Cuestiones abiertas

1 julio 2009

Sólo podemos abrirnos a los jóvenes, partiendo de ellos mismos

Carlo M. Martini

 
Todavía hay quien asegura sin rubor que sobre la pastoral de juventud está todo dicho y desbrozado, que sólo falta pasar a la acción. El valor de la acción, la necesidad de ir a los jóvenes y de meterse de lleno en su propio campo, es indiscutible. Entre otras cosas, porque la pastoral es praxis. Es necesario pensar, decidir y hacer. Pero no podemos mirar hacia otra parte cuando nuestras propuestas, métodos y procesos catecumenales ni aportan vida, ni liberan a los jóvenes. El interrogante sobre cómo hacer realmente una pastoral al servicio de la vida y de la esperanza, capaz de llevar y acompañar a los jóvenes en la experiencia de Dios, sigue siendo inquietante. Realmente en pastoral juvenil sigue habiendo muchas cuestiones abiertas.
 
Buscando concreción, hemos individuado 10 cuestiones sobre las que ofrecemos en este número de Misión Joven una reflexión sencilla y modesta, para que pueda ser continuada en otros ámbitos y foros. Las 10 cuestiones las presentamos y ordenamos sin prejuzgar su densidad e importancia, de forma libre y arbitraria. Pero sí hemos elegido cuidadosamente la primera y la última. Deliberadamente comenzamos por los jóvenes. Porque si hay algo urgente en la pastoral juvenil es precisamente el mandato misionero de ir en su busca, de salir al encuentro de los jóvenes y de estar dispuestos, como el Buen Pastor, a cargar con los jóvenes sobre los hombros. Comenzamos, pues, con los jóvenes y terminamos con los agentes de pastoral. Siempre en la acción pastoral está en juego nuestra fe y nuestra esperanza de pastores en la persona de Cristo.
 
Entre los destinatarios de la misión y los misioneros llamados a realizarla generosamente está toda la complejidad de la misión vivida día a día. Hoy más que nunca se nos pide capacidad de oración y reflexión. Pensamos en Misión Joven que es necesario considerar sobre todo el nivel de las referencias y orientaciones fundamentales que entran en juego, al menos de manera implícita en todo el entramado de la praxis pastoral. Consideramos los modelos, porque detrás de cada una de las propuestas y acciones concretas, aunque no se llegue a experimentar de forma consciente, hay siempre un determinado modelo de pastoral. Y no es indiferente optar indistintamente por uno u otro. La elección, configuración y clarificación del modelo podrá permitirnos identificar y ajustar mejor los itinerarios y procesos personales para acompañar a los jóvenes por el camino hacia Dios.
 
La principal preocupación de la pastoral juvenil y de todo proyecto de pastoral se centra en llevar y guiar a los jóvenes al encuentro personal con Jesucristo. La experiencia central de la que se ocupa, por tanto, la pastoral juvenil es la experiencia de fe en Jesucristo. Y, para los cristianos, creer significa, ante todo, confiar en Dios, reconocer y acoger su amor gratuito e incondicional. Esta dimensión personal de la fe comporta también la aceptación de cuanto Dios nos dice en Jesucristo y la respuesta coherente a su proyecto de salvación. Nos encontramos, pues, con la cuestión de los contenidos de la fe, objeto constante de reflexión eclesial y que la acción pastoral ha de considerar y atender cuidadosamente todavía hoy, pero no ciertamente como una cuestión aislada.
 
Si la atención a los contenidos es una cuestión clásica, la educación en competencias es un tema de actualidad. Nuestro actual ordenamiento pedagógico establece cuatro escenarios de competencia sobre los que intervenir educativamente (cultural, laboral, social, personal). ¿Son suficientes las competencias marcadas en dichos escenarios para caminar por la vida? ¿Puede enriquecer este planteamiento educativo los procesos pastorales? Desde la conjugación y armonía del binomio “educar y evangelizar” puede resultar de gran interés seguir profundizando en las perspectivas abiertas en el mundo pastoral.
 
La atención a los modelos, procesos, contenidos, competencias, señala un marco de referencias fundamentales, que alcanzan a otras múltiples cuestiones más concretas y menudas. Ante todo, nos detenemos en un problema que aparece con frecuencia en los encuentros de reflexión pastoral. Ante tantas demandas y tantas cuestiones importantes en estos momentos, ¿qué es verdaderamente lo esencial?, ¿qué priorizar y acentuar? Misión Joven subraya especialmente: recuperar la confianza radical en la vida y abrir a la experiencia de Dios. Del mismo modo, en la reflexión compartida sobre la acción pastoral cotidiana, se escucha también, como lamento o como denuncia, la constatación de que “estamos siempre comenzando”. ¿Fallan los procesos?, ¿los contenidos?, ¿la metodología? O, sencillamente, ¿no nos falta el coraje para dejar lo viejo y emprender caminos nuevos?
 
Para quienes trabajan pastoralmente en estructuras concretas de centros juveniles, todo esto acarrea también la tentación de la duda: ¿siguen siendo válidos? Quizás, detrás, aunque no siempre aparezca, se encuentra también la dificultad de crear verdaderas comunidades cristianas y la constatación de cómo tras tantos años del apoyo cristiano de un centro juvenil, no llega la inserción real en la comunidad adulta. Y entonces las preguntas se multiplican: ¿Por qué cuesta tanto crear y sostener comunidades cristianas de jóvenes? ¿Por qué los jóvenes no acaban de rejuvenecer las comunidades cristianas adultas?
 
Diez cuestiones, pues, para considerar y reflexionar. Diez breves apuntes que quisiéramos fueran de tal modo sugerentes que permitieran abrir una profundización mayor. Quizá, la premisa sea la apuntada por el Cardenal Martini, quien no duda en confesar que no podemos abrirnos a los jóvenes si no es partiendo de ellos mismos.
 

          EUGENIO ALBURQUERQUE FRUTOS

directormj@misionjoven.org