EL ATRIO DE LOS GENTILES

1 mayo 2012

José Joaquín Gómez Palacios, sdb.
Encargado de Escuelas Salesianos Valencia
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Universalismo y relación entre lo sagrado y lo profano son las principales aportaciones que el autor encuentra en el Atrio de los gentiles del templo de Israel. A partir de aquí se pregunta por posibles personas que pudieran hoy ocupar este espacio.
 
Introducción
El Atrio de los Gentiles fue originariamente un amplio espacio físico situado en el grandioso Templo de Jerusalén reconstruido por Herodes.
Los círculos cristianos actuales han recuperado aquel antiguo lugar como símbolo abierto al futuro. La imagen del Atrio de los Gentiles quiere concretar un nuevo proyecto: la apertura de la Iglesia a un diálogo abierto y sincero con los no creyentes. La necesidad de este diálogo no es totalmente nueva; apareció en 1965, tras la encíclica “Ecclesiam Suam” de Pablo VI y la constitución “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II.
El presente artículo describe en su primera parte aquella realidad; reflexiona sobre ella; la comprende como concreción del universalismo iniciado por los profetas; y dibuja el perfil de algunas figuras anónimas que transitaron por aquel espacio de intersección entre lo profano y lo sagrado.
En una segunda parte intenta describir una serie de personajes que deambulan actualmente por el nuevo Atrio de los Gentiles.
 

  1. El Templo de Herodes

Cuando los romanos pasaron a controlar el territorio de Judá, impusieron como rey a Herodes el Grande (El Mayor). Éste personaje ha pasado a la historia como un monarca cruel y sanguinario. Asesinó a los últimos descendientes de la monarquía asmonea, incluida a su esposa Mariamme y a los dos hijos que tuvo de ella. Vivió obsesionado con que alguien pudiera arrebatarle el trono.
De origen idumeo, quiso congraciarse con el pueblo judío. Para ello decidió convertir el humilde templo de Jerusalén en la magnífica y suntuosa “Casa de Yahvé”. No escatimó medios. Inició una construcción de nueva planta sobre el solar del antiguo templo. Contrató a unos 10.000 trabajadores. Para congraciarse con las normas rituales de Israel, hizo instruir en técnicas de construcción a más de mil sacerdotes. De esta forma, las partes sagradas del Templo fueron erigidas por manos santificadas.
Aquel magnífico Templo de Jerusalén era de planta rectangular. Medía unos 440 metros de longitud por 380 metros de anchura. Su superficie estaba rodeada por cuatro pórticos sostenidos por altas y bellas columnatas.
En su centro se erigía el Santuario formado por: el santo de los santos, el altar de los sacrificios, el atrio de los sacerdotes, el atrio de los hombres y el atrio de las mujeres. Rodeando al núcleo sacro se extendía un gran patio abierto llamado “Atrio de los Gentiles”, o también “de los paganos” o “de las naciones”. Recibía este nombre porque a él podían acceder libremente “gentes” de toda raza y religión (gentiles), aunque no fueran judíos. No obstante los gentiles tenían prohibido adentrarse en la parte sagrada del Templo, bajo pena de muerte. Se conservan dos de las lápidas que así lo notificaban: “Ningún extranjero puede atravesar esta balaustrada que rodea al Santuario. Quien sea sorprendido será reo de muerte”.
 

  1. El Atrio de los Gentiles

 
El Atrio de los Gentiles estaba rodeado por cuatro pórticos de esbeltas columnas que enmarcaban el amplio perímetro del Templo. En ellos se desarrollaba gran parte de la vida religiosa, social y comercial de la ciudad de Jerusalén, que latía y crecía al ritmo de liturgias y festividades. Porque Jerusalén no era una ciudad que poseyera un gran santuario, sino una ciudad adosada a aquella espectacular arquitectura religiosa.
Para comprender la importancia del Atrio de los Gentiles, es necesario detenerse en los cuatro pórticos que le limitaban. En ellos se mezclaban elementos religiosos, sociales, éticos, filosóficos, comerciales… Era el reflejo cultural y religioso de la época.
 
