¡CUÁNTAS LLAMADAS AL DÍA, DIOS MÍO!

1 abril 2006

Señor, en esta noche en la que me es imposible conciliar el sueño
me viene a la mente el joven Samuel…
 
Tres veces le llamaste y tres veces obtuviste la misma respuesta:
¡Aquí estoy!
 
¡Cuán diferente es mi vida, Dios mío!
Repaso el día de hoy y…
¿en cuántas ocasiones he hecho oídos sordos a tu llamada?…
 
En la mirada amorosa de mi sufrida madre
que me pedía simplemente un beso.
¿Y yo qué le he respondido? ¿Aquí estoy?
¡Qué va! “Ya soy mayor para esas cosas, madre”.
 
En las lágrimas de mi compañera de clase,
que no se acostumbra a la separación de sus padres.
¿Y yo qué le he respondido? ¿Aquí estoy?
¡Qué va! “Te acostumbrarás, es lo más normal del mundo”.
 
En una simple sonrisa que la anciana del 5º
me pedía para alegrarle el día.
¿Y yo qué le he respondido? ¿Aquí estoy?
¡Qué va! “¿Dónde se habrán metido sus hijos?”
 
En la compañía que el joven marroquí
me pedía acercándose a mí
¿Y yo qué le he respondido? ¿Aquí estoy?
¡Qué va! “Vete con los tuyos,
entiéndeme, qué dirían mis amigos de mí”.
 
Y así, Dios mío, tal cantidad de llamadas
que han dejado mi corazón sin batería,
triste, angustiado, deprimido…
 
Ayúdame, Señor, a que mañana, con el corazón recargado,
sea capaz de decirte: ¡Aquí estoy!
Así un día, ya no necesitaré oír más tu llamada,
sino que me adelantaré e iré velozmente a tu encuentro
para susurrarte al oído:
“Aquí estoy, porque me has llamado,
habla que tu siervo escucha”.

José María Escudero

 

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