EJERCICIOS ESPIRITUALES MIENTRAS VAMOS DE CAMINO

1 abril 2004

Samuel Segura
 
Descripción de la experiencia
 
La experiencia que ofrecemos consiste básicamente en la realización del Camino de Santiago en clima de oración y reflexión cristiana, desde la dinámica del camino de Jesús con sus discípulos hacia Jerusalén. Éstas serían las características de la experiencia:
– Proponemos un camino de Santiago de seis días: unos 132 kilómetros, suficiente para conseguir la “compostelana”.
– Se parte del monasterio de Samos, ya en país gallego, tras la comida del primer día, para terminar en Santiago, llegando para “besar el santo” y comer.
– La experiencia se basa en la lectura, meditación, oración y reflexión común compartida de los capítulos del evangelio de Lucas que nos hablan del camino de Jesús con sus discípulos a Jerusalén, para consumar su Pascua. Es decir, la mayor parte del material evangélico de Lucas que hay desde la mitad del capítulo 9 hasta el capítulo 19 inclusive. Se obvian los relatos propiamente pascuales (última cena, juicio, muerte, resurrección).
– Cada día se ofrecen dos textos evangélicos de referencia para reflexionar y compartir.
– Las dinámicas a seguir pueden ser variadas, desde las más preparadas atando todos los cabos, hasta las más libres.
 
Puede tratarse de una auténtica experiencia de Ejercicios Espirituales: el animador de la experiencia ofrece dos “charlas” por día, a partir de los dos textos que se ofrecen; tras cada charla el grupo se pone a caminar en silencio reflexionando sobre los textos y la propia charla, en los descansos se pone en común lo reflexionado; en el lugar de destino se tiene, por la tarde la celebración correspondiente (Eucaristía, Reconciliación, celebración de la Palabra,…). Puede ser una experiencia más libre y grupal: se puede partir de la lectura, en clima de oración, del texto de Lucas que corresponda, y la reflexión o comentario posterior, mientras se va de camino.
Puede ser útil elaborar un cuaderno del peregrino para entregar a todos los participantes, y donde se incluyan, entre otras cosas: los materiales que aquí se ofrecen, el texto (¡todos siguiendo la misma traducción, a ser posible la litúrgica!) del evangelio de Lucas que se medita, poemas sobre el peregrino o el camino, canciones para las celebraciones, mapas de situación, hojas limpias para escribir las propias reflexiones, etc.
 
Fácilmente se descubre la oportunidad de unir los dos motivos: el camino de Jesús con sus discípulos a Jerusalén y el camino de los peregrinos a la ciudad de Santiago:
– Jesús toma la determinación firme de ponerse en camino hacia su destino, “porque nunca se ha oído decir que ningún profeta muera fuera de Jerusalén”. Y a lo largo del camino, los discípulos que le acompañan van descubriendo las exigencias del camino interior que supone ser seguidores de Jesús, el Maestro.
– El grupo de peregrinos, toma la decisión de vivir en cristiano la experiencia de ponerse en camino hacia Santiago. Y a lo largo del camino, se le ofrece la maravillosa oportunidad, en este marco único que la propia experiencia conlleva, de descubrir las exigencias de su camino como cristianos, como seguidores de Jesús.
– La meta (Jerusalén, Santiago) es en ambos casos y al mismo tiempo, la coronación del esfuerzo realizado, y la constatación de que el camino de la vida continúa y la cruz siempre está presente en él.
Se comienza con una etapa prólogo: la Transfiguración (“aquí estamos todos, animados a empezar esta experiencia, con todas las fuerzas aún sin gastar, decididos a ponernos en camino, ¡qué bien!”). Y se termina con la alegría de la llegada a la meta, el cansancio acumulado, y el descubrimiento de que la cruz (vivida, presentida y sentida a lo largo del camino) sigue siendo la meta y compañera de camino de la vida del cristiano, desde el comienzo de la experiencia, durante el camino y también al final.
 
Si esta experiencia se realiza durante la semana santa, todavía resulta más significativa. Si el grupo va acompañado de un sacerdote, se facilita la celebración de los oficios. Si se programa debidamente, aún es más enriquecedor que el grupo se una, en las poblaciones de destino, a la celebración del tríduo pascual con todo el pueblo de Dios, coronando a ser posible la ciudad de Santiago el domingo de Resurrección.
 