a) El Pórtico de Salomón
Pórtico magnífico extendido a lo largo de 400 metros y situado al este del Templo. Estaba sostenido por dos filas de columnas de unos 12 metros de altura. Debía su nombre al rey Salomón, paradigma de la sabiduría. En él se reunían los maestros de la Ley (Torá) para debatir cuestiones religiosas de actualidad, que no eran otras que aquellas de las que Jesús de Nazareth discutía con los maestros de la ley, escribas y fariseos. ¿De los 613 mandamientos, resultantes de unir la tradición escrita con la oral, cuál es el más importante? ¿Quién es mi prójimo? ¿Qué trabajos pueden realizarse en sábado sin vulnerar la ley? ¿Cómo realizar dignamente el ayuno, la limosna y la oración? ¿Es justa la exclusión social y religiosa a la que se están sometidos ciegos, paralítico, leprosos…? ¿Qué consideración merecen los “temerosos de Dios”, es decir con aquellos extranjeros que simpatizan con la Ley de Yahvé pero que no son judíos ni de etnia ni de religión?… Los temas candentes de la época eran debatidos en este pórtico.
Tras la muerte y resurrección de Jesús fue lugar de reunión para la primera comunidad judeocristiana, tal como se narra en los Hechos de los Apóstoles.
 
b) Pórtico real
Situado en la parte sur del templo. Grandioso y espectacular. Estaba sustentado por cuatro filas de columnas que daban soporte a tres alturas. Ejercía como escuela superior de religión. En él proponían su doctrina los grandes maestros de la Ley.
 
c) El pórtico occidental
El panorama cambiaba en este largo pórtico situado al oeste del Templo En su interior se ubicaban quienes vendían los elementos necesarios para los sacrificios: vino, palomas, corderos y cabritos; monopolios gestionados por la clase sacerdotal. En él se alineaban también las múltiples mesas para el cambio de moneda, porque la compra de animales para sacrificios y ofrendas tan sólo podía realizarse con moneda acuñada por el Templo: el siclo de plata. Es fácil imaginar el alboroto producido por tales puestos, y la reacción de Jesús en su intento de “purificar el Templo” expulsando a vendedores y cambistas.
 

  1. Luces y sombras del Templo
  2. a) El lugar de la presencia de Yahvé

El Templo de Jerusalén era el único lugar donde radicaba la presencia de Yahvé, según las creencias del pueblo de Israel. Auténtico “axis mundi” de Israel, orientaba el espacio y sacralizaba el territorio. Las festividades celebradas en él, marcaban el ritmo del tiempo. Como lugar sagrado, exigía un alto nivel de pureza ritual.
Los judíos residentes en Israel peregrinaban anualmente al Templo. Quienes vivían fuera de sus fronteras debían visitarlo en alguna ocasión a lo largo de su vida.
A pesar de las muchas adherencias profanas, fue siempre el lugar sagrado por antonomasia donde se hacía presente la presencia de Dios. En él se hallaban objetos santos; memoria de la acciones salvadoras: el arca de la alianza, las tablas de piedra donde estaba cincelada la Ley de Dios, el maná del desierto, el bastón de Moisés…
 

  1. b) Las adherencias profanas

Su fuerte ascendente religioso no ocultaba múltiples aspectos profanos. Buena muestra de ello era el Tesoro del Templo. Los judíos de la diáspora, (aquellos que habitaban fuera de Israel) depositaban sus riquezas en Templo, como si de un banco se tratara. Esta circunstancia le convertía en la entidad financiera más importante de Oriente Medio. Los arqueólogos han hallado un enigmático “Libro de Cobre”; plancha de este metal que cita 64 lugares secretos del desierto donde probablemente se escondían los tesoros del Templo durante las invasiones.
La riqueza del Templo no terminaba aquí. De los animales sacrificados se derivaba un floreciente comercio de curtido de pieles controlado por los sacerdotes. Así mismo, los peregrinos depositaban limosnas en trece grandes “gazofilacios” o lugares para recoger las donaciones. Los peregrinos pagaban al Templo el diezmo de sus riquezas y transacciones comerciales.
 

