Señor Dios, te alabamos y te glorificamos
por la hermosura de ese don que se llama diálogo.
El diálogo desata los nudos,
disipa las suspicacias, abre las puertas,
soluciona los conflictos, engrandece la persona,
es vínculo de unidad y madre de la fraternidad.
Haznos comprender que el diálogo
no es una discusión ni un debate de ideas,
sino una búsqueda de la verdad
entre dos o más personas.
Haznos comprender que mutuamente
nos necesitamos y nos complementamos
ya que yo puedo ver lo que los otros no ven
y ellos pueden ver lo que yo no veo.
Señor Jesús, cuando aparezca la tensión,
dame la humildad para no querer imponer
mi verdad atacando la verdad del hermano,
de saber callar en el momento oportuno,
de saber esperar a que el otro acabe
de expresar por completo su verdad.
Dame la sabiduría para comprender
que ningún ser humano es capaz
de captar enteramente la verdad toda,
y que no existe error o desatino
que no tenga alguna parte de verdad.
Dame la sensatez para reconocer
que yo también puedo estar equivocado
en algún aspecto de la verdad y para dejarme
enriquecer con la verdad del otro.
Dame, en fin, la generosidad para pensar
que también el otro busca honestamente
la verdad y para mirar sin prejuicios
y con benevolencia las opiniones ajenas.
Señor Jesús, danos la gracia de dialogar.
Ignacio Larrañaga