Educar con corazón Documentos para educadores

1 septiembre 1997

Herminio Otero

INTELIGENCIA EMOCIONAL

Dicen los entendidos que el éxito personal depende del control de las emociones más que de la capacidad intelectual. La inteligencia ya no es sólo inteligencia. O sea, ya no se define únicamente a partir del cociente intelectual de una persona, sino que debe incluir aspectos tan diversos y poco cuantificables como el autocontrol, la autoestima, la comprensión y toda una miscelánea de emociones que hacen que expedientes académicos muy brillantes nunca lleguen a alcanzar el éxito y sí otros que no pasarían las frías pruebas de selección de un primer empleo. Esta el la tesis de La inteligencia emocional, libro de D. Goleman, profesor de La Universidad de Harvard.

En esta perspectiva y de cara a las programaciones del nuevo curso escolar, ofrecemos aquí algunos documentos y textos que puedan ayudarnos a “educar con corazón”.

Ser listo y ser inteligente, hasta no hace mucho dos conceptos reñidos entre sí, han en­contrado en las tesis de GOLEMAN un punto de confluencia significativo. Esto viene a coincidir con lo que el antropólogo y sociólogo español J.A. Jáuregui define como sistema emocional en su libro El ordenador cerebral.

Para Jáuregui, el cerebro es un ordenador complejísimo programado para informar al individuo acerca de qué debe hacer o evitar pa­ra que se mantenga su cuerpo y también su

sociedad a través del servicio de correos de los sentimientos. El sistema emocional es el in­genioso medio de gobierno del organismo hu­mano; determina cuándo y cómo actuar, a par­tir de unas leyes biológicas rígidas y unos pro­gramas grabados de origen natural y cultural.

El éxito depende de la capacidad de con­trolar las emociones, captar lo que ocurre al­rededor y no concentrarse exclusivamente en el trabajo, sonreír en el momento oportuno y a la persona adecuada, aprender a conocer a los compañeros y detectar cuándo hay que decir algo e incluso qué decir y cómo y a quién hacerlo. La suma de todo esto y el cociente in­telectual es lo que Goleman llama inteligencia emocional y Jáuregui enmarca en el sistema emocional.

Esta concepción guarda relación con las te­sis que defiende R. Penrose en La nueva men­te del emperador, rechazando la posibilidad de que los comportamientos algorrítmicos que rigen el funcionamiento de las máquinas pue­dan sustituir a las capacidades del placer, el dolor, la estimación de la belleza y el humor, que son exclusivos del cerebro.

Goleman es partidario de que se enseñe a los niños en las escuelas a controlar y mane­jar adecuadamente sus emociones. Las bases para desarrollar la inteligencia emocional serí­an fundamentalmente éstas:

– Aprender a reconocer las propias emociones y controlarlas, conociendo su origen.

– Ponerse en el sitio de los demás para mejo­rar las relaciones.

– Desarrollar la autoestima y la motivación, pues marcarse objetivos es la mejor manera de lograrlos.

Esto supone aceptar que la inteligencia emo­cional es modificable por la educación. Y todo ello implica llevar a cabo las tareas educativas desde una perspectiva nueva que puede con­vertir a los profesores en auténticos educado­res y hacer realidad aquello de Don Bosco de que «la educación es una tarea de corazón».

Ofrecemos algunos documentos y textos que pueden ayudarnos en esta tarea de «edu­car con corazón». En todos los casos podrán convertirse en punto de partida para la con­frontación, el intercambio de experiencias, el diálogo reflexivo y la concreción en pautas de actuación, que es lo que importa. Y lo hare­mos mirando siempre hacia el futuro haciendo realidad lo que verdaderamente importa:

El mundo que dejemos a nuestros hijos

dependerá en gran medida de los hijos

que dejemos a nuestro mundo.

No se puede aprender para el futuro

si no educamos para el futuro.

Y educar par el futuro

 implica ser vigías, centinelas del alba.

Implica educar con el ejemplo.

Con la pedagogía del amor.