  1. Primeras correcciones a la cerrada sacralidad del Templo

Los profetas del antiguo pueblo de Israel, muchos siglos antes de que naciera Jesús de Nazareth, iniciaron las primeras correcciones a una cerrada concepción del Templo y del culto realizado en él. Alertaron del peligro de una religiosidad que, centrándose en aspectos rituales, olvidaba la misericordia, la justicia y el derecho. Proclamaron que la salvación de Dios es histórica, abierta al mundo y a la humanidad; una salvación que debe concretarse en una ética, -personal y social-, fundamentada en la honradez y comprometida con la acogida y la defensa de la dignidad y el derecho de los más débiles.
La recia corriente del profetismo no sólo consagró el Atrio de los Gentiles como espacio abierto, sino que fue más allá: dotó de validez sagrada a las relaciones sociales. Abrieron los cerrados muros del integrismo judío a la universalidad. Son múltiples las llamadas de atención a quienes, frecuentando asiduamente el Tempo, olvidaban el significado profundo de la fe en el Dios de la misericordia, la justicia y el derecho.
De los múltiples textos orientados en esta línea, se muestran algunos:
 
“No confiéis en esos que os engañan diciendo: ¡Aquí está el templo del Señor, aquí está el     templo del Señor! ‘Si mejoráis vuestra vida y vuestras obras; si sois justos los unos con los      otros; si no explotáis a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas; si no matáis a gente           inocente en este lugar ni dais culto a otros dioses, os dejaré seguir viviendo aquí ( ).
 ‘Vosotros confiáis en palabras engañosas que no os sirven de nada. Robáis, matáis,   cometéis adulterio, juráis en falso ( ), y después venís a este templo que me está dedicado, a       presentaros ante mí. Creéis que aquí estáis seguros; creéis que podéis seguir haciendo esas           cosas que yo no soporto. ¿Acaso pensáis que este templo que me está dedicado es una cueva       de ladrones? Yo he visto todo eso… (Jeremías 7, 1-11)
 
          “Desprecio las fiestas religiosas que celebráis; me disgustan vuestras reuniones solemnes.    No quiero los holocaustos que ofrecéis en mi honor ( ) ¡Alejad de mí el ruido de vuestros         cantos! ¡No quiero oír el sonido de vuestras arpas!
          Pero que fluya como agua la justicia, y la honradez como un manantial inagotable. (Amós     5, 21-24)
 
En el Atrio de los Gentiles que conoció Jesús de Nazareth, hallaba cumplimiento la antigua profecía de Isaías en la que el comportamiento ético abre las puertas del Templo a todas las naciones:
 
          “En los últimos tiempos estará firme el monte donde se halla el Templo del Señor. Todas las           naciones vendrán a él;  pueblos numerosos llegarán, diciendo: ‘Venid, subamos al monte del Señor, al Templo del Dios de Jacob, para que Él nos enseñe sus caminos’. El Señor           juzgará entre las naciones. De las espadas forjarán arados, de sus lanzas, podaderas           (hoces). No alzará la espada pueblo contra pueblo y ya no se adiestrarán para la guerra”      (Isaías 2, 1-5)
 

  1. El Atrio de los Gentiles, espacio universal

Atrio de los Gentiles conservó en él esta propuesta a la universalidad de algunos textos proféticos. En él se producía la intersección entre lo sagrado y lo profano. Las personas de buena voluntad, fuesen o no israelitas, tenían cabida en sus pórticos. Con lenguaje actual se le podría denominar como un espacio de mestizaje cultural, étnico, religioso, económico… A él accedían personas de diversa índole y situación:
 
–          Los judíos piadosos y humildes que, en su pobreza, tan sólo podían ofrecer una tórtola como sacrificio.
–          Los sabios maestros de la Ley ocupados en interpretar la Escritura y mostrar a sus discípulos los rectos caminos de la Ley del Señor.
–          Los sencillos campesinos deslumbrados por el color blanco y dorado de aquellas magníficas construcciones.
–          Las mujeres que encontraban en Dios la comprensión que les negaba una sociedad patriarcal.
–          Los extranjeros “temerosos de Dios” que, tras haber descubierto al Dios de Israel, se hallaban en proceso de conversión.
–          Los fariseos, empeñados en asimilar la fidelidad a Yahvé con el cumplimiento escrupuloso de normas y preceptos como camino de justificación.
–          Los ricos judíos nostálgicos de su tierra que, habiendo hecho fortuna en lejanas ciudades, buscaban un lugar seguro en el que invertir sus riquezas al tiempo que renovaban sus raíces religiosas y étnicas.
–          Los cambistas ansiosos de obtener beneficios a costa del comercio sagrado.
–          Los adoradores de divinidades extranjeras llegados ocasionalmente a la ciudad santa siguiendo los itinerarios de las caravanas que transitaban por el desierto.
–          Las personas de cultura griega, que aunque orgullosas de sus filósofos y divinidades, admiraban también a aquella religión ancestral.
 

