Francisco J. Rubia, neurobiólogo, tiene 65 años, nació en Málaga, vivió 22 años en Alemania y ahora en Madrid. Es catedrático de Fisiología en la facultad de Medicina de la Universidad Complutense y director del Instituto Pluridisciplinar de esta universidad. Piensa que “Dios es una experiencia humana.” Así responde a Víctor M. Amela en La Vanguardia (24.07.03):
–¿Dios creó el cerebro… o el cerebro creó a Dios?
–No puedo responder a eso.
–Usted es neurobiólogo…
–Y sí puedo decirle que toda experiencia espiritual tiene base cerebral.
–¿Por ejemplo?
–El éxtasis místico. Hay estructuras concretas del hemisferio derecho de nuestro cerebro directamente implicadas en ese estado.
–Entonces, ¿también yo puedo ser místico?
–Es una capacidad universal, ciertamente, pero hay cerebros más lábiles, más proclives que otros a entrar en ese estado de éxtasis.
–¿En qué consiste un éxtasis místico?
–En una experiencia (transitoria) de disolución de la dualidad Yo-Naturaleza (o sea, desaparece tu ego, fundido en uno con el todo) y de suspensión del flujo del tiempo.
–O sea… siento que soy infinito y eterno.
–Y que todo encaja, todo se ilumina, todo está bien. Es un arrobo que han descrito muchas personas: poetas, artistas, eremitas, santos, herejes, visionarios, místicos célebres…
–Y relatan que han conectado con Dios.
–Eso los formados en culturas con Dios. Pero si eso lo vive un budista (el budismo carece de Dios), le hablará de “iluminación”.
–¿Qué ha sucedido en esos cerebros?
–Se ha estimulado el lóbulo temporal derecho (más visuo-espacial, y de emociones, afectos…) y se suspende la actividad del lóbulo parietal izquierdo (el lógico-matemático, analítico, que capta la dualidad, las antinomias como arriba-abajo, antes-después…).
–El arrobo místico altera nuestra percepción cotidiana de espacio y tiempo, pues…
–Quizá espacio y tiempo sean las gafas con que el cerebro mira la realidad. ¡Un filtro construido por el cerebro! Quizá el cerebro nos restrinja lo real, cosa útil para sobrevivir como especie. Y, en el éxtasis místico, ¡el cerebro se quita un ratito esas gafas, ese filtro!
–¿Y qué más podemos ver en ese éxtasis?
–Una luz blanca, sensación de viajar en el espacio, de que estás volando, levitando…
–¿Como Santa Teresa de Jesús?
–Está muy claro que Santa Teresa tenía epilepsia del lóbulo temporal derecho, que se expresa en el síndrome de Gastaut-Geschwind: hiperreligiosidad, hipergrafía…
–¿Por eso escribía desaforadamente?
–¡Fíjese en la profusa obra escrita de Santa Teresa..! Y también ven luces cegadoras. ¡Como la que tiró a san Pablo de su caballo!
–¿Otro epiléptico?
–La descripción que hace san Pablo de sus visiones encaja en el mismo síndrome.
–¿Todos los fundadores o reformadores religiosos han sido psicópatas, o qué?
–¡La gente que “ve” diferente es la que mueve el mundo! Pero no tilde el éxtasis místico de patología: es una función más del cerebro, igual que tiene la otra, la analítica.
–Seguro, pero más exótica…
–Quienes la viven sienten que esa vivencia es más “real” que la gris realidad cotidiana. Y eso les insufla tal convicción, tal entusiasmo.., ¡que se entiende que convenzan a los demás y que lleguen a fundar religiones!
–¿Y desde cuándo existen éxtasis místicos?
–Desde que existe el ser humano. Desde los chamanes prehistóricos. ¡Es una actividad del sistema límbico de nuestro cerebro!
–Entonces está usted sugiriendo que el ser humano es religioso por naturaleza…
–Sí. La sensación de trascendencia, de unicidad, va con nosotros. Por eso todo intento de extirpar la espiritualidad… ¡fracasará!
–Pero existen los ateos…
–Eso es una opción cultural, claro. El psicólogo Michael Persinger estimuló electromagnéticamente el lóbulo temporal derecho de mil personas: unos dijeron sentir la presencia de Jesús o la Virgen, otros de Elías, Mahoma, el Espíritu del Cielo…, según su trasfondo cultural. Y había ateos y agnósticos… ¡que hablaron de abducción por alienígenas…!
–¿Puedo provocar yo en mi cerebro un estado de éxtasis místico y ver a Dios?
–A lo largo de los siglos se han empleado diversas técnicas: danzas, músicas, ejercicios respiratorios, rezos, posturas, ayuno y castidad, aislamiento, ciertas drogas…
–¿Y puede declararse espontáneamente?
–Sí. O por un “shock” emocional. La edad más favorable es entre los 30 y 35 años. Y los pueblos ágrafos, arcaicos, eran más proclives a ese estado: usaban más el sistema límbico del cerebro (hipocampo, amígdala), lo que facilita la conciencia no-egoica, y, así, sentirse animal o roca o árbol… Nosotros usamos más el cerebro binario, que separa e individua las cosas: yo, el mundo, esto, aquello…
–¿Y qué sucede en nuestro cerebro al morir? Hay quien en ese trance ve a Dios…
–Ese trance se parece a un éxtasis místico: hay anoxia (ausencia de oxígeno), y eso lo notan antes las células pequeñas, las interneuronas, cuya función es inhibir a las grandes, a las neuronas, que así quedan desmadradas, desinhibidas: esto excita la corteza visual y nos da sensación de avanzar por un túnel hacia una luz blanca (el cielo, Dios…) al fondo (a causa de la fisiología de la fóvea) y, a la vez, ese estrés cerebral provoca que el hipocampo repase rápidamente su memoria episódica: y por ello ves escenas de tu vida.
–¿Una experiencia grata o desagradable?
–Muy gratificante, placentera: ¡se multiplica por 300 el volumen de endorfinas, inhibidoras del dolor! Pero en algunos casos, si solamente resulta excitada la amígdala, hay sensaciones de pavor, terrores desagradables…
–¿El infierno?
–Sí: místicos cristianos hablan del demonio, del infierno… Jesús mismo, mientras ayunaba en el desierto, charló con Satanás.
–Asombra hablar de esto con un científico.
–Pues anote lo que dijo Einstein: “Lo místico es la fuente de toda ciencia verdadera”.
Entrevista a: Raúl Tinajero Ramírez
Director de la Subcomisión de Juventud e Infancia de la Conferencia Episcopal Española