EDUCADORES “ARRAIGADOS Y EDIFICADOS EN CRISTO”

1 enero 2011

Angel Miranda
 
Este material que os ofrecemos lo he utilizado en cursos de formación de educadores y educadoras de las religiosas de María Inmaculada. El objetivo que nos propusimos fue ofrecer unas pistas para interiorizar, como educadores, el lema de la Jornada Mundial de la Juventud. El recurso básico es el mensaje del Papa convocando a este encuentro.
 
Arraigados y edificados en Cristo
Para poner de relieve la importancia de la fe en la vida de los creyentes, quisiera detenerme en tres términos que san Pablo utiliza en: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2, 7). Aquí podemos distinguir tres imágenes:

  • «arraigado» evoca el árbol y las raíces que lo alimentan;
  • «edificado» se refiere a la construcción;
  • «firme» alude al crecimiento de la fuerza física o moral.

 
Se trata de imágenes muy elocuentes. Antes de comentarlas, hay que señalar que en el texto original las tres expresiones, desde el punto de vista gramatical, están en pasivo: quiere decir, que es Cristo mismo quien toma la iniciativa de arraigar, edificar y hacer firmes a los creyentes.
 
Imagen es la del árbol
Un árbol firmemente plantado en el suelo por medio de las raíces, que le dan estabilidad y alimento. Sin las raíces, sería llevado por el viento, y moriría. ¿Cuáles son nuestras raíces? Naturalmente, los padres, la familia y la cultura de nuestro país son un componente muy importante de nuestra identidad.
 

  • La Biblia nos muestra otra más. El profeta Jeremías escribe: «Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza: será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto» (Jer 17, 7-8). Echar raíces, para el profeta, significa volver a poner su confianza en Dios. De Él viene nuestra vida; sin Él no podríamos vivir de verdad. «Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo» (1 Jn 5,11).
  • Jesús mismo se presenta como nuestra vida (cf. Jn 14, 6). Por ello, la fe cristiana no es sólo creer en la verdad, sino sobre todo una relación personal con Jesucristo. El encuentro con el Hijo de Dios proporciona un dinamismo nuevo a toda la existencia. Cuando comenzamos a tener una relación personal con Él, Cristo nos revela nuestra identidad y, con su amistad, la vida crece y se realiza en plenitud.

 
Existe un momento, en la juventud, en que cada uno se pregunta: ¿qué sentido tiene mi vida, qué finalidad, qué rumbo debo darle? Es una fase fundamental que puede turbar el ánimo, a veces durante mucho tiempo. Se piensa cuál será nuestro trabajo, las relaciones sociales que hay que establecer, qué afectos hay que desarrollar.
Dice así Benedicto XVI: “En este contexto, vuelvo a pensar en mi juventud. En cierto modo, muy pronto tomé conciencia de que el Señor me quería sacerdote. Pero más adelante, después de la guerra, cuando en el seminario y en la universidad me dirigía hacia esa meta, tuve que reconquistar esa certeza. Tuve que preguntarme: ¿es éste de verdad mi camino? ¿Es de verdad la voluntad del Señor para mí? ¿Seré capaz de permanecerle fiel y estar totalmente a disposición de Él, a su servicio?
Una decisión así también causa sufrimiento. No puede ser de otro modo. Pero después tuve la certeza: ¡así está bien! Sí, el Señor me quiere, por ello me dará también la fuerza. Escuchándole, estando con Él, llego a ser yo mismo. No cuenta la realización de mis propios deseos, sino su voluntad. Así, la vida se vuelve auténtica”.
 
Imagen de la casa
Como las raíces del árbol lo mantienen plantado firmemente en la tierra, así los cimientos dan a la casa una estabilidad perdurable. Mediante la fe, estamos arraigados en Cristo (cf. Col 2, 7), así como una casa está construida sobre los cimientos. En la historia sagrada tenemos numerosos ejemplos de santos que han edificado su vida sobre la Palabra de Dios.
 

