Cultura digital. Un reto para la catequesis y la pastoral

1 junio 2004

Fabio Pasqualetti

 
Fabio Pasqualetti es profesor de Teoría y técnicas de la radio en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Salesiana de Roma.
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
De manera breve y concisa, este primer artículo explica la naturaleza y características de Internet y de la cultura digital –fruto de transformaciones sociales, culturales, tecnológicas-, para terminar sugiriendo algunas pistas de reflexión en la perspectiva de la acción pastoral. Más que una búsqueda indiscriminada de medios para la misión, sostiene el autor, es importante la comprensión del medio y del tipo de relación comunicativa que permite establecer
 
Este breve artículo quiere ser un intento por entender cómo se ubica el fenómeno de la cultura digital dentro de los rápidos cambios socio culturales que han caracterizado el fin del segundo milenio y el inicio del tercero. La tentación para muchos educadores, catequistas y animadores pastorales es buscar nuevas modalidades tecno-comunicativas para su misión, sin preguntarse en qué medida éstas tendrán una repercusión positiva o negativa en la realización de los propios objetivos. Sostengo que sea importante entender qué cosa entra en juego en la relación comunicativa cuando se vive en una mediatización cultural tecnológicamente cada vez más invasiva.
 

  1. Una premisa


Roger Fidler, en su libro Mediamorphosis, define precisamente con esa palabra el proceso por el que se realiza la transformación de los medios de comunicación a través de un juego complejo de necesidades percibidas, competitividad, presión política e innovaciones sociales y tecnológicas[1]. En otras palabras, mirando la comunicación como un sistema complejo, se puede ver que el nacimiento de una nueva tecnología y de un nuevo sistema de medios nunca se da de manera espontánea o independiente, sino que nace siempre de otras tecnologías o medios, dentro de contextos socioculturales que, a su vez, pueden acelerar o desacelerar la evolución. Este concepto ayuda a liberarse de la tentación de ver las innovaciones tecnológicas como desarrollo esencial e independiente, y poner, en cambio, la atención en una coexistencia y coparticipación de varios factores que favorecen la transformación tecnológica y cultural.
 
¿Qué sucede cuando una nueva tecnología se asoma al escenario de la vida cotidiana? David Bolter[2], en su libro Turing’s man, dice que la tecnología ofrece una atractiva ventana a través de la cual los pensadores de todas la épocas pueden interpretar tanto el mundo físico como el metafísico. De Kerckhove, hablando de las tecnologías de la comunicación, las define como brainframes: “la idea que subyace en esta noción es que las tecnologías de elaboración enmarcan nuestro cerebro en una estructura y que cada una de ellas le desafía a que ofrezca un modelo distinto, pero igualmente eficaz, de interpretación”[3]. En este sentido, los diferentes medios, desde el lenguaje a la realidad virtual, revelan la comprensión que el hombre tiene de sí mismo y del mundo. Dejando de lado los aspectos específicos de los Mass Media, como periódico, radio y televisión, nos concentramos en este artículo sobre las características de la red.
 

  1. Internet y sus características


Internet, definida como la red de las redes, está cambiando de manera radical la comunicación. A través de la misma, centenares de millones de usuarios se intercambian cada día todo género de mensajes, acceden a documentos, participan a grupos temáticos, se encuentran mediante conferencias electrónicas, discuten en torno a cualquier tipo de argumento[4]. Todo esto tiene lugar superando los confines nacionales, raciales, políticos, sociales, espaciales y temporales. Lévy habla de nuevo nomadismo, y dice que
 
El desarrollo de los nuevos instrumentos de comunicación se inserta en un cambio de gran importancia que el mismo desarrollo acelera, pero que lo sobrepasa. Para decirlo con una palabra: nos hemos vuelto a convertir en nómadas. […] El nomadismo actual depende principalmente de la transformación continua y rápida de los paisajes, científico, técnico, económico, profesional, mental… Aunque no cambiásemos, el mundo cambiaría entorno a nosotros.[5]
 
Con Internet se ha visualizado la virtualización de las actividades humanas, pero, sobre todo, se ha abierto un proceso de descentralización de los centros de poder y control de la comunicación, como nunca había ocurrido a lo largo de la historia. Desde un punto de vista positivo, Internet se puede considerar como la gran ocasión de crecimiento intelectual del género humano. Si no llegan a prevalecer de forma completa las razones económicas, la red es como un flujo del saber, del cual, a través de opciones políticas y económicas finalizadas, todos podrán beneficiarse. Tomando prestado desde Roger Fidler su esquema de análisis sobre el flujo de control, presentación de formato, recepción y límite de un medium, lo aplicamos a la red para hacer emerger las características específicas de su modalidad comunicativa.
 

