Lectura orante del texto bíblico: Elección de los doce (Mc 3,13-19) |
¡Dijiste mi nombre, Señor!
Ya, ya sé que a los evangelistas se les traspapeló…
Pero “bien sabe Dios” que de tus labios surgió.
Mi nombre, mis dos apellidos, hasta mi mote de guerra,
el que cariñosamente me pusieron mis amigos.
¡Dijiste mi nombre, Señor!
Tú sabías que entre tus discípulos, entre los doce,
yo encajaba como anillo al dedo.
Por eso, no te lo pensaste dos veces:
¡Era la pieza –“y vaya pieza”– que te faltaba!
Tan parecido en ocasiones a Pedro,
terco, cabezota…, pero apasionado, muy apasionado.
O a Mateo, el recaudador de impuestos…
¡Cómo cambió mi vida cuando te sentaste en mi mesa!
O a Tomás, el incrédulo:
¡cuántas veces desconfié de Ti!
O a Juan, tu discípulo amado,
bueno… hasta que llegué yo y ocupé tu pecho y tu corazón.
¡Dijiste mi nombre, Señor!
Como dijiste el de Judas, el que te traicionó.
Tú lo sabías, yo tampoco era de fiar.
El dinero, el éxito, la medallita, el aplauso…
se me subían con demasiada facilidad a la cabeza.
Sin embargo, Señor, Tú apostaste por mí y…
¡Dijiste mi nombre, Señor! ¿Te acuerdas?
Me llamaste, tuviste que aporrear mi puerta,
no estaba acostumbrado a abrir mi vida a desconocidos.
Mas al final, no me quedó otra opción y te abrí,
y te colaste en mi hogar, en mi trabajo, en mi corazón.
¡Dijiste mi nombre, Señor!
Y lo sigues repitiendo todos los días, a todas las horas.
Y a pesar de mis errores, de mis infidelidades,
mi nombre ________________ (“que tomen nota los evangelistas”)
sigue y seguirá estando entre tus elegidos.
José María Escudero