La experiencia del camino de Santiago es siempre fundamentalmente personal: es cada uno quien lo realiza, quien descubre sus propias vivencias, quien se enriquece. También es personal el camino de reflexión sobre el tema del seguimiento de Jesús que propone el evangelio de Lucas en esos capítulos. La función del animador de la experiencia debe ser favorecer la personalización de la experiencia.
 
Algunas dificultades
 
Algunas dificultades que, desde los resultados de la celebración de la experiencia, pueden anticiparse para quienes se animen a vivirla:
 
– Es importante buscar el sitio adecuado y el ambiente favorable para los momentos de la charla, la celebración, etc. Si se desarrolla en lugares comunes (refugios, por ejemplo), fácilmente puede suceder que la llegada de otros peregrinos interrumpa la realización de esos momentos formativos.
– A veces resulta difícil compaginar el cansancio físico que se va acumulando con la intensidad de la experiencia. El cansancio del cuerpo impide fácilmente la reflexión de la mente y el espíritu, y en ocasiones puede resultar forzado o desaprovechado un comentario o una reflexión, si el grupo ha tenido una jornada de camino muy cansada o accidentada. Es preferible reflexionar sobre lo vivido, que no meter “a calzador” el texto evangélico que “toca”.
– Un gran elemento enriquecedor siempre es la gente con la que se coincide haciendo el camino: conocerlos, hacer etapas comunes, asumir su dinámica,… En este punto, la experiencia que se ofrece hace una opción: proponemos un camino de un grupo con una dinámica propia y una temática muy específica, que debe seguir su propio ritmo y respetarlo mientras sea posible. La coincidencia con otras personas y grupos no puede determinar o cambiar el rumbo de la experiencia.
 
Documentos
 
No se trata de ofrecer, en esta experiencia, el “guiso listo para comer”, sino los “ingredientes”, para que cada grupo “cocine” su propio itinerario. Fundamentalmente, se encuentran en los siguientes documentos:
– Las posibles etapas del camino, con los textos bíblicos por días.
– Unas motivaciones al grupo, para centrar la experiencia y aprovecharla mejor.
– Dos “salmos”: el del “camino”, donde se recogen algunas de las expresiones sálmicas que utilizan la imagen del camino (apropiado para los momentos de caminata y de oración personal o comunitaria), y el de “llegada”, para cuando se avistan, desde el monte del Gozo, las torres de la catedral de Santiago, se recorren las calles y se llega al umbral del pórtico de la Gloria.
 
Entre los documentos o materiales que se entregan a todos, se pueden añadir algunos poemas del camino, textos, testimonios, experiencias realizadas por otros peregrinos. La creatividad del grupo sabrá seleccionar éstos y otros materiales para ofrecer una experiencia que pueda resultar muy significativa para todos los participantes.
 

  •  Etapas del camino y textos de Lucas de referencia:

 
Primera etapa
 
Primer día:
– Recorrido: Samos-Sarria (10 km)
– Texto 1 : Prólogo: “Qué bien se está aquí” (Lc 9, 28-36)
– Texto 2: Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén (Lc 9, 51-56)
 
Segundo día:
– Recorrido: Sarriá-Portomarín (24 km)
– Texto 1: Las condiciones del seguimiento (9, 57-62)
– Texto 2: Los primeros frutos del seguimiento (10, 1-24)
 
Tercer día:
– Recorrido: Portomarín-Palas do Rei (26 km)
– Texto 1: ¿Cómo alcanzar la vida eterna? (Lc 10, 25-37; 18, 18-29)
– Texto 2: Enséñanos a orar (Lc 11, 11-13; 10, 38-42; 18, 1-14)
 
Segunda etapa
 
Cuarto día:
– Recorrido: Palas do Rei-Arzúa (31 km)
– Texto 1: Invitados al banquete del Reino (Lc 13, 22-30; 14, 15-24)
– Texto 2: Más condiciones del seguimiento (Lc 14, 25-33)
 
Quinto día:
– Recorrido: Arzúa-Arca do Pino (20 km)
– Texto 1: El banquete de la misericordia (Lc 15, 1-10)
– Texto 2: El grito de los pobres (Lc 16, 19-31; 18, 1b-8)
 
Tercera etapa
 
Sexto día:
– Recorrido: Arca do Pino-SANTIAGO (21 km)
– Texto 1: Una muerte anunciada (Lc 18, 31-34)
– Texto 2: Epílogo: La meta es una cruz (Lc 19, 29-44)
 
Motivaciones para la reflexión
 
Vas a dejar la vida fácil, cómoda, sedentaria, consumista y monótona de la ciudad… y te vas a poner en camino. Un camino que a veces será difícil, incómodo, dinámico, sacrificado, siempre lleno de novedad. El peregrino es, esencialmente, alguien desinstalado, desasido de las cosas y asido a las novedades que le presenta su incesante caminar. Es lo que Jesús te pide, si te acercas a Él con algo más que curiosidad hacia su persona: que te conviertas en su seguidor. Y esto supone que dejes atrás tantas cosas, y le tengas a Él y a su mensaje como único punto de referencia.
 
