Aunque me tapo los oídos con la almohada
y grito de rabia cuando suena el despertador…,
gracias a Dios que puedo oír: hay muchos que son sordos.
Aunque cierro los ojos cuando, al despertar,
el sol se mete en mi habitación…,
gracias a Dios que puedo ver: hay muchos ciegos.
Aunque me pesa levantarme de la cama y ponerme en pie…,
gracias a Dios que tengo fuerzas para hacerlo:
hay muchos postrados que no pueden.
Aunque me enojo cuando no encuentro mis cosas
en su lugar porque alguien lo desordenó…,
gracias a Dios que tengo familia: hay muchos solitarios.
Aunque la comida no estuvo buena y el desayuno fue peor…,
gracias a Dios que tengo alimentos: hay muchos con hambre.
Aunque mi trabajo en ocasiones sea monótono y rutinario…,
gracias a Dios que tengo ocupación: hay muchos desempleados.
Aunque no estoy conforme con la vida, peleo conmigo mismo
y tengo muchos motivos para quejarme…,
gracias a Dios por la vida.
Cuando me quejo de que nadie me quiere…,
gracias al Padre de los Cielos porque envió a su hijo amado
a morir por mí: ÉL me ha demostrado su amor.
Gracias, Padre, por el aire que respiro,
porque sigo respirando… Varios han dejado de hacerlo hoy.
Son tantas las cosas que tengo que agradecerte…
Por cada día que me permites despertar a la vida…,
gracias, Señor.
¡En el bufet del Señor!
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