FEDERICO MAYOR ZARAGOZA

1. Educar de otra forma

En el ensayo El nuevo pacto educativo, el argentino J.C. Tedesco, Director de la Oficina Internacional de Educación de la Unesco, de­ja bien claro que los sistemas de enseñanza que hoy funcionan en los países desarrollados caducaron hace tiempo. Por eso la escuela necesita un nuevo pacto con la sociedad, con la familia, con los medios de comunicación y con el trabajo. Traemos aquí algunas de sus declaraciones con ocasión de la presentación del libro (cf. «El Mundo», 19.2.96). Pueden ser­virnos para ver cual es nuestra actitud y cuáles son nuestros planteamientos y proyectos ante los cambios educativos.

Sin hacer ciencia ficción, podemos decir que al maestro tal como le conocemos hoy queda poco tiempo. La velocidad de cambio es galopante. Todo va muy rápido aunque también es verdad que la escuela parece resistirlo todo. Sin embargo, el maestro no va a ser capaz de soportar el desarrollo y la extensión de la tecnología, por ejemplo lo que supone y va a significar más aún el mundo de internet.

Es difícil para la sociedad prepararse para asumir un nuevo modelo de enseñanza porque el panorama es muy heterogéneo. Hay gente que es consciente de la necesidad del cambio pero para otra supone una amenaza. Tengo la impresión de que puede producirse un  fenómeno muy peligroso, la separación, la exclusión, que tiende a dejar fuera a mucha gente. La educación puede y debe ser un mecanismo capaz de evitar marginación. Puede ser una de las áreas de la política social que garantice la cohesión. Ahí está la luz roja.

La escuela no ha cumplido su función socializadora y necesita un nuevo pacto con la sociedad, con la familia, con los medios de comunicación y con el mundo del trabajo. En el pasado la escuela podía realizar su papel de forma casi aislada pero eso ya no sirve.

La escuela puede acercarse al mundo laboral no dando la espalda a la realidad. El trabajo es un mundo hoy que exige inteligencia, creatividad, relaciones en equipo y ésas son las cosas que debe potenciar la escuela. Ya no es titular de los conocimientos. La información está al alcance de todos. Lo que debe hacer es tener más en cuenta a cada individuo para darle lo que necesita. No vale la educación como sistema que dosifica conocimientos de forma jerárquica y supuestamente equitativa. Eso mismo se ha desvelado injusto. No todos somos iguales.

Lo que se percibe como inevitable es que uno va a tener que educarse durante toda la vida, reconvertirse profesionalmente. En el modelo tradicional el alumno estudiaba durante una etapa de la vida y no hacía nada más. Eso ya no funciona. Estamos en la situación de ser alumnos permanentemente y a la vez maestros porque tendremos que acostumbrarnos a transmitir a otros lo que sabemos. Cada uno va a tener que tomar muchas más decisiones de las que toma  ahora. El auto-didactismo tiene que ser un objetivo en la educación. Cada uno tiene que comprometerse con lo que elija. Y los profesores serán los encargados de provocar la curiosidad, el deseo de aprender en un mundo de sobre información que cada vez cambia cada día. Ningún maestro puede reemplazar a un CD-ROM  o a un banco de datos

JUAN CARLOS TEDESCO

 2. Creer en la propia valía 

Para “educar con corazón” es necesario creer en lo que hacemos como educadores. Y para ello es imprescindible sentirse valorados personal y socialmente como tales. No siempre ha sido así. F. Savater escribió hace un año un artículo en “El País Dominical” (19.05.96), que fue un comentado y valorado muy positivamente por los propios maestros. Reproducimos aquí algunos fragmentos a partir de los cuales podemos examinar nuestro autoconcepto como educadores y nuestro nivel de autoconciencia e implicación real como comunidad educativa.