La red

Flujo y control Mediado/no mediado /interpersonal /personal
Unidireccional / bidireccional / multidireccional
Productores / usuarios /colaboradores
Programado / extemporáneo /
Presentación y formato Multimedial /
Estructurado / no-estructurado
Lineal / No lineal
Formato display
Recepción y límites Inmediata /
Activo / creativo /
Deterritorialización / global / local /
Fija / portátil

 
El aspecto que emerge, ante todo, es la co-presencia de categorías aparentemente antitéticas, como lineal vs. no lineal, estructurado vs. no estructurado, unidireccional vs. bidireccional, etc. Lo cual pone de manifiesto la particular naturaleza de la red.[6]
 
La red fue pensada originariamente como instrumento de defensa en caso de ataque nuclear. La exigencia fundamental era poner en funcionamiento un sistema que, aunque fuera atacado en un punto cualquiera, pudiese seguir funcionando, y, en un cierto sentido, autogenerándose en otros puntos. En la práctica, no existía un preciso centro, sino una infinita posibilidad de centros. En este sentido, se entiende que, aun teniendo centros, en realidad no exista un centro.
 
Otro aspecto que, quizá, encierra en sí la metáfora más fascinante de Internet es la navegación. En el mar de la red todos se sienten algo así como Ulises. Se sienten también como cazadores a la búsqueda de tesoros que se esconden detrás de miríadas de recorridos. El sujeto está implicado directa y activamente. La experiencia de chatear, si bien reducida a una costumbre de parte de las nuevas generaciones, conserva la fascinación del encuentro desconocido; desencadena los deseos de la experimentación sobre su propia identidad, el juego de las sustituciones, pero también el sincero intercambio de opiniones, ideas y pensamientos. A nivel académico, la red es un benéfico flujo de participación del saber que alimenta la comunidad universitaria.
 
Una ulterior característica es la deterritorialización que se experimenta a través de la navegación. Es un prolongarse hasta los confines del mundo, allí donde un ordenador y un modem llegan a ser la ocasión de un encuentro o de un descubrimiento. Según De Kerckhove, “los ordenadores desarrollan una mediación entre los sistemas nerviosos y cognitivos internos de cada uno de los usuarios y los sistemas de elaboración externos: actúan como interface entre psicología y tecnología, precisamente igual que los videogames ofrecen una interface entre las respuestas neurológicas y electrónicas […]. Los ordenadores desarrollan una especie de mediación social en una única y continua extensión de nuestros poderes individuales de imaginación, concentración y acción, y funcionan, en gran parte, como una segunda mente[7].
 
La cultura occidental está tratando laboriosamente de armonizar las propiedades lógico-racionales desarrolladas en el curso de los siglos, con las de los nuevos media electrónicos. Lo que se está experimentando es el esfuerzo que toda metamorfosis cultural lleva consigo, con la fatiga de pensarse no sólo a nivel individual, sino también a nivel colectivo. No es una casualidad que se viva la paradoja de la globalización y, al mismo tiempo, de la proliferación de nacionalismos exasperados. Todos los cambios traen consigo conflictos; la búsqueda del diálogo puede atenuarlos y abrirlos a un recíproco descubrimiento. Por esto es importante adoptar una óptica pluralista, en la que se acojan puntos de vista y formas de expresión diversos. Los media pueden ayudar a desarrollar una cultura del pluralismo, precisamente porque ellos mismos son un pluralismo de lenguajes.
 
Berendt, citando a Rajneesh, habla de “democracia de los sentidos”[8], como medio para superar el hipertrofismo occidental altamente orientado a lo visual y lo racional. El arte y los media son, quizá, los dos ambientes en que se percibe más esta urgencia de armonizar e integrar la complementariedad de los sentidos y, por consiguiente, de los lenguajes.
 