  1. El Atrio de los Gentiles, símbolo y propuesta

A este espacio frontera entre lo profano y lo sagrado se refirió el Papa Benedicto XVI en su discurso a la Curia Romana con motivo de la felicitación navideña de 22 de diciembre de 2009. En ella invitó a la Iglesia a abrir un “Atrio de los Gentiles” donde acoger a los no creyentes y ateos que de alguna manera buscan a Dios.
Esta iniciativa tiene importantes antecedentes. Recoge la herencia del antiguo “Secretariado para los no Creyentes”, instituido por Pablo VI en el año 1965, haciéndose eco de la encíclica Eclesiam Suam y la constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II. Ya entonces se sugería a la Iglesia un triple diálogo: con las iglesias cristianas; con los creyentes de otras religiones; con las personas de buena voluntad que no practican religión alguna.
 
a) Un proyecto con inicios prometedores
La idea ha sido acogida con esperanza porque condensa el deseo de un diálogo abierto. Inició su andadura en París durante el mes de marzo de 2011. Los lugares elegidos para el lanzamiento de la iniciativa estaban cargados de significado: la Universidad de la Sorbona, el Instituto de Francia y la sede de la UNESCO… Entre los primeros relatores había personalidades del mundo de la política, la filosofía, la sociología y diversas ciencias.
El Consejo Pontificio de la Cultura, heredero del Secretariado para los no Creyentes, tiene la misión de desarrollar esta iniciativa: promover el estudio del problema de la no creencia y la indiferencia religiosa presente, bajo diversas formas y en diversos ambientes culturales. Investigar causas y consecuencias y entablar un diálogo con quienes no creen en Dios, o no profesan religión alguna, pero permanecen abiertos a una sincera colaboración.
 
b) Un propuesta nacida desde el respeto
El Atrio de los Gentiles nace de una preocupación por aquellas personas que no creen. Pero no se trata de un proceso de conquista, sino de un diálogo sincero en el que la Iglesia, al tiempo que muestra su identidad, respeta la voluntad y libertad de toda persona. La iniciativa no busca ateos domesticados que desempeñen un papel secundario en un simulacro de diálogo.
Los destinatarios son aquellas personas que, sintiendo la religión como algo ajeno, y a Dios como un desconocido, no se contentan con un tosco materialismo que empobrece al ser humano.
 
c) Espacio abierto para un diálogo sincero
El Atrio de los Gentiles presupone apertura de mente y deseo de diálogo. Sin estar cerrado a nadie, quienes se mueven en posturas fundamentalistas y promueven campañas denigratorias que no respetan a otras creencias, difícilmente querrán acercarse a él. Quizás se excluyen a sí mismos quienes, anclados en un ateísmo obsoleto y agresivo, carecen de respeto a la pluralidad de creencias.
 

  1. Aproximación a un Atrio de los Gentiles popular

La idea, tal como se ha desarrollado hasta la fecha, se mueve entre las altas esferas del pensamiento europeo. Quienes han realizado sus aportaciones forman parte de una elite de pensadores. Son importantes los pasos que se están dando. Pero convendría que la propuesta se difundiera y llegara a la base de las iglesias locales.
A continuación se reflexiona sobre un Atrio de los Gentiles que pueda tener lugar en los locales de cualquier parroquia de barrio o en el seno de una comunidad educativa comprometida con la educación humana y cristiana de niños y jóvenes.
Sin ánimo de hacer una descripción exhaustiva, se aportan algunos elementos de intersección donde creyentes y no creyentes, desde el respeto mutuo, pueden otear un horizonte de futuro capaz de dotar de densidad a la persona humana y promover su dignidad.
 