VOLVERNOS HACIA LOS MAESTROS

En cuanto se plantea alguna de las deficiencias sociales de ciertos grupos juveniles que más parecen preocupar a los ciudadanos (intolerancia, propensión a la violencia, apatía política, abuso de drogas, rechazo de la lectura y fijación en la tele, etc.), siempre se llega antes o después a la misma conclusión: deben ser prevenidas desde la escuela, son cuestiones de educación. De acuerdo, aunque… ¿quién educa en la escuela? Los maestros. Si tanta es la responsabilidad de este colectivo, podríamos suponer que también se les reconoce en igual medida su importancia y su mérito. Pero no es así. Los maestros están mal pagados y su acatamiento social es bajo: poquísimas veces se solicita su opinión en los debates de televisión o de radio ni tampoco solemos leer artículos firmados por maestros en los periódicos. Cuando alguien declara públicamente que es maestro se le mira con cierta condescendencia, y en el fondo hay quien piensa: «¡Pobre, no ha llegado muy lejos!». ¡Como si hubiera alguna magistratura más alta! ¡Como si licenciados, doctores o catedráticos (y literatos, periodistas, directores de cine, artistas, etc.) no fuésemos literalmente maestros de segunda, es decir, maestros de un segundo turno que nada pueden hacer si no han trabajado bien los del primero y esencial!

Perdonen que me ponga altisonante: estoy convencido de que el verdadero «tema de nues­tro tiempo» es la educación, y sobre todo la educación básica, los primeros años. Ser humanos no es una fatalidad biológica, sino un entrenamiento social: son los maestros los encargados de transmitir y, por tanto, conservar la alegría, la perplejidad y la disciplina que configuran la humanidad. En esa tarea nos representan a todos en mayor medida que los políticos, porque el futuro depende mucho más de los maestros que de los ministros. Y sin embargo, la opinión pública se preocupa más de cualquier cambio de Gabinete que de lo que ocurre en las aulas.

Tenemos que volvernos hacia los maestros. […] No podemos abandonar socialmente a los ma­estros en su tarea, de la que depende todo lo que realmente importa. La convivencia democrática se defiende o se pierde en las escuelas.

FERNANDO SAVATER

 3. Clarificar los modelos educativos

A. Marina nos invita a descubrir los modelos ocultos en nuestra tarea educativa colectiva. El autor de El laberinto sentimental analiza en uno de sus artículos, aparecido en el «Suplemento cultural de ABC», las claves de nuestro funcionamiento como educado­res y apunta las pautas para lograr una ac­tuación educativa adecuada. Con estas cla­ves podemos revisar nuestra propia actua­ción personal y colectiva dentro de la comu­nidad educativa para clarificar cuáles son nuestros modelos educativos y elegir el más adecuado.

MODELOS OCULTOS

Últimamente hablo con muchos profesores y aspirantes a profesores. Compruebo con preocupación su atrincheramiento en las propias asignaturas. Creen a pies juntillas que trans­mitir valores es una indoctrinación imperdonable, y se enrocan en la neutralidad de la mera información. Siento alterar su tranquilidad. Por acción u omisión, todo profesor transmite un «mo­delo de sujeto». Lo hace como canal activo o inerte, pero lo hace. De la misma manera que «no podemos no comunicar», aunque nos mantengamos en silencio, tampoco podemos «no trans­mitir un modelo».

En la actualidad, el modelo implícito que se transfunde al alumno junto con las asignaturas tiene estos rasgos, entre otros:

  • Los únicos contenidos seguros son los científicos. Los únicos contenidos importantes son los técnicos o los que tengan utilidad para su futuro laboral. Todo lo demás es opinable y acce­sorio.
  • Se confunde el «derecho a expresar las propias opiniones» con el valor de las opiniones. La to­lerancia se entiende como equivalencia generalizada de todas las creencias.
  • El sujeto individual es irrelevante. Hablamos de la sociedad, de la ciencia, del lenguaje, de la his­toria, como estructuras ideales desligadas de los sujetos que las construyen. Todo se decide en otro sitio o está decidido ya.
  • La educación se relaciona con la inteligencia y la inteligencia se identifica con la razón. Con ello quedan fuera los sentimientos, la inteligencia inventiva y la voluntad.
  • Se transmite una mala conceptualización de la libertad. Se la identifica con la espontaneidad o con la autenticidad, que son conceptos equívocos. El fanático que prende fuego a unos emi­grantes puede ser espontáneo y auténtico, pero, además, es bestia.
  • Se intenta navegar con una ética minúscula de urgencia con un único contenido: es lícito todo lo que no haga daño a alguien. Bajo su aparente claridad esta norma no contiene nada. Ni se ex­plican los límites de ese posible daño, ni se advierte que tamaña reducción imposibilita la crea­ción de valores dignos.