  1. Transiciones culturales

Quizás la palabra más usada en estos últimos tiempos sea “crisis”. Es probable que el origen de esta crisis se encuentre en los cambios profundos de la vida del hombre en relación consigo mismo y con el mundo. Se está experimentando la dificultad que toda metamorfosis cultural trae consigo, con el esfuerzo de un repensamiento no sólo individual sino también colectivo. No por nada las tensiones bipolares propias de la comunicación en red se viven también de alguna manera en la vida. Tanto el individuo como la comunidad experimentan por lo tanto tensiones entre fuerzas que conducen hacia una visión global de la vida y fuerzas que provocan particularismos y visiones locales. Se afirma de manera exagerada el concepto de individuo y, al mismo tiempo, nuca como hoy nos sentimos interdependientes en todos los niveles.
 
No es posible hacer depender el problema cultural solamente de la transformación tecnológica mediática, sino más bien como resultado de una continua y constante interacción entre cambios tecnológicos, opciones económicas, políticas, sociales y religiosas que tienen lugar tanto en el orden personal como colectivo. La sensación de velocidad procede más de la cantidad de propuestas que se presentan casi al mismo tiempo que de su efectiva novedad. Por lo que a mi se refiere, intentaré subrayar las consecuencias del nuevo planteamiento cultural, destacando al mismo tiempo los rasgos peculiares de la dimensión tecnológica. Pero antes de seguir adelante me parece importante enfrentar el problema de fondo suscitado por Meyrowitz cuando afirma:
 
En una sociedad, la capacidad y la formación necesarias para codificar y descodificar los mensajes de un medium determinado deciden hasta cierto punto sobre quien puede usar el medium para mandar mensajes y quien puede tener acceso a las informaciones que el medium difunde.[9]
 
Los medios electrónicos influyen por lo tanto, más que en los contenidos, en las estructuras y poderes, en el interior de lo que Meyrowitz llama “la geografía situacional” de la vida social. El tema es importante, pues pone en tela de juicio el concepto de autoridad en una sociedad mediática. En un modelo social basado en el papel impreso bastan dos requisitos para tener acceso al foro público y poder adquirir puestos de autoridad: saber leer y escribir. El que no es capaz de esto no puede pensar en participar en el debate público.
Un status elevado se demuestra y se mantiene gracias al control de los conocimientos y la capacidad de experiencias significativas (…) Un status que no dependa del control de los conocimientos es considerado con frecuencia arbitrario y puede ser contrastado. Probablemente es por esto por lo que la Iglesia, temiendo una amenaza de este tipo, llegó a prohibir en el siglo XV las traducciones de la Biblia en lengua vulgar.[10]
 
Ahora bien, los medios electrónicos pueden facilitar el acceso a mundos informativos también a personas de estamentos sociales inferiores y en ese sentido alterar la relación del control informativo jerárquico. Hoy se puede observar, en los distintos niveles (social, político, religioso), que el que aspira a ser líder tiene que demostrar “transparencia”, aunque también es verdad que la transparencia disminuye la pretensión de la autoridad de presentarse como absoluta.
La cultura digital[11] puede ser definida como el paso de una cultura de masa con controles centralizados a una cultura des-centralizada, des-estructurada, personalizada en cambio permanente. Según De Kerckhove “en el momento en que la radio y la televisión nos traen noticias e informaciones masivas de todo el mundo y las tecnologías del control, como el teléfono y las redes de ordenadores, nos permiten alcanzar inmediatamente cualquier punto y entrar en interacción,[12] tiene lugar una inversión de flujos comunicativos y de control que anuncia la posibilidad de un mayor control y participación por parte de grupos e individuos. Una cosa es cierta: la cultura digital nos cuestiona y nos provoca en nuestra forma de ser hombres y mujeres y en la manera de ver la vida, como también acerca de quien manda y dónde residen las nuevas sedes del poder.
 
Para una valoración más serena tratemos de ver cuáles son sus características emergentes, qué perspectivas abren al futuro humano y, respecto a nuestro tema, qué estímulos acarrean a la reflexión catequética y pastoral. Trataremos de detectar sobre todo las valencias y aspectos positivos, sin ignorar por otra parte los problemas que puedan surgir y que aquí no podremos profundizar.

  1. ¿Qué es la cultura digital?


La cultura digital (CD) es por lo tanto cultura de las co-presencias antitéticas, de la constante tensión entre orden y caos o, dicho en términos más cristianos, una cultura del ya y todavía no. Tratemos de ver por qué.
 