7.1.          Personas en búsqueda de sentido
Es fácil hallar en el “Atrio de los Gentiles” a personas que deambulan por él en búsqueda constante. Caminan a tientas intentando vislumbrar nuevos paisajes por los que orientar la existencia.
Cada vez son más las personas, especialmente jóvenes, que han renunciado a las certezas de antaño: certezas religiosas, culturales, políticas, sociales, históricas… Prolifera la  tendencia a cuestionar los paradigmas que sustentaron el entramado ideológico de otras épocas. Ello ha creado un tiempo de escepticismo. Todo es relativo. Cualquier opinión vale tanto como las demás. Esta tendencia es fruto de la posmodernidad. Atrás quedó el optimismo fundamentado en la certeza de que el progreso de la ciencia, la tecnología y la razón servirían para resolver los problemas de la humanidad. Las ideologías (grandes palabras y meta-relatos) son fuertemente cuestionadas.
La vida de muchos contemporáneos ya no bebe del manantial de las certezas de un pasado que desconocen. Pero tampoco puede apoyarse en un futuro inexistente. Se debaten en el presente. Se convierten en “nómadas con ideologías portátiles”.
En su búsqueda de sentido, algunos confieren valor absoluto a los pequeños momentos fugaces de la vida: la diversión, el afecto, el culto al cuerpo, la posesión de objetos, el consumo compulsivo, el deporte… Al no conseguir sustentar en ellos la densidad existencial, pasan de unos a otros sin anclar la existencia en ninguno de ellos. Los más jóvenes, que nunca han conocido una estructuración ideológica estable, perciben la vida como un “zapping existencial”. Es decir, como un trasiego compulsivo de ideas, certezas, afectos y situaciones.
 
7.2.          Personas anhelantes de espiritualidad
 
En Atrio de los Gentiles flota el anhelo de la espiritualidad. Gentes de diversas clases y condiciones transitan por él con la mirada puesta en este ideal ampliamente presentido. Algunas de estas personas abandonaron la práctica religiosa, otras permanecen en ella, las hay que nunca la tuvieron… El  gran deseo de espiritualidad de este grupo, se manifiesta de formas muy diversas.
 
–          Unas personas perciben la espiritualidad como una fuerza interior que les ayude afrontar la vida.
–          Otras buscan una cierta paz interior para mantenerse en pie frente a los vendavales del miedo, la angustia o la incertidumbre de un mundo cambiante.
–          Hay quienes anhelan entrar en contacto con el “misterio”. Es decir, con esa dimensión que se halla más allá de lo que se puede ver, oír, tocar, consumir… Buena parte de este grupo fueron personas religiosas, pero se cansaron de una Iglesia que, llevada por el racionalismo, ha intentado explicar todo, hasta “El Misterio”.
–          Un numeroso grupo anhela un poco de armonía a través del contacto con la naturaleza. Ahítos del vértigo trepidante al que les somete la cultura de producción y consumo, se sumergen en una espiritualidad de corte panteísta. Añoran estar en unión, y casi diluirse, con el universo natural del que forman parte.
–          Gran parte de estas gentes suspiran por una espiritualidad “terapéutica” que sane y recomponga su núcleo personal; fragmentado por una cultura que ignora que la persona es un ecosistema.
 
A modo de interrogante. ¿Frecuentan también el Atrio de los Gentiles aquellos a quienes el deseo de espiritualidad les llevó a traspasar la frontera de lo racional  para adentrarse por mundos mágicos y paranormales? Sus manifestaciones se revisten con múltiples ropajes, algunos de ellos arcaicos y casi infantiles: magia, hechicería, quiromancia, tarot, cartas astrales, comunicación con los muertos, fenómenos paranormales, supersticiones…
Quienes se hallan sumergidos en estas prácticas suelen mostrar gran dosis de credulidad y escaso filtro crítico… pero muy poca estima por un sentido de la vida recio y comprometido. Recurren a “tecnologías espirituales y paranormales” que son hábilmente utilizadas por personas sin escrúpulos que se aprovechan del ansia y la curiosidad humana por acceder a una dimensión espiritual.
 
7.3.          Personas que desean recuperar “un suplemento de alma”
De tanto en tanto es fácil hallar en el Atrio de los Gentiles a un grupo de personas preocupado por descubrir “lo religioso después de la religión”. Suelen proceder del mundo intelectual europeo. Abandonaron la fe y se declaran ateos, pero conservan reminiscencias religiosas y desean recuperar una serie de valores cristianos que consideran imprescindibles para que la cultura occidental no degenere en un vacío antropológico.
Distinguen entre fe y fidelidad. Para ellos, la fe es una creencia; la fidelidad es una adhesión. La fe se refiere a Dios, la fidelidad a un conjunto de valores ligados a la historia y enraizados en una comunidad.
Argumentan que el abandono de las prácticas religiosas en Europa no es óbice para abandonar la fidelidad a aquello que da densidad a las personas: sinceridad, honradez, generosidad, ternura, compasión, justicia… Estos valores pueden ser compartidos simultáneamente por quienes creen en Dios, y por quienes, careciendo de fe, perciben en ellos la grandeza humana.
Este grupo afirma que, si la sociedad europea no quiere verse abocada a un materialismo que vacíe al ser humano de contenido, debe recuperar los valores que ha forjado el cristianismo a lo largo de la historia.
Estos autores esbozan las líneas generales de una espiritualidad para los no creyentes. Hablan abiertamente de espiritualidad y mística y definen alguna de sus líneas:
 