Este modelo presenta un ser humano alicaído, pasivo, sumiso a múltiples destinos y carente de impuso creador. Merecemos algo mejor.

JOSÉ ANTONIO MARINA

4. Superar las contradicciones

Según el estudio España 1996. Una inter­pretación de su realidad social, realizado por la «Fundación Encuentro», la escuela y socie­dad han perdido el prestigio educativo que mutuamente se concedían y por lo tanto la complementariedad es cada vez más escasa. He aquí algunas disonancias que se aprecian entre lo que padres y educadores piensan que debería ser la educación y lo que en realidad es. El cuadro puede servirnos para descubrir nuestras propias contradicciones y empren­der caminos para superarlas implicando a to­da la comunidad educativa. 

DISONANCIAS EDUCATIVAS

LO QUE DEBERÍA SER LO QUE ES
Se critica la competitividad Se educa la competitividad
Se censura el consumismo Se le da todo al hijo
Se comenta: “La televisión es mala” Todos vemos mucho la televisión
Se piensa: “Los niños son exigentes” Se cede ante las peticiones de los hijos
Emplear tiempo par “que sean felices” Se dedica poco tiempo a los hijos
Se piensa y se dice que “el futuro es difícil” No se educa en el esfuerzo
Se pone como ideal la felicidad de los hijos Actuación: lo importante don las notas
Asusta la agresividad Se buscan chivos expiatorios (como TV), sin suficiente autocrítica
Se sienten liberales ante la sexualidad No se sabe educar en la sexualidad

5. Recuperar los factores olvidados

Un  texto del poeta León Felipe nos pue­de ayudar a despertar la sensibilidad para des­cubrir cuáles son los factores olvidados que nos ayudarán a «educar con corazón». ¿Cuá­les son los milagros que no hacemos descubrir a nuestros alumnos? ¿Qué milagros actuales. les pueden ayudar a descubrir otros sueños y a convertir esos sueños en proyectos y a trans­formar esos proyectos en realidades?

¿CUÁL ES LA FÓRMULA DE LA LUZ?

¿Cuál es la fórmula de la luz?

A ver: haga usted cálculos, señor Profesor…­

Le espero… El Profesor calcula… El Poeta espera.

Al fin: el Profesor concluye. Y el Poeta dice:

Muy mal, muy mal, señor Profesor

Esto no es la fórmula de la luz.

Se ha olvidado usted de estos factores:

de la inocencia,

de la libertad,

del amor,

del sueño de las vírgenes,

del vuelo de los pájaros,

de la mirada de los ciervos,

de la voz del adolescente…

Y sin estos factores, sin estos datos, sin estos milagros

que ha olvidado usted

y que a veces ocurren en el mundo… -rauda, rápidamente, en un

temblor misterioso del relámpago…-

nada más que para que sepamos que existen…

sin estos milagros, que no están en su fórmula,

no llegará usted nunca

a la justa definición de la luz.

«La luz»,

fíjese usted bien, señor Profesor,

«la luz es la mirada de Dios» -mística y poética­-

donde viven (eternamente, siempre, siempre)

la aurora, el ángel y los sueños.

LEÓN FELIPE

6. Educar divirtiéndose

En la educación sobreabunda con dema­siada frecuencia la crispación y faltan la alegría y el humor. Así no se puede educar con cora­zón. Por eso esta anécdota que nos cuenta C. García Vallés (cf. «Vida Nueva), 28.7.97) puede darnos la clave para planteamos el curso de otra forma: como un juego en el que nos di­vertimos, en el que aprendemos divirtiéndo­nos. Como educadores, podemos leer el últi­mo párrafo y concretar cómo llevarlo a la prác­tica a lo largo del curso para que todo él ten­ga un final -y desarrollo- de campeonato. 

