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ACTITUDES, CREENCIAS… CRECER, MADURAR
Proponemos aquí dos sencillos ejercicios para «revisar el curso» que, en cierto modo, se cierra con el verano. Evidentemente, «echar la vista atrás» a la propia vida, a la del grupo, a las actividades, etc., sólo se hace con el fin de ver mejor y preparar el camino por delante. La primera actividad arranca con una narración y una foto de Esteban Díaz, con ellos se facilita la realización de la foto personal y grupal del momento… La segunda, trata de introducirnos en la revisión de ciertos aspectos de la personalidad: asertividad, creencias,etc.
- Sombrero y paraguas desgastado
E1 abuelo siempre dejaba descansar el paraguas en el primer sitio que pillaba: una mesa, el rincón de la chimenea y, pocas veces, el paragüero. Antes de dejarlo, lo asía fuertemente, plegaba sus telas negras de navegar vientos y tormentas y lo rodeaba con un trozo de cuerda de pita. Ceñido y señor, en no pocas ocasiones el abuelo lo hacía retorcerse sobre el respaldo de la silla verde del zaguán. Allí trabó conversación con el sombrero nuevo de paja.
– ¡Qué viejo estás ya, paraguas! ¿No te retira de una vez el dueño? ¡Ja, ja…!
– Hola, sombrerito. No te había visto… ¡Ay estos cansados ojos míos y este cuello embastonado con reuma…! Tú sí puedes hablar fuerte. Sientes la vida por hacer, ¿verdad?
Y, con dificultad, parecía querer moverse un poco. Estaba de verdad cansado. Porque, todo hay que decirlo, el abuelo también utilizaba el paraguas como parasol. Creo que le dolían más los rayos fulgentes en tiempos de siega que la brava lluvia del invierno.
– Sombrerito, ¿cómo te trata el dueño? ¿Por qué no saliste hoy de su mano, o mejor “de su cabeza”?
– Este dueño nuestro es tozudo. Dice que le manco la parte de la sien, y me ha cambiado dos veces la felpa del forro interior. Pero todo está bien. Hoy era día de ir a ver la faena de los gañanes en los vientos de la era… y, claro, no me llevó a mí. Cogió su boina quee, por cierto, está más vieja que tú. ¡ Ja, ja…! A mí me reserva para mejores momentos. Supongo que me lucirá el día del mercado de ganado en el pueblo vecino. Además me ha puesto una cenefa verde, roja y amarilla en el hondón exterior: ¡Qué clase tengo ahora!
E1 paraguas sonreía… ante la credulidad e ignorancia del sombrerito. Pero sin ofenderle. ¿Cuántos sombreros nuevos había visto en la silla del zaguán? No lo recordaba. Al dueño le duraban poco los sombreros. Era cierto que empezaba usándolos los días de feria y los domingos al ir a misa, en los solysombras del mus y en las tardes de paseo. Pero, poco a poco, se iban quedando viejos, se les salían las costuras y la felpa, de tanto sudor, se rompía, la parte calada de arriba se rasgaba, las crucetas de finos junquillos se entreabrían… Y quedaba abandonado el sombrerito de turno en algún rinconcillo de la cocina. Eran entonces malos momentos para los sombreros; el dueño ya no los lucía. ¿Se avergonzaba? El paraguas recuerda ahora todavía cuando aun el dueño era joven y se llevaba los sombreros para segar y para mil quehaceres en el apaño de las bestias, y terminaban rotitos por todos lados. Al principio, eran siempre bravucones, engreídos; después; cuando comenzaban a ver sus carnes heridas, se tomaban mansos, más humildes, mirando al paraguas de cerca, con el corazón.
El paraguas nunca dijo que él acompañaba a su dueño desde joven. Había sido el regalo que le hizo su padre cuando mozo, uno de los primeros días que andaba a rondar a la novia que resultaría su esposa.
-Toma -dijo su padre-,cuida de «tu mujer» como de este paraguas.
No dijo más. El padre nunca decía muchas palabras. Sobraba con los hechos. Y, desde entonces, había abrazado a aquel paraguas, ahora viejo como él. Le gustaba su empuñadura de castaño; su mano había terminado por prolongarse en ella. No le importaba que estuviera un poco roído uno de los trozos de la tela enlutada.
Habían pasado los meses y terminaba el verano. El nuevo sombrero de principios de la siega veraniega estaba ya deslustrado, ajado. El paraguas, de nuevo retorcido como la grama de las parras del peral, descansaba. Pero no despegaba el ojo del sombrero.
Al final, como de costumbre, el paraguas acompañaba el sufrir del sombrerito de turno. Y seguían los dos acurrucados en el respaldo de la silla verde del zaguán.
SOMBREROS Y PARAGUAS DEL «CURSO…»
- La foto yla narración pueden dar pie a una revisión de la vida y actividades desarrolladas a lo largo del «año escolar» que está para concluir. Antes de nada, comentar el texto y la foto. Tras ello; elegir una foto o hacer un dibujo para dialogar con ellos acerca de cuanto «nos ha pasado a lo largo de este último año».
- ¿Qué paraguas he tenido este último año? ¿Qué sombreros? ¿Quiénes me «los entregaron» y para qué? ¿Cómo hemos tratado a los paraguas y los sombreros…? ¿Qué sillas me han acompañado…?
