José Joaquín Gómez es Delegado de Escuelas en la Provincia Salesiana de Valencia
Educar en competencias es un tema de actualidad. Lo que fuera objeto de investigación pedagógica en universidades de renombre mundial, se ha trasladado al sistema educativo de nuestro país.
Una competencia, según definición de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), es: «la capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada. Supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz».
Aunque nacida en otros foros, la educación en competencias puede aportar interesantes matices a la acción pastoral en general, y a los itinerarios de educación en la fe en particular.
1. No confundir competencia con habilidad
Una competencia es definida en el diccionario como «pericia, actitud e idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado». Una persona competente es aquella que es «conocedora de una técnica, de una disciplina o de un arte»
En el lenguaje ordinario hay tendencia a confundir «competencia» con «habilidad», entendiendo ésta última como la capacidad para ser eficiente en una tarea.
Durante las últimas décadas el concepto «competencia» se ha adentrado por el mundo de la psicología y de la pedagogía, y ha ido añadiendo nuevos matices a su bagaje conceptual originario.
Cuando se habla de «educación en competencias», no sólo se está indicando la importancia de transferir conocimientos y enseñar determinadas habilidades o destrezas. Ser competente, según las actuales líneas pedagógicas, es un complejo proceso que busca una educación integral y procura que el sujeto organice lo aprendido para transferirlo en el futuro a nuevas actividades y situaciones. Una persona será competente en la medida en que sepa afrontar nuevas tareas más allá de lo aprendido.
2. Competencias humanas «de serie»
La persona humana nace dotada de un amplio abanico de funciones y capacidades para ejecutar diferentes tareas. Es decir, todos los seres humanos nacen con unos recursos, propios de la especie, que posibilitan, orientan y marcan el desarrollo humano. Por ejemplo: nuestro cerebro está capacitado, desde el nacimiento, para realizar funciones asociativas y simbólicas. Al mismo tiempo, nuestros órganos de fonación (laringe, cuerdas vocales, hioides, paladar, lengua, dientes, labios, glotis…etc) están preparados para emitir una amplia gama de sonidos modulados. Inteligencia y órganos de fonación conforman una «competencia de serie» con la que nace todo ser humano, y que se concretará en el lenguaje.
Muchas de estas competencias son innatas. Siguiendo con el ejemplo del lenguaje: toda persona, de cualquier raza y cultura, dispone de la capacidad de desarrollar un lenguaje mediante el que comunicarse con sus semejantes, aunque no sea persona instruida ni haya participado de enseñanzas estructuradas.
Estas funciones psicológicas naturales son universales y permanentes.
3. La teoría de la «inteligencia múltiple» en el origen
En el origen y raíz del concepto educativo de «competencia» está la teoría de la «inteligencia múltiple» elaborada por Howard Gardner. Este psicólogo estadounidense de la Universidad Harvard, hijo de refugiados judíos y nacido en 1943, afirma que en el ser humano no existe una inteligencia única que pueda medirse con una cantidad, sino varias inteligencias que se desarrollan e interaccionan de forma diversa.
Cada persona tiene por lo menos ocho inteligencias o capacidades para crecer integralmente. Estas inteligencias trabajan juntas, aunque con una cierta autonomía. Cada persona desarrolla unas más que otras, dependiendo de la cultura, ambiente social y procesos de socialización en el que se desenvuelve su vida
Las inteligencias enumeradas por Howard Gardner son: Verbal/Lingüística; Lógico/Matemática; Visual/Espacial; Corporal/Dinámica; Musical/Rítmica; Interpersonal; Intrapersonal; Naturalista; Emocional… Daniel Goleman desarrolló en 1995, con gran éxito, la llamada Inteligencia Emocional.
4. Tres formas de intervenir educativamente sobre las competencias
La educación actualiza, desarrolla y amplía las funciones naturales del ser humano. Mediante la educación la persona se hace competente llevando las capacidades más allá de sus límites originarios. Educar consiste en intervenir sobre las competencias innatas que posee el ser humano como potencialidades a desarrollar. Existen tres posibilidades de intervención educativa sobre las competencias: desarrollar, ampliar y trascender.