FINAL DE CAMPEONATO

Se jugaba la final de la copa del mundo de cricket. El deporte más sofisticado del mundo, in­comprensible para quien nunca lo ha practicado, e irresistible para quienes han jugado a él desde la misma niñez elemental en países de memorias británicas como la India. Los finalistas, después de unas eliminatorias sorprendentes, eran Australia y Sri Lanka. Por el camino habían caído los favoritos, había habido violencia en «el óvalo», cosa intolerable en los anales del cricket, juego de ca­balleros flemáticos ante árbitros impasibles, y habían quedado para el encuentro final el equipo de Australia, campeón reconocido de exquisitos modales, y el de Sri Lanka que había partido como equipo de cola en la clasificación oficial. Pero una final es siempre una final, y había emoción en Lohore y en todas las ciudades y pueblos que seguían la contienda en directo.

El capitán cingalés declaró alegremente a la prensa: «Nuestro entrenador nos ha dado una con­signa clara: que nos divirtamos en el juego. Que lo pasemos bien y tengamos un gran rato. Si per­demos, no perdemos nada, porque todo el mundo espera que perdamos. Y si por churro gana­mos…, pues nos divertiremos más todavía. Con ese espíritu saltamos al campo».

¿Hará falta decirlo? Ganó Sri Lanka. Contra todos los pronósticos, volcando todas las apuestas y desafiando todas las condenas, ganó el equipo de cola. Y ganaron porque se divirtieron jugando. Fuera tensiones, preocupaciones, obligaciones, pretensiones. Vamos a divertirnos. Y se divirtieron. Y ganaron. Y nos dejaron a todos la lección que para ganar la vida hay que divertir­se en ella. Con alegría, con humor, con sencillez, con humildad. Vamos a pasarlo bien. Así se gana, al final.

CARLOS G. VALLÉ

7. Creer en una escuela renovada e integradora

Como documento final ofrecemos un cre­do elaborado por Irma Villarrubia, educadora del Colegio Compañía Santa Teresa de Jesús, de Madrid. Es fruto de una reflexión teológica y pastoral acerca de la integración de inmi­grantes realizada en su centro educativo. Pue­de ser un buen documento para trabajar con él entre los educadores y poder concretar lo ­que implica una escuela «honrada y fiel». A la vez puede convertirse en un modelo para ela­borar otros credos que sinteticen las líneas fuerza del proyecto educativo para el curso (¿Cuál sería el credo de una escuela que educa con corazón?). En todos los casos habría, que concretar cómo llevar a la práctica cada punto del credo, llegando a compromisos es­pecíficos.

CREDO DE UNA ESCUELA QUE APUESTA POR LA INTEGRACIÓN

Creo en una escuela honrada y fiel que mira con esperanza la realidad personal y social que le idea.

Creo en una escuela honrada y fiel que tiene los ojos limpios para ver la realidad pastoral, educativa y social tal y como es, sin enmascaramientos.

Creo en una escuela honrada y fiel que hace posible la vida a través de sus programaciones, instalaciones, actividades… ofertas personales.

Creo en una escuela honrada y fiel que «sospecha» de la absoluta verdad de sus estructuras y e reta a dar respuestas más radicales y comprometidas.

Creo en una escuela honrada y fiel que respeta las dimensiones de la persona que provienen le una cultura diferente de la nuestra.

Creo en una escuela honrada y fiel que integra como «iguales» a los «diferentes», creyendo vi­talmente que todos somos hijos de la misma naturaleza creada por Dios.

Creo en una escuela honrada y fiel que reconoce los derechos de los inmigrantes antes de exi­girles que cumplan sus obligaciones.

Creo en una escuela honrada y fiel que sabe descubrir y admirar las formas de vivir que apor­tan valores de los cuales está necesitada nuestra sociedad, nuestra docencia… como son: la hospitalidad, la fiesta, la comunidad.

Creo en una escuela honrada y fiel que hace consciente a los demás de que la presencia de inmigrantes nos ayuda a vivir con más profundidad nuestra fe cristiana, abriendo fronteras a pueblos y culturas.

Creo en una escuela honrada y fiel que permanece en la realidad desde la confianza, esperanza… y dejando que sea lo que puede llegar a ser.

Creo en una escuela honrada y fiel que cree en Jesús como el hombre honrado y fiel a la verdad de sí mismo, del otro, de su pueblo y de Dios.

IRMA VILLARRUBIA