La costumbre de los jóvenes españoles de reunirse en lugares públicos para tomar bebidas alcohólicas y charlar, conocida popularmente como ‘botellón’, es un fenómeno típicamente español que apenas se practica en otros países de Europa. Los bares proliferan en España como setas: ya hay 320.000 bares, restaurantes y cafeterías. Tocamos a uno por cada 134 habitantes, la cifra más alta de toda la Unión Europea. Llama la atención que Andalucía sea la región donde se concentra el mayor número de establecimientos: 45.000. A la vez (…) tiene el 23% de todos los parados españoles y 7 de sus 8 provincias están entre las más pobres de España. ¿Es casualidad esta relación: problemas reales–cultura de evasión– alcohol? En un chiste el genial Forges mantiene esta conversación:
–Ya puestos…, ¿te imaginas a los 800.000 jóvenes de los viernes-noche reunidos en una gran manifestación exigiendo trabajo digno?
–Ojalá, pero por ahora sólo los veo aunados en que no cierren los baretos temprano.
–Y mientras los poderosos , tan tranquilos…
– Y tan forrados.
Mas de uno nos preguntamos: ¿Es el alcohol un instrumento de control social? ¿Es la ideología del botellón el germen de un fascismo social?
Recordemos que, según las encuestas escolares del Plan Nacional sobre Drogas relativos al 2004, la edad media en la que se empieza a beber alcohol es cada vez más temprana, se sitúa en los 13,7 años, y la proporción de estudiantes que había consumido alcohol en los 30 días previos a la encuesta fue de un 65,6 por ciento. Un estudio realizado en septiembre de 2005 por el Ministerio de Sanidad reflejaba que el 27,3% de los jóvenes españoles de entre 14 y 18 años se habían emborrachado en el último mes y que su promedio de embriaguez era de uno cada diez días. Los jóvenes que recurren a las sustancias adictivas como el alcohol para socializarse buscan una suerte de efecto de escape de una realidad que no les gusta admitir, y su participación está relacionada con las ganas de divertirse, conocer gente nueva y evadirse de sus problemas, según el sociólogo Javier Elzo y el psicólogo Javier Urra. Ya muchos jóvenes asimilan que uno no puede divertirse, hacer amigos o ligar sin alcohol. Olvidan que es una droga y que cada vez necesitan más alcohol para pasarlo bien.
Estas personas buscan la evasión de un mundo que les condena a trabajo precario, a la exclusión de cualquier tipo, a la soledad o a la marginación. Los macrobotellones son síntoma de una juventud irresponsable, sin rumbo y sin ideales, sin capacidad de disfrutar de una vida coherente, y sin un proyecto vital sólido y fundamentado. Pero no olvidemos que la responsabilidad mayor la tenemos los padres que les hemos dejado esta sociedad del relativismo y del «sálvese quien pueda». ¿No resulta extraño que en Francia a los 20 años los jóvenes ya vivan fuera de casa y en España no se emancipen hasta los 30?
En un acto conmemorativo del 50 aniversario de la asociación «Alcohólicos Anónimos», Carmen Moya, delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, indicó que hay una relación directa entre el consumo de alcohol y enfermedades como cirrosis hepática y algunos tipos de cánceres, así como con los accidentes de tráfico. Asimismo, destacó otras consecuencias negativas derivadas del consumo de alcohol como los costes laborales (absentismo, bajas, incapacidad temporal) y, en muchos casos, violencia doméstica y maltrato infantil. En especial, hizo hincapié en el abuso del alcohol entre los jóvenes, y aseguró que éstos cada vez consumen más y en cantidades más elevadas, asociándolo frecuentemente con otras sustancias tóxicas como el tabaco, el cannabis o la cocaína. Por ello, afirmó que las alternativas de salud pública deben abordarse desde una política global y multidisciplinar, poniendo el acento en la prevención en el ámbito juvenil.
Muchos casos de violencia doméstica están íntimamente relacionada con el alcohol. Según la OMS, en España el 25% de los casos de los malos tratos se vincula a la bebida. El consumo de alcohol causa directamente mas 13.000 muertes en España.
Si nadie duda de que el alcoholismo es un gran problema de salud pública con consecuencias de gran trascendencia, y que la prevención debe ser la herramienta fundamental, ¿por qué no se va a la raíz del problema y se deja de banalizar la cultura del alcohol? ¿Es que hay intereses comunes entre la industria de bebidas alcohólicas y la permisividad de los poderes públicos?
Hay algo que falla, dice la ministra de Sanidad, Elena Salgado. Estamos de acuerdo, pero: ¿Qué hace su Gobierno para combatir la violencia y el alcoholismo entre los jóvenes? Hoy, promover la responsabilidad de los jóvenes en su educación no resulta políticamente correcto; al contrario es más rentable electoralmente adular a la juventud… Mientras no se combata esta cultura violenta y permisiva, en todos los aspectos de la vida; mientras las familias, ayuntamientos y gobiernos alienten y no combatan esta cultura del botellón, de la irresponsabilidad, del hedonismo y salvaje individualismo; mientras no se promueva una cultura de la solidaridad, de la responsabilidad, del compromiso, no habrá esperanza y la violencia y el destrozo de tantas familias seguirá creciendo…
Francisco Rey Alamillo
Responsable de la Casa de Cultura y Solidaridad de Burgos