El 11 de septiembre de 2001, nos hizo replantear el orden mundial. Si para la política estadounidense parece que sólo cuenta su seguridad, se alzan ya otras voces en Europa y América que tras «los pilotos sucidas» ven un mundo de pobreza, hambre, analfabetismos y unas desigualdades insoportables, amén de los agravios culturales, políticos y de la doble moral según los intereses. La situación mundial clama por una justicia e igualdad mayor. Al desorden de la globalización anterior a las Torres Gemelas debe seguir el nuevo orden de la globalización ética.
MIRARSE EL OMBLIGO
El peligro. de los habitantes de los países ricos es seguir mirando su propio ombligo y desentenderse de lo que ocurre más allá del balneario noratlántico. La educación también puede incurrir en este desenfoque seguir con un localismo ó corto de vista. Padres y educadores pueden cultivar el evasionismo bienestante o tomar ocasión de la situación para plantear un giro en las actitudes y los comportamientos.
RECONSTRUIR EL MUNDO
La reacción digna no puede ser otra que la de afrontar el desafío del desorden acutal. Es decir, necesitamos reconstruir nuestro mundo, nuestra sociedad, nuestra política, nuestra cultura, nuestros valores y nuestro cristianismo. Esto equivale a postular un cambio de vida.
No hay cambio de vida sin visión del mundo y de la moral. Necesitamos una elevación general de la moral en nuestro mundo. Sin ella no tendrá lugar ni la superación de la soledad de nuestros ancianos, ni la integración de nuestros inmigrantes ni el acortamiento de las desigualdades de este mundo.
Nuevo estilo de vida
Para ello precisamos agentes sociales, individuos e instituciones, comprometidos. Sin ciudadanos con ojos abiertos a nuestro mundo y con capacidad participativa y responsable, nos podemos despedir de superar el fundamentalismo del mercado y sus consecuencias deshumanizantes. Esta tarea urgente se comienza pronto: desde la cuna. E implica a padres y educadores. Se precisa un estilo de vida nuevo vuelto hacia los otros, indignado ante la injusticia, ruborizado hasta la vergüenza por el sufrimiento evitable. Se requiere compromiso.
Compromiso a la altura de hoy quiere decir implicación con la humanidad.– Mirada que abarque al mundo entero y que movilice mente, el corazón y las manos desde su situación concreta. El orden nuevo de mañana exige el compromiso educativo de hoy.
José Mª Mardones
«Presencia 7» (abril ’02, nº 66)
Para hacer
Tanto padres y educadores como jóvenes, podemos plantearnos algunas cuestiones a raíz de estas reflexiones y buscar cómo traducirlas en acciones concretas a raíz de estas reflexiones, que necesitan concreción:
- ¿Hacia dónde miramos nosotros? ¿Hacia dónde podemos mirar?
- ¿Cómo aceptamos el desafío del desorden actual?
- ¿Qué hacemos para cambiar de vida (cambio de visión del mundo y cambio de moral…)?
- ¿En qué se traduce nuestro compromiso de implicación ante la humanidad? ¿Cómo se traduce desde nuestro compromiso educativo?