De viaje… entre fronteras

1 diciembre 2007

La imagen
Esta imagen proviene de la publicidad. Fue publicada, entre otras publicaciones, en El Mundo el 23 de diciembre de 2006 con solo tres palabras al pie: “Feliz Navidad. IBERIA”.
Con ella podemos ver cómo celebramos la navidad y… cómo es nuestra realidad y qué podemos hacer ante ella.

  • Vemos la imagen y comentamos: ¿Qué nos dice? ¿Qué nos sugiere? ¿Qué nos recuerda? ¿A qué nos invita?
  • Hay muchos sellos: ¿A quién pueden pertenecer? ¿De uno solo?
  • Los sellos tienen distintas fechas de distintos años: ¿Cuáles son las fechas significativas de nuestra propia vida? Esas que nos hicieron “ir a otro sitio”, cambiar de rumbo,
  • Los sellos tienen también nombres de distintos lugares… ¿Cuáles son los lugares que más nos han marcado? ¿Qué país elegiría para vivir? ¿Y para vivir como cristiano?
  • Los sellos están colocados en forma de árbol de Navidad. Hacemos nuestro propio árbol de Navidad (personal, familiar o de grupo…) con fechas, con fotos, con historias…
  • La propuesta es viajar… por Navidad. ¿Cómo es nuestra Navidad?
  • Todo es una invitación a viajar. Cualquier época es buena para ello. ¿Cómo aprovechamos nuestros viajes para conocer otras gentes, descubrir otras culturas, incorporar otra forma de vivir…?
  • Pero hay otras formas de viajar. Los sellos son garantía de entrada o salida en unas fronteras… ¿Por qué existen esas fronteras? ¿Cómo nos condicionan?
  • Ver el texto de al lado, que hemos extractado a partir de la agustina misionera Encarna González-Campos y que terminaba así: “La que escribe este artículo cree que jamás conocerá lo que siente un ser humano cuando sube a una patera con la esperanza de un mundo mejor. En su vida todo esto queda lejos de su realidad pero se pregunta: ¿cuál es mi patria? ¿Quién creó las fronteras que dividen a los hombres y mujeres de todos los tiempos?” (Para ver el texto completo, ir a eclesalia.net, 12/05/06).
  • Hay alternativas: ¿Qué podemos hacer para destruir estas fronteras?

Herminio Otero

¿Quién creó las fronteras?
<Busco una tierra que no tenga fronteras, donde podamos vivir los hermanos sin distinción de raza o color. Donde el pan, el trabajo, la “vida digna” sea igual para todos. Donde no prime el dinero y el bienestar por encima del ser humano.
¿Cuál es la tierra prometida? No sé dónde está esa tierra, pero sí sé que la que estoy pisando no lo es porque la tierra que me ha visto crecer a base de esfuerzo y sufrimiento es la que hoy me invita a abandonar, a buscar otras tierras…
Me han hablado de un archipiélago canario en el que es posible vivir dignamente, donde el trabajo no falta porque si allí hay escasez en la península no falta trabajo para nadie. ¡Es mi oportunidad! ¡La oportunidad de mi familia!
Me lanzo en la oscuridad de la noche animado por un conocido al que he pagado lo poco que tenía para comer pero ¡el bien será mayor! Me acompañan 300 hermanos para los que el riesgo del mar está por encima de lo que vamos a alcanzar y… en caso de no alcanzarlo “poco tenemos que perder pues la vida ya la hemos dado”.
Frío, soledad, miedo, incertidumbre, hambre, sed y nerviosismo se van apoderando de mí. Pasa una noche, y otra, y otra… nuestras fuerzas desfallecen… Deseo ver ese trozo de tierra que me indique que ya estoy en mi destino… pero ¡tarda tanto en llegar!
Las penurias del trayecto suponen para mí el primer aviso de engaño, y la parada ante la costa esperando un nuevo anochecer hacer sospechar en mí lo que ya casi era certeza: “Mi tierra prometida está ahí pero ¿me dejarán pisarla?”
No tengo fuerza para nada, mis músculos no responden, mi visión falla… Entre sombras me parece vislumbrar un grupo de policías que nos sacan de la patera, voluntarios de Cruz Roja que nos abrigan con mantas.
Me tumbo, de nuevo me incorporo para arrodillarme con las pocas fuerzas que me quedan implorando clemencia, misericordia, piedad, compasión…
Pero ¡la ley es la ley! y me he convertido en un ilegal sin papeles. No conozco a nadie en este país, no sé dónde ir, ¿a dónde acudir?… Me hablan en un idioma que no entiendo pero por los gestos sé que lo que me dicen es que me van a “repatriar”…
No me queda esperanza, ni siquiera sé si volveré a ver a mis hijos con vida. Pasados pocos días… de nuevo regreso a “mi patria”.>