Por una parte la CD favorece el pluralismo gracias a su ductilidad, pero por otra el transvase fácil en tiempo real de imágenes y fantasías, sonidos y palabras, informaciones e interpretaciones, fomentan naturalmente la exportación de las culturas más fuertes económicamente, provocando así un efecto de globalización y por lo tanto de homologación. No obstante, por su misma naturaleza, la CD está des-estructurada y des-centrada, permitiendo así la resistencia ante el dominio cultural imperante y abriendo espacios de resistencia, como por ejemplo en los distintos movimientos ecologistas, anti-G8, minorías culturales, raciales, alternativas, etc. Pero es una cultura que exige expertise, una exposición al mundo tecnológico, sobre todo del ordenador y de la red. Una mentalidad flexible y adaptable a los distintos cambios y una mentalidad de la comunicación online. Paradójicamente estos instrumentos que abren espacios de libertad están regulados interiormente por lenguajes super-estructurados.
 
Por medio del concepto de des-territorialización, la CD ha superado la idea de frontera regional, nacional, continental. Decir CD es decir acceso, contacto, conexión, prolongación, en todas las partes del mundo, donde quiera haya un terminal conectado con la red. Potencialmente existe la posibilidad para los más pobres de tener acceso al mismo patrimonio cultural, aunque también hay el peligro de un dominio tecnológico y una distancia aún mayor entre los que poseen y los que no poseen. Lo dicho hasta aquí es solamente una breve alusión a la complejidad y riqueza de la nueva situación cultural, aunque en realidad es fácil comprender que la CD constituye al mismo tiempo una solución y un problema en la vida humana.
 

  1. Transiciones a nivel religioso

 
A partir de los años 60 se ha podido constatar, en Occidente, un eclipse de las instituciones religiosas, mientras que los medios se han convertido en protagonistas de la cultura, verdadero punto de referencia para la gente. Se le ha echado la culpa de esto también al auge del subjetivismo y de la autonomía presentes en la cultura. A la fragmentación del mercado en búsqueda de indecisiones del gusto ha correspondido la búsqueda del gusto también en la esfera religiosa. Se constata que la crisis institucional religiosa no ha suprimido en la gente el anhelo de lo sagrado. El mercado de la oferta religiosa sigue siendo pujante, con gran sorpresa de cuantos pronosticaban el ocaso de Dios y de las religiones.
 
En realidad, ha sido precisamente la cultura mediática, por medio de la cultura popular, la que ha hecho aflorar lo sagrado de forma incluso espectacular. Internet, de manera especial, ha llegado a ser el aerópago de las más variadas propuestas religiosas y pseudoreligiosas,[13] en una medida jamás vista hasta ahora. La novedad reside en la flexibilidad, interactividad y no centralidad de Internet, de tal manera que personas de cualquier credo pueden entrar en contacto con otras de confesiones distintas, confrontarse, dialogar y ponderar las ofertas que otras religiones o cultos ofrecen.
 
Surgen de este modo comunidades virtuales, lugares y espacios de oración, para el cultivo y la formación personal, que atraviesan las fronteras de cualquier Iglesia local, diócesis o nación. Es un fenómeno muy interesante, destinado a ampliarse, que no será fácil observar o estudiar, pero que plantea no pocas cuestiones a la concepción de la Iglesia, de la comunidad, de la vida de fe. Los desplazamientos que han marcado este período denotan un paralelismo con el desarrollo cultural y mediático.
5.1. De una religión institucional a una espiritualidad personal
 
Tom Beaudoin en su libro Virtual Faith, representante de la Generation X, denuncia un alejamiento de las religiones e iglesias institucionales en los años 70 y 80. Como causa señala la enorme distancia que su generación advertía entre la predicación de estas iglesias y la realidad de la vida.
“Las iglesias quedaban de hecho ridículamente fuera de órbita, con su extraña y quejumbrosa música, con su tecnología antidiluviana, con una enseñanza social trasnochada y un talante hostil o indiferente a todo lo que sabía a cultura popular. […] Para muchos de mi generación resultaba muy fácil dar el salto de una religión-como-accesorio a una religión-no-necesaria”.[14]
 
La decepción de las instituciones religiosas y su incapacidad para dar respuestas a las nuevas generaciones han hecho que éstas se orienten hacia donde esperan encontrar tales respuestas. Este fenómeno ha provocado un nomadismo espiritual que desemboca con frecuencia en experiencias religiosas acordes con el cambio cultural más pluralista, posibilista, permisivo y más tolerante, pero con vistas a una religiosidad más personal. No se niega la importancia de la dimensión personal, pero lo que se reivindica es ante todo la personalización de la propia opción.
 