Desarrollar
La educación contribuye a desarrollar las funciones disponibles en el ser humano. Por ejemplo: una adecuada educación en el área del lenguaje hará operativa la competencia innata de hablar y escribir de la que dispone toda persona.
Ampliar
La educación contribuye también a ampliar una competencia. Es decir, a dotarla de nuevas facultades que la enriquecen. Siguiendo con el ejemplo anterior, una persona, mediante la educación, no sólo puede desarrollar el lenguaje, sino también puede ampliar esta facultad con nuevos elementos tales como: aprender a comunicar de distintas formas teniendo en cuenta el interlocutor, adquirir un nuevo idioma, apreciar determinados estilos literarios, valorar un estilo propio de expresión y escritura… etc.
Trascender
La educación ayuda a que una competencia llegue a nuevas cotas que la trascienden, yendo más allá de su materialidad. La educación puede hacer que el lenguaje trascienda su materialidad: aprendiendo formas de expresión respetuosas con la pluriculturalidad, adquiriendo formas de comunicación inclusiva, asumiendo compromisos por ser la voz de los sin voz, haciendo de la palabra oral y escrita herramienta para la defensa de la dignidad humana… Religiosamente la palabra del ser humano puede convertirse también en oración; la lectura de la Palabra (con mayúsculas) llega a ser fuente de vida, alimento espiritual y sentido de la existencia. Esta tercera intervención sobre las competencias abre grandes posibilidades al mundo pastoral.
5. Los escenarios de las competencias básicas
El actual ordenamiento pedagógico establece cuatro escenarios de competencias sobre los que intervenir educativamente.
Escenario educativo y cultural
En la sociedad de la información será competente quien busque, seleccione y utilice adecuadamente la información. Son competentes aquellas personas que gestionan adecuadamente el conocimiento.
Escenario laboral y profesional
No se tiene certeza de cómo será el mundo laboral en el futuro. Por ello hay que formar en competencias que faciliten un adecuado desempeño del trabajo. Será competente quien sepa trabajar en equipo, conozca las nuevas tecnologías y se adapte constantemente a ellas; quien se plantee nuevas metas y consiga la realización personal por medio del desempeño profesional.
Escenario social
Para lograr una persona capaz de saber estar en la nueva sociedad, se deberá intervenir en aquellas competencias que logran ciudadanos participativos y solidarios.
Para ello las instituciones educativas ayudarán a construir personas que sean: capaces de vivir en una sociedad plural; competentes en el diálogo; respetuosas con las diversas éticas; implicadas en la participación social…
Escenario personal
La ordenación pedagógica actual busca que los educandos lleguen a ser personas felices. Para ello propone que niños y adolescentes se preparen para tres competencias básicas: sepan llevar una vida saludable; gestionen una vida económicamente sólida; vivan una vida emocionalmente estable. Para ello deberán conocer, dominar y comunicar el lenguaje del afecto, autorregular las emociones, integrar frustración y sufrimiento, comprender las emociones de los demás…
Estos cuatro grandes escenarios se concretan en ocho competencias básicas que son las que conforman el actual diseño curricular: comunicativa y lingüística, matemática y científica, digital e informática, conocimiento del medio, social y ciudadana, cultural y artística, aprender a aprender y autonomía e iniciativa personal.
6. ¿Son suficientes estas competencias para caminar por la vida?
– Educar en competencias como proceso educativo pastoral
El desarrollo educativo de una competencia es un proceso válido para la tarea educativo-pastoral. Con frecuencia los itinerarios de educación en la fe se han reducido a proponer conocimientos doctrinales y a marcar pautas para el comportamiento cristiano.