–          Una espiritualidad abierta a la admiración, la pregunta por el sentido….
–          La “inmanensidad”. (Palabra formada por la unión de: inmanencia+inmensidad) Esta expresión es una invitación a descubrir la grandeza (inmensidad) que late en las pequeñas cosas (inmanencia). Por ejemplo: contemplar las estrellas en una noche oscura y sentir la pequeñez personal ante la grandeza el universo…
–          El sentimiento “oceánico”. O lo que es lo mismo: la experiencia de unidad con el mundo, con la vida natural, con las personas, con el universo… Como una gota de agua en el océano.
–          Recuperar el silencio ante el misterio de la vida. Porque el ser humano, creyente o no creyente, vive experiencias que no pueden expresarse con discursos racionales. Se aboga también por recuperar el silencio interior.
–          Simplicidad y unidad personal. Intentar que mi “yo íntimo” coincida con el “yo que represento” en la vida. Un ejercicio permanente de coherencia existencial.
 
7.4.          Personas comprometidas con salir del cerrado círculo del individualismo
Uno de los ideales en el mundo occidental, industrializado y neoliberal, es llegar a ser un individuo autodidacta, autosuficiente y autónomo que se baste a sí mismo. Quienes así conciben al ser humano, creen que una economía propia y saneada es imprescindible para lograr el objetivo. Libertad y felicidad se identifican con independencia y autosuficiencia. Este modelo de vida comienza a tocar fondo y a manifestarse como incapaz de proporcionar las metas propuestas.
Por el Atrio de los Gentiles transitan quienes critican fuertemente este modelo y se han propuesto llegar a ser personas con densidad a través de la relación con otras personas. Sus principales críticas se centran en:
 
–          El egoísmo desenfrenado que conduce a la acumulación de riqueza por parte de algunos, mientras que millones de personas viven en la miseria.
–          Una cultura accidental en la que algunos individuos hacen ostentación de sus fortunas sin el más mínimo pudor. Exhibicionistas de riquezas acumuladas y lujos indecentes.
–          Un concepto de “derechos humanos” de corte individualista que ignora los derechos de los pueblos.
–          Un modelo de autorrealización intimista y terapéutico que, al susurro cálido de “sigue la voz de tu corazón”…, ignora el gemido de los oprimidos.
–          Una búsqueda de sanación interior y espiritual que olvida realizar el camino de la vida en grupo y comunidad.
–          La ilusión de que cada persona es un individuo separado, independiente, aislado y autónomo, sin reparar en la terrible soledad a la que queda abocado.
 
7.5.          Personas preocupadas por la destrucción del planeta
No es raro ver en el Atrio de los Gentiles a personas comprometidas con la defensa de la naturaleza y la creación. Preocupados por la destrucción del Planeta, y en comunión ideológica con “Los guerreros del Arco Iris”, veneran lo natural.
No les falta razón. El deterioro medioambiental y el peligro que corre la Tierra es tema de preocupación compartida: la contaminación de ríos y mares, el impacto medioambiental, el exceso de pesca y la reducción de los caladeros, el “efecto invernadero” creado por un desmedido uso de los combustibles fósiles, la extinción de las especies, el peligro latente de la energía nuclear, la manipulación genética a largo plazo…
La humanidad entera sabe qué debe hacer para superar esta gran dificultad, pero falta voluntad personal, política y social para poner los remedios necesarios.
En el nuevo Atrio de los Gentiles tienen su espacio:
 
–          Activistas que no ahorran esfuerzos para que la gente tome conciencia del grave problema que aqueja a la humanidad.
–          Personas sencillas que han hecho suyo el eslogan: “piensa en global, actúa localmente”; expresión que urge a tener en cuenta la salud del planeta en su conjunto y a realizar pequeñas acciones en las propias comunidades.
–          Personas que practican “la austeridad voluntaria” en la utilización y consumo de recursos porque consideran el derroche como grave injusticia contra millones de seres y amenaza sobre el planeta.
–          Hombres y mujeres que defienden la primacía de la dignidad humana sobre las tecnologías que no son respetuosas con el medio ambiente.
–          Personas que integran la preocupación por el medio ambiente con la solidaridad  y el desarrollo integral de las regiones más pobres.
 
