De creyentes a discípulos

1 junio 2012

Todo discípulo es un creyente, pero no todo creyente es un discípulo.
El creyente suele esperar panes y peces; el discípulo es un pescador.
El creyente lucha por crecer; el discípulo, por reproducirse.
El creyente se gana; el discípulo se hace.
El creyente gusta del halago; el discípulo, del sacrificio vivo.
El creyente entrega parte de sus ganancias y su tiempo; el discípulo entrega su vida.
El creyente puede caer en la rutina; el discípulo es revolucionario.
El creyente busca que le animen; el discípulo procura animar.
El creyente espera que le asignen tarea; el discípulo es solícito en asumir responsabilidades.
El creyente murmura y reclama; el discípulo obedece y se niega a sí mismo.
El creyente suele estar condicionado por las circunstancias; el discípulo aprovecha las circunstancias para ejercer su fe.
El creyente reclama que le visiten; el discípulo visita.
El creyente busca en la Palabra promesas para su vida; el discípulo entrega su vida para cumplir las promesas de la Palabra.
El creyente es yo; el discípulo es ellos.
El creyente se sienta para orar; el discípulo es un hombre de oración.
En el creyente la unión del Espíritu Santo es confirmación y meta; en el discípulo es medio para lograr la meta de ser testigo eficaz a toda criatura.
El creyente vale para sumar; el discípulo para multiplicar.
Los creyentes aumentan la comunidad; los discípulos aumentan las comunidades.
Los discípulos de la Iglesia primitiva trastornaron el mundo; los creyentes del siglo XXI están trastornados por el mundo.
Los creyentes esperan milagros; los discípulos obran milagros.
El creyente es un ahorro; el discípulo es una inversión.
Los creyentes destacan llenando el templo; los discípulos se hacen para conquistar el mundo.
El creyente hace hábito; el discípulo rompe los moldes.
La meta del creyente es ganar el cielo; la meta del discípulo es ganar almas para el cielo.
El creyente necesita de campañas para animarse; el discípulo vive en campaña porque está animado.
El creyente espera un avivamiento; el discípulo es parte de él.
El creyente agoniza sin morir; el discípulo muere y resucita para dar vida.
El creyente aislado de su comunidad se lamenta de no tener ambiente; el discípulo crea ambiente para formar una comunidad.
Al creyente se le promete una almohada; al discípulo, una cruz.
El creyente es socio; el discípulo es siervo.
El creyente se enreda con la cizaña; el discípulo supera las escaramuzas del diablo y no se deja confundir.
El creyente es espiga; el discípulo es grano lleno en la espiga.
El creyente es «ojalá»; el discípulo es «heme aquí»
El creyente, quizá predica el Evangelio; el discípulo hace discípulos.
El creyente espera recompensa para dar; el discípulo es recompensado cuando da.
El creyente es pastoreado como oveja; el discípulo apacienta los corderos.
El creyente espera que oren por él; el discípulo ora por los demás.
El creyente se congrega para encontrar al Señor; el discípulo trae la presencia del Espíritu Santo.
El creyente espera que le interpreten las Escrituras; el discípulo conoce al Señor y habla de Él.
El creyente busca consejos de los demás para tomar una decisión; el discípulo ora a Dios, lee la Palabra y en fe toma una decisión.
El creyente espera que el mundo se perfeccione; el discípulo trabaja por el Reino de Dios porque lo lleva en su corazón.
 

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