Queridos: Vais a celebrar la última Navidad de este siglo. ¡Cómo pasa el tiempo! Sí parece que fue ayer cuando fosé y yo, con el borríquíto andarín y sufrido, caminábamos hacía Belén por culpa de los caprichos y vanidades de un emperador romano.
Ya sabéis lo que pasó. Para qué meterme en detalles que conocéis de memoria. Pero lo pasamos muy mal: sin posada, con hambre y mucho frío. Todo se complicó aquella noche. Al final encontramos una cueva: allá a las afueras, donde sílva el viento entre los árboles, y los campos parecen toboganes de nieve y hielo.
Me hacen muchagracía los «belenes» que preparáis para adornar vuestras casas e iglesias, con sus fígurínes graciosos, ríos de plata y castillos rocosos. Aunque sea sólo de paso, os diré que me gustan más estos belenes que esos arbolitos de colorínes; saben más a cariño y ternura, a hogar y encuentros, a Navidad.
Entonces, la realidad fue muy dura. Al entrar en aquel sucío lugar, se me caían las lágrimas, y a josé, más. Es muy sentimental. En verdad, éramos pobres, pero no tanto. Y allí nació el Salvador, mí hijo querido.
Sólo os quiero decir que sigáis celebrando la Navidad con amor y alegría. Valen los adornos y los víllancícos. Me saben a gloría y hasta nos hacen reír sus letras y estribillos -¡cuánta ímagínacíón y cariño!-. Pero no profanéis el misterio. Nunca será Navidad sí no os ayuda a estar más cerca de los po
bres y de los que sufren. Lo hemos comentado mucho fosé y yo. ¡Qué lejos queda aquella Navidad de muchas de vuestras fiestas, tan aparatosas, consumistas y hasta escandalosas! La Navidad es, ante todo, solidaría con los pobres, con los que sufren, con los que no tienen nada. ¿No os conmueven tantos niños correteando por las calles descalzos, sin hogar, maltratados, rebuscando en los basureros un mendrugo de pan?
Os cuento esto porque os quiero. No os amarguéis. Seguíd celebrando estos días con luces y palmas, con panderetas y bullicío. La Navidad es síempre gozosa, llena de encanto, divertida. Y más, cuando transmite paz y amor, alegría y solidaridad.
Os quiero a todos. Desde Belén y con amor.
MARÍA DE NAZARET
PD. No rompas la carta. Y más que en un recuadro de madera, ponla en tu corazón. Ahí, el papel no se estropea nunca. ¡Gracias!
Para hacer1. Antes de leer este texto o de trabajar con él, se pregunta al grupo: ¿Qué sucedería si, al abrir el buzón un día de estos, os encontrarais con una carta con remite desde Belén y escrita por María de Nazaret? Se puede indicar que en la carta se alude a cuestiones concretas (que se han de señalar). Hacer que cada uno las escriba. Poner en común el resultado y sacar conclusiones. |