7.6.          Personas comprometidas con las voces de la solidaridad
El sufrimiento de los oprimidos ha sido silenciado durante muchos siglos. Esclavos, pobres, campesinos sin tierra, indígenas, trabajadores explotados, menores, desplazados… Millones de seres humillados y excluidos que no han encontrado voces que denunciaran sus terribles amarguras.
Las voces de la solidaridad han desempeñado un papel muy importante a lo largo de la historia. Actualmente es posible escuchar la voz de los sin voz con más nitidez y fuerza. Sin embargo, miles de millones de personas viven todavía relegadas y marginadas porque no hay lugar para ellas en un mundo que rinde culto a una economía de mercado de corte neoliberal. Al no ser productoras ni consumidoras, no son nadie.
Las personas sensibles a la solidaridad, ocupan un importante lugar en el Atrio de los Gentiles. Observan con preocupación como crece “la globalización” de un sistema de economía neoliberal de corte materialista.
Luchan y trabajan por hacer crecer una nueva conciencia que “globalice” otros valores más auténticos: la fuerza de la paz, la justicia, el desarrollo compartido, la cultura, los recursos médicos, la compasión por las víctimas… Quienes así actúan son:
 
–          Personas que experimentan sentimientos de compasión hacia todos y cada uno de los seres humanos que sufren víctimas de catástrofes naturales, pandemias o situaciones de injusticia.
–          Personas que organizan actos para mantener despiertas las conciencias de quienes no tienen ojos ni corazón para ver y sentir el sufrimiento.
–          Personas que ofrecen gratuitamente tiempo, recursos y entusiasmo desde organizaciones no gubernamentales para paliar los efectos de la exclusión y la miseria.
–          Personas que hacen de la música, el teatro o cualquier arte, un altavoz para que se escuchen sus voces comprometidas.
 
7.7.          Personas interesada por lo próximo y lo local
Al Atrio de los Gentiles llegan también personas cuya existencia está fuertemente influida por lo cercano y lo local. Y es que el fenómeno de la globalización, y el creciente anonimato de al que someten a los individuos ciertos esquemas sociales, se han extendido tanto que ha generado la tendencia contraria: un fuerte aprecio por lo próximo y lo local.
Simultáneamente, las encuestas sobre la juventud, realizadas durante los últimos años, muestran un gran aprecio de los jóvenes por los valores “proxémicos”, es decir por aquellos que son próximos y cercanos. La familia, entendida como entorno afectivo que protege y satisface la necesidad de afecto, y el grupo de amigos, aparecen altamente valorados.
El redescubrimiento de lo cercano llena las aspiraciones de muchos jóvenes y adultos de nuestro tiempo.
 
–          Muchas gentes viven una revalorización de las señas de identidad propia, el lenguaje vernáculo, los productos autóctonos, el paisaje cercano, la denominación de origen propia…
–          Otras personas, cansadas de una religión que propone metas lejanas, o sistemas revolucionarios que utilizan el porvenir como lugar de realización de la utopía, se centran en lo cercano y en el presente. Quienes así entienden la vida, no han renunciado al compromiso, se esfuerzan por hacerlo operativo desde nuevas intuiciones y vivencias.
 
Conclusión
Una atenta mirada al Atrio de los Gentiles permitirá descubrir nuevos perfiles de personas que transitan por él y que no han sido enunciadas en este artículo. Las líneas precedentes, ni describen toda la realidad ni agotan todas las posibilidades. El nuevo Atrio de los Gentiles, como espacio de intersección, tiene fronteras difusas y cambiantes.
Para hacer realidad esta nueva intuición es imprescindible cuidar algunas actitudes esenciales: acogida sincera, abandono de prejuicios, humildad y apertura al diálogo, formación sólida para conocer los parámetros de la cultura actual, profundización de la propia fe para saber dar razón de ella, puesta en marcha de recursos afectivos que complementen el debate racional, acción solidaria compartida con las personas de buena voluntad…
El antiguo Atrio de los Gentiles fue destruido cuando las legiones de Tito Vespasiano arrasaron el magnífico Templo de Jerusalén, allá por el año 70 d.C. El nuevo Atrio de los Gentiles es posibilidad de futuro en vías de construcción. En sus pórticos puede echar raíces la universalidad de la fe que anunciaron los profetas.
 

José Joaquín Gómez Palacios