  • El primero Abrahán. Nuestro padre en la fe obedeció a Dios, que le pedía dejar la casa paterna para encaminarse a un país desconocido. «Abrahán creyó a Dios y se le contó en su haber. Y en otro pasaje se le llama «amigo de Dios»» (St 2, 23). Estar arraigados en Cristo significa responder concretamente a la llamada de Dios, fiándose de Él y poniendo en práctica su Palabra.
  • Jesús mismo reprende a sus discípulos: «¿Por qué me llamáis: «¡Señor, Señor!», y no hacéis lo que digo?» (Lc 6, 46). Y recurriendo a la imagen de la construcción de la casa, añade: «El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra. se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida» (Lc 6, 47-48).
  • Vicenta María: “… mi estancia en ésta … tiene por objeto seguir mi vocación. …ya le tengo dicho que mi inclinación decidida era cooperar con mis débiles fuerzas a que esta obra de las sirvientas fuera adelante, y dicho sea de paso que es elección y que de Dios me ha venido tal afición… a cualquiera asustaría tal proyecto, y no es para menos, si contara con los medios humanos; pero esta clase de cosas Dios únicamente puede hacerlas valiéndose de instrumentos… acaso los más inútiles, para de este modo ostentar su poder”.

 
¿Y el “firmes en la fe”?
Queridos amigos, construid vuestra casa sobre roca, como el hombre que «cavó y ahondó». Intentad también vosotros acoger cada día la Palabra de Cristo. Escuchadle como al verdadero Amigo con quien compartir el camino de vuestra vida. Con Él a vuestro lado seréis capaces de afrontar con valentía y esperanza las dificultades, los problemas, también las desilusiones y los fracasos. Continuamente se os presentarán propuestas más fáciles, pero vosotros mismos os daréis cuenta de que se revelan como engañosas, no dan serenidad ni alegría. Sólo la Palabra de Dios nos muestra la auténtica senda, sólo la fe que nos ha sido transmitida es la luz que ilumina el camino.
Acoged con gratitud este don espiritual que habéis recibido de vuestras familias y esforzaos por responder con responsabilidad a la llamada de Dios, convirtiéndoos en adultos en la fe. No creáis a los que os digan que no necesitáis a los demás para construir vuestra vida. Apoyaos, en cambio, en la fe de vuestros seres queridos, en la fe de la Iglesia, y agradeced al Señor el haberla recibido y haberla hecho vuestra.
 
Pequeñas pistas para la interiorización de los educadores
Podemos añadir nuestra reflexión desde el punto de vista de los educadores y de la identidad carismática de nuestra escuela.
 

  1. Recordando a nuestro Fundador/a

a) Como creyente “Arraigado/a” en Cristo

b) Como fundador/a de una obra “Edificada” en Cristo

 

  1. Acudiendo a nuestra propia experiencia personal

a) El “por y para” qué, el sentido de mi acción educativa y pastoral

b) La proyección “vocacional” de mi trabajo educativo

 

  1. Proyectando nuestra reflexión sobre nuestra Comunidad Educativa

a) Como CE de Iglesia “arraigada” en Jesús

b) Como CE con “cimientos” que la hacen “segura” ante la dificultad.

 

  1. Profundizando el sentido “creyente” de nuestra misión educativa con

a) Procesos de  “mejora continua” de las raíces de nuestro trabajo educativo.

b) Procesos de fortalecimiento de los cimientos (misión, visión y valores) de nuestra estructura educativa.

 

  1. Actuando sobre la realidad concreta de la vida y acción educativa

a) En el ejercicio de nuestro liderazgo en la dirección, la clase, la tutoría, el ejercicio de animación educativa de cada día

b)  En los procesos de acompañamiento de los procesos y aprendizajes de nuestros destinatarios

c) En la propuesta explícita de acciones de  anuncio, celebración, vivencia comunitaria y compromiso cristiano.