Ejercicios de revisión

1 junio 2002

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Emilio J. Zapatero
 
Al Finalizar el Curso…
 
Ofrecemos un conjunto de actividades para revisar el curso que termina. Unas están más directamente orientadas a la revisión de los animadores; otras, a la de los grupos. Están pensadas para animadores y grupos formativos, pero –con pequeñas adaptaciones– servirían para evaluar el trabajo en clase, centro juvenil, parroquia, etc.
 
 
 
 

1                                             Revisión de los Animadores

 
Proponemos tres pautas de revisión sobre otros tantos temas nucleares de la vida y compromiso de los animadores: 1/ Revisión de «actitudes maduras» del animador en relación con la tarea de acompañamiento de grupos; 2/ Análisis de cómo anda la «experiencia de Dios» que ha de sostener la identidad cristiana; 3/ Revisión del compromiso por el Reino con la que ha de definirse todo actuar cristiano.
 
q Actitudes «maduras» del animador-acompañante[1]
 

  • Conocerse a sí mimo y encauzar positivamente los «ruidos internos» hasta poder acallarlos con serenidad (no reprimirlos). Por este camino, se logra mostrar una actitud generadora de confianza y sinceridad en aquellos con los que convive y a quienes acompaña.
  • Valorarse suficiente y objetivamente desde Dios y desde su realidad. Por este medio, se muestra una actitud de misericordia, una gran dosis de humanidad en sintonía con el Espíritu.
  • Contar de antemano con el conflicto como compañero de camino. Esto permitirá mostrar una actitud agradecida ante lo positivo que la vida trae; también afrontar las frustraciones y dificultades sin exagerarlas ni negarlas. Acoge las diferencias, escucha los conflictos propios y ajenos sin alarmarse.
  • Vivir el propio compromiso de forma abierta y testimonial. Así mostrará con la vida la disposición a entregarla, dialogar con los acontecimientos, trabajar en equipo, amar lo que hace, saber despedirse en el momento oportuno.
  • Saber de los defectos y pecados personales. Reconocerlo tiene un efecto impactante. Reconocer los propios límites –no ocultándolos a los otros, pero tampoco anunciándolos– y, simplemente, asumirlo cuando se manifiestan. Cuando se pide perdón, cuando se muestran actitudes de búsqueda y superación…, los «acompañados» lo reciben como un testimonio esperanzador en el camino.
  • Asumir la propia edad y saberse situar en ella sin renunciar nunca a interesarse por la vida. Mostrar capacidad de cambio, saberse colocar en el lugar oportuno, establecer diálogo con otras generaciones. Saber del amor y del dolor; mostrar memoria histórica, memoria agradecida, memoria esperanzada.
  • Contar con amigos auténticos y verdaderos. Valorar la comunidad… Mostrar libertad para amar y libertad para entregarse. Pasión por el encuentro y la sabiduría de quedarse solo. Saber modular la capacidad de amor, según el momento y la circunstancia.
  • Vivir centrado y contento –con otros– un proyecto de vida, con los sinsabores del camino y la alegría de estar donde se tiene que estar. Mostrar esta certeza con sencillez y humildad; podría estar en otro lado, vivir la vida de otra manera. Lo del «seguimiento» es respuesta, pero –sobre todo– Gracia.

 
q Para la Reflexión y el Diálogo
 

  • ¿Te sientes reflejado en esas actitudes? Pon junto a ellas un hecho o memento de la vida durante este curso en que las hayas vivido.
  • ¿Cuáles tienes suficientemente afianzadas? ¿Sobre cuáles deberías trabajar más…?
  • Cita otras actitudes que a lo largo del último año has añadido a tu equipaje de animadora y acompañante.