El desarrollo de las competencias es aplicable a la pastoral. Los tres pasos citados (desarrollar, ampliar y trascender), preparar a la persona para dar respuestas nuevas ante contextos cambiantes, no limitar la educación en la enseñanza de habilidades para responder a situaciones estándar… son ideas fecundas para la educación en la fe. Según la pedagogía competencial, la educación en la fe no puede reducirse a enseñar determinados conceptos, habilidades o destrezas. Ser competente consiste en saber organizar lo aprendido para transferirlo a nuevas situaciones. Por ello, un creyente será «competente» en la medida en que sepa caminar por la vida con una vivencia integrada en la totalidad de su persona; un creyente que dé respuestas creativas a las nuevas situaciones. Una pastoral, expresada según el método competencial, puede contribuir a hacerla más integral, otorgando mayor profundidad, creatividad y renovación en los métodos
– El elenco de competencias
Aún siendo importantes las ocho competencias básicas propuestas en la actual Ley de Educación (LOE), éstas deben ser ampliadas. Para la pastoral escolar existe un importante trabajo elaborado por Escuelas Católicas de Madrid que establece las bases y el desarrollo de la «novena competencia», o competencia espiritual[1]. Este trabajo integra la competencia espiritual en el proyecto educativo de la enseñanza reglada. De especial interés es el tratamiento de algunos «conceptos equivalentes» que se han manejado hasta ahora sobre la Competencia Espiritual». El citado trabajo Integra las aportaciones de Víctor Frankl, Howard Gardner, Abraham Maslow, Carl Rogers, Roberts Emmons… y amplía el horizonte de un humanismo cristiano, atento a las nuevas aportaciones de la pedagogía y la psicología.
7. Profundizar lo humano para llegar a lo evangélico
Si ninguna educación puede reducirse a transmisión de conocimientos, menos aún la educación en la fe. Cualquier itinerario de educación en la fe debe contener: conocimientos de fe, vivencia en comunidad, compromiso, oración y celebración…
La educación en competencias, desde su vocación integral, puede enriquecer los procesos pastorales porque ayuda a desarrollar aspectos humanos, trascendiéndolos y preparándolos para su vivencia en nuevas situaciones y contextos. A título de ejemplo y de modo esquemático, se citan algunas posibilidades concretas.
Competencia: fortaleza y capacidad de esfuerzo
Es la capacidad para hacer frente a dificultades y obstáculos para la consecución de un fin que se considera positivo. Proceso para ser competentes en el esfuerzo
Desarrollar
- Cuidado de sí mismo
- Conocimiento y potenciación de las propias cualidades
- Trabajo constante para una mejora continua
- Buscar, conocer y distinguir posibles recursos de protección
Ampliar
- Integrar el sufrimiento sin quejarse ante las dificultades
- Ejercitarse en vencer dificultades progresivas
- Aprender a solicitar y prestar ayuda
Trascender
- Valorar el afecto y los cuidados mutuos ante las dificultades
- Promover un estilo de vida donde la ayuda solidaria sea importante
- Apreciar la familia como espacio privilegiado de apoyo mutuo
- Confiar en Dios
Competencia: sensibilidad
Es la capacidad que tienen las personas para percibir la realidad de forma humana, valorando la compasión, el afecto, la ternura… interesándonos por los otros y evitando la indiferencia. Proceso para ser competentes en sensibilidad
Desarrollar
- Potenciar la capacidad de atención y observación
- Educar los ojos para detectar los detalles
- Aprender a leer con profundidad los acontecimientos humanos
- Saber situar los hechos en su contexto
- Favorecer una lectura crítica de los medios de comunicación
Ampliar
- Conocer y valorar el universo y los misterios de la vida
- Valorar el trabajo y la capacidad creadora de la persona humana
- Aprender a distinguir situaciones positivas y situaciones negativas
- Profundizar las causas y los motivos de lo que acontece en derredor.
Trascender
- Interiorizar y sentir compasión ante el sufrimiento ajeno
- Detectar y considerar las situaciones de injusticia
- Promover una lectura creyente de la realidad
- Promover acciones de ayuda y compromiso cristiano.
Conclusión
La propuesta pedagógica de “educar en competencias”, por su planteamiento progresivo e integral, puede abrir interesantes perspectivas en el mundo pastoral y en la catequesis. Para conjugar adecuadamente el binomio: “educar y evangelizar”, no es suficiente con reforzar los elementos que provienen del mundo de la fe, es imprescindible conocer y profundizar las herramientas pedagógicas que la ciencia pone a disposición de educadores y catequistas.
JOSÉ JOAQUÍN GÓMEZ PALACIOS
[1] Reflexiones en torno a la Competencia Espiritual. Investigaciones Escuelas Católicas, Madrid 1998.