- ¿Qué lluvias de invierno, qué soles de verano… he tenido que vivir? ¿Qué huella han dejado en mí? ¿Quétengo que hacer de cara al verano…?
- Dos notassobre un aspecto dela madurez
Las personas pueden clasificarse no-asertivas, agresivas y asertivas. La persona no-asertiva suele guiarse principalmente por este esquema mental: «Es necesario ser querido y apreciado por todo el mundo» (respeta, para ello, a los demás, pero no a sí mismo), mientras que la agresiva puede tener este: «Es horrible que las cosas no salgan como a mí me gustaría que saliesen» (defiende en exceso, por lo mismo, los derechos e intereses personales, sin tener en cuenta los de los demás). La asertividad, por su parte, se relaciona con la capacidad de autoafirmar los propios derechos, sin dejarse manipular y sin manipular a los demás.
Hace tiempo se nos transmitía una patrón de conducta no-asertiva; ahora, el patrón de conducta tiende más hacia la agresividad, pero siempre se nos transmite una conducta defensiva.
TABLA DE DERECHOS ASERTIVOS
– Derecho a ser tratado con respeto y dignidad
– Derecho a tener y expresar los propios sentimientos y opiniones.
– Derecho a ser escuchado y tomado en serio.
– Derecho a juzgar mis necesidades, establecer mis prioridades y tomar mis propias decisiones.
– Derecho a decir «no» sin sentir culpa.
– Derecho a pedir lo que quiero, dándome cuenta de que también mi interlocutor tiene derecho a decir «no».
– Derecho a cambiar y cometer errores.
– Derecho a pedir información y ser informado.
– Derecho a ser independiente.
– Derecho a decidir que hacer con mis «cosas», tiempo…, mientras no se violen los derechos de otras personas.
– Derecho a tener éxito, a gozar y disfrutar.
– Derecho a mi descanso, aislamiento; a superarme…
Todos tenemos, desde pequeños, una serie de «convicciones» o «creencias» tan arraigadas que no hace falta que, en cada situación, nos las volvamos a plantear para decidir cómo actuar o pensar. Salen en forma de «pensamientos automáticos». Típicas convicciones de este estilo: la de que necesitamossentimos apoyados o queridos para
sentirnos a gusto, o aquella otra de la necesidad de sentimos competentes en alguna área de nuestra vida para tener la autoestima medianamente alta.
- Ellisdelimitó 10 de estas convicciones que todos poseemos en mayor o menor medida. Las llamó «irracionales» por entender que no respondían a una lógica ni eran objetivas.
1.- Es necesario para un ser humano ser querido y aceptado por todo el mundo.
2.- Uno tiene que ser competente y saber resolverlo todo si quiere considerarse necesario y útil.
3.- Hay gente mala y despreciable que debe recibir su merecido.
4.- Es horrible que las cosas no salgan de la misma forma que a uno le gustaría.
5.- La desgracia humana es debida a causas externas y la gente no tiene ninguna o muy pocas posibilidades de controlar sus disgustos y trastornos.
6.- Si algo es o puede ser peligroso o atemorizante, hay que preocuparse mucho al respecto y recrearse constantemente en la posibilidad de que ocurra.
7.- Es más fácil evitar que hacer frente a algunas dificultades o responsabilidades personales.
8.- Siempre se necesita de alguien más fuerte que uno mismo en quien poder confiar.
9.- Un suceso pasado es un importante determinante de la conducta presente, porque si algo nos afectó mucho, continuará afectándonos indefinidamente.
10.- Uno debe estar permanentemente preocupado por los problemas de los demás.
No somos máquinas: amamos, odiamos, estamos tristes y somos felices. No se puede pedir a nadie que no tenga las «ideas irracionales» de Ellis, por lo renos en algún grado. El problema comienza cuando una o varias de estas creencias se hacen tan importantes para nosotros que supeditamos nuestras acciones y convicciones a su cumplimiento.
REVISAR CREENCIAS Y ACTITUDES
- Examinarse a la luz de la «tabla de derechos asertivos», teniendo en cuenta, ¡claro está!, que no sólo están ahí como derechos sino también como deber que obliga a reconocerlos también en los demás. Echa la vista atrás para ver cómo ha funcionado este tema a lo largo de este último «año escolar» en el grupo, en el trabajo, en la escuela, en la parroquia, en la familia, en el centro juvenil, etc.
- Respecto a la«lista de “ideas irracionales” de Ellis», tratar de analizar vuestros sentimientos para detectar que« idea irracional» corresponde a cada uno de ellos. Normalmente, una persona suele tener 2-3 creencias irracionales bastante fijas dentro de sí, que luego salen en forma de «esos pensamientos automáticos». Mirar cuales son las de cada uno y en qué forma han funcionado a lo largo de este curso. Por último, elegir pensamientos alternativos a los irracionales, es decir, argumentos que se contrapongan a las que normalmente hacen daño a las personas y que sean lógicos y racionales. Con todo ello, tratar de concretar algún compromiso para desarrollar equilibradamente vuestra personalidad e ir poco a poco madurando y creciendo en humanidad.
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