No digas feliz Navidad…
- Si no dejas que el pesebre sea tu morada, la misericordia de Dios tu nómina más preciada, y tus hermanos más pobres tu compañía predilecta.
- Si no enjugas las lágrimas que el niño Dios derrama en tus amigos más necesitados, en tus compañeros más débiles, en tus hermanos más tristes…
- Si no trabajas, desde la sencillez, el anonimato y los últimos puestos, en hacer de tu hogar, de tu instituto, de tu barrio… lugares donde Dios pueda establecer su morada.
- Si no deseas con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas que el niño Dios “complique” tu vida y su voluntad sea siempre la tuya.
- Si no utilizas con tu gente, sobre todo con aquellos con los que tienes “alguna cuenta pendiente”, el baremo de Dios: la misericordia, la tolerancia, el perdón…
- Si no limpias y adecentas tu corazón para que Dios, que viene con sus pequeñuelos, instale en él su hospital de campaña.
- Si no escuchas con los oídos y el corazón el saludo con el que Dios, a través de su corte celestial, se dirige a sus amigos más especiales: “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que él ama.”
- Si no sientes cómo alguien, Alguien muy especial, “te persigue” queriendo darte alcance para que nunca más vuelvas a caminar solo.
- Si no permites que señales contradictorias, tan frecuentes en estas fechas en forma de consumismo compulsivo y fiestas sin sentido, te despisten y te alejen del único camino donde Dios te espera: Belén.
Di feliz Navidad…
- Si durante estos días dejas que la dicha de todo un Dios que por amor te visita, inunde de alegría tu vida, y puedas, de esta manera, contagiar de felicidad a tus hermanos…
La recompensa será grande: ¡Dios nacerá en tu corazón!
J. M. de Palazuelo
Para hacer
Elegir dos de los nueve primeros puntos: los que más necesite cada uno.
Traducir cada uno de esos puntos en actitudes y hechos concretos y concretar cómo llevarlos a cabo.
Hacer lo mismo, todos, con el último punto.