Publicamos y hacemos nuestra la siguiente reflexión que iluminan los planteamientos y orientaciones con que abordamos la Pastoral Juvenil y que es fruto de la reflexión de AngelTéllez y Antonio González:
Don Bosco decía que todo joven tiene, por lo menos, un rinconcito donde habita el Señor. Y quienes tratan de continuar su línea pedagógica afirman que hay que “acoger al joven en el momento en que se encuentra”.
Con frecuencia leemos o escuchamos que hay que proponer la fe a los jóvenes, darles una sólida formación que ayude a salir de la ignorancia religiosa, fruto de una mala catequesis o una deficiente clase de Religión. El educador está en la actitud de dar mensajes, contenidos, reflexiones… Este “modo de hacer”, ¿choca con lo primero?
Abundando en esto, ahora desde la perspectiva bíblica, nos encontramos en el pasaje de la visitación de María a Isabel con el planteamiento del evangelio: María, en la línea de otros textos del Antiguo Testamento, no duda ni desconfía de Dios, sino de sí misma. Va a comprobar el signo dado por el Angel: la fecundidad de un matrimonio impotente y anciano, y se encuentra con la gran eclosión del Espíritu, se encuentra ante una realidad que desborda toda previsión.
A los jóvenes nos solemos acercar para darles, para ofrecerles… Nuestra actitud debería ser distinta:
- Más bien habría que acercarse para acogerlos y verificar lo que ya hay en ellos por obra del Espíritu.
- Habría que descubrir sus valores, que son creación de Dios, y están necesitados de purificación, de crecimiento, de maduración, de redención…
- Es decir, no se trataría de ir a llevarles mensajes, contenidos, consideraciones, sino de ver en qué forma nos está esperando Dios en ellos, que se ha adelantado a nuestra oferta o propuesta: constatar que Dios está ahí ya, salvándolos, que ha pasado dejando su huella…
- Y como todo joven es ya “tierra de Dios” hay que descalzarse ante los signos de su presencia.
Y es que allí donde hay vida está Dios creando; allí donde hay luz está Jesús iluminando; allí donde hay amor, esta el Espíritu de Dios alentando.
Esta orientación, que nos llevaría a revisar nuestros planteamientos en la pastoral juvenil y nuestra actitud al acercarnos al mundo de los jóvenes, está en la línea de lo que decimos: “Los jóvenes nos evangelizan”, nos descubren a Dios insospechado. Son un lugar teológico, una realidad en la que, de acogerla, nos encontramos con Dios.
Se trataría de partir de las situaciones de vida para llegar a la pregunta religiosa, que tras un proceso, llevaría consigo la propuesta de la fe y la formación. Pero esto exige un proceso de reflexión para ver cómo descubrir la huella de Dios en la vida y en el mundo juvenil y, a partir de ahí, ir dando progresivamente otros pasos.
Ampliando este planteamiento, podríamos, con ellos, descubrir huellas de Dios en el arte (catedrales…), en la religiosidad popular (ermitas, romerías…), en la vida rutinaria de cada día (en los saludos, calles de pueblos y ciudades, en las leyes, mentalidades y conciencias). Es decir, en el entorno social y cultural.
Dios nos espera y nos habla en los jóvenes. ¿Cómo escuchamos su voz? ¿Cómo sabemos ver sus indicios? Estas cuestiones son un reto para pastoralistas y educadores al que hemos de responder.
Cuaderno Joven