La afonía del ángel y el desconcierto de los pastores
No sabemos con certeza si el caviar, el champagne y los turrones hicieron acto de presencia en el reino de los cielos el día en que Dios comunicó a sus ángeles la noticia del nacimiento del Salvador del mundo… Lo que sí es cierto es que se armó, y nunca mejor dicho, “la marimorena.” Los gritos, los abrazos y las muestras de júbilo no cesaron hasta la hora en que Dios anunció el nombre del ángel que iba a comunicar la buena noticia a los pastores… Y aunque todos querían ocuparse de tan importante misión, al final el coro de ángeles felicitaron, de buen grado, al ángel elegido que, en un santiamén, hizo la maleta, bajó a la Tierra y… bueno, todo transcurrió con normalidad: el anuncio de una gran alegría, la ciudad donde iba a tener lugar tan importante evento, quién iba a ser el protagonista… Hasta que llegó a la señal… Fue entonces cuando las cuerdas vocales le jugaron una mala pasada y el ángel se quedó sin voz, producto, seguramente, de los gritos con los que unas horas antes había festejado la gran noticia.
Los pastores, desconcertados, esperaron y esperaron a que el ángel recobrara la voz, mas fue en vano: el ángel, entre la vergüenza y la desilusión, regresó al reino… Así que los pobres pastores tuvieron que salir en búsqueda de esa gran alegría, haciendo cábalas sobre el misterio de la señal…
Fueron días de intensa búsqueda. Ciertamente se encontraron con señales de todo tipo: calles engalanadas de luces, edificios repletos de juguetes, hogares con mesas repletas de suculentos alimentos, centros de fiesta con una música atronadora…, señales que indicaban que algo muy grande, muy especial, muy importante, muy entrañable estaba sucediendo…
Al final no sabemos si los ángeles descifraron la señal y se encontraron con el Mesías… Lo que sí os podemos decir es que el mismo ángel, con reposo y unas gárgaras de limón y miel, recuperó el habla y… en estas Navidades nos comunica, sin ningún indicio de carraspera, la señal: “Un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre…”
Y es que, amigos, sólo desde la inocencia de un niño, la sencillez de unos pañales y la pobreza de un pesebre, podemos descubrir, experimentar y festejar el nacimiento del niño Dios. El nacimiento de un Dios que comparte nuestra misma denominación de origen: se hace uno de los nuestros.
José María Escudero
Para hacer
¿Qué señales estamos recibiendo nosotros ahora? ¿Cómo las interpretamos?
¿Cómo traducimos la señal que nosotros también recibimos hoy: “Un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre…”?