Lectura orante del texto bíblico: Jesús lava los pies a sus discípulos (Jn 13, 1-17) |
Señor, me agaché en Belén
para comprobar que eras carne de mi carne.
Eché a correr a orillas del Jordán
para certificar que eras más que un profeta.
Subí al monte de Galilea
para probar “tu extraña pócima” de la felicidad.
Más tarde, me sentí dichoso, muy dichoso
al compartir contigo mesa y sobremesa.
Contemple cómo cinco panes, dos peces y un corazón de niño
saciaban, y de qué forma, mi hambre por un mundo mejor.
Regresé avergonzado, malherido, arrepentido…
y me encontré con unos brazos abiertos y un corazón de Padre.
Y hoy, Señor, cuando estaba convencido
de que, al fin, había comprendido toda tu verdad,
cuando mis oídos habían escuchado los secretos de tu amor,
y mis ojos se habían deleitado con las maravillas de tu reino…,
hoy, Señor, te pones de rodillas y me lavas los pies,
hoy, Señor, te pones de rodillas y revuelves mi corazón.
Señor, Padre bueno y misericordioso,
enséñame a conjugar mi vida de rodillas:
No lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú,
no lo que a mí me guste, sino lo que te agrade a Ti,
no donde, cuando y como yo quiera,
sino cuando, donde y como quieras Tú.
Señor, Padre bueno y misericordioso,
enséñame a arremangarme las mangas del orgullo,
a reclinar mi afán de superioridad,
a agarrar la palangana de tu Palabra
y a descubrir en los pies de tus hijos,
en las necesidades de mis hermanos,
la hermosa misión que Tú me encomiendas cada día.
José María Escudero