Decálogo educativo para localizar al Señor

1 septiembre 2013

Maestro, ¿dónde vives?
Estamos comenzando un nuevo curso (ya sea escolar o catequético) y la pregunta es la misma de todos los años… No obstante y aunque la respuesta también es similar (véase Buena Noticia, en Jn 1,37-39), esta vez, en esta ocasión, para ti, profesor de Primaria o de Secundaria; para ti, catequista de niños de Primera Comunión o de jóvenes de Confirmación; o para vosotros, comunidad educativa de un colegio o de una parroquia, la respuesta va a ser diferente, pues os vais a encontrar cara a cara con el Maestro. Este encuentro cambiará vuestras vidas como discípulos de Cristo, transformará vuestro trabajo como educadores en la fe y mejorará vuestra relación con los chicos que el Maestro os ha enviado…
Educador, educadora: Jesús se encuentra al otro lado del “hilo de tu corazón.” Ante la pregunta “¿Maestro, dónde vives?”, abre bien los oídos y el corazón… ¡El Maestro te responde!

  1. En tu mismo colegio o parroquia (no preguntes al secretario o al párroco). Mi nombre no suele aparecer en la base de datos. Todos los años suele traspapelarse entre los nombres de tus chicos… ¡Fíjate bien!
  2. En tu grupo. Ya, ya sé que te estás imaginando que es mucha casualidad. Pero lo que para ti es casualidad, para mí es causalidad… ¿El motivo? Lo mucho que te quiero, lo mucho que confío y espero de ti.
  3. Entre tu comunidad parroquial o equipo educativo. No, no, ni el director ni el coordinador ni el que más éxito tiene entre los muchachos… Estoy en todos a la vez (hasta en el que peor te cae). De cada uno de ellos puedes extraer un tesoro, una enseñanza… ¡Haz la prueba!
  4. En la materia que impartes, ya sea Matemáticas, Religión o Educación Física; ya sea catecismo de postcomunión, sacramento de Confirmación o cursillos prematrimoniales… Convierte el manual, los apuntes, las dinámicas en Buena Noticia y te encontrarás conmigo.
  5. En los recreos, en los pasillos, saliendo de tu parroquia o entrando en tu colegio… ¿O qué pasa, que cuando toca el timbre, cuando se acaba la hora, me encierras en el armario de los cachivaches?
  6. En tus éxitos, en tus alegrías, cuando consigues tus objetivos. Ah, no quieras localizarme en el aplauso o en la palmadita en el hombro. Busca, mucho mejor, en tu corazón y experimenta mis caricias, mis abrazos, mi reconocimiento… En definitiva, la felicidad que surge al acercar, desde el anonimato, la sencillez y el trabajo bien hecho, mi Reino entre tus chicos.
  7. En tus fracasos, sí, sobre todo en tus dudas, en tus días de “mejor no haberse levantado” o en tus noches en vela… Ahí es donde me hago más presente… En esas situaciones, coge mi mano, aférrate fuertemente a mi corazón y no olvides que somos socios, que caminamos juntos.
  8. En tu hogar, en tu familia, en tus amigos… También en lo extracadémico, en lo extraparroquial me puedes y me debes buscar. Si después de un día de clase o después de una sesión de catequesis, en tu corazón no resuena el nombre y la vida de tus chicos…, algo va mal, algo no funciona.
  9. En tus muchachos, sobre todo en los más pequeños, en los más débiles, en aquellos que más necesitan de tu ayuda, de tu tiempo, de tus capacidades; también en aquellos que te estropean las clases o la catequesis… Sí, sí, en aquellos en los que respiras plácidamente cuando no están… Es en tus jóvenes más necesitados donde mi presencia se hace más visible, se torna más cercana.
  10. En el silencio de tu corazón. Cuando estamos a solas y me hablas de cada uno de ellos. Cuando conviertes tu oración en un canto a la vida a dos, a tres… o a quince voces.

José María Escudero

 
 

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