CONVOCADOS EN IGLESIA POR/PARA EL REINO

1 enero 2003

“Para cumplir su misión,

es deber permanente de la Iglesia

escrutar a fondo los signos de la época
e interpretarlos a la luz del Evangelio”
(GS 4)
 
La Iglesia, ¿profecía del Reino?…
 
La Iglesia, como institución humana, está marcada por la debilidad y por el pecado de los hombres y las mujeres que la componen. En este sentido, es y debe ser sujeto de crítica y denuncia, tanto dentro de ella misma, como fuera. Al mismo tiempo, la comunidad cristiana es una comunidad de naturaleza profética y, en cuanto tal, denuncia todo aquello que encuentra de antievangélico en la sociedad, cuanto entorpece una humanidad distinta, formada por una comunidad de hombres y mujeres que viven y se tratan entre sí como hermanos, hijos de un Padre común.
 
Portadora de la Buena Noticia, del Evangelio de Jesucristo para los hombres y mujeres de esta época, está llamada cada día a escrutar el horizonte y discernir, entre tantas voces, las llamadas de su Señor. Servidora del Reino, está puesta como signo e inicio de éste, como posibilidad de vida y de salvación entre todos los pueblos, con la pasión por la Vida de los hombres y mujeres de esta época.
 
… para la Vida de los jóvenes…
 
A pesar de los intentos de la Iglesia por abrir nuevos puentes de contacto con los jóvenes, o de mantener los ya existentes, los jóvenes, en su mayoría, o bien rechazan a la Iglesia, o bien manifiestas una displicente ignorancia de su existencia, ninguneándola o, a lo más, la aceptan como espacio acogedor y cálido.
 
La información que alcanza a los jóvenes sobre la Iglesia es a través de los medios y es bastante superficial o sesgada. No siempre el objetivo llega a “informar”, sino más bien a “desinformar”. Las noticias de “escándalos” son tratados por los medios conforme a determinados intereses. ¿Es posible leer todas esas denuncias de otro modo, en otras claves?
 
Presos en la “cultura del espectáculo”, las cuestiones sobre la fe aparecen a los jóvenes como demasiado teóricas y no parecen preocuparles demasiado. Incide más el testimonio de los creyentes, la vida y obra de tantos hombres y mujeres que son “parábola viva” del Reino. Frente a una “teología especulativa”, los jóvenes son más sensibles a una “teología narrativa”.
 
El foso que se abre entre jóvenes e Iglesia lleva a un patente desinterés sobre las polémicas y disputas que se viven en el seno de la comunidad creyente. Son cuestiones “que no van con ellos”. Su mundo es otro, sus intereses son otros. De ahí que una Iglesia profética, crítica, sensible a los más débiles y comprometida con el cambio tenga escaso eco juvenil, en una cultura marcadamente hedonista e individualista.
 
… en la encrucijada de nuestro tiempo…
 
¿Qué podemos hacer? La Iglesia se ve a sí misma atacada, por un lado, por las críticas de quienes no la comprenden ni aprecian y, por otro, ve en sus filas una identidad fría, una desafección hacia sus propuestas y sus instituciones consideradas anacrónicas.
 
Ante esta situación, ronda la tentación neoconservadora, de la primacía de la institución y la autoridad, de la ética de la seguridad y de la reagrupación confesional, que tienen como caldo de cultivo común, el miedo y, como consecuencia, la añoranza de tiempos pasados.
 
En medio de la situación actual y de las tentaciones señaladas, la Iglesia, portadora de vida nueva, la de Cristo, está llamada a importantes tareas: mantener la pluralidad a través de la crítica, como ejercicio de la vigilancia racional y evangélica; a responder a esa necesidad, siempre viva, más hoy, de una experiencia directa, interior, de lo sagrado, trabajando por mantener la identidad cristiana en un tiempo de “crisis cultural”; mantener el vigor ético de la propuestas cristiana, a través de una propuesta razonada y jerarquizada de la norma y una opción responsable y dinámica por el valor moral; y la presentación de la necedad de la Cruz y la esperanza de la Resurrección.
 
Luis Rosón Galache
Director del CNSPJ