 
q Hacer experiencia de Dios: testimonio del doctor de la Ley
 
Han pasado ya muchos años de aquello pero lo recuerdo como si fuera ayer. Estábamos Ismael, Eleazar y yo hablando en el Templo sobre no sé qué asunto, cuando un niño, de unos doce años, nos interrumpió la conversación diciendo: –Perdonen, pero busco a alguien que conozca a Dios y quiera hablarme de él? ¿Podrían ayudarme?
Una sonrisa nos salió espontánea a todos nosotros. ¡Cómo no! Si era esa nuestra especialidad: conocer a Dios. Le dijimos que había dado con las personas indicadas. Éramos nada más y nada menos que Doctores en la Ley de Moisés, especialistas en las Escrituras Sagradas y conocedores de los misterios divinos.
El niño, lleno de emoción, nos pidió si podíamos enseñarle cosas sobre Dios y responder a sus preguntas. Nos pareció una experiencia interesante. Nunca nos había ocurrido una cosa igual. Se le veía un niño muy despierto, inquieto, con ganas de saber. Pocas veces había visto una persona así; ni siquiera los judíos más devotos se mostraban tan inquietos y ansiosos por saber de Dios como este niño. Aquello era una novedad para nosotros y aceptamos con gusto responder a sus interrogantes.
Pero cuando aquel niño comenzó a exponer sus inquietudes y plantear sus preguntas, nos dejó asombrados. No esperábamos aquello. Demostraba tener una sabiduría y un conocimiento de Dios desconocido para nosotros. Intentamos responder a sus preguntas con toda nuestra ciencia y conocimientos, pero no le bastaban. No se conformaba con lo que le decíamos. Incluso cuestionaba nuestras respuestas utilizando textos de las Escrituras y ejemplos de los Profetas. Aquello se salía de lo normal.
Llegó un momento en que olvidamos que era un niño, y ya le hablábamos como si fuera un Doctor en la Ley como nosotros. Daba la impresión de que no quería que le diéramos respuestas aprendidas de los libros, recetas y teorías estudiadas. Quería algo más.
Ese algo más nos lo hizo ver claramente en su última pregunta. Una pregunta que, sinceramente, nos dejó fuera de juego a los tres que estábamos allí. Nos pidió que, si no nos importaba, le contáramos cuál era nuestra experiencia de Dios; de qué manera lo habíamos experimentado vivo en nuestras vidas; cómo nos habíamos encontrado con él.
Nos miramos unos a otros sin saber qué contestar. Menos mal que en esos momentos, entraron en el Templo los padres del chico buscándole todo preocupados. Nos evitaron pasar el mal trago de quedarnos sin saberle qué responder.
Aquel niño, que era de Nazaret y se llamaba Jesús, nos había puesto en evidencia. Sabíamos muchas cosas sobre Dios, pero eso que sabíamos era algo que habíamos aprendido de oídas a otros, pero nunca lo habíamos experimentado en nuestras vidas. Por eso, todo lo que decíamos siempre quedaba reducido a palabras vacías que no llegaban al corazón de nadie. En el mejor de los casos, sólo servían para ser aprendidas.
Sin embargo, cuando escuchábamos hablar a este niño, percibíamos que utilizaba palabras encendidas de vida. Había algo que contagiaba. Veíamos que sus ojos brillaban cada vez que hablaba de cómo sentía a Dios. Nos sorprendía la naturalidad y familiaridad con la que hablaba de él. Les preguntamos a sus padres de dónde sacaba el niño tanta sabiduría y conocimiento de Dios. Pero no supieron darnos explicación. Estaban igual de asombrados que nosotros.
Resultaba contradictorio, había venido al Templo para aprender de nuestros conocimientos, y fuimos nosotros los que acabamos aprendiendo de él. Mientras se marchaba con sus padres y se perdía por el fondo del Templo, nos quedamos mirándole con el pleno convencimiento de que la mano de Dios estaba sobre aquel niño de Nazaret.
José Real Navarro
 
q Para la Reflexión y el Diálogo

  • ¿Piensas que se puede hablar o enseñar algo de lo que no se tiene experiencia? ¿Por qué?
  • ¿Qué ocurre cuando se escuchan palabras que nacen de la propia experiencia? ¿Se nota cuando alguien habla de algo de lo que no tiene experiencia?
  • A parte de todo lo que te han dicho y has aprendido sobre Dios ¿qué experiencia has tenido de Él durante este último curso? ¿Te conformas con aprender lo que te dicen o dices sobre Dios o buscas tener experiencia de ello?
  • Jesús tenía inquietud y quería saber las cosas de su Padre, ¿de qué manera has buscado durante este curso tú a Dios en tu vida?
  • ¿Por dónde sueles empezar y por dónde empezarías tú el diálogo con otras religiones? ¿Por qué?

