“Sólo Jesús conoce la ‘misión concreta’
que piensa para vosotros.
Dejad que su voz resuene en lo más profundo de vuestro corazón:
incluso ahora mismo, su corazón está hablando a vuestro corazón”
(Benedicto XVI)
En nuestros ambientes pastorales el tema vocacional se vive con preocupación, inquietud e insatisfacción. El gran esfuerzo pastoral que desarrollamos no siempre se traduce en frutos de vida cristiana plena, en vocaciones (a la vida matrimonial, a la vida apostólica, a la vida sacerdotal o a la vida consagrada…). Parece que hoy no es fácil vivir en clave vocacional. La punta del iceberg de este fenómeno se puede constatar en la escasez de vocaciones para la vida religiosa o sacerdotal.
Muchos se preguntan si la pastoral juvenil está fallando… otros sugieren que el problema somos nosotros mismos (evangelizadores y comunidades evangelizadoras)… hay quien constata la dificultad que tenemos de concretar itinerarios vocacionales específicos. El tema que Misión Joven propone para este mes está justificado.
Toda pastoral juvenil es vocacional
La dimensión vocacional no es para la pastoral juvenil una opción entre otras posibles sino que es un aspecto esencial. La pastoral juvenil parte, en su núcleo central, de una antropología, es decir, una imagen de lo que es la persona humana.
Nos entendemos en un esquema de llamada-respuesta, de gracia y responsabilidad. Dios nos llama y nosotros, en nuestra libertad, respondemos. Es el diálogo de la creación, es el diálogo de la llamada a la vida, es el diálogo de la vocación. En este sentido podemos decir que la principal vocación del hombre es ser hijo de Dios.
Esta reflexión tiene importancia. Cuando ayudamos a alguien en su proceso vocacional, lo que estamos haciendo es ayudarle a descubrir la verdad de su ser personal, es posibilitar un diálogo único entre Dios y él mismo, un diálogo al que sólo él está convocado. Nuestra ayuda es educativa y pastoral.
Un ambiente propicio: una cultura vocacional
La pregunta vocacional no brota de la nada. Se necesitan unas condiciones, un clima familiar, espiritual y apostólico que posibilite la pregunta ‘¿Señor que quieres de mí?’. A esto llamamos cultura vocacional (ambiente familiar, escolar o parroquial… es decir el lugar donde la pregunta por el sentido de la vida no se ve como algo extraño). La cultura vocacional es un sustrato, un suelo, rico en valores que hace posible y atrayente el camino vocacional.
Proponer, acoger y acompañar la vocación
Para que el itinerario vocacional avance se necesita que el joven se haya iniciado en la experiencia de la fe, que quiera ponerse en un camino de búsqueda de la propia identidad y pertenencia.
La mayoría de las vocaciones necesitan de la mediación de la Iglesia. Las mediaciones son algunas acciones o funciones que colaboran con la acción divina: acogida y discernimiento, propuesta y orientación, iniciación a la misión y elaboración del proyecto de vida, acompañamiento.
Importancia de los educadores
Estas mediaciones necesitan la presencia de educadores adultos que han recorrido un camino en la fe y pueden orientar al joven en su encuentro personal con Jesucristo.
Algunas cosas que los educadores podemos hacer son: promover procesos de conocimiento personal, educar en la superación de la frustración, educar en la interioridad, educar en la madurez afectiva y sexual, ayudar a ver la riqueza de la donación…
Restituir el don recibido
Para nuestros contemporáneos no es fácil situarse en la óptica del don y de la gracia. Muchas personas consideran estas palabras demasiado teológicas, les resultan extrañas a sus experiencias vitales. Pero la realidad desenmascara esta ceguera. En nuestro proceso vital los demás han ido dejando su huella, nos han ido haciendo, nos han ido regalando. Restituir lo recibido podría ser una forma de entender la donación, desde claves humanas. Dar aquello que he recibido.
Esta forma de hablar adquiere una densidad especial cuando nos situamos en el lenguaje de la fe. El apóstol Pablo nos recuerda que “todo es gracia” y que “se me ha dado un don inmerecido”.
Toda vocación, entendida de esta manera, no es para sí sino para los demás. Una vocación encerrada en sí misma es estéril.
Sobre los artículos
Eugenio Alburquerque habla de la difícil crisis vocacional que estamos viviendo. Una crisis que viene de lejos y tiene hondas raíces antropológicas, sociales y culturales. Es bueno hacer autocrítica de manera humilde y esperanzada.
Queremos buscar luz en la Palabra de Dios. Juan José Bartolomé presenta el texto de Mc.1, 16-20, el más antiguo relato vocacional, como paradigma para todo discípulo de Jesús. Descubre aquí prácticas para la pastoral vocacional.
Fabio Attard, Consejero general de los Salesianos para la pastoral Juvenil, abre pistas para la pastoral vocacional hoy. Se centra en la realidad de los jóvenes, en la cultura vocacional y en el sentir eclesial de toda vocación.
Para hablar de Itinerarios vocacionales Ignacio Dinnbier nos anima a situarnos en una mistagogía vocacional. No podemos olvidar que la vida cristiana nace de un encuentro, siempre reconocido a posteriori. Los itinerarios vocacionales, siempre itinerarios de vida, nos ayudan a tocar lo esencial, lo que anhelamos, lo inconcebible… impulsados por el Espíritu.
KOLDO GUTIÉRREZ