El camino de Santiago es un paradigma del propio camino de tu vida, con sus vaivenes, sus cambios, sus metas (volantes y finales), sus incertidumbres. Caminar es vivir. Tu camino como cristiano, es decir, como seguidor de Jesús, no va paralelo al camino de tu propia vida, sino que está llamado a coincidir. Desde el camino de seguimiento de Jesús, como cristiano debes entender y vivir tu acontecer vital.
 
Junto al camino exterior que hacen tus pies y tu cuerpo, que hace el paisaje que atraviesas… realiza también un camino interior: explórate por dentro, recórrete de principio a fin. Y descubre dentro de ti a Aquel por quien vivimos y existimos, a Aquel que te ha mirado a los ojos con cariño, y te ha dicho: “Ven, y sígueme”.
 
El camino es purificador. Desgastando tus pies por los caminos y calzadas, desgasta también al hombre viejo que llevas en ti. Con el esfuerzo, el dolor y el sacrificio de las horas de camino, ve purificando en ti todo aquello que constituye un lastre o un obstáculo al seguimiento de Jesús. Rompe las inercias y sigue caminando, sigue intentando una y otra vez no perder el paso de Jesús que camina, resueltamente, delante de ti.
 
El camino de Santiago, como el camino de seguimiento de Jesús, es una auténtica escuela de fe y de vida. Te enseña a:
– prescindir de muchas cosas, e ir ligero de equipaje,
– convivir más estrechamente con los demás,
– asumir el valor salvador y purificador del dolor y el sacrificio,
– tener tus metas, ideales, y luchar por conseguirlas, sin desesperar ni renunciar a pesar de los fallos;
– distinguir lo sustancial de lo superficial,
– conocerte a ti mismo, tu propia capacidad de sufrimiento y aquello de lo que eres capaz, aunque nunca lo hubieras imaginado,
– encontrarte con los que caminan a tu lado, y a través de ellos, con Jesús.
 
Para el auténtico peregrino, todo es significativo en el camino: cada paisaje, cada árbol, cada conversación con otro caminante o habitante del lugar. Cada canción, cada broma, cada narración, cada puesta del sol, cada dura subida,… Para el auténtico seguidor de Jesús, todo esto es símbolo de su presencia, palabra que te dirige, ocasión para el seguimiento renovado. ¡No pierdas detalle de todo lo que vivas! Desde los momentos más gozosos, hasta los más dolorosos. Los momentos de desánimo, y aquellos en los que la meta se ve ya cercana.
 
No hay un camino a Santiago. Hay tantos, como peregrinos pasaron y pasarán por él. Porque “nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy” (León Felipe). No hay un único modelo de cristiano. Cada uno sigue a Cristo a su manera, a su paso. No se trata de imitar a nadie, sino de embarcarse en la aventura de hacer el camino. Ser peregrino es elegir libremente caminar hacia Santiago, salir de la pasividad o la inercia. Elegir un camino es dejar otros. Si te sientas en el camino para descansar, que sea de frente a lo que aún has de andar y de espaldas a lo que llevas caminado. Elegir ser cristiano, es ponerse en marcha con Jesús hacia Jerusalén, desde la dinámica del seguimiento. Y si pones la mano en el arado del seguimiento, mira siempre hacia delante. Allá, al final del horizonte, está la meta: una cruz gloriosa.
 