 
q El Reino crece de noche
 
El joven Pedro había trabajado incansablemente por hacer un mundo mucho más justo. Siempre había estado en primera línea cuando se trataba de manifestarse por el bien de los más desfavorecidos. Había estado metido de lleno en varias Ong y, en definitiva, su vida era un cúmulo de pequeños gestos llenos de amor y solidaridad.
Pero un día se cansó; afirmó con rotundidad que dejaba todo, pues no merecía la pena luchar por algo que cada vez iba peor: «Los ricos eran cada vez más ricos, y los pobres más pobres; además, las injusticias se había apoderado de cada uno de los rincones de la tierra…». Así fue como Pedro desistió. Para todos cuantos le conocían fue un golpe muy duro, pues era un hombre que emanaba generosidad a borbotones.
Al cabo del tiempo, una mañana recibió la visita de un viejo amigo que no entendía su actitud. Le pidió un favor que Pedro, con gran incredulidad, aceptó no de muy buen grado.
Aquel amigo le había propuesto que durante un tiempo fuese al centro de la ciudad con una bolsa de migas de pan y las esparciera a lo largo de la plaza, esperando que alguna paloma hiciera acto de presencia. La contaminación había logrado que desde hacía muchos años las palomas se alejaran para no volver; y ese buen amigo –según le indicó– quería realizar un experimento con alguna de ellas que sirviera para acusar al ayuntamiento. De esta manera, Pedro realizaba su cometido todas las tardes, aún sabiendo que era una tarea imposible.
Y así fue como cierto día también se cansó y abandonó. Su amigo, sin perder la esperanza, le dijo: «Te pido que por última vez vengas a la plaza; en esta ocasión vamos a ir los dos juntos cuanto toda la ciudad duerma». Pedro, queriendo acabar cuanto antes con todo ese juego, accedió.
Una vez en la plaza, Pedro pudo observar con sus propios ojos cómo una paloma descendía para picotear las migajas que él había esparcido por última vez. El rostro lánguido de Pedro recobró al instante nueva vitalidad y las miradas de los dos amigos se cruzaron en un gesto de complicidad.
Los dos se fundieron en un abrazo. Pedro había aprendido la lección más importante de su vida. Y es que aunque nosotros no lo vemos, aunque nos parezca que cada vez son más grandes las injusticias que hay en el mundo, nuestro trabajo tiene su recompensa, siempre hay alguien que se favorece de lo que nosotros hacemos. No debemos por lo tanto desanimarnos si la oscuridad no nos deja ver los frutos… ¡están surgiendo dentro! ¡Crecen de noche!
José María Escudero
 
q Para la Reflexión y el Diálogo
 
Leer detenidamente el texto junto a la viñeta de Cortés que va dentro de él. Tratad de desmenuzar, particularmente, tanto la imagen como el texto de esta última: «Es cierto que tú solo no puedes cambiar el mundo, pero es igualmente cierto que sólo tú puedes cambiar la parte del mundo que depende de ti». ¿Sentís que es verdad? ¿Cómo estáis haciéndolo verdad, tanto en el crecimiento y maduración personales como en la construcción del Reino?
 
 

2                                             Revisión del Grupo

 
Cualquiera de las anteriores pautas de revisión podrían servir también para emplearlas con el grupo, realizando las adaptaciones necesarias. Las contenidas en este apartado giran en torno a dos aspectos: la relación y crecimiento personal y grupal, por un lado; y el análisis de la justicia y la solidaridad, por otro.
 
q ¿Que suerte la mía?
 
Amigos, al igual que vosotros, tengo la inmensa fortuna de haber nacido en el primer mundo, de tener una familia más o menos bien, de poseer o estar en camino de poseer unos estudios y un bagaje cultural. Además, tengo la posibilidad de aprovechar las múltiples oportunidades que cada día la vida me brinda, y de disfrutar de los placeres que mi condición, tanto social como económica, me ofrece.
Pero os habéis parado a pensar en alguna ocasión el porcentaje de dicha o desdicha que posee cada uno de vosotros. Os invito a venir conmigo al mundo real. Sólo hace falta un poco de imaginación, unas cifras y nuestra «querida regla de tres o cuenta de la vieja».
Vamos a reducir el planeta –con sus más de 6.000 millones de habitantes– a 27 personas, las mismas que estamos ahora aquí. ¿Listos?, pues adelante que despegamos:
 

  • En nuestra clase-mundo habría 16 asiáticos, 4 africanos, 4 europeos, 2 latinoamericanos y un norteamericano.
  • De los 27, 20 no seríamos blancos y 10 no profesaríamos la religión católica.
  • Uno de vosotros –sí, no me equivoco–, 1, tan solo 1 poseería el 60% de la riqueza de toda la clase, y sería probablemente norteamericano o tal vez europeo.
  • 22 viviríamos en situación de pobreza, y 6 con menos de 1,20 € (200 pts.) al día.
  • 7 no sabríamos leer; 11 no tendríamos cuarto de baño, 5 ni agua potable y 4 no tendríamos acceso a un hospital.
  • 22 deberíamos más de 600 € (en torno a 100.000 pts.) a alguno de los 5 más ricos. Sería lo que conocemos como deuda externa.
  • 5 de nosotros dormiríamos, por así decirlo, en «plena libertad»… bajo un puente.
  • De los 27, 9 seríamos niños (menores de 15 años). Y atentos: de 9, 3 –por no tener– careceríamos hasta de una nacionalidad reconocida; para que me entendáis, oficialmente no existiríamos. 2 tendríamos que trabajar –voluntaria o involuntariamente– y uno probablemente se dedicaría al «arte… de la guerra», sería un niño soldado.