5.2. De una pertenencia por tradición a una significativa

Como consecuencia se pasa de una pertenencia por tradición a una pertenencia significativa. Y son los medios los que han proporcionado los nuevos puntos de referencia. Según Martín Barbero los medios han suprimido de alguna manera la distancia entre lo sagrado y lo profano; sobre todo la televisión ha introducido lo sagrado en el reino de lo profano y ha reducido a profano lo que antes era sagrado. Hace notar, por ejemplo, cómo la publicidad haya vuelto mágica (enchanted) incluso la tarea más vulgar y ordinaria, como lavar o limpiar, tareas que quedan sublimadas en narraciones poéticas y casi elevadas a una dimensión transcendente. De esta forma una botella de Coca-Cola se convierte en un mágico manantial de energía, belleza y sabiduría, fuente de vida y juventud.[15]
 
Los mitos y ritos de la sociedad mediática sustituyen los de las religiones. Un concierto rock puede aparecer como un momento espiritual de una teofanía profana que evoca los rasgos de la experiencia de lo sagrado. Los personajes de la cultura popular son considerados ídolos, sin poseer quizás el poder divino de prometer la eternidad, pero sí el de proporcionar una noche de sueños y locuras. Incluso las nuevas generaciones que toman muy en serio la dimensión religiosa y espiritual de la vida no se resignan a una religión prefabricada. El pluralismo de movimientos existente dentro de la Iglesia es síntoma claro de la necesidad de formas plurales de vivir la fe.
5.3. De una verdad objetiva a una subjetiva

El concepto de verdad objetiva trae consigo la idea de algo inmutable y constante que perdura en el tiempo. Pero en el siglo XX apenas terminado se ha visto de todo y lo contrario de todo. El símbolo más expresivo del final de algo que parecía eterno es la caída del muro de Berlín en 1989. Las imágenes de este hecho, ampliadas y transmitidas contemporáneamente en todo el mundo, representan en la imaginación colectiva el ocaso de lo absoluto.
 
Los atentados del 11 de septiembre 2001 en Nueva York, la guerra en Afganistán, la guerra en Irak, y los otros treinta y dos conflictos abiertos en el mundo hasta los últimos atentados del 20 de marzo 2004, manifiestan claramente la crisis de valores considerados universales como democracia, libertad de pensamiento, libertad de acción, libertad de palabra. Al mismo tiempo se intuye mayormente el aumento de la interdependencia entre las personas, los pueblos y las naciones y la crisis de un modelo neocapitalista que crea siempre mayor discriminación y pobreza.

5.4. De un lenguaje tecnoteológico a un lenguaje cultural

También la Iglesia católica se encuentra en un momento delicado de confrontación con una cultura abierta a las posibilidades, al descentramiento, a la personalización, al cambio. Las señales de crisis ya se adivinan en todo el sector lingüístico: desde el lenguaje teológico hasta el ritual y sacramental, pasando por la arquitectura de los templos, se nota con frecuencia la dificultad de comunicar y dialogar con la cultura. En un contexto cultural de cuño pluralista es normal que la gente busque interlocutores abiertos al diálogo y a la confrontación, ignorando a cuantos a toda costa lo evitan o impiden.
 
La pérdida de fieles puede llevar a la misma tentación de los centros comerciales cuando pierden clientes, es decir, a la tentación de apostar por la espectacularidad, en vez de afrontar la crisis de la institución. Como consecuencia, se cae en una religión de consumo, como denuncian Cimino y Lattin en su libro Shopping for Faith, indicando el fenómeno típicamente americano (pero no sólo americano) de las megachurches y de los small groups como lugares futuros de los consumidores de espiritualidad.[16]
 
Serían necesarias otras dilucidaciones, pero por ahora nos limitamos a estas observaciones, como estímulo para la eventual discusión. Ciertamente son consideraciones que suscitan no pocos interrogantes y provocaciones en orden a la catequesis y a la pastoral.
 

