El abecedario de Dios

1 diciembre 1999

CATEQUESIS–CELEBRACIÓN

 
¿Cómo se reza? ¿Qué hay que decir en la oración? Son dos preguntas que me hizo no hace mucho un chico. Su rostro y su mirada, transparentes, manifestaban un deseo sincero de rezar bien. Yo le respondí algo parecido a esto: «Si Dios es Padre y Madre, escucha a Dios y cuéntale tus cosas, como haces con tus padres. Y, sobre todo, déjate querer por él». A los pocos días, un buen amigo sacerdote me enviaba una página de Paulo Coelho, que expresa esta verdad con el lenguaje narrativo, que tanto llega a pequeños y a mayores en nuestras reuniones. Nació así la presente «catequesis-celebración».
 
 
1  Objetivos y destinatarios
 
El principal objetivo: considerar la oración como algo sencillo, como un estar con el Amigo o ponerse en manos de un Dios Padre-Madre, que sabe, mejor que nosotros mismos, lo que necesitamos.
Después, adentrarse en la oración del corazón. La mejor oración se hace con el corazón y no requiere palabras técnicas. Se trata de dejar hacer y decir a Dios.
 
Este lenguaje lo entienden los niños y los adultos. Se trata de adaptar, de forma creativa, la experiencia a cada grupo. Hay que tener siempre en cuenta la edad, el número de participantes, la confianza entre sus miembros, el espacio, el tiempo de que se dispone, etc.
 
 
2 Ambientación
 
Desparramar sueltas, por el suelo, todas las letras del abecedario, pintadas en papel. Según el número de participantes, preparar uno o más abecedarios (si la experiencia se hace con niños muy pequeños, las letras pueden estar en una cartelera).
Poner a disposición de los participantes folios y bolígrafos, si se han crear diferentes finales.
 
 
3 Desarrollo de la experiencia
 
El animador puede ambientar el encuentro con las palabras inciales de esta catequesis-celebración, usadas con libertad y adaptándolas a la realidad del grupo. A continuación se procede a una lectura pausada de la narración que sigue, creando un clima oracional, con fondo musical (leer la narración, preferiblemente, en forma dialogada: N. = Narrador; S. = Sacerdote; T. = Todos). Si el grupo es numeroso y demasiado infantil, es conveniente que el papel de niño lo haga una sola persona. Esto favorecerá la atención de todo el grupo y evitará el ruido de papeles.
El animador decidirá si se lee toda la narración o sólo la parte para la que hay que inventar distintos finales.
 
Narración
 
N.– En el barrio más pobre de Río de Janeiro, se reunieron unos obreros en la Nochebuena para celebrar en la iglesia la misa de Navidad.
S.– Siempre está viva la fe en el corazón de las personas.
N.– Dijo el sacerdote al ver la Iglesia llena. Y se sintió muy confortado Con paso digno, llegó al centro del altar.
T.– A, b, c, d…
N.– El que hablaba era, al parecer, un niño, que al fondo de la iglesia perturbaba la solemnidad del rito. Los asistentes se volvieron hacia atrás, algo molestos. Pero la voz continuaba.
T.– A, b, c, d…
S.– ¡Cállate!
N.– Dijo el cura. El niño se sintió sorprendido. Lanzó una mirada temerosa a su alrededor y su rostro enrojeció de vergüenza.
S.– ¿Qué haces? ¿ No ves que estorbas nuestras oraciones?
N.– El niño bajó la cabeza y unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
S.– ¿Dónde está tu madre? ¿No te ha enseñado a rezar y a participar en la misa?
N.– Con la cabeza baja, el niño respondió.
T.– Perdóneme, padre, pero nadie me ha enseñado a rezar. He crecido en la calle, sin padre ni madre. Hoy, como es Navidad, tenía necesidad de conversar con Dios. Pero no sé en qué lengua habla él; por eso digo sólo las pocas letras que yo sé. He pensado que él podría tomar esas letras y formar las palabras y frases que le gusten.
N.– El niño se levantó y dijo.
T.– Me voy. No quiero molestar a estas personas que saben cómo hay que hablar con Dios.
S.– El sacerdote le dijo: «Ven conmigo».
N.– Tomó al niño de la mano y lo condujo hasta el altar. Después, habló así a los fieles. (Crear otros finales, antes de leer el del autor.)
S.– Esta noche, antes de celebrar la misa, vamos a rezar una plegaria especial. Vamos a dejar a Dios que escriba lo que él desea oír. Cada letra corresponderá a un momento del año en el que logramos hacer una buena acción, luchar con coraje para realizar un sueño o decir una oración sin palabras. Y le pediremos que ponga en orden las letras de nuestra vida. Vamos a pedir en nuestro corazón que esas letras le permitan crear las palabras y las frases que a él le agraden. Con los ojos cerrados, el cura se puso a recitar el alfabeto. Y, a su vez, toda la iglesia repitió.
T.– A, b, c, d…
 
4 Oración y comunicación
 
Tras dejar unos minutos de reflexión personal para que cale lo leído, se invita al grupo a expresar los sentimientos, reflexiones, retazos de vida y evangelio, que sugiere esta historia.
Igualmente, según la edad y el número de los participantes, puede dejarse un tiempo prudencial para crear —personalmente o en pequeños grupos— distintos finales para leerlos después (esto supone tener preparadas hojas y bolígrafos para los que quieran escribir).
 
Tras ello, llegamos al momento más importante de esta oración. Se trata de hacer experiencia de lo que Dios nos ha dicho a través de esta narración. Durante este rato, lo verdaderamente importante es que cada uno de nosotros ponga su vida —sus letras— en manos de Dios.
Proponemos diversas experiencias. No es preciso hacerlas todas. Si el grupo es muy sencillo, habrá que irle proporcionando pistas que faciliten el trabajo, por ejemplo, leyendo algunas frases breves del Evangelio. El ritmo, según la capacidad de silencio del grupo, lo marcará el animador. Puede ponerse una música suave de fondo.
El animador invita a ir cogiendo —o pensando— alguna letra para cada una de estas experiencias:
 
– Palabras que Dios dijo a Jesús (por ejemplo: Hijo Amado).
– Palabras que Jesús y María dijeron y le gustan a Dios (por ejemplo: Abbá, hágase, sí).
– Palabras que gritan a Dios los marginados (parados, hambrientos, enfermos, etc.).
– Palabras que decimos a Dios para pedir… (por padres, amigos, gobernantes, etc.).
– Palabras que presiento que Dios me dice.
– Palabras de mi vida que no le gustan a Dios.
– Palabras de mi vida que hacen sonreír a Dios y le hacen feliz.
– Palabras que Dios espera de mí.
– Palabras que…
 
Algunas de estas experiencias, las más sencillas, pueden hacerse también con pequeños, pero de forma más dinámica, introduciendo alguna otra actividad: recortar letras, pintarlas, escribir palabras dentro de la letra recortada, hacer algún colgante con la forma de una letra, rezar la letra inicial del nombre de los padres, etc.
 
Valdría la pena acabar este rato de silencio oracional comunicando la experiencia. En cualquier caso, antes de marchar, cada uno coge una letra que exprese algo y se la lleva como recuerdo y compromiso.