 
Podríamos continuar la lista y ésta sería interminable. Sin embargo ya es suficiente para darnos cuenta del gran porcentaje de dicha y de suerte que tenemos cada uno de nosotros. Ante ello, sólo caben dos actitudes, ni una más ni una menos:
 

  • La de «pensar con el corazón» –y por lo tanto actuar–: «Qué puedo hacer para lograr un mundo más justo».
  • La actitud de regocijarte en tu dicha y repetirte una y otra vez: «Qué suerte la mía».

 
Como ves la historia está incompleta. Tú eres protagonista y parte activa en el desarrollo de la misma.
José María Escudero
 
q Para la Reflexión y el Diálogo
 
Leer el texto junto a la viñeta de «El Roto» y comentad los datos. Al final podemos detenernos en dos actitudes o respuestas de que habla el texto, teniendo delante la viñeta:
 

  • Haced una breve descripción de la imagen y texto (postura, gesto, palabras). ¿Qué respuesta se representa ahí? ¿Estamos de acuerdo con ella?
  • Tratad de construir una imagen y un texto que represente la otra posición –la de pensar y actuar para lograr un mundo más justo–.

 
q La historia de este curso que termina…
 
Proponemos diversas alternativas para la «revisión del grupo». Podemos comenzar conforme se indica a continuación, con una sencilla actividad…
De pie, por ejemplo, y formando todos los miembros del grupo un corro, con las manos unidas, se indica lo siguiente o algo semejante: cierra los ojos. Imagínate que el grupo ha terminado ya el presente curso de encuentros y reuniones. Os despedís hasta dentro de unos meses. Cada cual recoge ahora mentalmente todo lo realizado a lo largo del año… Al alejaros, cada uno cae en la cuenta de ciertas cosas que lamenta no haber dicho al resto del grupo: hay algunos sentimientos e ideas positivas, algunas acciones, etc., que no ha tenido posibilidad de expresar y hacer. ¿Qué te gustaría decir de todo ello al grupo? (Pausa para que cada cual imagine y piense…). Abrir los ojos. Diálogo y conclusiones. A continuación, revisamos más en concreto a través de «La línea-historia del curso».
 

  • La línea-historia del curso

 
Se puede utilizar la clásica técnica de la línea en un folio: en la parte superior, se representan o escriben los elementos positivos (situaciones, personas, acontecimientos, actitudes…) y los negativos en la inferior. También se puede realizar una sencilla historia de la vida del grupo a lo largo del último año, para hacer el balance del mismo. Podemos comenzar señalando dicho objetivo y algunas pautas para reflexionar sobre la marcha del grupo (tipo: qué experiencias, acciones, etc., volvería a repetir… o suprimiría…). A continuación, se entrega el dibujo de Quino para analizar en concreto el tema de la solidaridad y, en torno a él, todo el camino y compromiso cristiano del último curso:
 

  • Observamos con detenimiento el cómic. Enumerar detalles de la imagen. ¿Quién está caído? Parece un ángel, realidad que asociamos con «lo bueno». Ese ángel caído parece que está apaleado: ¿por quién?
  • Nos centramos en la parte inferior: el periodista de «Radio Z» y las palabras del entrevistado: ¿qué opino sobre ellas?
  • Para cerrar: ¿hemos vivido alguna escena semejante, dentro o fuera del grupo, a lo largo del curso que ahora cerramos? ¿Podemos ver resumido en todo ello tanto el proceso de maduración cristiana como el compromiso como grupo?

 
[1] Este apartado está casi literalmente tomado de: S.A. García San Emeterio, El acompañamiento. Un ministerio de ayuda, Ed. Paulinas, Madrid 2002, 131-132. Se trata de un magnífico «manual» tanto para acompañar como para ir formando acompañantes. En ese sentido surgió y se utiliza dentro del Movimiento de Jóvenes de Acción Católica. En el número 303 (abril ’02) de Misión Joven apareció una breve recensión del libro con un doble error del que pedimos disculpas y ahora corregimos: se escribía misterio por ministerio y San Fernando por San Emeterio.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]