  1. Retos a la catequesis y a la pastoral


Sin entrar en el tema específico, que no es de mi competencia, quisiera sugerir algunas líneas de reflexión para nuestro trabajo común. Hemos comprobado que la cultura digital no es algo surgido de la nada, sino fruto de transformaciones sociales, culturales y tecnológicas, y algo muy condicionado por los poderes políticos y económicos. La cultura digital posee una propiedad muy importante, y es su capacidad de integrar conjuntamente lenguajes diversos, al mismo tiempo que fomenta una continua evolución y tensión entre orden y caos o, si se prefiere, entre el ya y el todavía no. De estas características pueden derivarse algunas actitudes y modalidades de acción muy interesantes.

  • De los sustantivos a los verbos

La cultura digital (CD) es cultura de acción, de participación, de interacción, y por lo tanto más cercana al verbo que a los nombres sustantivos. Por ejemplo, en vez de hablar de participación de la gente en la vida de la comunidad, se deberá `referir: la gente “participa” en la vida de la comunidad. El sustantivo puede delatar un modelo comunicativo top down, mientras que el verbo activo requiere una organización pluralista y democrática.
 

  • De las estructuras a los procesos

La CD es cultura de procesos, basada ciertamente en estructuras complejas, pero que deben permitir a los individuos y a la comunidad el poder actuar, comunicar y construir. Involucrar a las personas en la programación de un proyecto pastoral es mucho más importante que realizarlo.
 

  • De los lugares de encuentro al encuentro de las personas

La CD es cultura de encuentro. Con el concepto de “desterritorialización” se quiere superar la necesidad del lugar físico, pues lo que interesa es la actividad que pone en relación a los participantes en el encuentro. Si la iglesia no funciona como lugar de encuentro, se trata de ir al encuentro de la gente donde ella se encuentra.
 

  • De una jerarquía de “ordeno y mando” a la fraternidad de servicio

La CD en su versión utópica y romántica es cultura de comunidad, donde los mejores se reconocen por su competencia y generosidad. La utopía del compartir y de la supresión de la propiedad intelectual puede percibirse a la luz de la distribución evangélica de los bienes materiales. Hoy día el bien principal es la cultura, que debe ser ampliamente compartida.
 

  • De la instrucción e información al diálogo y a la comunicación

La CD no escapa al reproche de ser una cultura de la información y de producirla en tal medida que acaba perdiendo valor. Se le acusa también de ser cultura de las divisiones. Sin embargo, como hemos visto, es también cultura del encuentro, del diálogo y de la comunicación, superando los límites territoriales, culturales, religiosos, políticos y económicos.
 
Como conclusión de esta breve reflexión sobre la cultura digital, me permito dar algunas sugerencias para una pastoral y una catequesis que quieran entrar en el mundo de la red.
 
Es importante entender lo específico comunicativo de cada médium. Entender lo específico comunicativo quiere decir qué tipo de relación comunicativa se puede establecer y qué cosa se puede esperar de un médium. Dando por descontado que las relaciones comunicativas por excelencia para la acción educativa, pastoral y catequética son las relaciones interpersonales y comunitarias, las formas mediadoras de comunicación pueden ayudar en diversos modos complementarios a integrar la misión.
 
Internet con sus características comunicativas puede ser un lenguaje excelente para la condivisión de recursos, para la discusión temática a través de los forums y el chat, para la actualización y la educación religiosa a distancia. Puede ser un lugar de denuncia y de continua militancia acerca de los problemas humanos y de su dignidad. Un sitio internet puede ser un lugar de encuentro ya sea de la comunidad parroquial, como de los grupos que trabajan en el territorio. Puede ayudar en la programación y en la organización de un grupo juvenil, de una parroquia o de una diócesis a través el continuo diálogo y debate que se puede proponer mediante los servicios de forum y correo electrónico.
 
Internet es también el lugar de las discriminaciones para quien no tiene acceso o para quien no está alfabetizado y entonces estos problemas no pueden ser ignorados en las opciones pastorales y catequéticas.
 