  •  Salmo del Camino

 
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad (S 24).
Dichoso el hombre que no entra en la senda de los pecadores… porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal (S 1).
Señor, guíame con tu justicia, porque tengo enemigos: alláname tu camino (S 5).
Dichoso el que con vida intachable camina en la ley del Señor. Ojalá esté firme mi camino para cumplir tus consignas. Mi alegría es el camino de tus preceptos, más que todas las riquezas. Escogí el camino verdadero y he tenido presente tus decretos. Correré por el camino del Señor cuando me ensanches el corazón. Guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo (S 118).
El Señor retribuyó mi justicia, porque seguí el camino del Señor y no me aparté de sus preceptos (S 17).
Según tus mandatos, yo me he mantenido en la senda establecida. Mis pies estuvieron firmes en tus caminos y no vacilaron mis pasos (S 16).
Señor, enséñame tu camino, guíame por la senda llana, porque tengo enemigos (S 26)
Perfecto es el camino del Señor (S 17).
Dios me ciñe de valor y me enseña un camino perfecto: Él me da piernas de ciervo y me coloca en las alturas. Ensanchaste el camino a mis pasos y no flaquearon mis tobillos (S 17).
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad (S 24).
El Señor es bueno y recto y enseña su camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes (S 24).
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos (S 24).
Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir, fijaré en ti mis ojos (S 31).
Enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti (S 50).
Hazme justicia, Señor, que camino en la inocencia; confiando en el Señor, no me he desviado. Tengo ante los ojos tu bondad y camino en tu verdad.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia (S 15).
Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo por el honor de su nombre (S 22).
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío (S 41).
Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque Tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan (S 22).
Encomienda tu camino al Señor, confía en Él, y Él actuará (S 36).
El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos; si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano (S 36).
Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué Dios es grande como nuestro Dios? (S 76).
Confía en el Señor, sigue su camino (S 36).
He examinado mi camino para enderezar mis pies a tus preceptos. Aparto mi pie de toda senda mala, para guardar tu palabra. Guardo tus decretos y Tú tienes presente mis caminos (S 118).
Conozca la tierra tus caminos (S 66).
No permitirá que resbale tu pie… El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha. De día, el sol no te hará daño, ni la luna de noche (S 120).
Guió por el desierto a su pueblo, porque es eterna su misericordia (S 135).
El Señor es justo en todos sus caminos, bondadoso en todas sus acciones (S 144).
Al que sigue el buen camino le haré ver la salvación de Dios (S 49).
Bendito el Señor cada día: Dios lleva nuestras cargas (S 67).
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, Oh Señor, a la luz de tu rostro (S 88).
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad (S 85).
Al ir iba llorando, llevando la semilla; al volver vuelve cantando, trayendo sus gavillas (S 125).
Erraban por un desierto solitario, no encontraban el camino de ciudad habitada; pero gritaron al Señor, y Él los guió por un camino derecho (S 106).
El que sigue un camino perfecto, ése me servirá (S 100).
Cuando camino entre peligros, me conservas la vida (S 137).
Distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares (S 138).
Indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma hacia ti (S 142).
Mira si mi camino se desvía: guíame por el camino eterno (S 138).
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos (S 127).
El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan (S 144).
El Señor es justo en todos sus caminos (S 144).
A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas para que tu pie no tropiece en la piedra (S 90)
Alláname tu camino (S 5).
Afianzó mis pies sobre roca y aseguró mis pasos (S 39).
El Señor guarda a los peregrinos (S 145).
 

  •  Salmo de llegada

 
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén (S 122).
Abridme las puertas del triunfo y entraré para dar gracias al Señor. Ésta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella (S 117).
Bendito el que viene en nombre del Señor. Os bendecimos desde la casa del Señor. El Señor es Dios, Él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios; Dios mío, yo te ensalzo (S 117).
Yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa, me postraré ante tu Templo santo con toda reverencia (S 5).
Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. ¡Portones, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la Gloria!
¿Quién es ese Rey de la Gloria?
El Señor de los ejércitos, Él es el Rey de la Gloria (S 23).
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su Templo (S 26).
Dad la vuelta en torno a Sión contando sus torreones; fijaos en sus baluartes, observad sus palacios, para poder decirle a la próxima generación: “Este es el Señor, nuestro Dios. Él nos guiará por siempre jamás” (S 47).
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre (S 99).
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén (S 115).
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación: cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis; caminan de baluarte en baluarte hasta ver a Dios en Sión (S 83).
Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!, hacia el santuario. En el bullicio de la fiesta, bendecid a Dios, al Señor, estirpe de Israel. Desde el santuario, Dios impone reverencia (S 67).
Yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa, me postraré ante tu templo santo con toda reverencia (S 5).
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta: allá suben las tribus, las tribus del Señor (S 122).
Por mis hermanos y compañeros voy a decir: “La paz contigo: por la casa del Señor nuestro Dios, te deseo todo bien” (S 122).