nos referi­mos, pretende ser rasa y «equipo de personas dedica­das a la animación» de «Convivencias Cristianas», «Jornadas de Orientación Vocacional» y «Ejercicios Espirituales», todo ello con jóvenes. Cada una de estas cuatro olas se diversifica conforme a la edad y expe­riencia de los destinatarios, conforme a contenidos, metodología, ritmo del entro, duración, lenguaje, etc. En este artículo nos referimos exclusivamente a la experiencia de las convivencias cristianas con jóvenes.
 
 
2 Para cualquier ulterior concreción y justificación de la elección de los diversos temas, por tanto, remi­timos particularmente al libro 0 del «itinerario al que nos referimos: CENTRO NACIONAL SALESIANO DE PASTO­RAL JUVENIL: itinerario de Educación en la Fe. Gula del Animador (Libro 0), Edit. CCS, Madrid 1994.
Paz esté detalle específico y,  en general, para el te­ma de las celebraciones remitimos al libro citado: E. FRANCO-J. SORANDO, Celebrar  y  orar  en las Convivencias,  Edit. CCS, Madrid 1990.

4 Cf. P BABIN, La era de la comunicación, Sal Terrae, Santander 1990. Consideramos este libo particular­mente sugerente para «entender» cómo llevar adelante una metodología para «sintonizar con los jóvenes y adolescentes».
 
5 Nosotros mismos nos atrevimos a publicar el librito «Payasos en fiesta» (Edit. CCS) sobre esta cuestión. En él narramos la experiencia tenida con estas edades. Ciertamente que hoy no haríamos lo mismo y de igual manera. En cualquier caso no es la edad más adecua­da y habría que adaptar cuanto ahí presentamos.
 
6 Quienes estén interesados en conocer mejor o en­trar en contacto con la Casa de Espiritualidad Juvenil de la que se habla en el estudio pueden dirigirse a: «Ca­sal Don Bosco», C/ Vidal i Barraquer, 1 / 08035-BARCELONA (Tlfno. 93.429.18.01).