Incluso, si la tecnología puede parecer compleja y hostil, el verdadero problema es cultural y eclesiológico. Es, en efecto, el modelo estructural comunicativo de internet que propone un modo de construir la comunicación a través el diálogo y la participación de los individuos y de la comunidad virtual. Un modelo comunicativo circular que crea un flujo permanente de diálogo. En internet existen ciertamente modalidades comunicativas top-down, pero de por sí su naturaleza es bidireccional y múltiple. En su caótica contrariedad Internet favorece la polifonía de las opiniones y de las verdades más que el absoluto y la rigidez objetiva.
 
Otro aspecto que merece ser tomado en consideración y profundizado es la opción del sistema operativo. En una óptica de desarrollo comunitario y atención a quien tiene más dificultades socio económicas, es importante dirigirse hacia el open source como filosofía y al sistema operativo Linux. Muy a menudo en el ámbito eclesial no se reflexiona sobre las consecuencias de las opciones tecnológicas y lo que implica ligarse a un cierto tipo de sistema operativo más que a otro.
 
Reconozco que este recorrido representa solamente una rápida ojeada a la problemática de la cultura digital. Con todo, espero que estos puntos de reflexión ofrecidos puedan ser ocasión de profundización personal.
 

Fabio Pasqualetti

estudios@misionjoven.org

 
[1] Cf. FIDLER R.(1997), Mediamorphosis. Understanding new media, Thousand Oaks (CA): Pine Forge Press, p. 23
[2] BOLTER, J. D. (1984). Turing’s man. Western culture in the computer age. Chapel Hill: The University of North Carolina Press.
[3] Brainframe se podría traducir como marco cognitivo, es decir, el modo con el que encuadramos y conocemos la realidad. De KERCKHOVE, D. (1993). Brainframes. Mente, tecnologia, mercato. Bologna: Baskerville. p. 10
[4] JONES, G. S. (ed.). (1997). Virtual Culture. Identity & communication in cybersociety. London: Sage.
[5] LÉVY, P. (1996). L’intelligenza Collettiva. Per un’antropologia del cyberspazio. Milano: Feltrinelli, p. 16.
[6] En el terreno de la divulgación periodística se usan los términos Internet, Red y World Wide Web (abreviado Web) como sinónimos, pero no es exacto. Internet, o Red, indica la compleja estructura asimétrica y no homogénea compuesta de Wide Area Network (WAN) y de Local Area Network (LAN), mientras World Wide Web (WWW) o, como dicen nos norteamericanos, el W3 (doble V al cubo), es una aplicación particular de la red que consiste en un protocolo, o sea en un conjunto de reglas para administrar las informaciones en Internet, que integra el protocolo de base, que es el TCP/IP, permitiendo acceder a documentos integrados en red tramite el lenguaje para la descripción de hipertextos (HTML).
[7] DE KERCKHOVE, Brainframes, p. 178
[8] BERENDT, J.-E. (1992). The third ear. On listening to the world. New York: Henry Holt & Company. p. 28.
[9] MEYROWITZ J., (1995), Oltre il senso del luogo. Come i media elettronici influenzano il comportamento sociale, Bologna: Baskerville. p. 119
[10] MEYROWITZ J., Oltre il senso del luogo p. 102
[11] La cultura digital supone necesariamente el acceso a un ambiente tecnológico que no es aún de todos y esto introduce la difícil cuestión del acceso a la tecnología, que es ante todo una cuestión de justicia y de distribución del poder económico entre los países en vías de desarrollo y los países tecnológicamente avanzados.
[12] DEWDNEY C. (1996), Derrick De Kerckhove. La pelle della cultura. Un’indagine sulla nuove realtà elettronica, Genova: Costa & Nolan.
[13] Cfr. BEAUDOIN T. (1998), Virtual faith. The irreverent spiritual quest of generation x, San Francisco: Jossey-Bass; MERLINI M. (1998), Pescatori di anime, Nuovi culti e internet, Roma: Avverbi; FORBERS B.D., MAHAN J. H. (eds.) (2000), Religion and popular culture in America. Berkeley, University of California Press.
[14] BEAUDOIN, Virtual Faith, p. 13.
[15] Cfr. MARTIN BARERO, J., Mass media as a site of resacralization, in HOOVER M.S. – K. LUNDBY (eds.) , (1997), Rethinking media, religion, and culture, Thousand Oaks: Sage. p. 111.
[16] Cfr. R. CIMINO – D. LATTIN (1998), Shopping for Faith. American Religion in the New Millennium. San Francisco: Jossey-Bass.